La Cancillería disponía de un jardín en el que el previsor Speer construyó un refugio contra ataques aéreos al tiempo que se hacían los cimientos del edificio. El pequeño búnker mostró su utilidad cuando los ingleses comenzaron a bombardear Berlín, pero en 1944 se había quedado pequeño y débil ante la frecuencia y la violencia de los bombardeos angloamericanos. En el verano de 1944, tras el desembarco aliado en Francia, Speer recibió la orden de construir un búnker desde el que el Führer pudiera dirigir la guerra, aun en medio de los ataques aéreos más devastadores. El arquitecto ordenó hacer una excavación de unos 15 m de profundidad, por 25 de longitud y 16 de anchura; allí construyó un enorme cubo de cemento armado, con paredes de dos metros y medio de espesor y un techo de tres metros de grueso. Este búnker quedó oculto por tierra apisonada, con un espesor entre dos y seis metros, bajo el jardín de la Cancillería y sobre él se plantaron todo tipo de arbustos y macizos de flores, de tal forma que los aliados jamás supieron dónde se hallaba el refugio de Hitler y nunca le dedicaron ataques especiales.
El búnker tenía dos plantas. En la superior vivía el servicio, los ayudantes militares y las secretarias de Hitler y se hallaban la cocina, el comedor, cuartos de baño y trastero; cuando Berlín quedó cercado, el Führer invitó a los Goebbels a que se trasladasen a su refugio, mucho más seguro que el del Ministerio de Propaganda, y Magda Goebbels se instaló en esta primera planta con sus seis hijos.
En la inferior, a unos diez metros de la superficie, se hallaba el piso de Hitler. Estaba dividido en dos partes similares por un gran pasillo de unos 17 m de largo por 3 de ancho, que, a veces, se partía por medio de una mampara, formando entonces dos piezas, las más grandes del búnker, que se utilizaban como salón general y como sala de conferencias cuando eran muchos los asistentes. Las habitaciones se abrían a ambos lados del pasillo; en el derecho -si se descendía a esa planta por la escalera de emergencia- estaba la sala de mapas; venían a continuación las dependencias del Führer : un vestíbulo minúsculo que daba paso a un despacho muy pequeño y al dormitorio de Eva Braun; desde el despacho se accedía al dormitorio de Hitler y al cuarto de baño de ambos, todo ello metido en unos 36 m 2.
Siguiendo por el lado derecho del pasillo estaban los cuartos de baño comunes y el cuadro de luces. En el lateral izquierdo se emplazaba la enfermería, las habitaciones del doctor Morel, de Goebbels, de Bormann, el cuarto de los ordenanzas y la central telefónica. Ésta merece comentario aparte; según los expertos, era la mejor de Berlín y Hitler, hasta casi el final, pudo comunicarse en cuestión de minutos con todos los frentes; disponía, valiéndose de antenas acopladas a un globo cautivo, de una instalación de radioteléfono de VHF, que se mantuvo en funcionamiento hasta la he del 28 al 29 de abril, permitiendo comunicaciones de extraordinaria calidad incluso en los momentos de combate intensos.
El búnker disponía de su propio generador eléctrico y de importantes depósitos de agua, de modo que nunca se vio afectado por los cortes originados por los bombardeos; los cuartos de baño funcionaban bien y los servicios de ventilación y calefacción también, aunque la atmósfera siempre estuvo demasiado cargada, la humedad era muy alta y el olor resultaba desagradable. Esto se debía, fundamentalmente, a que el refugio fue ocupado sin que la obra se secara adecuadamente y a que no había sido concebido como residencia permanente de un número tan elevado de personas. Cuatro escaleras lo comunicaban con la superficie: una conducía al pequeño refugio primitivo y desembocaba bajo la sala de recepciones de la Cancillería (algunas versiones dicen que terminaba en la despensa, junto a la cocina); otra desembocaba frente al Ministerio de Exteriores, erigido a su espalda; la tercera había sido prevista para emergencias y se hallaba a unos diez metros del despacho del Führer : un vestíbulo minúsculo que daba paso a un despacho muy pequeño y al dormitorio de Eva Braun; desde el despacho se accedía al dormitorio de Hitler y al cuarto de baño de ambos, todo ello metido en unos 36 m 2.
