Inma Chacón - La Princesa India
Здесь есть возможность читать онлайн «Inma Chacón - La Princesa India» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:La Princesa India
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
La Princesa India: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Princesa India»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
La Princesa India — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Princesa India», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
La nodriza no paraba de llorar. Se abrazó a Diamantina y se dejó llevar por el recuerdo.
– No soportaré verlas en otra procesión.
Diamantina le daba palmaditas en la espalda.
– ¡Vamos! ¡Tranquilízate! Queda mucho tiempo para el Auto, no te derrumbes todavía, tus hermanas te necesitan fuerte. Y yo también. Recuerda que mañana será un día importante. Diremos adiós a la jaula.
Sólo quedaban algunas horas para que abandonaran el palacio, la nodriza se recompuso y se secó los ojos.
– ¡No te preocupes! Ya estoy bien. Tienes razón, ahora lo más importante es que mañana volarás.
Al cabo de unos momentos, Olvido apareció en el dormitorio con un papel en la mano. Después de leerlo, Diamantina lo arrojó a la chimenea, cerró la puerta y habló en voz baja dirigiéndose a su nodriza.
– Tenemos que estar preparadas a las once y media. Las criadas de la princesa vendrán al palacio vestidas de doña Aurora y de Valvanera. Fingirán que vienen a verme antes de irse a misa. Doña Aurora, Valvanera y Mamata esperarán un rato, hasta calcular que haya empezado el ofertorio, y saldrán en el carruaje.
El aya miró a la esclava y después a Diamantina.
– ¿Qué pasará con Olvido?
La joven tomó las manos de su esclava entre las suyas.
– Tú te quedarás hasta que mande a buscarte, cuando estemos instaladas. Le dejaré una carta a mi esposo, sabrá por qué me voy y dónde podrá encontrarme. No tienes nada que temer, no irá contra ti.
La noche se había cerrado de repente. Las campanas de la iglesia anunciaban las siete y media cuando el mayordomo llamó al dormitorio. Olvido esperó a que su señora se metiera en la cama y abrió.
– ¡Buenas tardes, señora! ¿Da usted su permiso?
– ¡Buenas tardes, Fermín! ¡Pasa!
El mayordomo venía acompañado de dos sirvientes que arrastraban un baúl.
– Señora, don Manuel me ordenó que si la serpiente aparecía otra vez, preparáramos su equipaje y la lleváramos a la Gavilla Verde. Me acaban de decir que un cura de la Puebla la ha visto esta misma tarde. El coche os espera.
Diamantina miró a Olvido y a su aya. Las tres mujeres pusieron la misma cara de espanto. La nodriza se acercó a los criados y les señaló el lugar donde debían dejar el arcón.
– No son horas para andar de viaje con una enferma. Está muy débil, debería descansar.
La señora se tocó la frente y buscó la mano de su esclava.
– Así es, debo reponer fuerzas antes de iniciar el viaje. Volved mañana después de la misa de doce. Estaré preparada.
Cuando el mayordomo se marchó, Diamantina se levantó y las cogió a cada una de una mano.
– ¡Por favor! No me dejéis sola esta noche.
4
Valvanera escuchó ruidos en la plaza y se asomó al balcón. Un sacerdote al que nunca había visto se disponía a subirse al borde del pilar con la ayuda del hombre de negro. La plaza estaba vacía.
– ¡Juan! ¡Ven a ver esto!
El sacerdote se remangó la sotana y señaló en dirección a los montes de El Castellar.
– ¡Hermanos! Mis ojos han sido testigos de la herejía de los alumbrados. Dios ha querido que este demonio, que tantos años se había ocultado en los corazones de la gente, se presente ante mí como la sierpe antigua del Castellar. Ha llegado el tiempo en que las obras de Satanás se manifestarán al mundo como una fiera espantosa. El terrible monstruo se ha revelado en vuestra villa como una serpiente emplumada.
Mientras el cura lanzaba su arenga, los ojos del comerciante no dejaron de mirar hacia los balcones del palacete. Sonreía y acariciaba su zurrón. Los dos parecían borrachos. El resto de las ventanas que daban a la plazuela se iluminaban a medida que se oían los gritos. Juan de los Santos la obligó a retirarse de los cristales y volver a la cama.
