Mercedes Salisachs - Goodbye, España

Здесь есть возможность читать онлайн «Mercedes Salisachs - Goodbye, España» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Goodbye, España: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Goodbye, España»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Novela que retrata la vida de la reina Victoria Eugenia y aporta nuevos datos acerca de la vida de esta soberana, de la que se cumplen 40 años de su muerte.

Goodbye, España — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Goodbye, España», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La casa se hallaba en la avenida del Valle, tenía dieciocho habitaciones, sótano, dos plantas y un torreón. Poseía dos jardines. El frontal se cubría de grandes setos de flores y algún árbol frutal. En el trasero se extendía un pequeño huerto con gallinero y un gran almacén para que la actriz pudiera guardar el vestuario que utilizaba en sus representaciones.

Todo eso lo supe a través de los chismorreos que circulaban por los pasillos del palacio. Nada más endeble que un secreto robusto y bien nutrido guardado por varios sectores de distintos grupos sociales.

Aunque la mayoría se perdían en el camino, los esenciales nunca dejaban de introducirse en mi vida. Y allí se quedaban como se quedan las cicatrices de una herida mal cura da. Las reinas no podemos permitirnos el lujo de airear nuestras llagas más dolorosas. Debemos admitirlas y administrarlas con la serenidad de los enfermos sedados, mientras se les está comunicando que van a morir.

Eso fue lo que en cierto modo experimenté cuando llegaron a mis oídos las noticias relacionadas con el gran amor que mi marido experimentaba por Carmen Ruiz Moragas. Muertes pequeñas que la conformidad sedaba. Un amor que con sus altibajos duró aproximadamente quince años. Supongo que, una vez en el exilio, Alfonso intentó convencer a la mujer que le había dado dos hijos para que se reuniera con él. Pero nunca lo logró. Carmen estaba ya enamorada del crítico literario Juan Chabás y mi marido ya no era el rey que enaltecía su calidad de preferida.

Al margen de todo ello, debo reconocer que el año 1929 enriqueció notablemente mi vida. Pese a las protestas y malestares que la dictadura causaba, España brillaba en el mundo entero gracias a las importantes Exposiciones Internacionales que tuvieron lugar en Sevilla y Barcelona.

Lo más avanzado se podía contemplar en los inmensos pabellones que se alzaban en Montjuïc o en la plaza de España de Sevilla. Recuerdo ahora la entrada de nuestro carruaje tirado por cuatro caballos bajo un sol tórrido que en mayo sólo es verdaderamente sol en una ciudad andaluza. Nuestro hijo Alfonso acababa de cumplir veintidós años. Pero su delicada salud le impidió presenciar lo que, a todas luces, constituyó un gran espectáculo.

Tampoco en la exposición de Barcelona pudo mi pobre enfermo formar parte del cortejo. Sólo nos acompañaron nuestro hijo Jaime y las infantas.

El acto solemne tuvo lugar en un majestuoso salón del Palacio Nacional, engalanado con tapices soberbios que representaban los principios de la conquista americana por los españoles. Aquel día se celebró un gran banquete en el palacio de las Bellas Artes.

Fue un año de grandes cambios en el mundo. Especialmente por el desplome que se avecinaba en la Bolsa de Nueva York.

No obstante, para mí el cambio más importante consistió en tratar por primera vez al hombre que supo salvar con apoyos y consuelos la nave que amenazaba naufragar en el océano siempre desierto de mi propia vida.

***

Esta vez el vehículo que aguarda mi salida del palacio de Liria para trasladarme al hospital de la Cruz Roja es un coche de lujo con un conductor uniformado y un policía vestido de lacayo.

Tras el jardín se amontonan infinidad de curiosos o amigos de la monarquía que en cuanto me ven salir por la puerta principal rompen a aplaudir y a vitorearme de nuevo.

Yo no ceso de saludar sonriendo a todos los que me aclaman. Pero la emoción continúa jugándome malas pasadas. Algo que se me agolpa en el pecho convierte mi sonrisa en un delator lagrimeo.

Me pregunto ahora qué hubiera ocurrido si en vez del desabrido retorno a España que el general Franco me impuso se me hubiera recibido con los protocolos y los homenajes propios de una reina. Creo que el entusiasmo que me rodea en este momento no hubiera sido superado.

