Fernando Savater - La Hermandad De La Buena Suerte

Здесь есть возможность читать онлайн «Fernando Savater - La Hermandad De La Buena Suerte» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Hermandad De La Buena Suerte: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Hermandad De La Buena Suerte»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Esta novela obtuvo el Premio Planeta 2008, concedido por el siguiente jurado: Alberto Blecua, Alfredo Bryce Echenique, Pere Gimferrer, Álvaro Pombo, Carmen Posadas, Carlos Pujol y Rosa Regás.
Un caballo invencible que ya ha sido vencido, un jockey que desaparece misteriosamente cuando busca el secreto de la buena suerte, dos magnates sin escrúpulos que pretenden zanjar sus rivalidades en la pista del hipódromo… Ya se acerca la fecha de la Gran Copa, la carrera internacional que desata pasiones. Cuatro aventureros deben encontrar al desaparecido a tiempo para que pueda montar en la prueba crucial: mientras, cada uno de ellos lucha contra los fantasmas de su pasado. Su búsqueda los hará enfrentarse con enigmas y peligros, hasta el desenlace en una isla del Mediterráneo donde se encontrarán con la traición… y con el acecho de los leones. Una novela de aventuras, aliñada con gotas de metafísica y ambientada en el fascinante mundo de las carreras de caballos.

La Hermandad De La Buena Suerte — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Hermandad De La Buena Suerte», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En cuanto le hube escuchado, supe que nada me libraría de ser arrastrado a tan disparatada expedición. Sin vehemencia, sólo para cubrir el expediente de la cordura maltratada ante mí mismo, desgrané los más obvios reparos a la precipitación del plan improvisado: sería preferible antes de nada informar al Príncipe y planear la incursión con el resto del equipo, era indispensable desde luego explorar previamente los accesos de la fábrica a la luz del día, teníamos que preparar alguna explicación plausible por si nos cogían en flagrante allanamiento de la propiedad ajena, etc. Mientras, con tierna y agónica mirada, me iba despidiendo de las sobrias aunque confortables prestaciones de mi refugio hogareño: la vieja manta arrugada sobre el reposapiés, la bandeja con soportes metálicos gracias a la cual podía cenar en el sillón mientras veía la tele, los tres tomazos en rústica de las obras completas de Van den Borken acompañados por mi cuaderno de apuntes, la fotografía enmarcada de River Phoenix… Como era de esperar, el Comandante arrumbó mis objeciones con la condescendencia comprensiva pero firme de quien le niega un capricho al niño malcriado, aunque procurando no hacerle llorar. El tiempo urgía y sin duda el Príncipe nos agradecería que no estuviéramos ociosos mientras él debía trabajar en otro frente; además, el Comandante en persona ya había inspeccionado previamente la zona en días anteriores (¡no había nacido ayer!), en fin, que nada, que andando, cuanto antes salgamos antes volveremos.

– Venga, ponte algo cómodo y abrigado. No pensarás ir en bata…

Como el uniforme de comando lo tengo en la tintorería desde la guerra de Corea, me puse el chándal y zapatillas de deporte. Mi tirano hizo algunos comentarios desaprobadores sobre la frivolidad del conjunto y allá que nos fuimos. Cerré la puerta de mi apartamento con doble vuelta de llave y triple dolor de corazón. En la calle, aparcado con el mismo aire ufano y prepotente que su dueño había exhibido durante la invasión de mi casa, estaba el vehículo del Comandante: un enorme cuatro por cuatro, pesado como un tanque y del mismo color militar verde oliva, que parecía reclamar a gritos pintura de camuflaje. Trepé hasta el asiento del copiloto con cierto esfuerzo, esos colosos motorizados son tan altos que deberían llevar escalerilla plegable como las carrozas de antaño. El Comandante se entronizó en los mandos y arrancó con la debida viril brusquedad. Como si lo hiciera a propósito para que aumentasen mis agravios contra él, ya innumerables, se puso a rugir con entusiasmo la redundante sintonía de «Vámonos al Paraíso», precisamente aquella serie de la que cierta persona a la que intento olvidar ponía un episodio tras otro en el vídeo durante un atroz fin de semana, hace aún pocos meses.

Pero todo lo que puede empeorar no suele renunciar a hacerlo, es cosa de sobra sabida. Habíamos cruzado ya la zona más céntrica de la ciudad, luego la periferia modesta pero digna y después nos adentramos en suburbios cada vez más degradados. La iluminación urbana escaseaba de manera alarmante y yo empecé a sentirme incómodo. Si no me equivocaba, íbamos a… Con el rabillo del ojo y una mueca irónica, el Comandante seguía el proceso creciente de mi zozobra.

– ¿Estás nervioso? ¿Pasa algo?

– No conozco estos andurriales demasiado bien, pero yo diría que vamos hacia Ciénaga Negra.