– No hagas caso de ese patán. Seguro que es un impostor, los curas sólo dan sermones en el púlpito. ¡Duérmete! Mañana será un día muy largo.
Pero Valvanera no tenía sueño. Hacía más de dos horas que intentaba dormir sin conseguirlo.
– No puedo dormirme, Juan, tengo miedo de lo que pueda pasar mañana.
Tampoco Juan conseguía dormirse, cada vez que Valvanera se daba una vuelta, él se giraba hacia ella y se encontraban los dos con los ojos abiertos.
– No pasará nada. Este desgraciado tendrá que tragarse las infamias que ha dicho sobre nosotros, eso es lo que pasará. Y empezaremos a vivir otra vez, como si él no hubiera existido.
En la habitación de al lado se escuchaban los pasos de la princesa que caminaba de un lado para otro. Ella tampoco podía dormir. En la lejanía, se escuchaba la música de la calle del Pozo.
Valvanera acopló su pecho a la espalda de su marido hasta que el cielo comenzó a clarearse y les venció el sueño. Les despertó doña Aurora aporreando la puerta. La pequeña Inés no había reclamado su leche cuando se hizo de día. Eran las nueve de la mañana.
Tomó un baño después de darle el pecho a la pequeña y se reunió en el piso de abajo con Mamata, con la princesa y con las dos criadas que tenían que disfrazarse.
Nada más verla llegar, la princesa les pidió que la acompañaran a su habitación. Mamata y Valvanera subían las últimas. Valvanera sujetó a la niñera por un brazo y le habló en voz baja.
– ¿Qué saben estas dos?
– Sólo que tienen que ponerse vuestros trajes y dirigirse al palacio de Diamantina antes de la misa. Y que habrá una bolsa con cien maravedís para cada una si conservan la boca cerrada.
Vistieron a las mozas con sus ropas y las vieron salir del palacete media hora antes de que empezara la misa. En ese mismo momento, ellas subieron al coche que las conduciría a la libertad o al desastre.
Mamata se enredaba el mandil entre los dedos. Debajo de su capa, María y Miguel se reían pensando que jugaban al escondite.
Frente a ella, la princesa mantenía la cabeza en alto, las manos reposando en las sayas, el cuerpo erguido, como una emperatriz en el momento de recibir su corona. Valvanera la envidió, le hubiera gustado tener su tranquilidad, pero temblaba tanto que casi no podía desabrocharse la blusa para darle el pecho a la niña.
Su esposo la observaba detrás de los cristales.
– Recordad, no debéis parar hasta que no hayáis llegado. Cuidaos mucho. Me reuniré con vosotras muy pronto.
Valvanera sintió cómo se le escapaba una lágrima. Se despedía de él por primera vez desde que llegó al palacio de los capitanes herido en la cabeza. Desde que le prometió que cuidaría de ella toda la vida.
Esperaron en el carruaje hasta que calcularon que la misa ya habría empezado. Juan le dio dos golpes a la carrocería. El hijo menor de Mamata abrió el portón y se subió al pescante. El cochero levantó su látigo y lo dejó caer sobre los caballos. La princesa se cubrió la cara con la capa, ella la imitó.
Juan permaneció con la mano levantada hasta que doblaron la esquina.
Salieron por la ronda tan deprisa como podía avanzar el carruaje en la ciudad. En la puerta de la muralla les esperaba un jinete que se colocó a la altura de la portezuela y cabalgó a su paso.
Capítulo X
1
En el comedor de don Diego Sepúlveda, don Lorenzo sostenía el cofre con el anillo y el besador, deseando ver la alegría de doña Aurora cuando lo pusiera en sus manos. Una docena de miradas se clavaba en el tapiz que escondía la puerta por donde deberían entrar las criadas con el ecónomo. Los ruidos que se escuchaban al otro lado del muro indicaban que ya habían cruzado el pasadizo. Alguien movía la piedra que ocultaba la manivela secreta.
Al cabo de unos instantes, se escuchó un chirrido oxidado. Don Diego descorrió el tapiz y dejó a la vista la puerta por donde salieron las tres figuras que esperaban.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «La Princesa India»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Princesa India» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «La Princesa India» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.