Marcello coge uno, lo mira. Luego mira a Leonardo dubitativo.
– ¿Puedo?
– Por supuesto, probadlos, comedlos, meteos dentro, vivid con LaLuna, aficionaos a ellos, no tengáis ningún otro pensamiento más allá de estos caramelos.
Marcello se mete uno en la boca. Lo mastica lentamente, con elegancia, entrecierra los ojos como si estuviese catando un vino de calidad.
– Hummm, parece bueno.
– Así es, -dice Alessandro, que mientras tanto ha cogido uno a su vez-. El mío es de naranja. -Luego intenta ponerse en plan técnico de inmediato-. Bueno, la idea de las manos que no descubren nada y después dejan caer el caramelo, LaLuna, desde lo alto, no está mal… Pide LaLuna.
– Sí, pero desgraciadamente, ya la usaron los americanos el año pasado.
– En efecto -interviene Marcello-. Las manos eran las de Patrick Swayze. Unas manos bonitas. Las habían elegido por la película Ghost , eran las que modelaban la vasija de arcilla en la escena de amor, las manos que transmitían emociones a Demi Moore. En el anuncio, se veían las manos y nada más. Pagaron dos millones de dólares, sólo por ellas…
– Pues bien -Leonardo se echa hacia atrás en su silla-, a nosotros nos ofrecen catorce. Y además, una exclusiva por dos años de todos los productos LaLuna, TheMoon, en inglés, también. Harán chocolate, chicle, patatas fritas e incluso leche. Productos de alimentación que llevarán encima tan sólo esta pequeña marca. Y tenemos la posibilidad de ganar catorce millones de dólares y la exclusiva. Nosotros. Eso si conseguimos derrotar a la otra agencia que, además de nosotros, ha recibido el encargo de hacer el anuncio. La Butch & Butch… Porque los japoneses, que no son tontos, han pensado que…
En ese preciso momento llaman a la puerta.
– Adelante.
Sandra entra con los dos cafés y los deja sobre la mesa.
– Aquí está el azúcar y la leche. También he traído un poco de agua.
– Bien, servíos. Gracias, Sandra. ¿Ha mandado ya lo de siempre…?
– Sí.
– ¿Con qué frase esta vez?
– «Eres el sol oculto por las nubes cuando llueve. Te espero, mi arco iris.»
– Bien, cada día mejor. Gracias, si no fuese por usted…
Sandra sonríe a Marcello y después a Alessandro.
– ¡Me lo dice cada vez, siempre felicitaciones, aumento de sueldo jamás! -Y da media vuelta sin dejar de sonreír.
– ¡Lo tendrá, lo tendrá, no pierda la confianza! -Entonces Leonardo se sirve un vaso de agua. Al menos tanta confianza como tengo yo, dice para sí, pensando en la frase-. Estábamos diciendo que…
Marcello bebe su café a sorbos, tranquilamente. Alessandro se ha tomado ya el suyo.
– Que los japoneses no son tontos.
– Ya, al contrario, son geniales. En realidad, nos hacen competir con la Butch & Butch, la agencia más grande, nuestra competidora directa, a quien tendremos que enfrentarnos y, sobre todo, vencer. Y si bien puede que yo no sea tan genial como ellos, desde luego no soy ni torpe ni estúpido, y los he copiado… Yo copio siempre. En la escuela me llamaban Copycopy. ¿Que los japoneses nos enfrentan a la Butch & Butch? Bien, yo enfrento a Alessandro Belli con Marcello Santi. El premio son catorce millones de dólares, dos años de exclusiva con LaLuna y, para uno de vosotros el puesto de director creativo internacional, por supuesto acompañado de un óptimo aumento salarial… real.
En un momento, Alessandro lo comprende todo. He ahí el porqué de esa extraña reunión a dos bandas. Entonces siente que el otro lo mira. Se vuelve. Cruzan la mirada. Marcello entrecierra los ojos, saborea el desafío. Alessandro no baja la vista, firme, seguro. Marcello le sonríe con serenidad, falso, convencido, astuto.
– Claro, cómo no, el proyecto es atractivo. -Y tiende la mano a Alessandro, señalando así el comienzo de ese gran desafío. Alessandro se la estrecha. En ese momento le suena el móvil.
– Ops, disculpad. -Mira el número que aparece en pantalla pero no lo reconoce-. Disculpad… -Responde volviéndose ligeramente hacia la ventana-. ¿Sí?
– Hola, Belli, ¿cómo te va? ¡He sacado un siete, he sacado un siete!
– ¿Has sacado un siete?
– ¡Sí! Es decir, ¡una nota bárbara! ¡Traes una suerte increíble! Creo que sólo saqué un siete una vez, en primero y en educación física. ¿Estás ahí? ¿O te has desmayado?
– Pero ¿con quién hablo?
