José Gironella - Los Cipreses Creen En Dios
Здесь есть возможность читать онлайн «José Gironella - Los Cipreses Creen En Dios» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Los Cipreses Creen En Dios
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Los Cipreses Creen En Dios: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Cipreses Creen En Dios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Ésta crónica de la época de la Segunda República es la novela española más leída del siglo XX. José María Gironella relata la vida de una familia de clase media, los Alvear, y a partir de aquí va profundizando en todos los aspectos de la vida ciudadana y de las diversas capas sociales.
Los Cipreses Creen En Dios — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Cipreses Creen En Dios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
El director de la Tabacalera dijo:
– ¿Por qué ha empleado usted el plural…? ¿Pasa algo con Ignacio?
Matías asintió. Nunca había hablado de ello con nadie, ni siquiera con su mujer; pero entonces era la ocasión. Su hijo era responsable de algo peor que de tener una idea loca, o de andar por las calles con dinamita en las manos. Una mujer de la vida, Canela… ¡se le llevaba el dinero, la salud, estudiaba poco y mal! Pero lo peor era la hipocresía. Por lo menos, Mateo era noble, daba la cara. Ignacio llegaba a casa, daba las buenas noches, besuqueaba a su madre como si tal cosa. Y hasta rezaba el Rosario. «Le advertí una vez, ahora seré más serio. Sí, queremos demasiado a nuestros hijos. Acabarán tomándonos el pelo, y eso no.»
Don Emilio le miró. Por lo visto, cada uno llevaba su cruz.
En aquel momento apareció Carmen Elgazu en el umbral de la puerta. Los dos hombres, al verla, se levantaron. El director de la Tabacalera admiraba mucho a la esposa de Matías. Ahora su presencia disipó los pensamientos sombríos que le embargaban.
La mujer dijo, sonriendo:
– Bueno, ¿qué te parece que si nos fuéramos, Matías?
– No se vayan, no se vayan aún -rogó don Emilio Santos-. Orencia les preparará algo, una taza de café.
Carmen Elgazu sonrió.
– ¡Pues mire por dónde! Orencia y yo ya nos lo hemos tomado en la cocina.
Don Emilio Santos soltó una carcajada y la felicitó por la idea.
De repente, Carmen Elgazu, que rodaba sus ojos por el despacho, vio el retrato de José Antonio Primo de Rivera.
– ¿Quién es ese joven? -preguntó.
– Es el jefe de Falange… José Antonio Primo de Rivera.
Carmen Elgazu exclamó: ¡Jesús! Y Orencia, que no se movía del umbral, imprimió a su rostro una extraña expresión de sorpresa y como de persona que ha visto confirmarse algo que suponía.
Don Emilio interrumpió la escena. «Tal vez pudieran organizar un periódico intercambio de visitas. Comer juntos, un día en casa de unos, otro día en casa de otros.»
Ahora, puesto que no querían quedarse por más tiempo, por lo menos que Matías Alvear aceptara un recuerdo de la visita: una caja de habanos.
La despedida fue afectuosa, en el vestíbulo. Carmen Elgazu se envolvió en su piel negra, que le rodeaba el cuello y le caía por la Espalda, la piel que vio «Rey de Reyes». Su cabellera y su moño la protegían del frío en la cabeza. Bajaron la escalera despacio. «¡Adiós, retírese, retírese! Y sentimos no haber podido saludar a Mateo…»
CAPÍTULO XXXVII
En el Banco, el fusilamiento del diputado Joaquín Santaló había provocado una gran indignación. La Torre de Babel sentía un especial respeto por el diputado, pues sabía que varías veces había dado sangre en el Hospital. «¿Qué habrán ganado con eso? Crearse más enemigos.» Los argumentos corrientes eran: «No es lo mismo disparar el 6 de Octubre, con la revolución en marcha, que firmar una sentencia de muerte en un despacho». Lo curioso era que todo el mundo hablaba de la viuda del diputado, nadie de la viuda del taxista.
El subdirector le decía a Ignacio que el comandante Martínez de Soria no se había dado cuenta del juego de que había sido objeto, Todas las presiones oficiales que recibió se encaminaron a salvar a Julio García y a los arquitectos Ribas y Massana, así como a evitar que el nombre del coronel Muñoz friera pronunciado. El momento de locura que tuvo Joaquín Santaló al disparar facilitó las cosas. Pero, pensándolo bien, ¿no eran tanto o más responsables los primeros?
Ignacio no sabía qué pensar. A veces las ideas del subdirector le parecían folletinescas. Y, sin embargo, el hombre daba detalles. En el propio Tribunal, a la izquierda del comandante Martínez de Soria, se había sentado un masón: el comandante Campos.
