Alejandro Gándara - Ciegas esperanzas

Здесь есть возможность читать онлайн «Alejandro Gándara - Ciegas esperanzas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Ciegas esperanzas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Ciegas esperanzas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Nadal 1992
En una llanura desértica, atravesada por un río poderoso, un hombre despierta, ignorante de su propia identidad. Únicamente la palabra ‘soldado' parece decirle algo de sí mismo. Desde la otra orilla, un extraño le hace señas invitándole a cruzar el río. Jornada tras jornada, el hombre se enfrentará durante la noche al extraño mensajero y, durante el día, rescatará lentamente del olvido las principales experiencias de un itinerario vital marcado por la incapacidad de asumir su verdadera identidad. Su infancia en un Maruecos próximo a la independencia, el descubrimiento de la figura contradictoria del padre, su amor adolescente, su carrera militar, su matrimonio, el nacimiento de una hija… A lo largo de estos "días de sueño y noches de combate" se le ofrecerá la fuga definitiva, escapar al dolor y a la memoria, y tendrá la oportunidad, al revivir su vida, de tomar auténtica consciencia de sí mismo.

Ciegas esperanzas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Ciegas esperanzas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Elisa avanzó entre la mesilla y el sillón midiendo el ritmo de los pasos. Al llegar a la esquina del sofá, dijo:

– Vamos a tener un hijo.

Levantó la cabeza para ver cómo Elisa recogía la toalla y empezaba a desaparecer por la puerta del dormitorio.

– Pero eso no puede cambiar nada -la oyó decir cuando ya no la veía.

19

Se despertó con el chapoteo y sintiendo en seguida la ropa pegada con un sudor frío y extenso como el de la fiebre. Lo había escuchado detrás, galopando hacia su cabeza. Se revolvió desde el suelo y allí estaba, apartando el río con una embestida que empezaba a comprimir el aire entre los dos.

No debía asustarse. Aunque tampoco le quedaba mucho para sacudirse el sueño -se había quedado solo en un sitio del que no podía levantarse- y estar preparado para el que venía a buscarle -una resistencia que haría más furioso al otro-. No debía asustarse, pero la cabeza lo repitió con gritos que iban a hacer que estallara. Ponerse de pie y luchar, ¿saldría tan rápido de la impotencia que todavía le estaba empapando? Intentó algo y descubrió que no se había movido.

Todo lo que le faltaba parecía haber ido a reunirse con el extraño y alimentarle: la espuma saltaba y le elevaba, con el efecto de estar pisando surtidores, por encima del agua. Era aún peor para su miedo, el miedo que no debía sentir, el silencio que acompañaba al extraño y en cuyo lugar debiera oírse el ansia de la fiera, el aliento roto y lanzado a la captura. Pero aquella energía venía con silencio y la sonoridad de ese silencio abarcaba más de lo que veían los ojos.

El extraño saltó del agua y se paró bruscamente. Martin, a veinte pasos de distancia, con la cara a ras de tierra, fue subiendo por el pantalón chorreando y las piernas rocosas, por el tronco transparente de la camisa blanca, hasta el rostro donde los ojos desproporcionadamente pequeños le miraron con un destello apagado, vaciados de intensidad y más colosales en la impenetrabilidad despojada que la masa estriada de los músculos. Pero no le reconoció.

Volvió a subir por las piernas y el tronco hasta el lugar de la mirada, en un gesto equivalente al de frotarse los ojos. Nada cambió. Estaban los arañazos – ahora con un relieve de cicatriz exagerado con un maquillaje grumoso-, pero lo demás se había organizado de otra manera en torno a las señales conocidas. Desde aquella distancia, y contando con el reluz del aquel cielo, no pudo precisar lo que había cambiado. Sólo pudo darse cuenta de que estaba ante algo más exangüe y menos lleno que lo que esperaba.

El extraño echó a andar. En el agua había corrido y saltado, pero ahora arrastraba los pies hundiéndolos hasta los tobillos y el polvo se apartaba a su paso como una marea de tierra dividida.

Llegó envuelto en una nube de restos y Martin no consiguió verle hasta que esa nube se posó en el suela y sobre el propio Martin, blanqueado de pronto por la mezcla de polvo y sudor. Los ojos doloridos, con la sensación de haberse llenado de espinas pequeñas, vieron al extraño justo encima, con las piernas abiertas a cada lado del cuerpo tendido, encerrándole en un arco también blanquecino y empapado.

– Empieza a levantarte, amigo -dijo la cara irreconocible con una voz también diferente, expulsada por alguna cavidad, no como la voz que parecía estar aprendiendo en una garganta sin hacer.

– ¿Eres tú? -se atrevió a decir, mientras proyectaba aquellas facciones sobre las facciones que recordaba, sobreponiendo las dos caras.

El extraño se acercó con un movimiento de cintura, dejando las piernas en el sitio.

– ¿Y tú? ¿Eres tú? -contestó socarronamente, añadiendo una mueca agresiva de desprecio que le arrugó la nariz y la boca.

– Sí -murmuró estúpidamente, intentando borrar aquel desprecio con un espectáculo de mansedumbre.

