José Gironella - Los Cipreses Creen En Dios

Здесь есть возможность читать онлайн «José Gironella - Los Cipreses Creen En Dios» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los Cipreses Creen En Dios: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Cipreses Creen En Dios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La novela española más leída del siglo XX
Ésta crónica de la época de la Segunda República es la novela española más leída del siglo XX. José María Gironella relata la vida de una familia de clase media, los Alvear, y a partir de aquí va profundizando en todos los aspectos de la vida ciudadana y de las diversas capas sociales.

Los Cipreses Creen En Dios — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Cipreses Creen En Dios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Un día, uno de esos ex abruptos fue de tal magnitud que provocó en César el mayor llanto de su vida. Ignacio se hallaba tendido en la cama leyendo y fumando. De repente pegó un brinco. «¡Fíjate, fíjate, César, lo que pone aquí…!» -Se acercó al seminarista y le dio a leer un comentario sobre las relaciones que sostuvieron San Francisco de Asís y Santa Clara… Era una acusación monstruosa, una sátira que a César le detuvo la sangre en las venas.

El seminarista miró a Ignacio.

– ¿Pero tú…?

Ignacio volvió a tenderse en la cama.

– ¡Yo qué sé, chico! Los santos eran hombres, ¿no?

César quedó estupefacto. Le entró una rabia desconocida. ¡San Francisco de Asís! Sin darse cuenta de lo que hacía se acercó a la cama de Ignacio, le arrebató la revista, la despedazó y luego le dio una patada al borde del colchón sobre el que yacía su hermano.

Ignacio se levantó de un salto e hizo ademán de agarrar a César de la solapa del pijama. El seminarista parecía llorar. Entonces Ignacio se vio de soslayo en el espejo del armario y al instante su estado de ánimo cambió. Soltó a César. Se encogió de hombros. Se pasó la mano por la cabeza. Se vistió rápidamente -la noche era calurosa- y salió dando un portazo.

Si la Rambla fuera el mar… Si hubiese podido tomarse un baño de medianoche…

CAPÍTULO XXV

Ignacio:

Te escribo desde la playa, desde la barca que tú conoces, a última hora de la tarde. No quería escribirte, no te lo mereces, pero lo hago para que veas que las chicas con brillantes en las orejas a veces no somos tan malas ni rencorosas como supones. ¿Por qué no me has escrito? ¿He de pensar que no me escribirás? ¿Dónde está todo lo que dijiste? Yo he cumplido, Ignacio. He reseguido todos nuestros itinerarios. Nuestras iniciales en las rocas… no estaban: pero ahora sí están, con el corazón atravesado.

Escríbeme, por favor. No me tengas con esa zozobra. ¿Es que estás enfermo? ¿Te ocurrió algo después de despedirnos? Me pregunto si te bañarías después de comer, y si te haría daño…

San Feliu… ha cambiado mucho en pocos días. Mucha gente se va marchando. Nosotros también nos marcharemos pronto - Muntaner, 180, Barcelona -, pues papá dice que la situación política no le gusta.

Loli me da recuerdos para ti y me dice que a ver si aprendes a estrechar la mano con corrección, que lo haces como si fueras un boxeador Un saludo de «tu novia de vacaciones».

ana maría.

A veces voy a leer donde tú y yo nos sentábamos, en la punta de Garbí. Vale .

Luego se habló de las primeras lluvias por el lado de Cadaqués… Y aquello barrió, como siempre, la gente de playas y montañas y la devolvió a Gerona. La ciudad parecía un rompecabezas, al que cada tren, coche o bicicleta llevaba una nueva pieza hasta que quedase completa. Visto desde lo alto habría sido un espectáculo maravilloso comprobar la precisión con que cada persona iba a ocupar su puesto.

Su puesto, primero en el piso que le correspondía, luego en el corazón de las familias que le recobraban; luego en el despacho, en la fábrica, en los partidos políticos…

Los partidos políticos… Apenas los calendarios anunciaron septiembre, se sintió una sacudida eléctrica. ¡La tregua había terminado! El Demócrata estaba ahí, El Tradicionalista estaba ahí. El verano no había hecho más que calentar las cabezas, acusar las diferencias. Todo el mundo había tenido tiempo de rumiar su represalia.

Los obreros de los Costa habían regresado en sus autobuses. Y se habían reincorporado a la fundición -gafas de motorista y pistola en las manos que despedían chorros de fuego-, o a las canteras de Montjuich, donde los martillos repiquetearon de nuevo. Los Costa regresaron del Norte, de comprar hierro y de bañarse en San Sebastián, y entraron en Izquierda Republicana, con sus trajes grises y la punta del pañuelo saliéndoles del bolsillo del pecho y diciendo: «Amigos, los vascos nos dan ejemplo. Elecciones municipales por su cuenta y riesgo. Hay que acabar con el Gobierno de Madrid. Vamos a celebrar Asamblea General».

Los Costa tenían una hermana soltera, Laura, quien se asustó al verlos llegar tan excitados.

