– ¿Qué planes tenéis, Sebastià?
– Supongo que sois conscientes de lo peligroso que sería tener a Lloris por alcalde.
– Claro que sí, pero también lo somos de la dificultad inherente al hecho de explicar a nuestro electorado un pacto con vosotros.
– Para mí -dijo Jofre-, Lloris es como un problema de Estado. La ciudad sería un caos. Daríamos una imagen lamentable. Creo que nuestros votantes lo comprenderán si llegamos a un acuerdo.
– ¿Un acuerdo para presentarnos juntos a las elecciones? -preguntó Petit-. No lo aceptaremos.
– Tú ya gobiernas con los conservadores -le reprochó Madrid.
– Eso es muy distinto.
– Un momento, estoy hablando de acuerdos postelectorales. Además, si hacemos públicas las diferencias aún facilitaríamos más el triunfo de Lloris.
– Tendremos que discutirlo, ¿no? -Petit.
– Sí, pero nada de hacerlo público. Nadie debe saber que estamos en conversaciones. Ni siquiera nuestros comités ejecutivos. No hay que transmitir a la opinión pública la sensación de que estamos preocupados.
– La opinión pública no es idiota, y la prensa todavía lo es menos -dijo Madrid.
– Veo un problema en tu estrategia -intervino Petit-. Supongamos que Lloris no obtiene la mayoría absoluta (en las encuestas está rozándola). ¿Quién me garantiza que ninguno de vosotros dos lo ayudará a cambio de cesiones de poder en áreas que os interesen?
– ¿Y quién nos garantiza a nosotros que no lo harás tú? -objetó Madrid-. Ya hiciste algo impensable: dar el Govern a los conservadores precisamente por lo que acabas de decir, para asumir áreas de poder.
– Por favor, Josep y Francesc, no llegaremos a ninguna parte si nos peleamos entre nosotros.
– No firmaré ningún pacto -Madrid.
– Yo tampoco. Lo único que sé es que hay y seguirá habiendo intereses muy fuertes en el Ayuntamiento que tanto socialistas como conservadores queréis controlar: el Parc Central, el Parc de Capçalera, la concesión de Aguas de Valencia… No seamos hipócritas, quien gobierne recibirá grandes favores de los beneficiarios.
– Tú ya te beneficiaste de Lloris.
– Escuchad, por favor… -intentaba pacificar Jofre.
– Es obvio que Lloris hizo un favor al Front y que tendréis que devolvérselo.
– No devolveremos nada. Y en todo caso más vale que no hablemos de favores.
– Nosotros -replicó Madrid- hemos recibido favores, como todos. Pero la diferencia es que los recibimos de gente que no nos condicionaba. En cambio vosotros tenéis que devolverlos. ¿Cómo me garantizas que no seréis la fuerza decisiva? Lo habéis hecho con los conservadores.
– No tienen que devolver ningún favor -dijo Jofre. Miró a Petit buscando su aprobación para revelar el secreto. El secretario general del Front se la otorgó callando-. Dejemos las cosas claras: Lloris es presidente del Valencia porque el Front le ha devuelto el favor.
– ¿Cómo? -se extrañó Madrid.
– Chantajeándonos.
Petit quiso protestar.
– De acuerdo, de acuerdo. Te pido disculpas, Francesc. A lo mejor no he utilizado las palabras más adecuadas. No obstante, de alguna forma tenemos que explicárselo a Josep.
– Explicaos. Sois una caja de sorpresas.
– Lloris, él sí, chantajeó al Front amenazándolos con que, si no lo ayudaban a convertirse en presidente, convocaría una rueda de prensa denunciando que les había entregado cuatrocientos millones de pesetas para la última campaña electoral. Por eso alcanzaron el siete por ciento.
– Por eso y por nuestras propuestas. Si nos referimos exclusivamente a las ayudas económicas, el porcentaje de éxito de vuestras propuestas sería más bien nulo.
– Muy bien, no voy a discutir ahora -contestó Jofre-. Continúo: el Front nos amenazó con echarnos fuera del Govern si no concedíamos a Lloris un crédito para comprar a Bouba y el paquete de acciones de Lluís Sintes. ¿Correcto, Francesc?
