– Tenemos que dejarlos. Estamos ocupados ahora, nuestro secretario los va a acompañar. -Y, casi sin saludar, se encaminó hacia la escalera y subió a los pisos superiores.
El secretario, un joven de mirada extraña, los acompañó hasta la puerta de salida, y mientras los guiaba les dijo que estaba preocupado por el juicio, en verdad era una audiencia de conciliación. Había llegado la propuesta del fiscal Cueto, mejor dicho, Cueto les había anunciado que tenía una propuesta sobre el dinero que su padre les había enviado por medio de Durán.
– Luca no quiso abrir el sobre con esa propuesta del tribunal. Dice que prefiere llevar sus propios argumentos sin conocer previamente los argumentos de su rival.
Parecía alarmado o quizá era su manera de ser, un poco extraña, con ese aire desvariado que tienen los tímidos. Los siguió por el pasillo y los despidió en la puerta, y al cruzar la calle Renzi vio la mole oscura de la fábrica y una única luz que iluminaba el ventanal de los cuartos superiores. Luca los miraba detrás del vidrio y sonreía, pálido como un espectro que, desde el piso alto, los acompañara en medio de la noche.
Se habían oído ruidos abajo, en la entrada, y Sofía se detuvo, ansiosa, atenta .
– Ahí llega - dijo -. Es ella, es Ada .
Se escuchó la puerta y luego unos pasos y un suave silbido, alguien había entrado silbando una melodía y luego ya no se oyó nada, salvo una persiana que se cerraba en un cuarto al fondo del pasillo .
Sofía miró entonces a Emilio y se le acercó .
– Querés… la llamo …
– No seas turra… - dijo Renzi, y la abrazó. Tenía una temperatura increíble en el cuerpo, una piel suave y cálida, con pecas bellísimas que se perdían entre los rojos vellos del pubis como un archipiélago dorado . [38]
– Era un chiste, gil - dijo ella, y lo besó. Terminó de vestirse -. Ya vengo, voy a ver cómo está Ada .
– Llamame un taxi .
– ¿ Sí?… - dijo Sofía .
Cuando Renzi volvió al hospicio a visitar a Croce lo encontró solo en el pabellón, los otros dos pacientes habían sido trasladados y al cruzar el parque se le acercaron -el gordo y el flaco- y le pidieron cigarrillos y plata. En el fondo, entre los árboles, sentado en una especie de banco de plaza vio a otro de los internos, un tipo muy flaco, con cara de cadáver, vestido con un largo sobretodo negro, que se masturbaba mirando la sala de mujeres del otro lado de un paredón enrejado. Le pareció que en lo alto del edificio una de las mujeres se asomaba a la ventana con los pechos al aire, haciendo gestos obscenos, y que el hombre, con una mueca abstraída, la miraba mientras se tocaba entre los pliegues del abrigo abierto. ¿Pagarían por eso?, pensó.
– Sí pagan -dijo Croce-. Les mandan a las chicas plata o cigarrillos y ellas se asoman a la ventana de arriba.
En la amplia sala vacía, con las camas desarmadas, Croce se había armado una especie de escritorio con dos cajones de fruta y tomaba notas, sentado de cara a la ventana.
– Me dejaron solo, mejor, así puedo pensar y dormir tranquilo.
Parecía sereno, se había vestido con su traje oscuro y fumaba sus toscanitos. Tenía la valija preparada. Y cuando Renzi le confirmó que Luca había aceptado la intimación del tribunal, Croce sonrió con su aire misterioso de siempre.
– Es la noticia que estaba esperando -dijo-. Ahora el asunto se va a definir.
Tomó algunas notas en su carpeta; actuaba como si estuviera en su despacho. Los ruidos que llegaban desde la ventana -voces, murmullos, radios lejanas- se le confundían con los sonidos del pasado. Le pareció que los pasos en el corredor y el crujido del piso del otro lado de la puerta eran los pasos de la chica con el carro de llantas de goma que repartía café en las oficinas del pueblo, pero cuando se levantó vio que era la enfermera que le traía la medicina, un líquido blanco en un vasito de plástico que tomó de un sorbo.
