Juan Millás - La soledad era esto

Здесь есть возможность читать онлайн «Juan Millás - La soledad era esto» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La soledad era esto: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La soledad era esto»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Nadal 1990
La soledad era esto o cómo incorporar en un libro los más genuinos saberes y reflexiones de la literatura contemporánea. Por medio de un sutil entramado de voces narrativas, la novela cuenta la historia de una mujer -Elena Rincón- que a partir de la muerte de su madre inicia una lenta metamorfosis que a través del aprendizaje de la soledad le conduce a la liberación. Juan José Millás ofrece una desgarrada y contundente crónica de la vida de hoy, mostrando las actitudes de quienes, tras una militancia de izquierdas, han sustituido la ideología por las tarjetas de crédito. En esta novela la trama remite a un original análisis de los alcances de la ficción.

La soledad era esto — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La soledad era esto», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Mucho se ha escrito sobre el cuerpo humano sin que por eso sepamos todo acerca de su origen o de sus mecanismos. Hay quienes dudan entre definirlo como un continente o como una isla, y ello se debe a que posee las complicaciones de los continentes y la soledad de las islas. El cuerpo es tan antiguo que podríamos compararlo con un continente maltrecho que ha logrado sobrevivir a glaciaciones, terremotos y estallidos internos que lo han inutilizado para todo, excepto para las funciones mecánicas, que repite sin entusiasmo. Miro mi propio cuerpo, desnudo sobre la cama, y qué veo: una superficie hostil que se deteriora en la dirección del vientre, allá abajo, entre las piernas, observo un matojo de hierba bajo el que se oculta un agujero, una caverna que a veces conduce al placer, a veces al dolor y siempre a la desesperación. Cerca de la mirada, está una de las zonas desérticas del continente, que llamamos pecho. El mío está habitado por un bulto secreto que succiona uno de los pezones hacia el interior de sí mismo. No se lo he dicho a nadie todavía. Y si excaváramos, si nos abriéramos paso hacia el interior de este cuerpo, descubriríamos unos órganos tambien antiguos y excesivamente especializados, tanto que bastaría que uno de ellos fallara para que perecieran todos. ¿De quién es este continente? ¿Quién lo habita? Lo habitan el dolor y los fantasmas y el miedo, pero también las visceras que lo hacen tan complicado y solitario.

Tras leer este párrafo, guardé el cuaderno en el cajón de la mesilla y encendí un cigarro que me supo bien. Eso era el cuerpo que, al igual que mi rostro, se parecía tanto al de mi madre. Los espasmos intestinales cedieron y fui relajándome hasta quedar dormida. No oí a Enrique cuando volvió.

Al día siguiente, el cólico cerrado pareció abrirse y me vacié sin esfuerzo. Mis intestinos llevan algunos meses comportándose de este modo: o retienen o explotan. Pero incluso cuando explotan parecen dejar algo dentro. He llegado a pensar que quizá tenga un bulto o una llaga -una rareza intestinal, en fin- que proporciona a mi cuerpo esta sensación incómoda de tener un elemento extraño en su interior.

En cuanto a Enrique, mi marido, creo que empieza a mirarme de otro modo, como si hubiera advertido la transformación íntima que padezco y cuya dirección ignoro. No creo que esté preocupado, pues lleva una vida personal tan intensa que quizá no le permita prestar atención a estos sucesos de orden doméstico. No quiero decir con ello que no sienta nada por mí, pero pienso que sus afectos están colocados en otros lugares (su trabajo, sus amantes, nuestra hija) y que no queda mucho espacio para mí en esa trama. Tampoco yo, es cierto, me he ocupado mucho de él en los últimos años y eso ha acabado configurando un tipo de relación rara, una relación que no es molesta, pero que resulta inútil como apoyo en los momentos decisivos de la vida. Aunque nunca hemos hablado de ello, creo que espera con ilusión que Mercedes, nuestra hija, se quede embarazada.

Desde que ha comenzado el buen tiempo suelo levantarme temprano y a veces desayunamos juntos. Lo normal es que no hablemos o que hablemos de cuestiones prácticas; pero a veces él intenta sacar temas de conversación distintos para ver si averigua mi secreto. El otro día me propuso hacer un viaje, pero no le respondí en ninguna dirección. Siempre que se acerca el verano se pone un poco nervioso, pues se siente en la obligación de planificar cosas que no le interesan. Yo creo que le apetecería veranear con Mercedes y su marido y que por eso mi presencia constituye un problema en estas épocas.

– Faltan más de dos meses para el verano- le dije.

– Es que me temo que este año no podré coger ni una semana de vacaciones -respondió-. Por eso te proponía hacer ahora un viaje.

