José Gironella - Los Cipreses Creen En Dios

Здесь есть возможность читать онлайн «José Gironella - Los Cipreses Creen En Dios» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los Cipreses Creen En Dios: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Cipreses Creen En Dios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La novela española más leída del siglo XX
Ésta crónica de la época de la Segunda República es la novela española más leída del siglo XX. José María Gironella relata la vida de una familia de clase media, los Alvear, y a partir de aquí va profundizando en todos los aspectos de la vida ciudadana y de las diversas capas sociales.

Los Cipreses Creen En Dios — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Cipreses Creen En Dios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Mucha gente decía del doctor que escribía un libro de razas comparadas. En el Banco de Ignacio se aseguraba que era homosexual. El subdirector le tenía, como siempre, por masón; el profesor Civil por un judío que esperaba el momento de meter mano sobre el primer filón de metal que apareciera en el Pirineo. Mateo le consideraba, simplemente, un agitador político, con pretensiones de maquiavelismo, pero cretino como él solo, inferior al más zoquete de los españoles, y que en circunstancias políticas menos anormales ya hubiera tenido que largarse a Andorra o Francia.

En todo caso fue el primer ciudadano que leyó en El Demócrata la noticia de que todos los acuerdos de la Comisión de Seguridad habían sido ejecutados. Los leyó en la misma imprenta, antes de que el periódico fuera repartido. Con frecuencia iba allá a visitar a Casal, al que decía, viéndole trabajar: «Con esas máquinas que tienen ustedes es imposible sacar periódicos en serio». Casal le contestaba: «En serio o no, las noticias que damos son importantes».

Era cierto. Las noticias eran importantes: encarcelamiento de don Jorge, de «La Voz de Alerta», de Rosselló, por tenencia ilícita de armas. Encarcelamiento de Octavio y Haro por gritos subversivos y ofensas a la República. Disolución de Falange e interrogatorio al jefe. Entrega del teniente Martín a la Autoridad Militar.

Ante estas noticias, los izquierdistas se frotaron las manos de gozo. Entre los derechistas cundió el pánico. Todo el mundo condenaba el acto del teniente Martín, y el propio comandante Martínez de Soria, al enterarse de ello, lamentó no ser general para arrancarle las dos estrellas de la manga; y por su parte Carmen Elgazu había dicho: «Se necesita ser muy poco hombre para hacer una cosa así en el cementerio». Sin embargo, nadie suponía que ello traería consigo la detención de otras personas, nuevos registros y la disolución de Falange Española.

Laura había quedado yerta al ver que los agentes se llevaban a su marido. «¡No pueden hacer eso, no pueden hacer eso!» El dentista había pedido unos minutos para cambiarse de ropa. Se puso su mejor camisa, la mejor corbata. Barbotaba los más intraducibles insultos. Retardaba el momento de salir de la habitación. Laura se le había colgado al cuello y le decía: «¡No salgas, no salgas!» «La Voz de Alerta» le dio varias instrucciones relativas a las joyas y valores de la casa. Redactó una nota para don Pedro Oriol. «Que la publiquen en seguida.» Finalmente, le dijo: «Te prohíbo que tus hermanos intervengan en este asunto».

Don Jorge reaccionó en forma distinta. Miró a los agentes y dijo: «De acuerdo. Déjenme despedirme de los míos». Llamó a su esposa, a todos sus hijos, y uno a uno fueron desfilando y dándole un beso. Nadie lloraba. Las dos sirvientas estrujaban el delantal entre las manos. Don Jorge pidió su hongo, sus guantes y su bastón. Se dirigió a su hijo falangista y le ordenó: «Vete a buscar un taxi». Los agentes le hicieron comprender que tenían orden de llevarle a pie. Don Jorge dijo a su esposa: «Avisad al notario Noguer y que vaya a verme con el abogado».

Octavio estaba en Hacienda cuando los agentes fueron a buscarle. Apenas si nadie se dio cuenta. Sólo el cajero, con quien siempre discutía. Más tarde nadie lo lamentó, pues todo el mundo le consideraba colérico y presumido. Sólo su novia fue a ver a Pilar y se echó en sus brazos, creyendo que Matías Alvear podría hacer algo por él.

Haro le dijo a su padre, el guardia urbano: «Lo siento. Da parte a Mateo y llévame libros de Marina». Haro y Octavio se encontraron en el cuartelillo con Rosselló, quien ya llevaba cuarenta y ocho horas en él. «La Voz de Alerta» y don Jorge se encontraron en la cárcel con un gitano medio dormido en un rincón, y con un campesino de cicatriz en la frente que, por entre unos pajares, había perseguido con una hoz a un hermano suyo.