Renzi entonces le hizo un resumen de sus investigaciones en el archivo. Había seguido una serie de pistas en los diarios de la época y las transacciones llevaban a una financiera fantasma de Olavarría que había comprado la hipoteca de la fábrica para apropiarse de los activos. La clave bancaria o nombre legal era, según parece, Alas 1212 .
– ¿Alas? Entonces la maneja Cueto…
– Aparece el nombre de un tal Alzaga.
– Claro, es su socio…
– Está esto en juego -dijo Renzi, y le mostró el recorte que había encontrado en el archivo-. Además especulan con los terrenos… El Viejo se opone.
– Bien -dijo Croce…
Cueto había sido el abogado de la familia y fue él quien comandó la operación de apropiación de las acciones de la sociedad anónima. Todo bajo cuerda, por eso Luca había culpado a su padre, con razón, porque el viejo confiaba en Cueto y tardó en descubrir que era el monje negro de la historia. Pero ahora parecía haber tomado distancia.
– ¿Y el juicio? Luca no sabe lo que le espera…
– Pero sabe lo que quiere… -dijo Croce, y empezó a elaborar sus hipótesis a partir de la nueva situación. Desde luego habían querido impedir que el dinero llegara a Luca, pero el crimen seguía siendo un enigma-. El intrigante -escribió en un papel- . La fábrica, un Centro, los terrenos aledaños, la especulación inmobiliaria . -Se quedó quieto, un rato-. Hay que saber pensar como piensa el enemigo -dijo de pronto-. Actúa como un matemático y un poeta. Sigue una línea lógica pero al mismo tiempo asocia libremente. Construye silogismos y metáforas. Un mismo elemento entra en dos sistemas de pensamiento. Estamos frente a una inteligencia que no admite ningún límite. Lo que en un caso es un símil, en el otro es una equivalencia. La comprensión de un hecho consiste en la posibilidad de ver relaciones. Nada vale por sí mismo, todo vale en relación con otra ecuación que no conocemos. Durán -hizo una cruz en el papel-, un puertorriqueño de Nueva York, por lo tanto un ciudadano norteamericano, conoció en Atlantic City a las hermanas Belladona -puso dos cruces- y se vino por ellas. ¿Sabían o no sabían las muchachas lo que estaba pasando? Primera incógnita. Han contestado con evasivas, como si protegieran a alguien. El jockey fue el ejecutor: sustituyó a su equivalente. Puede ser que mataran a Tony sin razón, para impedir que se investigara la razón real. Una maniobra de distracción. [39]Lo mataron para desplazar nuestro interés -dijo-. Tenían el cadáver, tenían a los sospechosos, pero el motivo era de otro orden. Éste parece ser el caso. Motivación desviada -escribió, y le pasó el papel a Renzi.
Emilio miró el papel con las frases subrayadas y las cruces y comprendió que Croce quería que él llegara solo a las conclusiones porque entonces podía estar seguro -secretamente- de haber acertado en el blanco.
Croce encontraba un mecanismo que se repetía; el criminal tiende a parecerse a su víctima para borrar las huellas.
– Dejan ver a un muerto porque están mandando un mensaje. Es la estructura de la mafia: usan los cuerpos como si fueran palabras. Y fue así con Tony. Algo mandaron a decir. Tenemos la causa de la muerte de Tony, pero ¿cuál fue la razón? -Se quedó callado, mirando los árboles ralos del otro lado de la ventana-. No hacía falta matarlo, pobre Cristo -dijo después.
Parecía nervioso y agotado. La tarde caía y el pabellón estaba en sombras. Salieron a pasear por el parque. Croce quería saber si Luca estaba tranquilo. Se jugaba entero en ese juicio, ojalá pudiera ayudarlo, pero no había forma de ayudarlo.
– Por eso estoy aquí -dijo-. Imposible vivir sin hacerse enemigos, habría que encerrarse en un cuarto y no salir. No moverse, no hacer nada. Todo es siempre más estúpido y más incomprensible de lo que uno puede deducir.
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