Marc Levy - La primera noche

Здесь есть возможность читать онлайн «Marc Levy - La primera noche» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La primera noche: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La primera noche»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Los protagonistas de El primer día, Keira y Adrian, vuelven a verse las caras a la espera del final que se merecen.
La primera noche arranca con un rescate. Las investigaciones de Keira la han llevado hasta una lúgubre prisión china, de la que saldrá casi a hombros de su salvador Adrian. Sin embargo, esta no es una historia de príncipes y princesas al uso y la inquieta arqueóloga perseguirá cueste lo que cueste su objetivo: encontrar la civilización perdida. Londres y Amsterdam, pero también Rusia, Liberia y Grecia. El mundo se les queda pequeño a esta pareja de aventureros que, de nuevo, deberán enfrentarse a los conservadores de una intimidante sociedad secreta.

La primera noche — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La primera noche», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Qué le hace pensar eso? -preguntó Egorov.

– Yo también tengo mucha empatía por ese hombre -dijo Keira-, y si hubiera llevado mi misión hasta los límites de mi resistencia física, una vez incrustado el fragmento en la piedra, al ver a mis amigos muertos, me habría tirado al vacío para acortar mi sufrimiento.

Egorov confió en el instinto de Keira. Ordenó a sus hombres que abandonaran la búsqueda y que se reagruparan, tenía nuevas instrucciones que darles.

– ¿Dónde quiere que empecemos? -le preguntó a Keira.

– ¿Conoce el mito de los siete sabios? -le contestó ella.

– ¿Los abgales? Esos siete sabios son seres mitad hombres, mitad peces, y aparecen en varias civilizaciones antiguas bajo la forma de dioses que dan origen a distintas civilizaciones. Los siete guardianes del Cielo y de la Tierra que entregan el saber a los seres humanos. ¿Quería poner a prueba mis conocimientos sobre los sumerios?

– No, pero según usted, si los sumerios hubieran creído reconocer en estos colosos a los siete abgales…

– Entonces -la interrumpió Egorov- sin duda habrían elegido al primero de ellos, el que los guiaba en su camino.

– ¿Se refiere al coloso que está frente a los otros seis? -pregunté yo.

– Sí, lo llamaban Adapa -contestó Egorov.

Acto seguido, éste ordenó a sus hombres que se reagruparan al pie del tótem gigante y empezaran a excavar. Yo esperaba que el heroico sumerio que había trepado a lo alto del coloso hubiera tropezado y se hubiera caído con el fragmento en la mano. Esta hipótesis no tenía un pelo de científica, pero si resultaba cierta, ganaríamos mucho tiempo. Además, ¡uno nunca está al amparo de un golpe de suerte! Sospechaba que Keira había tenido la misma idea que yo, pues suplicó a los hombres de Egorov que no se apresuraran demasiado y exploraran el suelo con mucha minuciosidad.

Todavía tendríamos que tener paciencia, caía más nieve de la que podíamos apartar y las condiciones meteorológicas empeoraban con cada hora que pasaba. Se levantó una nueva tormenta, peor que la anterior, que nos obligó a interrumpir la búsqueda. Yo estaba agotado y me dolían todos los músculos, sólo soñaba con un buen baño caliente y un cómodo colchón. Egorov concedió permiso a todos para descansar un poco; en cuanto mejorara el tiempo daría de nuevo la orden de reanudar la búsqueda, aunque tuviera que ser en mitad de la noche. Keira estaba excitadísima y maldecía esa dichosa tormenta que le impedía proseguir con su trabajo. Quería dejar la tienda para ir al laboratorio y estudiar las primeras muestras recogidas. Tuve que desplegar todas mis dotes de psicólogo para disuadirla. No se veía a más de cinco metros y aventurarse fuera de la tienda en esas condiciones era pura inconsciencia. Al final accedió a escucharme y vino a tenderse a mi lado.

– Creo que estoy maldita -dijo.

– No es más que una tormenta de nieve. En pleno invierno y en mitad de Siberia no creo que pueda hablarse de una maldición. Estoy seguro de que mañana el tiempo mejorará.

– Egorov me ha dado a entender que esto podría durar varios días -se lamentó Keira, de pésimo humor.

– Tienes muy mala cara, deberías descansar, y aunque esta tormenta durara cuarenta y ocho horas, no es el fin del mundo. Los hallazgos que has hecho esta mañana son de un valor incalculable.

– ¿Por qué siempre te excluyes? Sin ti no estaríamos aquí, y nada de lo que hemos vivido habría ocurrido.

