José Gironella - Los Cipreses Creen En Dios

Здесь есть возможность читать онлайн «José Gironella - Los Cipreses Creen En Dios» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los Cipreses Creen En Dios: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Cipreses Creen En Dios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La novela española más leída del siglo XX
Ésta crónica de la época de la Segunda República es la novela española más leída del siglo XX. José María Gironella relata la vida de una familia de clase media, los Alvear, y a partir de aquí va profundizando en todos los aspectos de la vida ciudadana y de las diversas capas sociales.

Los Cipreses Creen En Dios — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Cipreses Creen En Dios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Le entró el sarampión del cine. Quería ver películas del Oeste. Se evadía en la grupa de los caballos y deseaba con toda el alma el triunfo del sheriff . Cuando más intenso el tiroteo, pensaba en el disparo que se oyó en la Rambla y en que la Torre de Babel aseguraba que la bala le rozó la cabeza.

Entre las personas que le identificaban con José, se contaban evidentemente el Responsable y su séquito. Al encontrarle por la calle, le saludaban como amigo. Con cierto agradecimiento incluso, o por lo menos lo parecía; porque la huelga había sido un fracaso. Los ferroviarios habían vuelto a sus martillos y las tres empresas habían vuelto a abrir sin que el Inspector de Trabajo hubiera accedido a las peticiones del personal. Especialmente Blasco, el «limpia» del bar Cataluña, y el Cojo, que todo el día iba de acá para allá, le trataban como a un amigo. Blasco, ya mayor, siempre con boina y un palillo entre los dientes, le invitó dos o tres veces a fumar, al encontrarle en el salón del billar; aunque Ignacio rechazó. Y en cuanto al Cojo, era obsesionante. Sus costras en los labios, al sonreír, parecían abrirse. Era alto, desgarbado. Tenía un punto de enajenado en la mirada. Un día le dijo a Ignacio: «Nos convendrían unos cuantos como tú, que tuvieran letra».

Carmen Elgazu leía en los pensamientos de su hijo, y en la primera ocasión propicia le echó un sermón. Carmen Elgazu el día de tumulto en la Rambla se había dado cuenta de una cosa: hubo un momento en que Ignacio se hubiera subido a gusto al tablado de los músicos.

– Eso no, ¿comprendes? ¡Eso no! Te dejas llevar por el primer exaltado. ¿Qué quieres, arreglar el mundo? ¿No ves que eres un mocoso? Merecerías un bofetón. Lo que hace falta es gente como don Emilio Santos. Gente limpia y sencilla. Si todo el mundo fuera como él, no habría problema; en cambio, si todo el mundo fuera como José, yo tendría que curar un par de docenas de heridos diarios. Lo siento por tu padre, pero José es un desgraciado, ni más ni menos, Y ahora lo que tienes que hacer es no pensar más en él.

Ignacio admiraba mucho a su madre. A veces le molestaba cierto tono suyo de excesiva seguridad; pero no cabía duda de que era toda una mujer. De todos modos, ¿puede uno borrar de la memoria lo que le place?

Su padre le dijo:

– ¿Te das cuenta de que tienes los exámenes encima?

El contestó:

– No te preocupes. Aprobaré.

Pero se equivocó. Le suspendieron en Filosofía, Ciencias Naturales y Física. Él juró que había hecho un buen examen, que no acertaba a explicarse su fracaso.

Hubo gran revuelo en la familia. Carmen Elgazu lo atribuía simplemente a que había trabajado poco y a que en las últimas semanas pensó en otras cosas. Nuri, María y Asunción apenas osaban subir al piso a ver a Pilar.

Ignacio sabía que no era cierto, que se había preparado a conciencia. Desde mayo, todas las noches se concentró en los libros, sentado en la cama hasta que el sueño le rendía. «¡Os juro que hice un buen examen! ¡Os lo juro!»

Dos días después de recibir las notas, entró en su casa con expresión agitada.

– ¿Veis? A todos los de la Academia Cervantes nos han suspendido de lo mismo: de Filosofía, Ciencias Naturales y Física.

Matías le miró.

– ¿Y eso qué significa?

– Sencillamente -contestó Ignacio-. Los tres catedráticos son nuevos, nombrados después del Estatuto, y han declarado el boicot a la Academia.

– ¿Boicot…? ¿Por qué?

– Porque el Director se niega a quitar el crucifijo de las clases.

Matías comprendió que la explicación era verosímil. Sin embargo, preguntó:

– Y eso… ¿cómo lo sabéis?

– ¡Uf! El director ha ido a protestar. En seguida se ha visto qué ideas tenían. En fin, se lo han dicho claramente. Sobre todo, el de Filosofía.

– ¿Quién es?

– El catedrático Morales.

Pilar rubricó:

– ¿Ése…? Las monjas dicen siempre que pobres de nosotras si hiciéramos el bachillerato.

La noticia reconcilió a Ignacio con la familia. Sin embargo, ello no resolvía nada; un signo más del tiempo en que se vivía.

– Bueno, ¿y qué hacer ahora? -preguntó Matías.

Ignacio había recobrado los ánimos.

