Mercedes Salisachs - Goodbye, España
Здесь есть возможность читать онлайн «Mercedes Salisachs - Goodbye, España» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Goodbye, España
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Goodbye, España: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Goodbye, España»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Goodbye, España — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Goodbye, España», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
De hecho, lo que de verdad me dolía era comprobar que, pese a haber sido alguien excepcional en su tiempo, en la actualidad, al igual que yo, Pastora es una vieja exiliada.
Su exilio no es como el mío, pero también existen destierros sin moverse de la tierra. El tiempo no sabe cooperar con lo que destaca. El tiempo es el gran aliado del olvido.
Tras aquella larga comunicación con los fieles que se adentraron en el palacio de los Alba para testimoniar su nostalgia de la corona, el doctor Nicod me abrumaba con sus constantes recomendaciones:
– Vuestra Majestad está abusando de sus fuerzas.
En vano le dije que las fuerzas morales suelen reforzar las endebleces físicas.
– En efecto, estoy cansada, pero a veces ciertas fatigas alegres son mucho más favorables para la salud que los descansos tristes -le dije al doctor.
Pero no conseguí convencerlo.
– Vuestra Majestad está muy delicada. No debe tentar al destino.
– Si el destino existe, nada puede ya torcerlo -le respondí.
Sin embargo, a instancias de los Alba, también anoche cené a solas en la salita contigua a mi dormitorio.
– Ahora ya no me importa morir -le dije al doctor-. He conseguido volver a España.
Al despertar esta mañana, me comunican que la mujer de Juanito me ha llamado por teléfono desde Zarzuela. Inmediatamente me he puesto en contacto con ella: me dice que está ya en condiciones de acompañarme con mi nieto a donde yo quiera.
Juanito está deseándolo. Le expongo mi proyecto:
– Me gustaría visitar la iglesia de los Jerónimos, volver a pasar por la calle Mayor y recorrer con vosotros todo lo que viví el día de mi boda.
Sofía comprende. Sofía es una mujer excepcional. Aunque los designios del General son siempre arcanos que se disfrazan de indecisiones, la lógica me da a entender que mi nieto Juanito algún día será Príncipe de Asturias. Lo merece. Es inteligente, tenaz y sobre todo ama su tierra como la amó su abuelo y, actualmente, la ama su padre.
No obstante, resulta precario penetrar en los insondables propósitos del dictador. Ni siquiera mi hijo, señalado por su padre como legítimo sucesor de la corona cuando él muera, ha podido tener de Franco respuestas fidedignas y bien argumentadas.
Tras la renuncia del hasta entonces heredero, por su enfermedad y su triste boda con la cubana Edelmira Sampedro, de origen mulato, mi marido consiguió que nuestro hijo Jaime, por haber estado casado por segunda vez también morganáticamente y verse afectado por una sordera incurable, renunciase lógicamente a ser rey. Renuncia que afectaba asimismo a sus dos hijos: Alfonso y Gonzalo, habidos en su primer matrimonio con Emanuela de Dampierre.
Quedaba Juan. Según todo lo previsto, es Juan quien por decreto real deberá ser considerado rey cuando llegue el momento de restaurar la monarquía.
Pero el General da largas. No acaba de decidirse. La falta de un trono no le afecta demasiado. De algún modo ha conseguido que su dictadura tenga matices de un reinado totalitario cuyo rey sin corona es él.
Habrá que esperar a que Franco muera para que Juan pueda asumir sus derechos bien asentados por mi marido. De momento mi hijo Juan continúa en Estoril, donde se instaló con su familia para estar cerca de España.
También la vida de ese hijo mío ha sido muy dura. Los «ingratos día a día» de nuestro proseguir por el exilio siempre son susceptibles de sorprendernos con algo horrible por lo inesperado: ese tipo de contratiempos que, de puro crueles, se nos antojan ficciones destinadas a desmontar los principales contrafuertes de nuestras vidas.
Como todo lo que destruye sin derecho a un remedio, llegó de improviso como llegan los huracanes que lo arrasan todo.