En cuanto a Mateo, acababa de enterarse de la detención de sus camaradas cuando los mismos agentes de la otra vez llamaron a la puerta. Les abrió la criada y al verles exclamó: «¡Pasen, pasen!» Los agentes la miraron sorprendidos, temiendo que aquellas palabras ocultaran algo. Preguntaron por Mateo. Éste salió al pasillo. Le entregaron una orden, que el muchacho leyó con atención. Sacó el pañuelo azul y se secó la frente. Luego preguntó: «¿Puedo sacar algo del despacho?» Los agentes contestaron: «Absolutamente nada». Mateo insistió: «¿El retrato de mi novia…?» Uno de ellos repitió: «Absolutamente nada». Pero el otro agente intervino: «Puede usted sacar el retrato de su novia». Mateo espiaba todos los movimientos de los dos hombres. Finalmente dio media vuelta y regresó con el retrato de Pilar, que puso en la mesa del comedor. Entonces el agente de más autoridad procedió a sellar el despacho. Don Emilio Santos acudió en aquel momento y contempló en silencio la operación del policía.

– ¿Te vas con ellos? -preguntó luego a Mateo.

Éste contestó:

– Supongo que sí.

El agente dijo:

– No. Nada de eso. Tiene que presentarse usted mismo, a las ocho de la noche.

Mateo enarcó las cejas.

– A las ocho tengo clase de Derecho.

El agente levantó los hombros.

– Lo siento.

Toda la tarde transcurrió en medio de gran zozobra. La familia Alvear estaba convencida de que Julio se quedaría con Mateo. Sabían que éste defendería sus ideas hasta el fin, y que protestaría por la detención de sus camaradas. Pilar alternaba ira y llanto, y de repente exclamaba, refiriéndose a Julio: «¡Y pensar que ese hombre sube a casa y le damos café!» Matías Alvear procuraba contemporizar, pero el propio Ignacio estaba convencido de que Mateo ya no dormiría en su casa, e imaginaba a Pilar con un cesto en la mano, subiendo a la cárcel a llevarle la comida.

Mateo no estaba tan seguro. Decía que si la intención de Julio hubiera sido detenerle ya lo habría hecho.

– Lo que tenemos que hacer es pensar en otra cosa. Yo creo que tú, Ignacio, deberías ir a clase lo mismo, y excusarme con el profesor Civil. Tú, Marta, a Bellas Artes. ¿Por qué no? A ver si terminas de una vez el retrato de tu padre. Y Pilar que vaya a Comisaría a buscarme a las nueve. Veréis como saldré. De un humor de perros, pero saldré.

Pilar era la más reacia al optimismo. Consideraba a Julio un monstruo y la sola idea de que pudiera detener a Mateo excedía a sus posibilidades de resistencia.

– Si a las nueve no has salido, ese bárbaro me oirá -decía-. Con una mujer no se atreverá.

Nadie comprendía qué podría hacer Pilar. Dejaron que se desahogara, pero la situación era penosa.

¡En cuanto a Marta, era la que demostraba más serenidad! Y suponía que en el fondo Mateo deseaba ser detenido, para acompañar a sus tres camaradas.

Decidieron seguir el consejo de Mateo. Cada cual iría a lo suyo. Esperaban con ansia el momento de separarse. Les parecía que algo hermoso se quebraba y que tardaría en volver. Pilar miraba a su padre como pidiéndole que hiciera algo. Éste no sabía qué decir, pues comprendía que Julio estaba al margen de sentimentalismos.

CAPÍTULO LXXI

Cuando Mateo llegó a la Jefatura de Policía el agente que estaba a la puerta le dijo que esperara y llamó al despacho de Julio. Al cabo de un momento, Antonio Sánchez asomó la cabeza. Miró a Mateo y dijo: «Siéntese, por favor».

Mateo tomó asiento. En aquel instante daban las ocho en la Catedral.

A los diez minutos fue Julio en persona quien apareció en la puerta.

– Pase, haga el favor.

Mateo entró en el despacho del jefe en medio de la más exquisita corrección.

Cuando se halló sentado ante Julio se dio cuenta de que le molestaba más aún la presencia del extremeño Antonio Sánchez, que tenía los labios finísimos y delgados y una expresión sibilina. Permanecía de pie entre el jefe y el fichero.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los Cipreses Creen En Dios»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Cipreses Creen En Dios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Joseph Kanon - Los Alamos
Joseph Kanon
Joseph Wambaugh - Los nuevos centuriones
Joseph Wambaugh
José Gironella - Los hombres lloran solos
José Gironella
José Gironella - Ha estallado la paz
José Gironella
Marta Cecilia Vélez Saldarriaga - Los hijos de la Gran Diosa
Marta Cecilia Vélez Saldarriaga
José María Pumarino - El error de Dios
José María Pumarino
José Luis Valencia Valencia - Los tiempos de Dios
José Luis Valencia Valencia
José Arenas - Los rotos
José Arenas
Отзывы о книге «Los Cipreses Creen En Dios»

Обсуждение, отзывы о книге «Los Cipreses Creen En Dios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x