José Mendiola - Muerte Por Fusilamiento
Здесь есть возможность читать онлайн «José Mendiola - Muerte Por Fusilamiento» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Muerte Por Fusilamiento
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Muerte Por Fusilamiento: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Muerte Por Fusilamiento»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Muerte Por Fusilamiento — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Muerte Por Fusilamiento», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– Fíjese -dijo el viejo indio, de pronto, tocándole con el brazo-, que esta niña no tiene ningún parentesco conmigo.
– En efecto -asintió Antoine. Y se dio cuenta de que el alcohol ya le estaba cambiando-. Me había dado cuenta.
– ¿Es posible? -preguntó el viejo. Era un indio. No llevaba ruana, lo que no dejaba de ser extraño, pero no cabía duda de que se trataba de un indio. Zipa, posiblemente. O tal vez fuera un mestizo de complicado linaje-. ¿Cómo ha podido…?
Antoine cerró los ojos. Le asaltaban recuerdos lejanos e incoherentes. Los recuerdos se convertían en voces. Voces viejas, pronunciadas muchos años antes. Y las voces le hablaban, le decían cosas dentro de la cabeza. Se sumió en la agradable incoherencia de palabras sin sonido, de conceptos que se achicaban y alargaban, que se mezclaban dentro de su cerebro y de sus oídos.
"-Absolutamente blanco -dijo una voz. Llegó casi jadeante y preguntó: "Entonces ¿ha sido un atentado?". "Sí, señor Ministro de Finanzas", le respondieron. "¡Inconcebible- exclamó-. ¿Y a quién iba dirigido, vamos a ver?" "A usted, señor Ministro de Finanzas." "¡Válgame…!" Y se quedó absolutamente blanco.
"-Cuando yo te tuve a ti -le explicaba su madre, hacía muchos años-, me dolía aquí, en la tripita.
"-Y ¿quién ha puesto la bomba?
"-No lo sabemos, señor Ministro de Finanzas.
"-Pues pesquisen, pesquisen…
"-Pero este Ministro de Finanzas no habla nada bien, pero que nada bien. "Pesquisen" es incorrecto. Ha de decirse…
"-¿Tú crees que yo no fracasaré? -preguntó Angulo, dentro de su cabeza.
"-Tú no puedes fracasar.
"-¿Y por qué no?
"-Porque tú eres de los que no fracasan. Tú das clases en el Liceo, sabes lo que haces. Un profesor de Latín sabe perfectamente lo que hace.
"-¿Estás completamente seguro?
"-Oh, sí. Y yo tampoco hubiera fracasado, si la cosa hubiera estado organizada. Pero nadie se preocupó de organizar nada.
"-Ha de decirse: "Hagan ustedes pesquisas". No soporto estas incorrecciones gramaticales en un Ministro.
"-¿En la tripita? -preguntaba él.
"-En la tripita. Y luego naciste tú.
"-¿Nací yo?
"-Y fíjese lo que le digo, fíjese. A la mañana siguiente me llama y me dice: "¿Pesquisaron ustedes?"
"-Tú. Luego, naciste tú. Y la tripita me dejó de doler.
"-¡Será animal! Pesquisaron… Y tuve que decirle, aguantándome la rabia: "Estamos pesquisando, señor Ministro de Finanzas. Aún no hemos terminado de pesquisar". Pero se quedó absolutamente blanco, eso sí."
El viejo indio le volvió a tocar en el brazo.
– No comprendo -dijo-, cómo se ha podido dar cuenta de que no tenemos parentesco. No lo entiendo.
– Es intuición -confesó Antoine, abriendo los ojos. La mirada de la niña estaba clavada en él, y era muy intensa-. No se esfuerce.
– No vaya usted a pensar -dijo el viejo-, que quiero que me invite a nada.
– No, no. No lo he pensado.
Cerró los ojos. Una vez, en una calle de Bruselas muy estrecha y con una luz que colgaba de un cable, mientras llovía y las luces rojas y verdes de los escaparates parecían ensuciar de colores el suelo húmedo, un peatón le detuvo, le pidió fuego, y le dijo:
"-¡Pero si tú eres Óscar!
"-¿Óscar? Perdone, creo que se…
"-¿No eres Óscar?
"-No, no.
"-Lo hubiera jurado. En mi vida he visto un parecido más… ¿De verdad que no eres Óscar?
"-A mí nunca me ha dolido la tripita -había dicho él.
"-Bueno, puede ser que alguna vez te duela.
"-¿Y nacerá un niño?
