• Пожаловаться

Juan Millás: La soledad era esto

Здесь есть возможность читать онлайн «Juan Millás: La soledad era esto» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Juan Millás La soledad era esto

La soledad era esto: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La soledad era esto»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Nadal 1990 La soledad era esto o cómo incorporar en un libro los más genuinos saberes y reflexiones de la literatura contemporánea. Por medio de un sutil entramado de voces narrativas, la novela cuenta la historia de una mujer -Elena Rincón- que a partir de la muerte de su madre inicia una lenta metamorfosis que a través del aprendizaje de la soledad le conduce a la liberación. Juan José Millás ofrece una desgarrada y contundente crónica de la vida de hoy, mostrando las actitudes de quienes, tras una militancia de izquierdas, han sustituido la ideología por las tarjetas de crédito. En esta novela la trama remite a un original análisis de los alcances de la ficción.

Juan Millás: другие книги автора


Кто написал La soledad era esto? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

La soledad era esto — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La soledad era esto», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Buenos días -dijo-, quiero hablar con el director.

– Yo mismo -respondió una voz masculina al otro lado.

Elena estuvo a punto de colgar, pues la expresión «yo mismo» no le gustó; además, el teléfono lo había cogido directamente él y no una secretaria, lo que le hizo temer que se tratara de una agencia con pocos medios. Finalmente, decidió seguir adelante:

– Verá, se trata de encargarle una investigación un poco delicada y seguramente algo atípica.

– ¿Por qué atípica? -preguntó la voz al otro lado.

– Porque usted no deberá conocer a la persona que encarga la investigación. Yo soy la secretaria de su cliente, que es un hombre muy conocido en ámbitos financieros y políticos y desea que su nombre quede fuera de todo este asunto.

Elena le explicó el carácter de la investigación y dio los datos de su marido añadiendo que deberían hacer un informe pormenorizado de la actividad de este sujeto a lo largo del próximo fin de semana. El director de la agencia pareció tomar nota de todo, pero insistió en la conveniencia de conocer al cliente. Elena fue tajante.

– Ya le he dicho que esto no es posible. Nos comunicaremos a través del apartado de correos que le he señalado. Allí deberá enviar usted los informes. En cuanto a sus honorarios, serán ingresados en el número de cuenta y banco que usted me indique.

– Será necesaria una provisión de fondos.

– Mañana mismo ingresaré en esa cuenta lo que usted crea conveniente.

Las seguridades económicas acabaron por disipar las dudas del director de la agencia, que se comprometió a enviar el informe el mismo lunes. Cuando colgó el teléfono, Elena sintió que acababa de introducir en su vida un factor de estímulo importante y eso le ayudó a arrinconar en la zona más deshabitada de su memoria el suceso del día anterior. De todos modos, decidió no volver a fumar hachís fuera de casa. Esa noche durmió bien y amaneció bastante descansada. A las doce de la mañana, cuando salió a efectuar el ingreso solicitado por la agencia, aún no había sentido ningún malestar, excepto los derivados de una excesiva acumulación de gases a una altura que ella situó en torno al duodeno.

Tres

El domingo, Elena se levantó de la cama con mal sabor de boca y ardor de estómago. Lo atribuyó al hecho de haber tomado mucha miel la noche anterior, en el transcurso de un ataque de hambre producido por el hachís. Se preparó un baño al que se entregó sin placer y pensó vagamente en depilarse la pierna izquierda, pero había quedado con Juan y con Mercedes, sus hermanos, en la casa de su madre y conjeturó que llegaría tarde si dedicaba mucho tiempo al aseo personal. Se vistió unos pantalones vaqueros y un jersey viejo sobre los que se puso una gabardina de su marido que le gustaba especialmente. No llovía, pero el cielo seguía encapotado y las fachadas de los edificios mostraban grandes manchas de humedad. Condujo sin prisas, retrasando el acontecimiento, y entró en el barrio por la parte de atrás.para reconocerse en el deterioro de las aceras que habían constituido el paisaje de su juventud.

Cuando llegó al piso de su madre, sus hermanos ya estaban allí, esperándola. Mercedes lloraba en el sofá del salón y Juan le acariciaba mecánicamente la cabeza.

– ¿Qué pasa?- preguntó Elena.

– Le ha impresionado entrar -replicó Juan.

La casa estaba oscura, como el día. La disposición de los objetos y los muebles evocaba aún la presencia de la madre, o de su memoria. Tan sólo una mayor acumulación de polvo en las zonas oscuras del mobiliario y en la pantalla del televisor hacían sugerir un abandono.

