– Si pone en la sartén crema en vez de vino, la salsa le quedará espesa y de color marrón claro, y si sigue usando vino tinto, la salsa será marrón rojizo y más clara. La elección es cosa suya.
Voy también a la librería y hojeo dos libros de cocina: están en el dialecto local y uno se dedica exclusivamente, por lo que puedo entender, a platos de calamares. Los libros tienen aspecto de ser bastante antiguos, se nota por la ropa de la gente sentada a la mesa de un banquete y por los colores de los platos, pálidos y desvaídos.
Al final voy a ver a la señora del restaurante y le pido que me enseñe a cocinar uno o dos platos. Llevo a la niña a todas partes, así habrá mayor probabilidad de tener algún éxito. La señora trae ajos y dice que si sé usar el ajo ya sé cocinar. Descuelga de la pared toda una ristra de ajos, elige unos cuantos y me hace practicar la forma de abrirlos, pelarlos, picarlos y machacarlos. Me hace repetirlo varias veces y añade que se me da bastante bien. Mientras me dedico a los ajos en la tabla de cortar, ella se ofrece a ocuparse de la niña. Luego se ofrece a enseñarme a cocinar calamares. A cortarlos en trozos, añadir aceite y meterlos en la olla; lo vuelve a explicar y me hace repetirlo dos veces. Me pregunta lo que sé cocinar y le hablo de la carne de ternera con patatas y salsa.
– En lugar de patatas puede poner arroz -me dice-, una taza de arroz por cada taza de agua, se baja el fuego cuando empieza a hervir y se deja hervir diez minutos en la olla, con la tapadera puesta.
Hace que se lo repita dos veces. Cuando voy a darle las gracias por su ayuda, mira la cocina por un instante y vuelve al momento con un cuenco que me entrega.
– Budín de ciruelas -dice-. Puede tomarlo de postre. También podría cocinar yo por ustedes si es necesario, y se lo lleva usted mismo a casa.
Luego me pregunta si puede quedarse la niña un momento más, y yo le digo que sí. Hora Sol le da unas palmaditas a la mujer en las mejillas con sus deditos cortos y gordinflones, a continuación estira los brazos por encima de la cabeza y pone las palmas por un instante sobre la cabeza de la señora, como un sacerdote bendiciendo a un niño.
Camino de casa paso por la carnicería a comprar ternera. Cuando ha acabado de cortar los filetes, yo le señalo la máquina de picar carne que está a su espalda, esta vez le pido que me pique los filetes porque pretendo preparar albóndigas. He decidido cortar algunas hierbas aromáticas de las que tengo en la fresquera y usarlas para una salsa de crema.
Al pasar delante de la cabina de teléfono camino de casa, recuerdo que hace dos semanas que no hablo con papá. Saco del cochecito a Flora Sol y la tengo en brazos mientras marco el número. Confío en que papá no me pregunte por mis planes de futuro mientras la niña y su madre estén viviendo en mi casa. Aquí desempeño el papel de padre de una niña y de padre de la hija de una mujer, no consigo precisar mi función en la vida en estos momentos.
– ¿Llamamos al abuelo?
– A-bu.
Papá se alegra mucho de oírme y enseguida pregunta por la niña y por su madre, y sobre todo qué tal va Anna con su tesina. Me doy cuenta de que está muy enterado del terreno de investigación de Anna, sea por sus conversaciones con la madre de mi hija, a la que ha estado visitando sin mi conocimiento, o porque ha leído cosas sobre el tema.
– Le indiqué un interesante artículo sobre la ética de la investigación genética -dice el electricista.
Aprovecho la ocasión, ya que tengo a papá al teléfono, para preguntarle por las albóndigas de carne que solía hacer mamá. No recuerda la receta pero dice que cree que mezclaba huevos y pan seco con la carne picada. Luego añade que* ayer Bogga le invito a merendar en su casa.
– Menuda variedad de bollos que tenía la buena de Bogga, lenguas de gato, cruasanes, rosquillas y qué sé yo.
Me conmueve hablar con papá, nuestras conversaciones me despiertan toda clase de sentimientos. Siempre existe la posibilidad de que detrás de lo que dice esté acechando algún otro significado, que lo que realmente quiere transmitir esté muy por debajo de la superfìcie.
