• Пожаловаться

Manuel Vicent: Aguirre, el magnífico

Здесь есть возможность читать онлайн «Manuel Vicent: Aguirre, el magnífico» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Manuel Vicent Aguirre, el magnífico

Aguirre, el magnífico: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Aguirre, el magnífico»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Este relato no es exactamente una biografía de Jesús Aguirre, sino un retablo ibérico donde este personaje se refleja en los espejos deformantes del callejón del Gato, como una figura de la corte de los milagros de Valle-Inclán. Medio siglo de la historia de España forma parte de este esperpento literario. Esta travesía escrita en primera persona es también un trayecto de mi propia memoria y en ella aparece el protagonista Jesús Aguirre, el magnífico, rodeado de teólogos alemanes, escritores, políticos y aristócratas de una época, de sucesos, pasiones, éxitos y fracasos de una generación que desde la alcantarilla de la clandestinidad ascendió a los palacios. Un perro dálmata se pasea entre los libros de ensayo de la Escuela de Fráncfort como un rasgo intelectual de suprema elegancia. Jesús Aguirre, decimoctavo duque de Alba por propios méritos de una gran escalada, sintetiza esta crónica, que va desde la postguerra hasta el inicio de este siglo. Su vida fantasmagórica, pese a ser tan real, no puede distinguirse de la ficción literaria.

Manuel Vicent: другие книги автора


Кто написал Aguirre, el magnífico? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Aguirre, el magnífico — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Aguirre, el magnífico», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En la Feria de Sevilla también tenía caseta el Partido Comunista. A esa hora intempestiva de media mañana, mientras por el ferial se pasaba la escoba, en la caseta del Partido Comunista ya estaban todas las mesas repletas de jornaleros sonrientes y recién lavados, alineados frente al fino San Patricio como en un bautizo. Unas criaturas bailaban sevillanas al ritmo de palmas, que batían unas madres muy ibéricas. Un responsable subió a la tarima y reclamó silencio por el micrófono para anunciar que a continuación un camarada poeta iba a recitar unos versos en honor de Dolores Ibárruri.

El palacio de Las Dueñas está situado en el casco antiguo de Sevilla. A las cinco en punto de la tarde un amable servidor me abrió la cancela. Entre setos, macizos de hortensias y madreselvas, por un camino dorado con albero, llegué al primer zaguán, cubierto de esteras, coronado con cornamentas y trofeos de caza, que daba entrada al patio mudéjar. El criado iba delante. Había un silencio de mirlos y fuentes que se derramaban en las tazas, una claridad matizada de fresa entre los arcos aljamiados. La amplia escalinata de madera y azulejos llevaba a la galería, amueblada con tresillos, mecedoras, mesas y jarrones del siglo XVIII. El criado señaló una butaca. «Espere aquí, por favor. El señor duque no tardará en salir.» Durante la espera me puse a imaginar la vida de este personaje como la encarnación humana de un río, pero no del río que va a dar a la mar que es el morir, según los versos aciagos de Jorge Manrique, sino del río de Heráclito, en el que uno no se baña dos veces y que en este caso ha desembocado en un palacio de Sevilla. Conducidas sus aguas claras, oscuras, turbias por la azarosa y turbulenta orografía de Jesús Aguirre, la inclusa de Madrid, los altos de Comillas en Cantabria, los lagos de Baviera, el laberinto de la teología atravesado con un aire mundano, los libros, los títulos, las fiestas de la cultura, los palcos del Teatro Real, la cacería de cisnes, una corriente de barro que conlleva pepitas de oro. No sabría explicar lo elegante que es este palacio adonde fue a desembocar este ser acuático.

El palacio tiene siete patios con palmeras, limoneros, cipreses, paredes con buganvillas y rosales rampantes hasta el tejado. Baste con decir que si el establo de las muías y caballos, tal como está, sin tocar nada, lo convirtieran en un bar del barrio de Salamanca sería el bar inglés más elegante de Madrid. Cuando metí allí la nariz exhalaba un aroma de boñiga mezclado con perfume de Nina Ricci.

El duque de Alba estaba posando para un retrato de Enrique Segura, abajo, en un gran salón artesonado, a la luz tamizada de una cristalera que daba a un patio de limoneros. Eran las cinco y cuarto de la tarde, un día de Feria de Abril en Sevilla. ¿Podía haber algo más fino en cien kilómetros a la redonda que tomar café en el palacio de Las Dueñas con el decimoctavo duque de Alba? En esta reserva sagrada, guardada por dos lecheras de la policía en la puerta, había una solidez de siglos, sombreada por lienzos de Caravaggio. La brisa hacía hervir levemente las buganvillas. Los cipreses cuajados de gorgoritos cabeceaban entre columnas de mármol. «¡Qué lejos ha llegado mi amigo! -pensaba yo viendo aquello-. ¿Adonde habrán ido a parar Adorno, Walter Benjamín y Karl Rahner? ¿Se acordará todavía de Enrique Ruano?».