Olvidar aquel dolor nunca ha sido posible. Las heridas del alma difícilmente cicatrizan. Siempre duelen. Sobre todo cuando los que las causan son dos seres queridos. Aquella vez los protagonistas fueron Juanito y Alfonso. Aquel niño inteligente y bondadoso que, rebosando vida, cayó fulminado por un disparo torpe de una bala que jugaba al escondite en manos de su hermano mayor.
Ambos creían que el arma, por lo antigua, estaba descargada. No podían sospechar que jugar con ella podía suponer jugar con la muerte.
La pérdida de aquel nieto mío me estaba arañando el alma con un dolor que negaba cualquier sosiego. Pero tal vez me dolió todavía más observar la desesperación de Juanito, sin consuelo posible, mientras aquella culpa que nunca tuvo se empeñaba en instalarse en su desconcertada inocencia: «He sido yo», me dijo cuando al llegar a Estoril lo abracé con fuerza. «No merezco consuelos. No merezco nada.» Se notaba culpable con el terrible peso de la inocencia destruida en mil pedazos.
¿Cuántos años de vejez prematura se instalaron en la todavía corta vida de mi pobre nieto? ¿Cómo convencerlo de que su enorme sufrimiento por aquel horrible suceso carecía de culpa?
Únicamente los años podían ir borrando lentamente la gigantesca impresión de culpabilidad que lo estaba trastornando. Pero lo que no puede olvidarse es el vacío que surge tras una impresión tan dolorosa: no admitía aceptar que aquel hermano querido, que soñaba alegrías, proyectos y esperanzas, ya no era, ya no estaba, y en cambio él continuaba viviendo como si la muerte de su hermano fuera sólo un incidente sin importancia.
Creo que nunca quise tanto a mi nieto Juanito como entonces. En él se iban acumulando todos mis amores perdidos en los socavones más destructivos de mi propia vida. Ver sufrir a un adolescente, con dolor de anciano, es algo incongruente, algo que no puede razonarse ni justificarse.
Y eso era lo que yo advertía en la inmensa desolación de mi nieto: una suerte de vejez prematura, una rampa por la que se iba deslizando hacia la equidad del abismo, sus sueños e ilusiones destruidos y sobrecargados de un remordimiento totalmente vacío de culpa.
Mucho debió de costarle a mi nieto Juanito recuperar su derecho al equilibrio.
Sólo el amor de la familia y la inteligencia serena con que fue tratado pudieron salvar las vaguedades envenenadas de dudas y certezas que, a medida que la vida transcurría, se le iban acumulando en los terribles insomnios nocturnos y en los sueños diurnos de un futuro que siempre para él se convertía en pasado.
Afortunadamente, la mujer que eligió como esposa es a mi modo de ver, y no creo equivocarme, un bello cielo sin nubes, un alma limpia capacitada para aceptar un futuro todavía disperso en vaguedades, y una placidez que no precisa estimulantes para sobrellevar los inesperados desasosiegos que ofrece el inestable fluir del futuro.
Pase lo que pase, tengo la convicción de que esa nueva nieta mía sabrá sortear con talento y una gran dosis de sencillez lo que el destino le depare.
Recuerdo ahora que a su boda en Grecia, todavía engrandecida por una monarquía que parecía estable, Bee no asistió. Sólo Ali, su marido, ya muy desgastado y con la mirada algo ida, estuvo presente en las dos ceremonias religiosas y en los banquetes que se celebraron aquellos días.
En cierto modo, su ausencia en la boda de Juanito me alegró. Aunque siempre fingí ignorancia de lo que hubo entre ella y mi marido, tras la expulsión disimulada que su actitud impuso, la desconfianza disfrazada de amistad fue la mejor manera de afianzar nuestro distanciamiento.
Cuando el matrimonio regresó a España se instaló en el sur, lejos de Madrid. Sin duda aquella lejanía propició que mis cartas fueran amables. De hecho la distancia que mediaba entre nosotros no obstruía una amabilidad que la cercanía hubiera mermado.
Por eso aquella misma noche, para cumplir una promesa que le hice cuando desde Lausana me fui a Grecia, le mandé un largo pliego explicándole con gran lujo de detalles la boda de mi nieto Juanito con Sofía de Grecia.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Goodbye, España»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Goodbye, España» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Goodbye, España» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.