– Huele a cerrado -señaló Elena.

– Huele a muerte -añadió su hermana entre sollozos.

– Mamá murió en el hospital.

– No importa, huele a muerte -insistió.

Elena se acercó a la puerta de la terraza y la abrió, pero no notó que la atmósfera interior ganara algo con ello; es más, le pareció que el ambiente mortuorio de las calles era la emanación de la muerte atenuada que se respiraba en el interior de la vivienda. Había comenzado a llover de nuevo, pero el agua -difuminada y borrosa- caía sobre los tejados como una gasa que hubiera sido aplicada anteriormente sobre un cuerpo agonizante.

Elena fue a la cocina y comprobó que había algún alimento en proceso de descomposición, que guardó con asco en una bolsa de plástico. Alguien se había ocupado de desconectar el interruptor general de la luz cuando su madre fue trasladada al hospital, pero no se le había ocurrido mirar si había algo en la nevera. Abrió también la ventana de la cocina y se estableció una corriente húmeda que le produjo un estremecimiento. Volvió al salón.

– Había comida en la nevera -dijo.

Si yo no viviera en Barcelona, me habría acercado a limpiar cualquier día -respondió su hermana en tono de reproche.

Juan y Elena intercambiaron una mirada de solidaridad, pero permanecieron en si' lencio. Estaban sentados los tres en el semicírculo formado por el tresillo, frente al televisor. Elena contempló a su hermana, que le ofrecía el perfil derecho, y tuvo la impresión de estar mirando algo muy antiguo. Después dejó resbalar la mirada por la superficie de los muebles, oscuros de color y torturados de forma, anotando que mostraban una opacidad turbia, tras la que se agazapaba una sospecha. Notó un movimiento en sus intestinos, pero la idea de utilizar el cuarto de baño de aquella vivienda le resultó repugnante. Habían ido a vaciar la casa, a clasificar los objetos, pero permanecían sentados, como a la espera de una decisión ajena a sus voluntades.

De súbito, Juan comenzó a llorar también y Mercedes se acercó a él para consolarlo o para multiplicar su desamparo. Elena contempló la escena con frialdad y consideró que era lo suficientemente tópica como para no unirse a ella. En ese mismo salón, con idénticos muebles y semejante atmósfera, habían sido niños y adolescentes y jóvenes los tres. Ella había sido la mayor y Juan el más pequeño, pero ahora parecían tener todos la misma edad; la madurez elimina los matices y la muerte acaba por suprimir las diferencias. Tal como éramos, pensó, impregnados de ese cariño subterráneo que nunca nos atrevimos a manifestar, o tal vez sí, al menos si consideramos que el odio es una de las piezas del amor, quizá la más activa.

Salió al pasillo y se asomó al dormitorio de su madre. Encendió la luz, porque la persiana permanecía echada, y contempló los bultos de las cosas como a la espera de que de aquella contemplación surgiera una idea, un concepto, un juicio que resumiera el sentido de la vida o quizá su dirección, su rumbo, en el caso de que tuviera otro que no condujera al cementerio, pero no sucedió nada, excepto un movimiento intestinal que desplazó unos centímetros la angustia. Se acercó al antiguo armario de tres cuerpos, que parecía el vientre de la casa, y abrió la puerta central; el interior del mueble poseía una obscuridad propia, distinta a las demás obscuridades de la vida, y un olor esencial que había permanecido invariable a lo largo de los años. Parecía un pozo cuyas aguas padecieran algún tipo de corrupción o enfermedad.

Elena pensó que si arrojara una piedra al interior del mueble no llegaría a oír el ruido de ésta al tocar fondo; tan profunda parecía la tiniebla. Sin embargo, al alargar la mano para acariciar uno de los vestidos que segmentaban la oscuridad escuchó el ruido de algo que se había volcado. Miró hacia el suelo del armario y vio un objeto que resultó ser una botella de coñac medio vacía. Pensó en esconderla para que no la vieran sus hermanos, pero pronto advirtió que había más, todas de coñac barato, y que tarde o temprano las descubrirían. De manera que la dejó donde estaba.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La soledad era esto»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La soledad era esto» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Gabriel Márquez: Vivir para contarla
Vivir para contarla
Gabriel Márquez
Juan Arreola: La Feria
La Feria
Juan Arreola
Andrés Trapiello: Al Morir Don Quijote
Al Morir Don Quijote
Andrés Trapiello
Отзывы о книге «La soledad era esto»

Обсуждение, отзывы о книге «La soledad era esto» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.