– No te preocupes -respondí-. Tampoco yo tengo muchas ganas de salir este año.

– De todos modos, el viaje este al que me refería tengo que hacerlo por razones de trabajo. Si te vienes conmigo, podemos descansar los dos un poco.

– No sé -dije-, adonde es.

– A Bruselas, tengo que resolver un par de asuntos, pero me quedará tiempo para hacer excursiones. Podemos ir a Brujas y Amberes y a Holanda. El tiempo ahora será bueno, aunque húmedo.

– No sé, déjame pensarlo.

Le pregunté después que qué era lo que tenía que hacer allí, pero no conseguí entenderle. Se trataba de recoger o de entregar unas comisiones; la cosa, en general, parecía algo turbia, de manera que no pude controlar un impulso agresivo. Dije:

– Por lo poco que leo en los periódicos y por lo que te oigo decir a ti, parece que la corrupción forma ya parte del sistema.

No se inmutó. Mojó la tostada en el café, le dio un bocado, masticó lentamente y después dijo:

– Lo que tú llamas corrupción forma parte de todos los sistemas, de todos. Es más, si la corrupción no existiera, los sistemas no funcionarían. Lo importante es saber en qué parte del sistema está y tenerla controlada para que no crezca más de lo que cada organización puede soportar. Pero, en líneas generales y a partir de determinados niveles de responsabilidad, la corrupción no sólo no es mala sino que es deseable. Pensar lo contrario es, en el mejor de los casos, una ingenuidad.

Su afirmación no me escandalizó porque pensé en mi propio cuerpo, que al fin y al cabo es un sistema, y tuve que admitir que gracias a la corrupción de los alimentos, localizada en el aparato digestivo, nos podemos mover y crecer, aunque también morir. Luego pensé en la enfermedad, sobre todo en la enfermedad de mi madre, que mantuvo en secreto durante muchos años llegando a sobrevivir a mi padre, que parecía tan sano. Aquella corrupción, localizada en su pecho, la libró quizá de otra enfermedad más fulminante. Leí en algún sitio que un cuerpo convenientemente enfermo, igual que una sociedad convenientemente corrupta (de acuerdo con Enrique), previenen al organismo de invasiones parasitarias de mayor entidad. No sé.

Hace unos días cogí un taxi y el taxista me dijo que había perdido la memoria, no la memoria de las calles ni la de su familia, sino la de sí mismo.

– Sé -me dijo- que he sido niño, como todos, y adolescente y joven, pero ya no me acuerdo de cómo era ni de lo que pensaba entonces de la vida.

– ¿Y qué piensa ahora? -le pregunté.

– De lo de ahora no es que no me acuerde, es que no tengo opinión. Estoy pasando una mala racha y ustedes, los clientes, me ayudan mucho, porque hablar me libera de las cosas que me pasan por la cabeza. Llevo quince días mejor, pero antes paraba el coche en cualquier sitio y me ponía a llorar de desesperación. Siempre iba con la corbata torcida y respiraba mal, como si me faltara un pulmón. En el seguro me han dado unas pastillas que me duermen, pero por lo menos respiro de otro modo.

El otro día, por fin, fui al cementerio y llamé al detective para que me siguiera. Podría contar lo que hice, pero creo que lo cuenta él mejor en su informe, así que lo transcribo:

Elena Rincón abandonó su casa a las 11.30 del pasado día 18, martes. El tiempo era casi como de verano, por lo que llevaba un vestido algo ligero, de tonos ocres y abierto en pico en el escote. Entró en una cafetería cercana a su casa y tomó café en la barra mientras fumaba un cigarrillo. Su aspecto general ha mejorado: tiene menos ojeras (aunque en la calle sigue utilizando gafas de sol) y va más arreglada que antes. Quiero decir que se pinta un poco los labios y lleva la melena más cuidada. A su edad las melenas no suelen sentar bien, sin embargo en ella parece evocar un misterio. Es curioso, pero hasta ahora veía a esta mujer como un simple objeto de seguimiento profesional y, de repente, ha empezado a cobrar una individualidad con la que no contaba.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La soledad era esto»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La soledad era esto» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Juan Millás - El mundo
Juan Millás
libcat.ru: книга без обложки
Johann Georg Zimmermann
Juan Carlos Muñoz-Mora - Esta es mi tierra
Juan Carlos Muñoz-Mora
Álvaro González de Aledo Linos - O sea que el amor era esto
Álvaro González de Aledo Linos
Juan Moisés De La Serna - Do UFOs Exist?
Juan Moisés De La Serna
Отзывы о книге «La soledad era esto»

Обсуждение, отзывы о книге «La soledad era esto» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x