• Пожаловаться

Alejandro Gándara: Ciegas esperanzas

Здесь есть возможность читать онлайн «Alejandro Gándara: Ciegas esperanzas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

libcat.ru: книга без обложки

Ciegas esperanzas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Ciegas esperanzas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Nadal 1992 En una llanura desértica, atravesada por un río poderoso, un hombre despierta, ignorante de su propia identidad. Únicamente la palabra ‘soldado' parece decirle algo de sí mismo. Desde la otra orilla, un extraño le hace señas invitándole a cruzar el río. Jornada tras jornada, el hombre se enfrentará durante la noche al extraño mensajero y, durante el día, rescatará lentamente del olvido las principales experiencias de un itinerario vital marcado por la incapacidad de asumir su verdadera identidad. Su infancia en un Maruecos próximo a la independencia, el descubrimiento de la figura contradictoria del padre, su amor adolescente, su carrera militar, su matrimonio, el nacimiento de una hija… A lo largo de estos "días de sueño y noches de combate" se le ofrecerá la fuga definitiva, escapar al dolor y a la memoria, y tendrá la oportunidad, al revivir su vida, de tomar auténtica consciencia de sí mismo.

Alejandro Gándara: другие книги автора


Кто написал Ciegas esperanzas? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Ciegas esperanzas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Ciegas esperanzas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

También en esta ocasión el tiempo muerto fue más breve en el soldado. Tuvo que ver con algo reflejo, porque ni siquiera había pensado: enseñó la uñas a la altura de la cara y las movió sobre la del extraño sin llegar a tocarle. No fue un gesto de ferocidad, de garras y rugido detrás de las garras, sino más bien un ramalazo de histeria tampoco muy convencida de lo que va a pasar a continuación.

El extraño dio un paso atrás, el paso de alguien cohibido más que el paso de quien se protege o esquiva. Parecía no haber sido adiestrado para esa clase de estallidos y, quizá, para ninguna clase de estallido. Su entrenamiento -si se estudiaba bien ese paso, y el soldado lo estudió aún más de lo que había estudiado el aspecto- parecía haber sido organizado en la creencia de que todo debía dejarse a la manifestación contundente de la fuerza. Tal vez no contundente, tal vez sólo persuasiva.

El soldado trató de aprovechar esa retirada momentánea, sospechando que podría ser la única oportunidad que le quedaba.

– Puedo arañarte -fue lo que salió de su boca y ya desde el principio le pareció una pérdida de tiempo, si no una auténtica estupidez.

Su cabeza estaba todavía ocupada en el paso atrás del enemigo y esas palabras confirmaban una intuición. De hecho, la casi sonrisa tembló a punto de desdibujarse durante una centésima de segundo.

– No tenemos que luchar. Puedes decirle a tus jefes que me has cazado, pero que tuviste que matarme – ahora sí le parecía estar diciendo lo que quería-. Es fácil decirlo y no hay que dar muchas explicaciones. No creo que te pidan que les lleves el cadáver. ¿Eh?

El extraño echó la cabeza hacia adelante, como si tuviera que asegurarse del sitio por el que habían salido las palabras. Después la hizo volver a la posición de partida y la casi sonrisa ya no estaba.

– ¿Qué quieres decir? -los labios del extraño se abrieron en la forma de soltar aire retenido.

El soldado escuchó el timbre de una voz muy joven, pero perfectamente joven y que no esperaba tiempos de maduración, establecida en esa edad e incluso luchando por no pasar de ella.

– ¿Qué quieres decir? -repitió mucho más bajo, echando el último soplo de aire.

El soldado recordaba que no era alguien a quien se pudiera convencer -era sólo alguien que venía a cumplir una misión y que no podía volver con las manos vacías-, pero se dejó animar por esa mínima esperanza que era haberle escuchado por vez primera. Tenía que aprovecharlo, no siempre le bastaría con los arañazos y el miedo frenético.

– He dicho que no tienes que llevarles el cadáver.

– ¿Por qué no?

– Porque basta con decir que me has matado.

– ¡Yo no tengo que matarte! -los dientes se apretaron y el tableteo de la mandíbula hizo dos marcas en la cara.

Le llegó el turno de retroceder. Pero tenía que seguir hablando -a pesar de la confusión que el otro arrojaba sobre lo que se decía- porque hablar era su única oportunidad.

– Tranquilo, amigo. Si no tienes que matarme, entonces es todo mucho más simple. Tienes sólo que demostrar que me has vencido. ¿No es cierto? Espera, espera. Yo puedo darte todo lo que necesitas para demostrar eso. No hay ningún problema.

– Tengo que llevarte -la voz del hombre joven se ablandó de pronto-. ¿Tú no lo entiendes?

– Lo entiendo, no te preocupes por eso. Voy a decirte lo bien que lo entiendo. Tanto si me matas como si no me matas, lo que les importa a tus jefes es que yo no pueda seguir combatiendo. Muerto o no muerto, ésa es la cuestión: quedar fuera de combate. Y lo mismo pasa con el asunto de llevarme contigo. No es nada más que otra garantía como la de estar muerto. Estamos hablando de lo mismo. Bien, lo que yo te propongo es darte la garantía a cambio de que tú me dejes en paz.

