La estimada esposa de Burt, Veena, sigue en barbecho, aunque esperamos volver a recibirla entre nosotros en breve. Que la luz la rodee.
Hoy hemos meditado sobre san Euell Gibbons, que floreció en esta tierra entre 1911 y 1975; hace mucho tiempo, pero está muy cerca en nuestros corazones. De niño, cuando su padre se fue de casa para buscar trabajo, san Euell proporcionó sustento a su familia gracias a su conocimiento de la naturaleza. No fue a ninguna universidad salvo a la Tuya, oh, Señor. En Tus especies encontró a sus profesores, con frecuencia estrictos pero siempre acertados. Y después compartió estas enseñanzas con nosotros.
Nos enseñó los usos de tus numerosos bejines, y de otros hongos; nos advirtió de los peligros de las especies venenosas, que no obstante poseen un valor espiritual si se toman en cantidades juiciosas.
Él nos cantó las virtudes de la cebolla silvestre, del espárrago silvestre, del ajo silvestre, que no exigen esfuerzo, ni están rociados de pesticidas cuando crecen dichosos lo bastante lejos de los cultivos de agricultura industrial. Conocía los medicamentos de los márgenes: la corteza de sauce para dolores y fiebres, la raíz de diente de león como diurético en caso de retención de líquidos. Nos enseñó a no malgastar; porque incluso la humilde ortiga, tan frecuentemente arrancada y arrojada, es fuente de muchas vitaminas. Nos enseñó a improvisar; porque si no hay acedera puede haber aneas; y si no hay arándanos azules quizás abunden los arándanos rojos.
San Euell, que podamos sentarnos en espíritu a tu mesa -esa humilde lona extendida sobre el suelo- y cenar contigo fresas silvestres, y frondas de helechos y vainas jóvenes de algodoncillo, ligeramente hervidas, con un poco de sucedáneo de margarina si se puede obtener.
Y en momentos de máxima necesidad, ayúdanos a aceptar lo que nos depare el destino; y susúrranos en nuestros oídos internos y espirituales los nombres de las plantas, y sus estaciones, y los lugares donde pueden encontrarse.
Porque se acerca el Diluvio Seco, y cesará toda compraventa, y nos encontraremos limitados a nuestros propios recursos en medio del Jardín munificente de Dios. Que también era tu Jardín.
Cantemos.
Oh, cantemos a las hierbas santas
Oh, cantemos a las hierbas santas
que florecen en las zanjas,
pues son para los necesitados
y no son para los ricos.
No est á n en los centros comerciales,
tampoco en supermercados;
las desprecian porque todas crecen
sin due ñ o para los pobres.
La achicoria brota en primavera,
antes de salir las flores;
la ra í z de bardana es en junio
cuando est á llena de jugo.
Madura en oto ñ o la bellota
y tambi é n el nogal negro;
el algodoncillo es tierno hervido,
y sus brotes cuando nacen.
Las cortezas de abedul y picea
tienen vitamina C;
pero no les quites demasiada
porque matar á s el á rbol.
Verdolaga, acedera, huauzontle
y ortigas tambi é n son buenos;
espino albar, sa ú co, zumaque
tienen bayas que son sanas.
Las hierbas santas proliferan
y son hermosas de ver,
¿ duda que Dios las puso
para que no pasemos hambre?
Del Libro Oral de Himnos
de los Jardineros de Dios
Ren
A ñ o 25
Recuerdo lo que había para cenar esa noche en el Cuarto Pringoso: había ChickieNobs. No me gustaba la carne desde mi paso por los Jardineros, pero Mordis decía que los ChickieNobs en realidad eran verdura, porque crecían en tallos y no tenían cara. Así que me comí la mitad.
Luego bailé un poco para no perder la práctica. Tenía mi propio Sea/H/Ear Candy, y cantaba. Adán Uno decía que Dios nos había creado con la música incorporada: podíamos cantar como los pájaros, pero también como los ángeles, porque el canto era una forma de alabanza con un origen más profundo que el habla, y Dios podía oírnos mejor cuando cantábamos. Trato de recordarlo.
Luego miré otra vez al Nido de Víboras. Había tres tipos de Painball allí: acababan de salir. Te dabas cuenta porque estaban afeitados, con el pelo recién cortado y ropa nueva, y parecían pasmados, como si los hubieran guardado en un armario oscuro durante mucho tiempo. Además lucían un pequeño tatuaje en la base del pulgar izquierdo: un círculo, rojo o amarillo brillante, según fueran del Equipo Rojo o del Equipo Dorado. Los otros clientes se estaban alejando de ellos, dándoles espacio, pero con respeto, como si se tratara de estrellas de la web o de héroes del deporte y no de criminales de Painball. También apostaban sobre los equipos: Rojo contra Dorado. Mucho dinero cambiaba de manos con el Painball.
Siempre había dos o tres tipos de Corpsegur ocupándose de los veteranos de Painball: podían ponerse hechos una furia y causar estragos. A las chicas del Scales nunca nos dejaban estar solas con ellos: no entendían qué era la fantasía. Nunca sabían cuándo parar y podían romper muchas más cosas que los muebles. Era mejor emborracharlos, pero había que hacerlo deprisa, antes de que entraran en el modo de rabia plena.
– Echaré a estos capullos yo mismo -dijo Mordis-. No queda nada humano bajo ese tejido cicatrizado. Pero SeksMart nos paga un bono de tiempo extra con ellos.
Les daríamos bebida y pastillas, a paladas a ser posible. Habían empezado a usar algo nuevo cuando yo ya estaba en el Pringoso: BlyssPluss, lo llamaban. Sexo sin malos rollos, satisfacción total, te llevaba al paraíso y además ofrecía un ciento por ciento de protección, o eso decían. Las chicas del Scales no estaban autorizadas a tomar droga en el trabajo -no nos pagaban para que disfrutásemos, decía Mordis-, pero esto era diferente, porque si lo tomaban no te hacía falta un guante corporal de biofilm, y muchos clientes pagaban extra porque no te lo pusieras. En el Scales estaban probando el BlyssPluss para la corporación Rejoov, así que lo repartían como caramelos -era sobre todo para los clientes top - y me moría de ganas de probarlo.
Siempre recibíamos propinas enormes en las noches de Painball, aunque ninguna de las habituales del Scales teníamos que hacer trabajo primario con los nuevos veteranos, porque éramos artistas de talento y cualquier daño que sufriéramos sería costoso. Para el trabajo guarro básico traían a las temporales: chusma europea o Tex-Mex o Asian Fusion y menores Redfish que recogían de las calles porque los tipos de Painball querían membrana, y después de que hubieran terminado te juzgarían contaminada hasta que demostraras lo contrario, y en el Scales no querían gastar dinero en el Cuarto Pringoso chequeando a estas chicas o curándolas. Yo nunca las vi dos veces. Entraban por la puerta, pero no creo que salieran. En un club más cutre las habrían usado para los tipos que querían realizar sus fantasías vampíricas, pero eso implicaba contacto boca-sangre y, como he dicho, a Mordis le gustaba la pulcritud.
Esa noche, uno de los tipos de Painball tenía a Starlite en su regazo. Ella le estaba dando el polvo marca de la casa. Iba con su vestido de plumas de pavoceta y el tocado, y puede que fuera alucinante desde delante, pero desde mi ángulo de visión parecía que al tipo se lo estaba haciendo un guardapolvo enorme azul verdoso, como un lavado de coche en seco.
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