Pensé en todo cuanto había sucedido en las últimas semanas, y ese comentario, tan generoso por su parte, me dejó perplejo. Keira se acurrucó contra mí. Me quedé mucho tiempo despierto, escuchando su respiración. Fuera, los embates del viento redoblaban su fuerza, pero yo bendecía en secreto el mal tiempo por la tregua que nos imponía y por esos pocos momentos de intimidad que nos regalaba.

El día siguiente fue casi tan negro como la noche. La tormenta era más intensa aún. Era impensable ya salir de la tienda sin atarnos los unos a los otros con cuerdas. Para llegar hasta el comedor, había que caminar a la luz de una potente linterna y luchar contra borrascas de una violencia inaudita. Al final de la tarde Egorov nos informó de que lo peor había pasado. La depresión no se extendía más allá de la región en la que nos encontrábamos, y los vientos del norte no tardarían en arrastrarla consigo. Esperaba poder reanudar la búsqueda al día siguiente. Keira y yo tratábamos de calcular la cantidad de nieve que tendríamos que despejar antes de progresar de nuevo. No había otra cosa que hacer para matar el tiempo que jugar a las cartas. Keira abandonó varias veces la partida para ir a comprobar la evolución de la tormenta, y la veía volver cada vez igual de intranquila.

A las seis de la mañana me despertó un ruido de pasos muy cerca de donde nosotros dormíamos. Me levanté sin ruido, bajé con cuidado la doble cremallera de la tienda y asomé la cabeza por la abertura. La tormenta había dejado paso a una nieve fina que caía bajo un cielo gris. Dirigí la mirada hacia los colosos de piedra que por fin volvían a aparecer a la luz del alba. Pero otra cosa atrajo mi atención, algo de lo que hubiera preferido no ser jamás testigo. Al pie del gigante de piedra solitario que supuestamente albergaba el cuerpo de un antiguo chamán yacía el de uno de mis contemporáneos en medio de un charco de sangre que manchaba la nieve.

Surgiendo de la pared montañosa con agilidad pasmosa, unos treinta individuos vestidos con monos blancos avanzaban hacia nosotros, rodeando el campamento. Uno de nuestros guardaespaldas salió, y lo vi detenerse: una bala que impactó contra su pecho frenó en seco su marcha. Tuvo el tiempo justo de disparar un tiro antes de desplomarse en el suelo.

Ese tiro dio la alerta. Disparos de precisión casi militar sorprendieron uno a uno a los hombres de Egorov, que salieron corriendo de sus tiendas. Fue una hecatombe. Los que aún seguían a cubierto habían tomado posición y contraatacaban con fusiles de percusión cuyo alcance no parecía muy eficaz. El combate continuaba, nuestros asaltantes ganaban terreno, se acercaban a nosotros reptando. Nuestras balas alcanzaron a dos de ellos.

Los disparos habían despertado a Keira, que se incorporó de un salto en su catre y vio la palidez de mi rostro. Le ordené que se vistiera inmediatamente. Mientras se ponía los zapatos, calibré nuestra situación: no había escapatoria, era imposible huir por detrás, la lona de nuestra tienda estaba clavada en el suelo con demasiada fuerza. Cediendo al pánico, cogí una pala y me puse a cavar. Keira se acercó al hueco que había dejado abierto en la entrada de la tienda, pero me volví y tiré de ella violentamente hacia el interior.

– ¡Tiran a quemarropa sobre todo lo que se mueve, aléjate de las paredes de la tienda y ayúdame!

– Adrian, el hielo está duro como una piedra, pierdes el tiempo. ¿Quiénes son estos tipos?

– No tengo ni idea, ¡no han tenido la cortesía de presentarse antes de ametrallarnos!

Nueva serie de disparos, esta vez en ráfagas. No aguantaba más aquella impotencia, así que hice justamente lo que acababa de prohibirle a Keira. Cuando volví a asomar la cabeza fuera, fui testigo de una verdadera carnicería. Los hombres de blanco se acercaron a una tienda y deslizaron a ras de suelo un cable que les permitía ver lo que sucedía en el interior; unos segundos más tarde, vaciaron los cargadores a través de la lona y luego pasaron a la tienda siguiente.

Cerré la cremallera, me acerqué a Keira y me acurruqué sobre su cuerpo para protegerla lo mejor que pude.

Ella levantó la cabeza, esbozó una sonrisa triste y me besó en los labios.

– Es muy caballeroso por tu parte, amor mío, pero temo que no sirva de mucho. Te quiero y no me arrepiento de nada -dijo, y me besó otra vez.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La primera noche»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La primera noche» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La primera noche»

Обсуждение, отзывы о книге «La primera noche» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x