Después corrigió las páginas con una birome roja que encontró en el escritorio y le dictó la nota por teléfono a la mecanógrafa del diario, repitiendo como un lorito todos los signos de puntuación, coma, punto, punto y seguido, dos puntos, punto y coma. La descripción del pueblo visto desde lo alto al llegar por la ruta abría la crónica, como si fuera la versión de un viajero que entraba en un territorio misterioso, y eso gustó porque le daba al pueblo una existencia concreta y por una vez el poblado dejaba de ser un apéndice de Rauch.
Al cruzar la sierra alta se ve abajo el pueblo en toda su extensión, desde la laguna que le da nombre hasta las residencias situadas sobre las lomas y las barrancas .
Fue una crónica breve, con el título de un spaghetti-western (que no era el que Renzi le había puesto a la nota), Asesinan a un yanqui en un pueblo del oeste , y que leyeron en el lugar al día siguiente, con los principales acontecimientos sintetizados en un orden ridículo (el hotel, el cadáver, la valija con la plata), como si después de una tarde de dar vueltas y hacer preguntas el periodista de Buenos Aires se hubiera dejado engañar por todos sus informantes.
Parecía nervioso o medio boleado, dijo Moya, y contó que después de escucharlo dictar la nota lo había acompañado hasta la puerta y vio que se iba al Club Social a tomar una copa, acompañado por Bravo, el cronista de Sociales, que apareció de golpe como si hubiera despertado al escuchar el ruido de la cortina metálica.
Sofía estuvo un rato silenciosa, mirando la luz de la tarde que decrecía en el jardín, y después retomó el ritmo un poco enloquecido de esa historia que había escuchado y repetido o imaginado muchas veces .
– Mi padre se hacía el aristócrata y por eso la buscó a mi madre, que es una Ibarguren… -dijo Sofía-. Mi padre se casó por amor con su primera mujer, Regina O’Connor, pero ella ya te dije que lo dejó y se fue con otro y mi padre nunca se recuperó, porque no podía concebir que lo abandonaran o que lo trataran con desprecio, y en el fondo siempre dudó que mi hermano fuera hijo suyo y lo trató como con la extrema deferencia con la que se trata a un bastardo, y, a diferencia de mi hermano Lucio, mi hermano Luca siempre fue hostil y esa hostilidad se convirtió en una especie de orgullo demoníaco, de convicción absoluta, porque cuando su madre lo abandonó y se fue del pueblo mi padre lo rescató y lo trajo de vuelta y desde entonces vivió con nosotros .
Renzi se levantó .
– Pero ¿de dónde lo rescató ?
– Lo trajo a casa y lo crió sin que le importara de dónde venía .
– ¿Y el director de teatro? ¿Era el padre, el posible padre? -dijo Renzi .
– No importa, porque su madre siempre dijo que Luca era hijo de mi padre, que se notaba a la legua. Por desgracia, decía Regina, es hijo de su padre, se ve enseguida que es un demente y un desesperado y si no fuera su hijo, decía su madre, no hubiera llegado a donde ha llegado, casi a matarse, a arruinarse la vida por una obsesión .
– Pero qué es, ¿un melodrama ?
