Yasmina Khadra - La parte del muerto

Здесь есть возможность читать онлайн «Yasmina Khadra - La parte del muerto» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La parte del muerto: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La parte del muerto»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un peligroso asesino en serie es liberado por una negligencia de la Administración. Un joven policía disputa los amores de una mujer a un poderoso y temido miembro de la nomenklatura argelina. Cuando este último sufre un atentado, todas las pruebas apuntan a un crimen pasional fallido. Pero no siempre lo que resulta evidente tiene que ver con la realidad. Para rescatar de las mazmorras del régimen a su joven teniente, el comisario Llob emprende una investigación del caso con la oposición de sus superiores.

La parte del muerto — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La parte del muerto», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La cárcel de Serkadji me devuelve a una época que no me gusta demasiado recordar. Así que ahorraré detalles. Un penal horrendo, y eso es todo. El carcelero -al que, al parecer, el Señor sólo concibió para hacer de soporte a un inextricable juego de llaves- tira de varios pestillos antes de abrir la verja y llevarnos de paseo por una hilera de pasillos execrables que recuerdan los meandros del abismo. Es gordo como un pecado mortal, alto como tres aros yuxtapuestos -su jeta, su bartola y su culo-, lo cual proporciona a sus andares tres razones para no valer nada. De vez en cuando, gira la cabeza para comprobar que lo seguimos y se enfurruña al ver que no hemos dado media vuelta.

Por fin se detiene ante una puerta maciza, la golpea y se aparta a un lado para no ser catapultado por una voz capaz de erizar el vello a una momia:

– ¿Qué pasa?

El carcelero nos anuncia. La voz se aplaca y nos recibe un mamífero parapetado tras un bigote anticonstitucional.

Hay hombres convencidos de que la virilidad del macho depende de la fuerza de su apretón de manos. Nuestro huésped es de ésos. El suyo pretende ser gallardo; el mío, más bien susceptible.

– ¿Y bien? -nos suelta, expeditivo.

Observo que, aparte de su trono de cuero acolchado, no hay más asiento en el despacho. Deduzco que el fulano tiene por sus visitantes la misma consideración que por la chusma que alberga y a la que, a todas luces, putea con insaciable deleite.

– ¿Podemos relajarnos un poco y charlar un rato? -pregunto.

– Esto es un centro carcelario, no un salón de té, comisario.

– ¡Ah!

Estupefacto por la acogida, Lino bambolea los ojos a diestra y siniestra a la vez que rumia su indignación.

El director se lleva los puños a la cadera con cara de fastidio.

– ¿De qué quieren hablar conmigo?

– Si está usted abrumado de trabajo, volveremos más tarde.

– Yo siempre estoy abrumado de trabajo. Es mejor que acabemos de una vez.

– De acuerdo, Kong, de acuerdo -mascullo, a punto de tirarle un viaje.

– Mi nombre es señor Bualem.

– Bien, señor Bualem. Me han dicho que algunos de sus huéspedes van a ser puestos en libertad a partir del primero de noviembre.

– ¿Se opone usted a las decisiones del rais?

Ahí pretende hacerme decir lo que no he dicho. Para desconcertarme. Respiro a fondo, me inspiro en las deflagraciones que retumban en mis sienes, arrugo los ojos para catalizar mi exasperación y le confío:

– Esto muy entre nosotros, señor Bualem, que le den por el mismísimo al rais, a sus eunucos y a todos aquellos que piensan que un poli no tiene derecho a calentar a esos asquerosos canallas que pretenden que se les tome por los guardianes del Templo -esta vez retrocede, lo cual me da más cancha-. Cierto, es usted quien manda aquí, en esta jaula de fieras, pero yo soy un bicho aparte y odio a los aprendices de domador. Por tanto, reserve para su zoológico su afanoso estilo, ¿vale? Yo estoy aquí por motivos profesionales.

En realidad, el paso atrás del gorila no era sino un repliegue táctico, pues lo convierte en impulso y vuelve a la carga, haciendo como si se tirara un pedo:

– ¡Tozz!

Lino, que está a mi lado, no acaba de creérselo. No por la agresividad del gorila sino más bien por las reticencias de mi réplica, pues, de costumbre, cuando mis berridos no acaban de convencer, los acompaño con hostias. Pero Lino no es de los que suelen pedir ayuda a sus neuronas. No sabe hacer nada sin un esquema. Si hubiese echado una ojeada a su fichero en lugar de plagiar viejos informes para impresionarme, se habría enterado de que el señor Bualem es cuñado de un mandamás venenoso y que es director de prisión para avenirse a la vocación familiar de meter en cintura a los recalcitrantes para, luego, humillarlos a su avío.

