Después de que hayamos terminado, hablan de qué hacer a continuación. Zeb dice que han de encontrar a Adán Uno y los Jardineros antes de que nada ni nadie lo haga. Irá al Sumidero mañana para verificar el Jardín del Edén, algunos de los pisos francos de las células trufa, y otros lugares a los que podrían haber ido. Shackie dice que lo acompañará, y Rinoceronte Negro y Katuro también. Los otros han de quedarse y defender la casa de los perros y cerdos, y también de los dos painballers en caso de que vuelvan.
Entonces Pico de Marfil le habla a Zeb de Toby y de que ahora Blanco está muerto, y Zeb mira a Toby y dice:
– Bien hecho, cielo.
Es bastante chocante que llamen cielo a Toby, es algo así como llamar a Dios «cachas».
Me armo de valor y digo que hemos de encontrar a Amanda y salvarla de los painballers. Shackie dice que vota por eso, y creo que lo dice en serio. Zeb explica que lo lamenta mucho, pero que hemos de comprender que sólo hay dos alternativas. Amanda es sólo una persona y Adán Uno y los Jardineros son muchos; y Amanda decidiría lo mismo.
Así que digo:
– Vale, entonces iré sola.
Y Zeb dice:
– No seas tonta.
Como si todavía tuviera once años.
Entonces Croze dice que vendrá conmigo, y le aprieto la mano para darle las gracias. Pero Zeb dice que lo necesitan en la casa, que no pueden prescindir de él. Si espero a que vuelvan Shackie, Rinoceronte Negro y Katuro, dice, enviarán tres tipos conmigo, con pulverizadores, lo cual nos dará muchas más opciones.
Pero digo que no hay bastante tiempo, porque si esos painballers quieren comerciar con Amanda, significa que están cansados de ella y que podrían matarla en cualquier momento. Sé cómo funciona, digo. Es como en el Scales con las temporales -es prescindible-, así que de verdad he de encontrarla ahora mismo, y sé que es peligroso, pero no me importa. Entonces me echo a llorar.
Nadie dice nada. Luego Toby dice que vendrá conmigo. Se llevará su propio rifle, no tiene mala puntería, dice. Quizá los painballers han usado su última célula de pulverizador, lo cual aumentaría las posibilidades.
– No es buena idea -dice Zeb.
Toby hace una pausa, luego dice que es la mejor idea que se le ha ocurrido, porque no puede dejarme vagar sola por el bosque: sería un crimen. Y Zeb asiente y dice:
– Tened cuidado.
Así que está decidido.
Los locoadanes cuelgan unas hamacas con cinta aislante en el cuarto principal para Toby y para mí. Toby aún está hablando con Zeb y el resto, así que me voy a acostar sola. Con una manta de mohair, la hamaca es muy cómoda; y aunque me preocupa mucho encontrar a Amanda y lo que ocurrirá entonces, consigo conciliar el sueño.
Cuando nos levantamos a la mañana siguiente, Zeb, Shackie, Katuro y Rinoceronte Negro ya han salido, pero Rebecca le cuenta a Toby que Zeb le ha dibujado en el viejo arenero de los niños un mapa donde están la cabaña y la orilla, para que se oriente. Toby lo estudia un buen rato con una extraña expresión en el rostro, una especie de sonrisa triste. Aunque quizá sólo lo ha estado memorizando. Luego lo borra.
Después de desayunar, Rebecca nos da un poco de carne seca, y Pico de Marfil saca dos hamacas ligeras para nosotras porque no es seguro dormir en el suelo, y llenamos nuestras botellas de agua del pozo que han cavado. Toby deja allí un puñado de cosas -sus botellas de adormidera, sus hongos, su contenedor de lombrices, todo el material médico-, pero se lleva la olla, el cuchillo, las cerillas y un poco de cuerda, porque no sabemos cuánto tardaremos. Rebecca la abraza y dice:
– Ten cuidado, cariño.
Y salimos. Caminamos y caminamos; a mediodía paramos a comer. Toby está escuchando todo el tiempo: demasiados cantos de aves de las malas, como cuervos -o si no ningún canto-, significa cuidado, dice. Pero todo lo que oímos son trinos de fondo.