– Claro… ¿qué esperabas? Lo trajeron a casa y lo educaron como a todos nosotros pero nunca más vio a su madre… Ella al final se volvió a Dublín y vive ahí ahora y ya no quiere saber nada con nosotros, ni con este lugar, ni con sus hijos. La irlandesa. Mi padre tiene todavía su foto en el escritorio. Estaba fuera de lugar acá, esa mujer, como te imaginás, era demasiado arisca para convertirse en una madre argentina, andaba a caballo mejor que los gauchos pero odiaba el campo nuestro. «¿Qué shit se creen estos mierda», decía… La culpa de todo es del campo, del tedio infinito del campo, todos dan vueltas como muertos-vivos por las calles vacías. La naturaleza sólo produce destrucción y caos, aísla a la gente, cada gaucho es un Robinson que cabalga por el campo como una sombra. Sólo pensamientos aislados, solitarios, livianos como alambre de enfardar, pesados como bolsas de maíz, nadie puede salir, todos atados al desierto, se largan a caballo a recorrer su propiedad, a ver si los postes del alambrado están sanos, si los animales siguen cerca de la aguada, si se viene la tormenta; al atardecer, cuando vuelven a las casas, están embrutecidos por el aburrimiento y el vacío. Mi hermano dice que todavía la escucha insultar en la noche y que a veces habla con ella y que siempre la está viendo. No podía seguir en este pueblo esa mujer. Cuando se fue embarazada, mi padre le hizo la vida imposible, no la dejaba ver a su otro hijo, decisión judicial, todos de acuerdo en castigarla. No la dejaba ver a Lucio, ella mandaba mensajes, ruegos, regalos, venía a la casa y mi padre la hacía echar por los peones y a veces le decía que lo esperara en la plaza y pasaba despacio en el auto y ella podía ver a su hijo que desde la ventanilla la miraba sin saludarla con ojos sorprendidos. -Hizo una pausa y fumó pensativa-. Ella embarazada de Luca (dos corazones en un mismo cuerpo, tuc tuc) y Lucio que la miraba por la ventanilla de atrás del auto, ¿podés creer? Al fin le dejó a los críos y se volvió a su país .
Me está haciendo el cuento, pensó Renzi, me está contando una fábula para engancharme .
– Cuando al fin ella se escapó para siempre de este damned country , como decía, se fue a vivir a Dublín, donde trabaja de maestra y de vez en cuando recibimos una carta siempre dirigida a sus hijos, escrita en un español cada vez más extraño sin que nunca nadie le haya contestado. Porque los dos hijos no le perdonaron que los hubiera abandonado y eso los unió a los dos hermanos en el mismo dolor. Ningún hijo puede perdonar a su madre que lo abandone. Los padres abandonan a los hijos sin problema, los dejan por ahí y no los vuelven a ver, pero las mujeres no pueden, está prohibido, por eso mi hermana y yo, si tenemos hijos, los vamos a abandonar. Nos van a saludar, paraditos en una plaza, los nenes, mientras nosotras pasamos en auto cada una con un amante distinto. ¿Qué tal ?
Se detuvo, miró a Renzi con una sonrisa que le brillaba en los ojos y se sirvió más vino. Después volvió a la sala y tardó un rato largo y salió exaltada, los ojos brillosos, frotándose las encías con la lengua y haciendo equilibrio con dos platos con queso y aceitunas .
– En mi familia los hombres se vuelven locos cuando son padres. Mirá lo que le pasó a mi viejo: no pudo salir nunca de la duda. Sólo estaba seguro de la paternidad de mi hermano mayor y Lucio fue el único que cumplió con sus deseos salvo en su casamiento .
Recién en ese momento Renzi se dio cuenta de que ella iba adentro cada vez más seguido; entró en la sala y la vio inclinada sobre una mesa de vidrio .
– ¿Qué tenés ahí? -dijo Renzi .
– Sal gruesa -le dijo ella, y le sonrió mientras se inclinaba con un billete de cien pesos enrollado en la nariz .
– Ah, mirá las chicas de pueblo. Dame una línea .
Bravo y Renzi salieron del diario y caminaron un rato por las calles vacías. La noche estaba tormentosa y un viento tibio venía de la llanura. Con repugnancia, Renzi se dio cuenta de que había pisado un cascarudo que hizo un ruido seco al quebrarse bajo sus zapatos. Nubes de mosquitos y de polillas revoloteaban en los faroles de la esquina. Al rato un perro vagabundo, medio torcido, cruzó frente a ellos con la cola entre las patas, y empezó a seguirlos.
– Éste es el perro del comisario, lo deja suelto y el cuzco anda como un fantasma por el pueblo toda lo noche.
El perro los siguió un rato, pero al final se tiró a dormir en un umbral y ellos siguieron hasta el final de la calle. El viento agitaba las ramas de los árboles y levantaba el polvo de la calle.
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