– ¿El comandante Campos…?
– Como lo oyes. Con grado de Maestro.
Ignacio se rascó la cabeza.
– Bueno…¿y las presiones oficiales de que habla?
El subdirector tomó un poco de rapé.
– Escucha con atención… En España… hay veintiún generales masones. Te puedo dar los nombres: Cabanellas, Riquelme, Miaja, Gómez Morato, el propio López Ochoa, que dirigió lo de Asturias… ¡Y vas a ver lo que ocurrirá ahora! Esos generales colocarán las piezas en el lugar pertinente.
– No entiendo.
El subdirector se explicó. Estaba convencido de que el 6 de Octubre no había sido más que un ensayo general. Estimaba que Oviedo, en el plan de la revolución masónica-socialista española, había ocupado el mismo lugar que en Rusia ocupó Retrogrado, en la sublevación de Julio de 1917. El asalto final en todo el país se haría más tarde. De momento se habían conseguido muchas cosas. Los odios eran más profundos, la población civil estaba aterrorizada, habría nombres de leyenda como el de Joaquín Santaló en Gerona; habría «Asesinos» como el comandante Martínez de Soria.
De repente apareció en Gerona el Responsable. Despedido de la fábrica de alpargatas, su intención era dedicarse de lleno a la acción política. Llevaba gorra nueva. Sus ojos, acerados como siempre. Le escoltaban sus hijas, el Cojo, Blasco, el Grandullón y el sargento novio de su hija mayor, al que el comandante Martínez de Soria había despedido de las oficinas.
Pero, además, se había traído de Barcelona, donde permaneció un mes, un camarada llamado Porvenir, muchacho al parecer de gran temperamento y que quería cambiar los nombres de todos sus compañeros. Aunque sólo consiguió convencer al Grandullón, que en adelante se llamaría Ideal. Porvenir, Ideal… todo aquello gustaba mucho a las hijas del Responsable.
Los dirigentes de la CNT que secundaban al Responsable, pertenecían casi todos al ramo del transporte. Siempre decían que los pobres no recibían nunca nada. Ni vagones, ni cajas, ni siquiera paquetes. En las estaciones y en los camiones, las etiquetas llevaban siempre los mismos nombres.
El Responsable había llegado enarbolando una flamante bandera revolucionaria: Joaquín Santaló. Ahí estaba el mártir. Los canteros de los Costa habían tallado una losa para su tumba, bajándola de la montaña. Aquella rata de sacristía llamada Laura había ordenado vaciar en ella una cruz. Joaquín Santaló, el hombre que había dado su sangre en el Hospital. El Responsable, Porvenir, el Cojo, todos abrieron una suscripción a beneficio de la viuda de Joaquín Santaló. Subían por los pisos. «La Voz de Alerta» denunció la maniobra. «¡La viuda de Joaquín Santaló condenada al hambre!», le contestaron. Los anarquistas recorrían las calles, con pequeñas bolsas, insensibles al frío. Al frío de diciembre, que azotaba a Gerona. Se acercaba Navidad y los anarquistas querían obsequiar con un aguinaldo a la viuda de Joaquín Santaló y a sus hijos, ahora desamparados.
Pero no consiguieron gran cosa, Todo el mundo sabía que precisamente los anarquistas se habían abstenido de apoyar la revolución. Y por lo demás… otro hecho acaparaba entonces la atención: se decía que los detenidos iban a salir en libertad de un momento a otro. ¡Libres! En la cárcel también corría este rumor. Mosén Alberto decía a unos y otros: «Creo que sí, creo que sí». El gitano de las gallinas lloriqueaba en un rincón. Pronto volvería a encontrarse solo en el patio.
Las mujeres desanimaban a Olga. «¡Qué va! No os soltarán hasta después de las fiestas.» Olga había hecho gran amistad con sus compañeras de celda. La querían mucho. A Berta, una prostituía, la enseñaba a leer. ¡Pobre Berta! Cuando Olga saliera, caería de nuevo en la más burda ignorancia.
El frío alcanzó su máximo rigor. Gerona estaba gris. La explanada de la Piscina sugería la idea de estepa. Un vaho espeso salía de las bocas. ¡Imposible, para Matías, abrir la ventana del comedor y pescar en el río! Imposible, para Pilar, escribir su diario en su cuarto. Los trenes empezaron a traer viajeros que llegaban a pasar las Navidades con las respectivas familias. Entre ellos, ¡nadie les reconoció!, llegaron de Valladolid, los dos hijos del comandante Martínez de Soria.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Los Cipreses Creen En Dios»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Cipreses Creen En Dios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Los Cipreses Creen En Dios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.