Cuando voy camino a casa con la bolsa de la compra y mi hija en brazos, mi anciana vecina del piso de arriba aparece en el descansillo.
No parece que pueda deberse a una simple casualidad que cada vez que entro o salgo con la niña, mi vecina tenga algo importante que hacer fuera de su piso. Si no llevo a la niña, vuelve a entrar enseguida. Al principio pensé que me traía un mensaje de la dueña, como que tuviera en cuenta que ahora éramos tres y no dos los que vivíamos en el piso. Pero no, parece más bien encantada de vernos, incluso da la impresión de que nos estuviera esperando. Parece que se trata de saludar a mi hija, ya se ha aprendido el nombre, Flora Sol, dice mientras baja por la escalera, tres escalones por delante de nosotros. Luego, la señora le da una palmadita a la niña y le hace una carantoña, y la niña le da también sus palmaditas, y al final la señora me pregunta si no necesito que me vuelva a dejar la plancha. ¿Y la batidora? Mi hija le sonríe.
– Desde que la niña se vino a vivir a esta casa, estoy muy mejorada de mi eccema, prácticamente me ha desaparecido de las manos y se me ha reducido mucho en las piernas -dice la señora en el descansillo, levantándose un poco el borde del vestido.
Capítulo 59
Intento estar levantado y haber terminado de arreglar el sofá cama antes de que mi hija y su madre salgan del dormitorio. Organizamos nuestro tiempo de modo que yo me quedo con la niña hasta las dos, mientras Anna está en la biblioteca, luego ella y la niña pasan la tarde juntas mientras yo voy al jardín. De modo que puede decirse que tenemos repartidas las veinticuatro horas en tres turnos: mañana, tarde y noche.
La niña se agarra a la barandilla de su cuna para ponerse de pie, mira un libro de dibujos y exige mi atención sin pausa. De modo que apenas tengo tiempo para pensar en mis cosas, repasar el dibujo que encontré en la biblioteca la semana pasada, planificar y hacer la lista de labores del día siguiente. Si hacemos caso de los planos originales, el jardín se construyó a partir de modelos simétricos engarzados en las suaves líneas de la naturaleza, la esencia del arte de la jardinería es el contraste armónico de luz y sombra. Así que parece que los macizos de rosas se dispusieron según la rosa de los vientos en torno al estanque, y que en la parcela dedicada a herbario se cultivaba gran número de hierbas aromáticas y medicinales. En el dibujo se encuentran también diversos tipos de tiestos y macetas usados para las hierbas medicinales y aromáticas.
Pese a lo que estoy haciendo, vigilo a Flora Sol con cierta frecuencia, y algunas veces ella levanta los ojos de su libro y me mira. Es una colección de historias bíblicas para niños, cada página tiene una ilustración y unas pocas palabras. Ha encontrado un sistema muy práctico para pasar las páginas: estira el pulgar y el índice, separa cuidadosamente cada página y luego se para siempre en la misma ilustración, en la que el rey, con la espada desenvainada, tiene sujeto al niño por el que disputan dos mujeres, cada una de las cuales asegura ser su verdadera madre. Estuve pensando si tal vez ese libro no resultaría demasiado violento para la niña. Sin embargo, el regalo aquel me gustaba, fue toda una sorpresa cuando el hermano Matías apareció con el libro bajo el brazo mientras yo estaba desbrozando la maleza.
Así transcurre infinidad de cuartos de hora, cambio a mi hija, la visto, hablo con ella, construyo una torre de cubos con letras o hago el puzle de trece piezas, canto con ella, le doy de comer, le lavo la cara, le pongo ropa para salir, vamos a la calle a comprar comida y dar un paseo. O vamos al café y abrimos bien los ojos por si vemos a Anna. Luego vamos todos los días a la iglesia a mirar el cuadro del Niño Jesús. Siempre seguimos la misma rutina y no nos dirigimos directos al cuadro, sino que nos vamos aproximando poquito a poco; primero damos una vuelta por el templo para mirar los otros cuadros y encendemos una vela en el de San José. Mi hija no para de moverse, emocionada, sabe lo que nos espera. Tengo la sensación de que ha engordado desde que llegó con su madre, ahora me pesa más en los brazos. ¿Habrá engordado Anna también?
Читать дальше