No surtió efecto. La cara se le acercó más y escupió:

– Levántate y piensa en defenderte.

En esa proximidad en la que era posible sentir la saliva de las palabras, empezó a reconocer -dentro de la máscara blanca del polvo- el rostro enemigo de las noches anteriores. Pero ese reconocimiento tuvo que atravesar antes láminas de desfiguración, en un esfuerzo parecido al que se hace con quien no se ha visto en años y al que se va recomponiendo mediante la intuición de las carencias y novedades que deja en cualquiera la factura del tiempo. Era la misma cara, estaba seguro, pero la misma cara envejecida, azotada y violentada por una madurez difícil, no por la parsimonia de un transcurrir sin asaltos. No era exactamente un viejo: era alguien en quien la vejez queda determinada antes de tiempo, con señales que sólo tienen una clase de final y ninguna clase de marcha atrás.

La cara envejecida y prematura unida, sin embargo, al cuerpo de atleta profesional que no había sufrido variación desde que lo vio llamándole la primera noche desde la orilla de enfrente: como si la fuerza fuera lo único capaz de permanecer intacto, mientras la parte de la dirección y el sentido, caducaba. No se trataba de un fallo físico, de una masacre del tiempo, sino de una consunción alojada en otro sitio, el sitio del que la carne podía ser su reflejo remoto y exacto.

Instintivamente, tocó su propia cara. No notó nada especial. Tampoco era raro. Su tiempo estaba hecho y concluido, y ya no cabía varianza. Pero había visto envejecer a su enemigo y podía deducir, en ese periodo en que lo tuvo a la vista, su transcurso. Pero ¿cuál? ¿Cuáles habían sido las escalas de ese tiempo? ¿Acaso cada una de las noches en que no consiguió hacerle cruzar? ¿Aquella cara había cumplido los años de sus negativas a pasar al otro lado?

– He dicho que te levantes. O tal vez prefieras que te pise en ese suelo que quieres tanto. Que te pise como inevitablemente se pisa a un reptil. Inevitablemente, ¿lo entiendes?

Contempló de cerca la inflamación en el rostro del viejo y la lluvia de gotas resplandecientes que saltó de su boca.

¿Tenía que luchar otra vez? ¿Otra vez como en el callejón de carros para recibir golpes que sólo conseguirían hacerle más semejante a lo que ya era? Pero también sentía pavor físico al cuerpo roto y despreciado, igual que lo había despreciado Elisa. No era, evidentemente, la gravedad de las heridas lo que ahora le importaba -ahora que estaba viviendo la indecisión de su eternidad-, sino la señal profunda de los golpes, la señal que no deshojaba ningún calendario.

Apenas unos minutos atrás había escapado de esa miseria. No estaba dispuesto a repetirla. Nunca lo estaría. Ahora que había despertado de la congoja de ese sueño, tenía la impresión de que el miedo y la impotencia que se habían deslizado de la pesadilla y permanecido en la vigilia de la llanura eran más poderosos y reales, como si, al revés de lo que se espera, el sueño los hubiera atenuado y fuera la realidad quien les daba medida.

– Eres un cobarde. Siempre has sido un cobarde. ¿No es eso, Martin? -le pareció imposible haber reconocido a aquel ser que se desfiguraba con cada amenaza.

– No puedo levantarme. Te digo la verdad. No puedo. Es posible que sea un cobarde y que lo haya sido siempre -recordó que una vez le dijeron que utilizaba su cobardía, que era su forma de compasión o de que le quisieran.

– ¿No te levantarás? -No. No puedo -musitó.

– Está bien. No te levantes. Pero entonces, repta.

– ¿Qué quieres decir? -tuvo una conciencia completa de su cuerpo en el suelo, blanqueado de polvo y empapado de pánico.

– Quiero decir que camines como un animal sin patas. Con la cara en la tierra -la crueldad relajada en la cara del extraño, hallada al fin la expresión con la que volvía a su ser verdadero, a su ser sin Martin, sin el despojo humano que no consiguió llevar a la otra orilla durante noches que ya ninguno contaba-. Con la cara en la tierra -repitió.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Ciegas esperanzas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Ciegas esperanzas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Christie Ridgway - Amor a ciegas
Christie Ridgway
Alejandro Gándara - Nunca Sere Como Te Quiero
Alejandro Gándara
John Galsworthy - Esperanzas juveniles
John Galsworthy
Alejandro Basañez - Vientos de libertad
Alejandro Basañez
Alejandro Rozitchner - Argentina Impotencia
Alejandro Rozitchner
Charles Dickens - Grandes Esperanzas
Charles Dickens
Alejandro Cintado Valero - Confesiones a la luna
Alejandro Cintado Valero
David Alejandro Mora Carvajal - Fragmentación del derecho internacional
David Alejandro Mora Carvajal
Alejandro Romero Seguel - El arbitraje interno y comercial
Alejandro Romero Seguel
Alejandro Moreno - Dirección empresarial
Alejandro Moreno
Отзывы о книге «Ciegas esperanzas»

Обсуждение, отзывы о книге «Ciegas esperanzas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x