– ¿Cómo que con quién? Soy Niki.
– ¿Niki? ¿Qué Niki?
– ¿Cómo que qué Niki? ¿Me estás tomando el pelo? Niki, la del ciclomotor, a la que has arrollado esta mañana.
Alessandro se vuelve de nuevo hacia Leonardo y sonríe.
– Ah, sí, Niki. Perdona, pero estoy en una reunión.
– Sí, y yo estoy en el instituto, más concretamente en el baño de los chicos. -En ese momento se oye cómo alguien llama a la puerta. «¿Vas a tardar mucho?» Niki finge voz de hombre. «¡Está ocupado!» Y añade, casi en un susurro, casi perdida en el teléfono móvil-: Oye, tengo que colgar, hay uno esperando ahí fuera. ¿Sabes qué es lo más absurdo de todo? Que aquí no se puede hablar con el móvil. Está prohibido. ¿Te das cuenta? Imagina por un momento que tuviese que darle un recado urgente a mi madre…
– Niki…
– ¿Qué pasa?
– Estoy en una reunión.
– Sí, ya me lo has dicho.
– Entonces colguemos.
– Vale, pero no tengo que darle un recado urgente a mi madre, sino a ti. Oye, ¿me vienes a buscar a la una y media a la salida? Es que, ¿sabes?, tengo un problema, y me parece que nadie puede acompañarme.
– Es que no sé si podré. Casi seguro que no. Tengo otra reunión.
– Podrás… Podrás… -Y cuelga.
Niki sale del baño. Frente a ella se halla el profesor que acaba de ponerle un siete. Niki se mete de inmediato el móvil en el bolsillo.
– Niki, éste es el baño de los hombres.
– Uy, disculpe.
– No creo que te hayas equivocado. Además, éste es el baño de los profesores…
– Entonces, discúlpeme por partida doble.
– Oye, Niki, no me hagas arrepentir del siete que te acabo de poner…
– Le prometo que haré todo lo posible por merecerlo.
El profesor sonríe y entra en el baño.
– En ese caso, antes de que comience la clase de la profesora Martini…
– ¿Sí…? -Niki lo mira con ojos ingenuos.
El profesor se pone serio.
– Apaga tu móvil. -Y cierra la puerta a sus espaldas.
Niki se saca el teléfono del bolsillo y lo apaga.
– ¡Ya está, profe! ¡Está apagado! -le grita a través de la puerta.
– ¡Muy bien! Y ahora sal de nuestro baño.
– ¡Ya me voy, profe!
– ¡Muy bien! Siete confirmado.
– ¡Gracias, profe!
Niki sonríe y se va para su clase. La Martini acaba de entrar. Niki se detiene en la puerta, vuelve a encender su móvil y lo pone en modo silencio. Luego, más sonriente aún, entra en el aula.
– Así pues, Olas, ¿cómo vamos a celebrar mi siete?
Alessandro se da la vuelta y apaga su móvil. Después sonríe levemente.
– Todo en orden, todo en orden…
– Disculpa… -dice Leonardo sonriéndole-, pero lo he oído. Ha sacado un siete. No sabía que tuvieses una hija.
– No -sonríe Alessandro algo azorado-, era mi sobrina.
– Bien, eso quiere decir que es lista, crecerá, tal vez siga sacando buenas notas y, quién sabe, ¡a lo mejor acaba pasando a formar parte de nuestro equipo! -Leonardo se inclina sobre la mesa-. Siempre que para entonces sigamos existiendo todavía, claro. Porque nos hallamos ante nuestra última posibilidad. Francia y Alemania ya nos han superado. España nos viene pisando los talones. Si no conseguimos asegurarnos estos catorce millones de dólares más los dos años de exclusiva con LaLuna, nuestra sede… -Leonardo junta sus manos y las cruza, imitando una gaviota que poco a poco sube hacia lo alto- levantará el vuelo. -A continuación abre de nuevo las manos y aquellas alas, como si se hubiesen roto, se transforman en puños que golpean fuerte sobre el escritorio-. Pero no se lo vamos a permitir, ¿no es así? Y ahora es con el futuro director creativo internacional con quien estoy hablando. -Y los mira a ambos con aire desafiante, casi divertido por haber suscitado aquella incertidumbre-. No sé quién será de vosotros. Sólo sé que no se arrugará ante los españoles. ¡El extranjero no pasará! Y ahora quiero que conozcáis a quienes serán vuestros ayudantes personales. Los dos han dejado sus anteriores trabajos. Os seguirán como una sombra. Qué digo, más que una sombra. Porque una sombra es silenciosa, se limita a seguir y no tiene la capacidad de adelantarse. En cambio ellos os ayudarán a encontrar todo cuanto podáis necesitar, se anticiparán a cualquier cosa. -Habla por el interfono-. ¿Sandra?
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