– Correcto, pero os amenazamos porque no tuvimos más remedio.
– Por desgracia, Júlia Aleixandre actuó personalmente en el asunto. Si nosotros…
– «Si vosotros…» ¿qué? -se irritó Petit.
– Quiero decir que hubiéramos buscado otra solución. Acceder a que Lloris se convirtiera en presidente del Valencia era una locura. Es un trampolín perfecto para saltar a la política. No hace falta que os explique a estas alturas la repercusión social del fútbol. Sobre todo la de un equipo de éxito. Eso es lo que ha pasado, Josep.
– Pues ya os las arreglaréis como podáis. -Josep Maria Madrid se levantó.
– No te vayas tan deprisa. -El tono de Jofre era sutil pero amenazador-. Tenéis tantos cadáveres en el armario como nosotros. Si te vas, si empiezas una guerra, contestaremos. Todos saldremos perdiendo. Llenaremos de más mierda aún la política y nos desacreditaremos ante los ciudadanos. Se lo pondremos muy fácil a Lloris. No es hora de pensar en intereses partidistas.
Madrid volvió a sentarse.
– Habéis sido unos inconscientes -les reprochó.
– Tienes razón, pero ahora debemos tratar de resolver un problema que nos perjudica a todos. Tenemos un enemigo común y la única forma de combatirlo es uniéndonos.
– Insisto en lo que he dicho antes: ¿qué pasará si Lloris necesita el voto de alguno de nosotros para ser alcalde?
– Tendremos que confiar unos en otros.
– Mucha confianza me pides, demasiada -dijo un Madrid escéptico.
– Si el Valencia no gana ningún título, Lloris lo tendrá más difícil -apuntó Petit.
– No podemos confiar sólo en eso. Además, por desgracia, la trayectoria del equipo es magnífica. Si sigue así, ésta será la mejor temporada en la historia del club.
– Tengo entendido que quiere fichar a otra estrella cuando se abra el mercado de invierno -advirtió Petit.
– En el mercado de invierno quedan pocas estrellas -aclaró Madrid, culer y muy aficionado al fútbol.
– La información que tengo es que se trata de un gran jugador que ha pasado mucho tiempo lesionado y que pronto volverá a jugar.
– ¿Y no lo retendrá su club?
– Su contrato expira esta temporada. Si no lo venden ahora lo perderán sin ganar un euro.
– ¿Quién es? -se interesó Madrid.
– Un italiano, pero no me han dicho quién.
– Escuchad, dejémonos de fútbol.
– ¿Cómo quieres que nos dejemos de fútbol si dependemos de los goles? -replicó Petit.
– Os propongo una estrategia: ir desacreditando progresivamente a Lloris de manera subliminal, sutil, pero insistente. Sin tocar su labor presidencial. Al contrario, dando a entender que para el ambiente del fútbol, tan enloquecido, es ideal, pero que el mismo personaje con responsabilidades políticas sería un desastre para los ciudadanos.
– Los ciudadanos también están enloquecidos. El fútbol hace enloquecer a todo el mundo -dijo Madrid.
– Debemos hacer pedagogía respecto a su personalidad. Explicar la nefasta experiencia de Gil y Gil en Marbella. Advertir a los ciudadanos lo que supondría que un hombre como Lloris fuese alcalde de una ciudad tan importante.
– Y que se quede en eso -aportó Petit-. Si obtiene un éxito electoral notable dará el salto a la Generalitat.
– Castellón y Alicante no votarán a un presidente del Valencia (ha anunciado que no abandonará el cargo: ¡lo que nos faltaba, un Berlusconi a la valenciana!). En eso la falta de vertebración del país nos hará un gran favor -dijo Madrid.
– Si lo explicamos bien, si no nos peleamos, los electores lo entenderán -añadió Sebastià.
– Los electores ya le están dando prácticamente la mayoría absoluta -dijo un Andrés Tormo que por fin se decidió a intervenir-. Quizá sería contraproducente desacreditarlo, ya que podríamos ofender a miles de ciudadanos que creen en él.
Читать дальше