Al Partido Socialista, se había presentado, ¡por fin!, Antonio Casal, y mirando el retrato de Largo Caballero que presidía el salón y señalando la puerta a la izquierda que ponía «Comité Directivo de la UGT» dijo: «Camaradas, los socialistas en Madrid y Asturias continúan repartiendo armas. Aquí parece que nos dejaremos pillar en traje de baño».

El Responsable -su expediente por lo de la imprenta estaba en un punto muerto: faltaban pruebas- convocó reunión general en el Gimnasio, CNT-FAI. Y unos sentados en los potros de madera, otros colgados de las anillas oyeron que el Jefe les decía: «Cuidado, que nosotros fuimos los primeros en zumbar, y ahora los socialistas y demás ralea pretenderán que los verdaderos proletarios son ellos».

En Estat Català, el arquitecto Ribas, el arquitecto Massana, David y Olga iban a alcanzar la máxima violencia. Valencia iba a ser declarada puerto franco, para escamotearles el tráfico a los de Barcelona y Tarragona… Querían levantar fábricas textiles en la provincia de León y en Andalucía para competir con Sabadell y Tarrasa… Y, sobre todo, el problema del campo, como si quisieran convertir el jardín que era Cataluña en un erial como Aragón, donde unos cuantos don Jorge pudieran ir de caza.

En la barbería comunista, la estrella de Víctor declinaba. La prebenda de Cosme Vila le había asestado el golpe de gracia. Todo el mundo intuyó la diferencia que había entre un jefe que lo era por azar y otro que lo era por temperamento, y porque llevaba mucho tiempo preparándose para ello. Había un carretero, un gigante, Teo, que le dijo al empleado de Banca: «Se avecinan acontecimientos. A mí y a unos cuantos camaradas nos gustaría que el jefe fueras tú». Cosme Vila se hacía el remolón. Decía que trabajar ocho horas y además ocuparse en serio del Partido, que ya había quedado constituido, era imposible. «Cuando todos los demás -describió un ademán que englobó a todos los partidos izquierdistas- se hayan estrellado entonces hablaremos…» Mucha gente se iba acercando a la barbería. Un tal Gorki, perfumista; Murillo, el decorador del taller Bernat. Sus bigotes de foca entusiasmaban al barbero. «Un pequeño trabajo, camarada, y te parecerás a Stalin», le ofrecía, tijereteando. Cosme Vila les decía a todos que lo mismo daba que el puerto franco en el Mediterráneo fuera Valencia, Barcelona o Tarragona. «Para nosotros -explicaba-, el puerto de Odesa. Por cierto, Víctor -añadía, deferente con el Jefe-, que Vasiliev me dio esas fotografías de Odesa… Aunque allí, ya lo ves, por donde la luna resbala es por las fábricas y por los aeródromos…»

En el otro lado, todo el mundo se alineaba para resistir la embestida. «La Voz de Alerta», al regresar de Puigcerdá, pasó por el pueblo de su criada, Dolores, para recogerla y llevarla en coche a Gerona. Cuando el automóvil del dentista se detuvo ante la puerta, toda la familia salió, y a poco todo el pueblo. Dolores quería que el señorito se quedara a comer con ellos. El sitio que hubiera ocupado en la mesa, habría sido respetado para siempre; pero «La Voz de Alerta» no quiso molestar.

Y además, tenía prisa. En Gerona le esperaba El Tradicionalista , le esperaban sus amigos en el casino, sus jefes, en el café de los militares. Había pasado unas vacaciones magníficas. Muchos monárquicos y mucho golf . En Puigcerdá alguien había querido casarle; él sonrió. Realizó misteriosas visitas a varios propietarios de la comarca. En cambio se negó rotundamente a poner un pie en Francia. Cuando la pelota de golf cruzaba la línea fronteriza, algún chaval se cuidaba de recogerla. Él no cruzaría la línea jamás. «La Voz de Alerta» atribuía a Francia el origen de todos los males, de la corrupción de costumbres y del ateísmo. Aseguraba que los dirigentes republicanos españoles obedecían las órdenes de los prohombres franceses, especialmente de León Blum.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los Cipreses Creen En Dios»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Cipreses Creen En Dios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Joseph Kanon - Los Alamos
Joseph Kanon
Joseph Wambaugh - Los nuevos centuriones
Joseph Wambaugh
José Gironella - Los hombres lloran solos
José Gironella
José Gironella - Ha estallado la paz
José Gironella
Marta Cecilia Vélez Saldarriaga - Los hijos de la Gran Diosa
Marta Cecilia Vélez Saldarriaga
José María Pumarino - El error de Dios
José María Pumarino
José Luis Valencia Valencia - Los tiempos de Dios
José Luis Valencia Valencia
José Arenas - Los rotos
José Arenas
Отзывы о книге «Los Cipreses Creen En Dios»

Обсуждение, отзывы о книге «Los Cipreses Creen En Dios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x