"-No puede hacerse un verbo de pesquisar, señor Ministro de Finanzas. Perdone que tenga el atrevimiento de decírselo, pero tal licencia es imposible". Claro que no se lo dije.
"-¡No, tonto! ¿Cómo iba a nacer un niño? Tú eres un hombrecito.
"-¿Un hombrecito?
"-Bueno, un niño."
– Oiga -dijo el indio-. ¿Le pasa a usted algo?
– No -dijo Antoine, levantando la frente.
– Se ha quedado muy blanco…
El dueño se acercó.
– ¿No se encuentra bien?
Y miró la botella medio vacía.
– Muy bien.
"-¿Cómo le puedo asegurar que no soy Óscar? ¡No soy Óscar! ¿Me entiende? No lo soy. Por favor, crea en mi palabra. No podemos prolongar esta conversación durante toda la noche.
"-¡Ah, claro que podemos! Y, de hecho, la prolongaremos, si mis sospechas son fundadas…"
– ¿Por qué no abre los ojos? -preguntó el dueño.
– Estoy bien así.
"-Señor Ministro de Finanzas: tras pesquisar concienzudamente, nuestras sospechas nos conducen a un belga.
"-¿A qué belga se refiere usted?
"-A uno llamado Antoine Ferrens."
– Ése soy yo -dijo Antoine, levantando la voz-. Ese belga soy yo.
"-Procedan a su detención, entonces."
– ¿Qué ha dicho? -preguntó el indio.
– No se encuentra bien -respondió el dueño.
– Es que ha dicho: "Ése soy yo".
– Bien, ya ve que no se encuentra bien.
El ciego levantó la cabeza y preguntó:
– ¿Qué pasa por ahí?
Y su voz era grave y, al mismo tiempo, alegre. No era una voz de ciego.
– Nada -le contestaron.
– Es inútil que me digan eso. Algo está pasando.
– Un hombre ha bebido demasiado -explicó el dueño-. Está mareado.
– ¿Está usted mareado? -preguntó el viejo indio, tocándole el brazo por centésima vez.
– ¿Yo? -dijo Antoine-. Ah, no, claro.
– Pero está muy pálido.
Antoine abrió los ojos y se pasó una mano por la frente. Estaba sudando. Hacía tiempo que la bebida le hacía sudar con exceso.
– No se preocupen por mí -dijo-. Me encuentro perfectamente.
Y se levantó. La luz roja del local le bailaba en los ojos. No tenía oídos. Todos los ruidos eran lejanos, y las voces de su cabeza se habían apagado. Mucho después creyó recordar que alguien le había asido del brazo, para impedir que se cayera, y que ese alguien era el viejo indio. Pero no estaba muy seguro.
Salió a la calle.
ONCE
El Presidente refunfuñó, primero, y luego levantó el auricular del teléfono. El zumbido del aparato le había despertado con sobresalto. ¿Qué hora de la noche podría ser? Le llegó, muy lejana, la voz de la señora Flórez.
– Perdóneme que, a estas horas…
– Sí -interrumpió nerviosamente. No era momento para perder el tiempo en preámbulos-. Dígame lo que ocurre.
– Una comunicación telefónica con el exterior -murmuró el ama de llaves. Daba a su voz, ahora, vagos tonos de conspiración-. Muy urgente. Ha sido por eso por lo que…
– Conecte, por favor.
Hubo un chasquido, y la voz de Leonardo se oyó de una manera clara y limpia. Era prodigioso el poco sueño que debía requerir aquel hombre. Por supuesto, la señora Flórez estaría escuchando.
– Acaban de llamarme del Hospital -dijo el Subsecretario, sin emoción alguna-. Se trata del policía de la explosión.
– ¿Ha muerto?
– Sí. Han tratado de hacerle una transfusión, hace una hora, y no lo ha resistido.
El Presidente meditó rápidamente. Le hubiera gustado hacer algún comentario, pero no se le ocurrió nada. Realmente, no había más que decir,
– ¿Eso es todo? -preguntó luego, tratando de no ser brusco, tratando de no dejarse vencer por el sueño.
– Sí, todo.
No conducía a nada continuar así, con el teléfono pegado al rostro. Trató de pensar en el policía, pero se encontró pensando en la gravedad de la situación que su muerte planteaba. Tampoco pudo pensar en el estudiante Carvajo, ni en nada. Tenía demasiado sueño. Estaba bien claro que ninguno de los dos tenía nada que añadir. El policía había muerto y eso era todo.
– Gracias, Leonardo -dijo el Presidente-. Buenas noches.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Muerte Por Fusilamiento»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Muerte Por Fusilamiento» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Muerte Por Fusilamiento» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.