– Fondo de pantalla de pájaros -dice Toby.
No paramos de caminar, y comemos otra vez, y caminamos un poco más. También hay muchas hojas; te quitan aire. Además, me pone nerviosa porque la última vez que caminamos por un bosque nos encontramos a Oates colgado.
Cuando anochece, elegimos unos árboles altos, instalamos las hamacas y nos subimos. Pero me cuesta dormir. Entonces oigo cantar. Es hermoso, pero no es un canto normal: es claro, como el cristal, pero con capas. Suena a campanas.
El canto se desvanece, y creo que quizás eran imaginaciones mías. Y entonces, pienso, serán las personas azules: ha de ser así como cantan. Imagino a Amanda entre ellos: la están alimentando, cuidando, maullándole para curarla y reconfortarla.
Es pura ficción. Imaginaciones. Sé que no debería hacerlo: debería enfrentarme a la realidad. Pero la realidad es demasiado oscura. Hay demasiados cuervos.
Los Adanes y las Evas solían decir: «Somos lo que comemos», pero yo prefiero decir: «Somos lo que deseamos», porque si no puedes desear, para qué molestarte.
San Terry y Todos los Caminantes
Año 25
Del estado del caminante.
Narrado por Ad á n Uno
Queridos amigos, queridos compañeros animales, queridos moradores de este peligroso camino que es ahora nuestra senda por la vida:
¡Cuánto tiempo ha pasado desde ese último Día de San Terry en nuestro querido Jardín del Edén del Tejado! No nos dimos cuenta entonces de lo mucho mejores que eran aquellos tiempos, comparados con los días oscuros que ahora vivimos. Disfrutábamos de la perspectiva desde nuestro pacífico jardín y, por más que fuera una perspectiva de barrios bajos y crimen, la contemplábamos desde un espacio de restauración y renovación, floreciendo con nuestras plantas inocentes y nuestras abejas industriosas. Levantamos nuestras voces para cantar, seguros de que prevalecería, porque nuestros objetivos eran valiosos y nuestros métodos carentes de malicia. Eso creíamos, en nuestra inocencia. Muchas cosas deplorables han ocurrido desde ese momento, pero el espíritu que nos emocionaba entonces sigue presente.
El Día de San Terry está dedicado a Todos los Caminantes, el primero de todos ellos san Terry Fox, quien tanto corrió con una pierna mortal y otra metálica; quien estableció un brillante ejemplo de coraje ante unas circunstancias tan abrumadoramente adversas; quien nos mostró lo que el cuerpo humano puede hacer en los medios de locomoción sin combustibles fósiles; quien corrió contra la mortalidad, y al final superó su propia muerte y vive en nuestro recuerdo.
En este día recordamos, también, a santa Sojourner Truth, guía de esclavos huidos hace dos siglos, que caminaban muchos kilómetros sin más orientación que las estrellas; y los santos Shackleton y Crozier, de fama antártica y ártica; y san Laurence Titus Oates de la expedición Scott, que caminó hasta donde ningún hombre había caminado antes, y que se sacrificó durante una tormenta por el bien de sus compañeros. Que sus inmortales últimas palabras sean una inspiración para nosotros en nuestro viaje: «Voy a salir un momento y a hacer tiempo.» Los santos de este día son todos caminantes. Sabían muy bien que era mejor viajar que llegar, siempre y cuando viajemos con fe inquebrantable y por motivos no egoístas. Mantengamos esa idea en nuestros corazones, amigos míos y compañeros viajeros.
Es adecuado que recordemos a aquellos que perdimos hasta el momento en este camino. Darren y Quill han sucumbido a una enfermedad, los primeros síntomas de la cual son motivo de grave aprensión. A petición suya los dejamos atrás. Les dimos las gracias por mostrar esa preocupación digna de elogio.
Philo ha entrado en estado de barbecho, y está en paz encima de un garaje, una ubicación que tal vez le recuerda nuestro propio querido Jardín.
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