Entrar en el recinto ha sido como adentrarme en un sueño tergiversado. Nada es igual a lo que yo dejé. Todo se me antoja distinto, pero también yo he cambiado. Los caminos de la vida nunca son rectos. Las circunstancias van sembrándolos de sinuosidades ineludibles.

Ni siquiera los hábitos de las monjas son como los que vestían cuando inauguré el local que estoy visitando. Alguna religiosa vieja se acuerda de mí, pero la mayoría son jóvenes.

Tampoco conocen la odisea de nuestro destierro, ni las vicisitudes del exilio, ni los horrores de la guerra. No obstante, la obra que yo había iniciado no sólo persistía sino que se había multiplicado.

Los militares me saludan firmes, los médicos me custodian, las enfermeras me sonríen como si contemplaran un pedazo de historia recuperada.

Pero de hecho nadie conoce a esa mujer de cabello cano que, a medida que se adentra en el hospital, tiene la impresión de que los que la aplauden y jalean únicamente la ad miran porque fue alguien importante hace ya muchos años. Estoy convencida de que nadie de los que en estos momentos me rodea sabe hasta qué punto la importancia que admiran me convirtió en un ser vulnerable y sumido en el desconcierto de tantos y tantos interrogantes que me acosaban.

¿Por qué me aplauden? ¿Por haber sido reina? ¿Por mantenerme viva? ¿Pueden ni siquiera sospechar la cadena de dolores que fue jalonando mi existencia? ¿Qué saben de esta pobre anciana que agradece con sonrisas una acogida calurosa?

Las miradas que me rodean sólo captan lo que capta una máquina fotográfica. Ninguna de ellas se adentra en lo que se oculta en el retrato articulado que están contemplando.

De mis caídas y mis flaquezas únicamente Dios es testigo. Sólo Él conoce a fondo mis «lejanías». Y aquel ayer intimista con todo lo que quedó atrás. También desconocen mis limitaciones, mis errores, mis ríos desbordados y mis imperdonables debilidades cuando en los últimos años de nuestro reinado decidí cambiar los propios esquemas para tratar de conquistar esa gran mentira que aquí en la tierra denominamos felicidad.

DÍA CUARTO

Sábado, 10 de febrero de 1968

Sentada en un cómodo sillón y flanqueada por el duque de Alba y la señora Rich, en la tarde de ayer recibí en el palacio de Liria a varios centenares de personas que deseaban verme y reiterar su fidelidad a la monarquía. Tres generaciones habían pasado desde mi obligada ausencia. Pero el homenaje que se me tributó parecía arrancado de los años en que llegué a España como prometida del rey.

De nuevo la sonrisa se balanceaba en mis labios por culpa de la guerra que la emoción declaraba a mi inmensa alegría. Pero me esforcé para no llorar.

La gente que me rodeaba no pertenecía sólo a la nobleza. También estaban los que ya viven olvidados en la retaguardia pero continúan queriendo y admirando a su reina.

Entre aquella emotiva colectividad de personas fieles a la monarquía descubrí a la genial mujer y artista que fue Pastora Imperio.

Cuando se acercó a mí le di un abrazo. También ella ha envejecido, pero en mi recuerdo su arte continúa vigente, joven y lozano.

Ella rompió a llorar descaradamente. La emoción de los artistas no tiene dique.

Le dije que no la había olvidado, que su arte siempre me pareció importante y que, aunque el tiempo pasa, el arte nunca muere, ni se borra, ni se arrincona en el desván de los trastos viejos.

Consciente de que nuestro encuentro estaba entorpeciendo la cola de la gente que deseaba saludarme, Pastora se retiró pronto tratando de sofocar sus sollozos.

Creo que, de todas las personas que ayer por la tarde vinieron a visitarme, fue Pastora Imperio la que produjo en mi alma la huella más profunda de mi retorno a España.

Al retirarme a mis aposentos, se lo dije a la señora Rich: «¿Sabes, Pepita? Me ha emocionado mucho ver a esa mujer. En mi juventud, Pastora era una institución muy destacada en el ambiente artístico».

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Goodbye, España»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Goodbye, España» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Goodbye, España»

Обсуждение, отзывы о книге «Goodbye, España» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x