– Bueno, de todos modos voy a comprar una nueva. Y debería limpiar todo este estropicio. Por desgracia, creo que no me puedo agachar.
– Quédate aquí -la retuvo Laurel-.Ya recojo yo el suelo. ¿Quieres tomar algo?
– Morfina.
– ¿Te vale con un vino?, ¿o un zumo?
– Pues un poco de vino. Pero échale una aspirina… o morfina.
– Vale -dijo Laurel, esperando que les quedara una botella de vino en la cocina, pues no estaba muy segura.
– Dime una cosa -dijo Talia de repente.
– ¿Qué?
– ¿Por qué no te he visto desde que volviste de casa de tu madre?
– ¿No nos hemos visto desde entonces? -preguntó Laurel, aunque sabía que la respuesta era sí.
– No creo que estés mosqueada conmigo -dijo Talia- porque sé que soy demasiado encantadora para que alguien se cabree conmigo más de un minuto. Pero otra que no tuviera tanto ego como yo se preguntaría qué está pasando aquí. Entiéndeme, no te he visto desde antes de que te fueras a Long Island, y hoy, vas y me dejas colgada.
Laurel sintió un remolino de viento otoñal entrando en la habitación, así que cerró la ventana. Se lo pensó por un momento antes de contestar, pues estaba indecisa. Por un lado, siempre había sentido un cierto orgullo, puede que injustificado, ante el hecho de que su familia y amigos la tuvieran por atenta y responsable. Nunca los había decepcionado. Sin embargo, por otro lado, se preguntaba si la razón por la que se había olvidado del paintball no sería que estaba demasiado absorta por el trabajo de Bobbie Crocker. Aunque también podría deberse a que consideraba que lo último que alguien podría esperarse de ella era que le apeteciese correr por los bosques con una pistola de juguete. O igual se había olvidado porque, desde un principio, Talia nunca debió pedirle que les acompañara.
– No quería dejarte colgada, y no estoy mosqueada contigo. ¿Por qué iba a estarlo? -le preguntó. Fue consciente de que había un ligero toque de frialdad en su voz, pero no hizo nada por reprimirlo.
– Así que solamente has estado ocupada.
– Sí.
– ¿Con David?
– No.
– Espero que no haya sido con tu difunto indigente.
– ¿Por qué todos os empeñáis en llamarle así? No era un indigente, le conseguimos un hogar.
– Cálmate, Laurel, no pretendía…
– ¿Por qué el hecho de estar en la indigencia se convierte en el único rasgo distintivo de una persona? Nunca te refieres a él como fotógrafo, o excombatiente, o gracioso. Era un tipo muy divertido, ¿lo sabías? Francamente…
– Francamente, ¿qué?
– Nada.
– Dime.
– No tengo nada que decirte. Es sólo que… nada.
Talia se incorporó con dificultad y entrecerró los ojos como queriendo decir: «Ya estoy harta de esto. Muchas gracias por todo». Laurel no se había dado cuenta, pero su amiga tenía un cardenal en forma de media luna en el cuello del color de las berenjenas.
– Creo que voy a darme un baño caliente -dijo Talia bajando la voz-.Yo misma puedo servirme el vino.
Talia se fue cojeando hacia la cocina y Laurel pudo oír cómo abría el armario, cogía una copa y luego buscaba el vino en el frigorífico. Permaneció esperando, inmóvil, hasta que escuchó cerrarse la puerta del baño. Talia no dio exactamente un portazo, pero sí que fue un golpe considerable.
Laurel tuvo la extraña sensación de que no le molestaba demasiado que Talia y ella hubieran discutido. Puede que hubiese reaccionado de forma un poco brusca cuando su compañera se refirió a Bobbie Crocker como un indigente, pero ¿acaso no había tenido una semana complicada? Había sido un día muy largo. Además, ¿qué importaba todo esto cuando las obras de Bobbie Crocker, sus obras, podrían estar en peligro y todavía le quedaban negativos por revelar? Laurel resolvió que la tarea más importante que tenía por delante era regresar al laboratorio de la universidad y buscar un lugar seguro en el que guardar las fotos y los carretes de Bobbie Crocker. El hecho de que esta vez se hubiera equivocado al pensar que les habían robado no significaba que no pudieran intentarlo al día siguiente.
Todo lo demás -Talia, David y el señor Terrance J. Leckbruge incluidos- tendría que esperar. El desorden en el salón también tendría que esperar. Desde la puerta del baño, le gritó a su compañera que iba a salir y bajó por las viejas y rechinantes escaleras de madera del edificio.
Antes de guardar las fotos de Crocker en el laboratorio de la Universidad de Vermont -las que Bobbie tenía con él y los negativos que ella misma había revelado-, Laurel arrancó una hoja amarilla de un cuaderno y esbozó una cronología aproximada de cuándo habían sido tomadas las imágenes. La mayoría de las fechas eran suposiciones basadas en sus búsquedas en Internet: el hula-hoop se inventó en 1958 y la moda se extendió a principios de los sesenta. Suponiendo que la foto de las doscientas muchachas jugando con sus aros en el campo de fútbol se hubiera tomado en el momento de máxima popularidad del juguete, seguramente habría que fecharla entre 1959 y 1961.Joyce, la tía de Laurel, miró la información en la carátula del CD de Camelot de su primo Martin y le dio los años aproximados en los que Julie Andrews hizo de Ginebra. Otras fechas eran más imprecisas todavía. Resultaba difícil calcular la edad de Eartha Kitt, pero Laurel supuso que tendría unos cuarenta años en el retrato que le sacó Crocker a las puertas de Carnegie Hall. Esta suposición se basaba exclusivamente en que Laurel tenía la sensación de que en la foto Kitt parecía tener la misma edad que cuando hizo de Catwoman en la vieja serie de Batman en televisión, momento en el que la actriz tenía treinta y nueve años. A veces, Laurel fechaba una foto basándose únicamente en sus limitados conocimientos sobre ropa y coches de época.
A pesar de ser una cronología muy aproximada, resultaba útil.
Fotos de Crocker: Cronología aproximada Mediados de los 50: Chuck Berry
Robert Frost
Músicos de Jazz (numerosas fotos)
Puente de Brooklyn
Muddy Walters
Hotel Plaza
Finales de los 50: Beatniks (tres)
Eisenhower (¿en la ONU ?)
La auténtica Gidget (Kathy Kohner Zucherman)
Secadores de pelo
Coches (muchos)
Washington Square
Estación de tren en West Egg
Cigarrillos (en ceniceros, sobre mesas,
primeros planos en labios)
Jugando al fútbol en la calle bajo un
anuncio de Hebrew National.
1960/61:
Julie Andrews (Camelot)
Chicas con hula-hoops
Principio de los 60:
Un escultor (desconocido)
Paul Newman
Zero Mostel
Más coches (media docena)
Paisajes urbanos de Manhattan (incluyendo
el edificio Chrysler)
Filarmónica de Nueva York
Máquinas de escribir IBM (tres)
Escenas de calle en Greenwich village (cuatro)
1964:
La Exposición Universal (media docena de
fotos, incluyendo unas del hemisferio)
Marcha por los derechos civiles en Frankfurt
(Kentucky)
Martin Luther King (¿En la marcha de
Frankfurt?)
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