– Naturalmente. No tenemos más remedio que pasar por allí. Nuestro objetivo está precisamente un kilómetro y medio más allá de Ciénaga Negra.

– ¿Vamos a cruzar Ciénaga Negra a estas horas?

– Hombre, tú dirás. A no ser que quieras que esperemos en el arcén hasta que amanezca…

No me pareció una idea tan disparatada, pero me callé. Ciénaga Negra era un poblado de chabolas y tugurios que había crecido a lo largo de los años al margen de la zona urbana, a despecho de cualquier regulación municipal y sin las mínimas infraestructuras de agua corriente o electricidad. Allí se hacinaba gente llegada de todas partes o, por decirlo con mayor precisión, huida de cualquier sitio. Era la tierra prometida del tráfico de drogas, de la venta de armas, de la prostitución infantil y del resto de los demás negocios de parecida ralea. La mayor parte de los delitos de sangre tenían lugar dentro de sus confines, pero quedaban impunes e incluso ignorados porque la policía rara vez se atrevía a asomarse por la Ciénaga, salvo en ocasionales redadas con fuertes contingentes armados y a plena luz del día. De noche, nadie en su sano juicio se acercaba por allí. Los grandes camiones de transporte de mercancías, tras numerosos asaltos, evitaban el poblado y preferían dar un enorme rodeo hasta llegar a la carretera general para salir de la ciudad. En cambio nosotros nos precipitábamos alegremente a la Ciénaga Negra, en plena oscuridad y con el propósito de atravesarla de parte a parte. Incluso con acompañamiento musical, porque ahora el Comandante silbaba vigorosamente una melopea que tanto podía proceder de «Criaturas de la noche» como de «Sexo en Las Vegas». Si no recuerdo mal, un lema contestatario de finales de los años sesenta del siglo pasado decía: «Que paren el mundo, que quiero bajarme.» Yo hubiera querido exigir que parase el cuatro por cuatro, para poder bajarme y así tener una oportunidad de seguir en el mundo. Pero estaba como hechizado por el vértigo de una situación que empeoraba a cada momento sin remedio. Todo era un despropósito tal que empezaba casi a divertirme o por lo menos había sacudido de mí cualquier sombra de aburrimiento: como dijo John Donne, nadie bosteza en el carro que le lleva al patíbulo.

El alumbrado urbano había desaparecido del todo, pero no faltaban aquí y allá luces ocasionales, incluso letreros de neón que anunciaban garitos de entrada gratuita y salida improbable. Debían de tener generadores de corriente o empalmes ilegales con los postes del tendido eléctrico. También abundaban las hogueras, en torno a las cuales se agitaba una horda irredenta de figuras enrojecidas y gesticulantes. «¿Serán los condenados -me pregunté- o los demonios que los atormentan?» Porque lo peor de todo era que esa caldera infernal estaba llena de gente: se los veía confusamente ir y venir, revolcarse en el suelo o correr agachados hacia quién sabe qué fechorías, mientras nos llegaban débilmente sus gritos, aullidos y hasta cánticos a través de las ventanillas herméticamente cerradas del vehículo. De vez en cuando, nuestros faros iluminaban de pasada escenas descoyuntadas e incomprensibles, pero siempre ominosas. Al menos, a mí me lo parecían.

– ¡Venga, Profe, arriba ese ánimo! -vociferaba jubiloso el Comandante-. No irás a decirme que tienes canguelo…

– Si no me lo preguntas, me ahorrarás una confesión vergonzosa.

– Oye, que siempre te he tenido por un tipo bastante bragado aunque seas un poquito… así. Pero seguro que de niño fuiste miedoso, ¿a que sí? No te avergüences, yo mismo, aquí donde me ves, era cobardica a los seis o siete años. Y seguro que no adivinas lo que más miedo me daba.

– La bomba atómica.

– Je, je, no, eso no. Me aterraban las escaleras mecánicas en el metro o en los grandes almacenes. ¡Imagínate! Acababa de llegar del pueblo con mi madre y allí no había nada de eso: ni metro, ni grandes almacenes ni escaleras mecánicas. Mi madre me llevaba con ella a comprar y a cada paso había que subir o bajar (¡bajar era mucho peor!) por una de esas escaleras. Yo no quería montarme en esa cosa traqueteante, estaba seguro de que me tragaría el pie por alguna de sus rendijas. ¡Nam, ñam! Me quedaba clavado al borde del abismo, llorando a todo llorar, mientras mi pobre madre subía y bajaba cuarenta veces para demostrarme que no había peligro. Pero sí que había peligro. Una vez, después de haberme decidido a viajar arriba y abajo por ellas, pisé mal y me caí de culo. ¡Malditos chismes!

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Hermandad De La Buena Suerte»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Hermandad De La Buena Suerte» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La Hermandad De La Buena Suerte»

Обсуждение, отзывы о книге «La Hermandad De La Buena Suerte» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x