Digo con una sangre fría que desconocía en mí:

– Se trata de SNP…

– ¿Otra vez?

– El profesor Aluch…

– El profesor Aluch es un tarado. Un chiflado, ido de la olla y alucinado. Una comisión de expertos ha estudiado, caso por caso, al conjunto de los internos propuestos para ser liberados en el marco del indulto presidencial. SNP ha sido auditado, auscultado, puesto a prueba, sometido a distintos reactivos y declarado re-di-mi-ble. Por una comisión oficial, competente y creíble, formada por eminentes psicólogos y ejecutivos íntegros. Para mí es más que suficiente. Comisario, hay un decreto presidencial firmado. Usted es funcionario del Estado y debe comprender lo que es este tipo de decreto.

– Bueno… ¿Podemos ver al redimible?

– ¿Trae usted una orden?

– Sólo una tarjeta de crédito.

– Lo siento, los carceleros no son tan generosos como los cajeros, comisario.

– Estoy dispuesto a hipotecar mi camisa. No tardaré. Quiero verlo.

Menea la cabeza con desprecio.

– ¡Ni hablar!

Nos da la espalda.

Lino percibe el borboteo de mi ira. Me agarra por el codo en un intento de evitar lo irreparable. Lo dejo hacer. No me faltan ganas de inflar a patadas en el culo a ese pedazo de patán, pero no veo la necesidad. A veces se puede enderezar la sinrazón, pero jamás las mentes retorcidas. Es una cuestión de mentalidad.

El profesor Aluch me telefonea justo cuando me voy a meter en la cama. Mina me alcanza el auricular y se quita de en medio. Espero a que cierre la puerta para iniciar el debate:

– Dime.

– Llevo todo el día intentando dar contigo en tu despacho. Tu secretaria me dijo que no estabas.

Me doy cuenta de que es su manera particular de preguntar si era yo el que negaba con la cabeza a Baya.

– No te ha mentido, profesor. Estaba alarmándome siguiendo tus consejos.

Se le enardece la voz:

– ¿Has ido a ver al preso?

– Su director me lo ha impedido.

– ¿Por qué?

– Mi camisa no bastaba como aval.

El profesor refunfuña algo que queda solapado por un ruido de fritura, resopla y prosigue durante cinco segundos con su soliloquio.

– Por lo demás -lo tranquilizo-, he tenido una charla con un amigo abogado. Ha sido atento, cortés, pero categórico.

– ¿Es decir?

– SNP será indultado dentro de cinco días.

– ¿Cómo puede ser? -se rebela el profesor, carraspeando.

– Creo que está claro: nuestro presunto demente volverá a su casa y a llevar una vida normal.

El profesor suelta un rosario de tacos que remata con un suspiro de desconcierto:

– Es horrible. Están cometiendo un error monstruoso. No se puede tomar a la ligera un expediente tan explosivo. ¿Por qué no se me quiere hacer caso?

– Menudo favor nos habrías hecho si te lo hubieses cargado.

– No lo dirás en serio.

– Quizá, pero estoy cansado.

Una ojeada al reloj de pared me revela que no voy a tardar diez segundos en quedarme roque.

Tras una retahíla de protestas indignadas, el profesor pregunta:

– ¿Qué piensas hacer, Brahim?

– Dormir.

Capítulo 4

Estoy en el fondo del pasillo y llevo un buen rato observando a Lino, que hace carantoñas a su reflejo en el espejo del váter. Se contempla desde todos los ángulos, aplastando por aquí un pelo, verificando por allá los pliegues de su chaqueta, tan fascinado por la geometría olímpica de su perfil que ni siquiera repara en mí.

Ya por aburrimiento, y para no tirarme así el resto del día, me pego a él por detrás y lo arrullo muy cerca de la nuca:

– Espejito, espejito, ¿cuál es el pollito argelino que mejor sabe hacer el ganso?

Lino me mira de arriba abajo. No le agrada mi intrusión y empiezo a resultarle pegajoso.

– ¿Cuál es tu problema, comi?

– Tú tienes un problema, muchacho.

– ¿Y se puede saber qué te importa?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La parte del muerto»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La parte del muerto» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La parte del muerto»

Обсуждение, отзывы о книге «La parte del muerto» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x