De pronto, apareció por el fondo de la galería. El duque de Alba llevaba un traje azul pálido, unos zapatos con mezcla de cuero y lonilla color hueso, venía con medio puro engarzado en sus dedos de ave y sonreía con una felicidad preternatural, propia de un paraíso que está escriturado, sellado y lacrado en el pergamino. Un camarero de chaquetilla blanca y cuello azul sirvió el café en tazas de La Cartuja sevillana. Mi visita era de cortesía, como la del aficionado al gótico que echa un vistazo a la catedral de Colonia, como la del taurino que rinde tributo a la plaza de la Maestranza. Había que hacerlo. Mientras trataba de rizar el dedo meñique al elevar la taza a los labios, Jesús Aguirre comenzó a hablarme de estirpes, árboles genealógicos, encuadernaciones, testamentarías decimonónicas, restauraciones de cuadros, de todo eso que comenta la gente noble, de todo menos de libros. «Todo este lujo, ¿cómo lo llevas, Jesús?», le pregunté. «Con naturalidad», me contestó. «Sabes que en este palacio nació Antonio Machado. Debió de ser en una de estas salas de la derecha. Su padre no era un servidor de la casa, como se ha dicho. Sencillamente, un antepasado de mi mujer, en el siglo XIX, dejó de habitar el palacio y alquiló todo este lado de caballerizas a gente particular. El padre de Antonio Machado fue uno de los inquilinos. Mi suegro mandó poner unos azulejos ahí en el corredor del patio. Fue el primer homenaje que se rindió a Machado después de la guerra. No me negarás que fue un valiente.» Jesús Aguirre consideraba que era un acto de heroísmo haber instalado en la pared de un espacio privado los versos de Machado: «Mi infancia son

recuerdos de un patio de Sevilla / y un huerto claro donde madura el limonero». Ni siquiera se sorprendió de mi carcajada.

Los mirlos de la Casa de Alba cantaban en los limoneros de Antonio Machado. En mi lujuria soñaba con ver a Jesús Aguirre, duque de Alba, en plena Feria de Abril, vestido de corto, con zahones, botas de anca de potro y sombrero ligeramente ladeado sobre su frente de intelectual de la Escuela de Francfort. «No es posible. Nadie en el mundo me verá vestido así. En compensación te puedo enseñar el palacio», me dijo el duque. «Querido Jesús, te estoy viendo las suelas de los zapatos. ¿Cuántos años hace que no pisas la calle?», le pregunté al verlas tan pulidas. «Probablemente no piso la calle como vosotros desde el siglo XVIII», contestó.

Eran salones, lienzos del siglo XVII, jarrones, escaleras, artesonados, capillas, cuadras, vanos gráciles con un fondo de cipreses, limoneros, rosales, buganvillas, cuadros de Panini, criados que se ponían de pie con una reverencia sólida cuando pasaba el duque, óleos de Zuloaga, fotografías dedicadas por reyes, camas con baldaquín que un día recogieron el sueño de algunas princesas, más criados en cada punto estratégico, habitaciones acicaladas para los invitados que estaban a punto de llegar para la feria.

El duque quiso mostrarme la colección de carteles antiguos de toros, que cubrían las paredes del comedor de la servidumbre. La visita inesperada del duque, que nunca se rebajaba a entrar en cocinas, dejó pasmados a una docena de criados que estaban merendando alrededor de una mesa muy larga. Cuando apareció el duque por la puerta se pusieron en pie todos a la vez, con el mismo resorte automático con que reaccionan los soldados cuando entra por sorpresa el general en la compañía. «No se levanten, háganme ese favor», exclamó Aguirre. «¡Señor duque!», respondieron ellos a coro. «Sigan ustedes como estaban.» «¡Señor duque!» «Por Dios, no se muevan.» «¡Señor duque!» Un escalofrío había sacudido la espina dorsal de aquellos viejos criados y no había forma de que dejaran de exclamar «¡Señor duque!», a medida que el señor duque trataba de calmarlos. Dimos la vuelta a la mesa y el intelectual de la Escuela de Francfort me fue señalando carteles de toros de Pedro Romero, de Frascuelo, Espartero, Lagartijo, Manolete, mientras la servidumbre se había convertido en seres de piedra.

Luego siguieron más salones, cuadros de Bassano, cornucopias, muebles de palosanto, todo en perfecto estado de revista, con esa palpitación de algo vivo, con el plumero recién pasado. «Cayetana tiene todos los palacios a punto, las camas hechas, las toallas calientes y jaboneras en los cuartos de baño, los platos, las flores en la mesa, todo listo para el momento en que se nos ocurra habitarlos un fin de semana, de modo que si ahora mismo nos da por ir a Monterrey, encontraré agua fría en la nevera y el hielo para el whisky.» El duque me enseñaba Las Dueñas como si se tratara de su ajuar. Había puesto en orden cada legajo. Había ordenado los archivos. Se.sabía cada detalle, cada fecha, cada pliegue de la memoria de la casa, algo que la misma duquesa ignoraba porque se había criado entre aquellos enseres como la prolongación de su vida sin darse cuenta, como algo natural, que le había regalado la historia. Había en los patios rumor de fuentes, vuelo blando de mirlos y una brisa perfumada que te acariciaba el lóbulo de la oreja. El duque me señaló un banco de azulejos. «Ahí se sentaba la emperatriz Eugenia de Montijo, nuestra pariente», me dijo. A continuación le pregunté por el nombre de un árbol inmenso que yo desconocía. Al comprobar que el duque tampoco lo sabía le dije: «Jesús, se ve que sabes mucho de blasones y campos de gules pero no tienes ni idea de agricultura». El duque me contestó: «Estás muy equivocado, querido, yo personalmente me ocupo de la exportación a Holanda de los espárragos que cultivamos en nuestra finca de Gelves».

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Aguirre, el magnífico»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Aguirre, el magnífico» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Marcos Aguinis: El Combate Perpetuo
El Combate Perpetuo
Marcos Aguinis
Antoine Saint-Exupéry: El Principito
El Principito
Antoine Saint-Exupéry
David Baldacci: Buena Suerte
Buena Suerte
David Baldacci
Mercedes Salisachs: La gangrena
La gangrena
Mercedes Salisachs
Manuel Rivas: Ella, maldita alma
Ella, maldita alma
Manuel Rivas
Отзывы о книге «Aguirre, el magnífico»

Обсуждение, отзывы о книге «Aguirre, el magnífico» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.