– La garantía… -dijo el otro como si se estuviera mirando en un charco que la idea hubiese hecho delante suyo.

Pero el soldado no le escuchó. Había empezado a quitarse la ropa y a echarla a los pies del que tenía enfrente. Poco después estaba desnudo. El extraño miró la ropa caída y el cuerpo del que había salido esa ropa. Luego se quedó observando las botas que el soldado no se había quitado todavía.

– Entiendo -dijo con una seña cómplice-. Las botas, también.

Se desató las hebillas y se las sacó de una patada. Las botas volaron en dirección al hombre joven con puntería suficiente como para que tuviera que esquivarlas con precisos y algo imperceptibles movimientos de la cintura. Esa esquiva no pareció desviar su atención de la piel desnuda y del sexo desnudo -colgando de un esqueleto que a los ojos del tipo joven no podía tener más entidad que la de una percha que había dejado de ser útil- en que se había convertido el soldado.

El soldado interpretó la pasividad del otro, el profundo detenimiento que se traducía en golpes de ojo que parecían querer reconstruir el cuerpo antes de la desnudez, como un estado previo al del que va a estar completamente persuadido.

– Ésta es la garantía. Nadie sobrevive desnudo en un sitio como éste. La temperatura le acabará matando, el calor del día y el hielo de la noche, ¿no es así? -no le parecía suficiente, quería insistir-. Un sol de plano que va abriendo el cuerpo y un frío que se queda después en las heridas hasta que la carne se seca. ¿Cuánto? Un día, dos. Tres, ¿tú crees? Coge la ropa y llévatela. Y con eso ni siquiera tendrás que dar explicaciones. Algo para ti y algo para mí. Tú sabes que si salgo de ésta, y yo no sé si llegaré a saber cómo se sale, va a ser difícil que me vuelva a vestir de soldado. Y a mí me queda la oportunidad de no tener que morirme ahora mismo. Puede que no esté pensando en salir, puede que sólo esté pensando en no morirme ahora mismo. Algo para ti y algo para mí, ¿eh, amigo?

– Tú no lo entiendes, ¿verdad? -fue la respuesta del otro, una respuesta que contradijo todo lo que el soldado creía haber conseguido.

Estaba desnudo ante alguien a quien podía haber convencido con esa desnudez. No tenía nada más que quitarse, pero no había ganado nada. Sólo debía evitar la desesperación. Olvidarse de que estaba desnudo y seguir pensando. Por lo menos, no le había atacado. Y eso era mucho si lo comparaba con la noche anterior. Se agarró a esa idea y dejó que su cuerpo desnudo flotara agarrado a esa idea.

– Quieres decir que no es suficiente. Está bien. Aguarda un momento -dijo mientras trataba de ordenar su cabeza y pensaba que si ahora estuviera vestido tendría más reflejos.

– Tienes que venir -dijo el mensajero.

– Ya lo sé, ya lo sé. Aguarda.

– Tengo que llevarte.

– Sé lo que quieres decir. La ropa puede ser de cualquiera, puede comprarse o encontrarse, ¿no es eso? A la ropa le falta el cuerpo de la ropa. El cuerpo de la ropa -pensó deprisa, deprisa-. Bien. Ya está. Puedes llevar algo mío. Algo que rebaje mi oportunidad y mejore tu garantía.

Pero ahí el soldado se detuvo. Imaginó lo que estaba diciendo y sintió miedo. Un miedo estúpido en comparación con la otra posibilidad de sentir miedo. Era una contestación inmediata de la carne, nada más, pero los labios se cerraron obedeciendo a la carne y no a lo que era lógico. El extraño se dio cuenta y enseñó la dentadura de una sonrisa que descansaba de la tensión anterior.

– ¿Por ejemplo? -dijo, sin que pudiera saberse entre qué dientes se había escapado la pregunta.

El soldado sintió que cada segundo de silencio era un paso que el otro avanzaba hacia él.

– ¡Una mano! Llévate una mano. Es una parte del cuerpo, es cuerpo. Si te llevas la mano y la ropa, ya no habrás comprado o encontrado la ropa. Y yo tendré que hacer más cosas para durar. Y es seguro que no volveré a ser un soldado. Puedes arrancarla y yo me las arreglaré para no morir ahora mismo. Algo para ti y algo para mí. ¿Quién puede vivir aquí desnudo y sangrando?

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Ciegas esperanzas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Ciegas esperanzas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Khaled Hosseini: Cometas en el Cielo
Cometas en el Cielo
Khaled Hosseini
Andrés Trapiello: La brevedad de los días
La brevedad de los días
Andrés Trapiello
Alejandro Gándara: Nunca Sere Como Te Quiero
Nunca Sere Como Te Quiero
Alejandro Gándara
Tom Piccirilli: Clase Nocturna
Clase Nocturna
Tom Piccirilli
Rebecca Winters: El príncipe cascanueces
El príncipe cascanueces
Rebecca Winters
Jacquie D’Alessandro: El Ladrón De Novias
El Ladrón De Novias
Jacquie D’Alessandro
Отзывы о книге «Ciegas esperanzas»

Обсуждение, отзывы о книге «Ciegas esperanzas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.