– Pues aprobaré en septiembre. Estudiaré como un negro todo el verano, ya lo veréis. No tendrán más remedio que aprobarme.

– Sí, pero…

– Desde luego -añadió- el próximo curso ni hablar de la Academia Cervantes. Lo siento, pero será el último y no puedo exponerme a que me suspendan.

El muchacho dio pruebas de energía. La dificultad le estimuló. «Aprobaré en septiembre.» Le había gustado la espontaneidad con que le salió la frase. De tal modo que quería extender a todos los problemas que le planteara la existencia, la actitud definida que había adoptado ante las papeletas en blanco. No se le escapaba que ahí estaba lo difícil, porque con frecuencia pensaba una cosa y luego hacía otra, desviado por algún suceso imprevisto.

Le parecía que veía con mucha claridad sus defectos: era demasiado impulsivo, como decía su madre; y además se dejaba influir. Según como Julio se tocara el sombrero, le parecía que era el policía quien tenía razón y no su madre.

Según como se tocara el sombrero… Le pareció que descubría un detalle muy importante: que en el fondo lo que a él le impresionaba no eran las ideas, sino las personas. Que seguía a las personas, no lo que decían. La cosa resultaba evidente pensando en José… ¿Cómo era posible que, en efecto, en un momento dado, con sólo verle subir al tablado, hubiera sentido necesidad imperiosa de pegar un salto y participar en la rotura del trombón? ¿Qué tenía él de anarquista para hacer una cosa así…? Reflexionando, veía abundancia de puntos débiles en la estructura mental de su primo. Para hablar sin rodeos, sus teorías no tenían pies ni cabeza; en cambio, la persona le había impresionado, el hálito que emanaba de ella.

Lo mismo que le ocurría con Julio, sucedía con Cosme Vila… Ahí estaba. Él no sabía nada de Marx; por otra parte, Cosme Vila no tenía ningún interés en catequizarle… de palabra. Pero le atraía la persona de Cosme Vila, su poderosa frente, su calvicie prematura, su insobornable aire distante. No distraído, como pretendía Padrosa, sino lo contrario: concentrado. Siempre solo en el diminuto cuarto de la correspondencia, junto a la lámpara y a su máquina de escribir. Había en él algo religioso, que a Ignacio le llamaba la atención mucho más que todas las bravatas y explicaciones de la Torre de Babel.

Otro ejemplo lo tenía en la impresión que le había causado al entrar en el comedor el desconocido de la herida en el mentón. En seguida sintió que no se trataba de un ser vulgar. Descubrió algo en su porte, en sus ojos, inquietos y titilantes. Y he aquí que Julio se lo confirmó luego… Porque resultó que Julio le conocía. El desconocido se llamaba David Pol y era maestro, socialista e hijo de suicida, lo mismo que su mujer. Hombre preocupado, un poco trágico, barojiano, con ideas personales sobre la pedagogía, al parecer.

Se dio cuenta de que se estaba examinando a sí mismo. En el fondo era verdad que el Banco constituía una gran experiencia. Aquellas montañas de plata del cajero… El día en que vio a los obreros concentrados en el Puente de Piedra se dijo: «¿Qué pasaría si volcáramos ahí un par de sacos?» Bajo las gorras nuevas llevaban el signo de la vida dura. ¡Y la crueldad de los empleados! El de impagados, cuando leía los nombres de los comerciantes que no podían cumplir con sus pagos, decía: «Otro que se cae con todo el equipo». ¿Todo el equipo? En este caso el equipo era la tienda, era la familia. Se iba a caer con toda la familia.

El domingo en que se quedó solo después de la marcha de José, había vuelto a la calle de la Barca. Y allí, gracias al Cojo, que le invitó a una copa, entró en una taberna extraña, próxima al bar Cocodrilo. Por lo visto el patrón conocía al Cojo, porque le dijo: «¡Hola! Sube. Verás a mi mujer, que todavía no se levanta». Ignacio vio la escalera tan oscura y sórdida, con una bombilla, que le recordó las del Seminario y, sin saber por qué, retrocedió y salió fuera. Aquella escalera le penetró mucho más que todos los discursos. Le pareció que sabía perfectamente lo que había arriba. Y, sin embargo, cuando diez minutos después el Cojo le alcanzó y le preguntó: «¿Por qué no subiste?» y él contestó: «¡Bah, ya me figuro lo que hay!» el Cojo le miró con una sonrisa de compasión indefinible.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los Cipreses Creen En Dios»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Cipreses Creen En Dios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Joseph Kanon - Los Alamos
Joseph Kanon
Joseph Wambaugh - Los nuevos centuriones
Joseph Wambaugh
José Gironella - Los hombres lloran solos
José Gironella
José Gironella - Ha estallado la paz
José Gironella
Marta Cecilia Vélez Saldarriaga - Los hijos de la Gran Diosa
Marta Cecilia Vélez Saldarriaga
José María Pumarino - El error de Dios
José María Pumarino
José Luis Valencia Valencia - Los tiempos de Dios
José Luis Valencia Valencia
José Arenas - Los rotos
José Arenas
Отзывы о книге «Los Cipreses Creen En Dios»

Обсуждение, отзывы о книге «Los Cipreses Creen En Dios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x