Siguiendo por el lado derecho del pasillo estaban los cuartos de baño comunes y el cuadro de luces. En el lateral izquierdo se emplazaba la enfermería, las habitaciones del doctor Morel, de Goebbels, de Bormann, el cuarto de los ordenanzas y la central telefónica. Ésta merece comentario aparte; según los expertos, era la mejor de Berlín y Hitler, hasta casi el final, pudo comunicarse en cuestión de minutos con todos los frentes; disponía, valiéndose de antenas acopladas a un globo cautivo, de una instalación de radioteléfono de VHF, que se mantuvo en funcionamiento hasta la noche del 28 al 29 de abril, permitiendo comunicaciones de una extraordinaria calidad incluso en los momentos de combate más intensos.
El búnker disponía de su propio generador eléctrico y de importantes depósitos de agua, de modo que nunca se vio afectado por los cortes originados por los bombardeos; los cuartos de baño funcionaban bien y los servicios de ventilación y calefacción también, aunque la atmósfera siempre estuvo demasiado cargada, la humedad era muy alta y el olor resultaba desagradable. Esto se debía, fundamentalmente, a que el refugio fue ocupado sin que la obra se secara adecuadamente y a que no había sido concebido como residencia permanente de un número tan elevado de personas. Cuatro escaleras lo comunicaban con la superficie: una conducía al pequeño refugio primitivo y desembocaba bajo la sala de recepciones de la Cancillería (algunas versiones dicen que terminaba en la despensa, junto a la cocina); otra desembocaba frente al Ministerio de Exteriores, erigido a su espalda; la tercera había sido prevista para emergencias y se hallaba a unos diez metros del despacho del Führer ; la cuarta era una estrecha escalera de caracol que ascendía hasta una garita redonda de hormigón. Todas las entradas se hallaban permanentemente custodiadas por soldados de las SS y estaban protegidas por pesadas puertas blindadas, que podían soportar una fuerte carga explosiva y que cerraban herméticamente para impedir un ataque con gases. El conducto por el que penetraba el aire estaba equipado con rejillas para eliminar el polvo y filtros capaces de impedir el paso de la mayoría de los gases conocidos.
Pese a estas seguridades, Hitler tuvo inicialmente un terror cerval a quedar enterrado en aquel subterráneo, de modo que tardó en hacerse a la idea de vivir en él. Cuando regresó a su capital, tras perder la batalla de las Ardenas, se instaló en la Cancillería, muchas de cuyas ventanas carecían de cristales y era inútil reponerlos puesto que los casi diarios bombardeos aliados se encargaban de destruirlos. Cada vez que sonaba la alarma aérea debía bajar malhumorado al búnker y allí, con aquella estructura, que vibraba a cada explosión -aunque fuera lejana- de las bombas, se ponía pálido del miedo a quedar sepultado vivo. Sin embargo, ese peligro era mayor en la superficie, de modo que a finales de febrero de 1945 el Führer y sus hombres de confianza comenzaron a pasar las noches en el gran refugio, al que Hitler se terminó acostumbrando hasta llegar a establecerse permanentemente en él.
Hasta el 20 de abril, fecha del último cumpleaños de Hitler y del completo cerco de Berlín por los rusos, el búnker era un lugar muy frecuentado y resultaba normal hallar en el comienzo del gran pasillo -que hacía las veces de sala de espera, al estar cortado por una mampara antes de llegar a las dependencias de Hitler- a numerosos militares y políticos aguardando ser recibidos por el Führer . Tras el cerco de la capital, las visitas eran escasas y la vida dentro del refugio casi rutinaria, aunque bastante especial. Hitler se acostaba muy tarde, a las 3 y las 4 h de la madrugada, y se levantaba también muy tarde, entre las 10 y las 11 h de la mañana; el personal que vivía directamente relacionado con él se había acostumbrado a un horario similar, salvo Bormann, que necesitaba dormir poco y solía estar en pie a las 8 de la mañana;; el personal militar de la primera planta se acostaba habitualmente poco después de la medianoche, terminada la última reunión de guerra de cada día y se levantaba hacia las 7 de la madrugada.
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