Santiago Roncagliolo - Memorias De Una Dama

Здесь есть возможность читать онлайн «Santiago Roncagliolo - Memorias De Una Dama» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Memorias De Una Dama: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Memorias De Una Dama»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un relato de viajes, investigación histórica, aprendizaje y desafíos morales para crear una obra en la tradición de la mejor novela picaresca. Dos historias paralelas que se cruzan. Un joven peruano que busca triunfar como escritor en Madrid y una mujer de la alta sociedad caribeña venida a menos en París. Diana Minetti necesita escribir sus memorias y él necesita que le paguen por escribir.
Un thriller literario que repasa las atrocidades cometidas durante las dictaduras de Trujillo en Santo Domingo, Fulgencio Batista en Cuba y las mafias económicas dominantes de Latinoamérica y que pone de relieve las complicidades del poder económico y el poder político durante estos periodos.

Memorias De Una Dama — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Memorias De Una Dama», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

No le escribí directamente al hijo. No debía mostrarme impaciente, al contrario, debía mostrarme seguro de mí mismo, tranquilo. Por supervivencia, mientras esperaba una respuesta, tuve que volver a mi trabajo repartiendo volantes porno. Al dueño del puticlub no le había gustado mi falta de cortesía al despedirme, pero estaba acostumbrado a cosas peores. Mientras repartía mis volantes, me detenía ante los escaparates de las inmobiliarias que anunciaban los precios de las casas:

Estudio en Lavapiés: 98.000 euros

Eso podría ser. Lavapiés es bonito.

Apartamento dos habitaciones La Latina: 124.000 euros

Quizá también. Una entrada de cien mil y el resto a plazos. Como un alquiler barato durante cinco años. Quizá era mejor. Quizá podía guardar un poco de dinero y hacer un viaje largo y divertido por Europa, o comprar algo barato y pasar algún tiempo, mucho tiempo, dedicado a escribir. Sería como una gran beca, como la beca que nunca gané. Todas las tardes pasaba por la cabina de Internet en espera de una respuesta de Minetti y su propuesta oficial de arreglar mi vida. Su mail llegó el lunes siguiente por la mañana.

Mi hermana y yo hemos leído con atención y consternación el libro que usted nos envió. No nos ha sorprendido. Desafortunadamente, mi madre hizo muchas cosas de ese estilo durante su vida. Como comprenderá, no podemos autorizar su publicación. No es sólo por nosotros. Ese libro está lleno de falsedades que afectan la intimidad y el honor de muchas personas. No debemos permitir esas cosas. Sin embargo, si usted cree necesario conversar más, le ruego que mantenga el contacto.

Y me daba su número de teléfono. Volví a leer el mensaje varias veces. ¿Dónde estaban mis cien mil dólares? ¿Dónde estaba mi soborno? Mankiewitz lo había prometido. Sospeché que no quería ser demasiado directo, al menos no por escrito: «si usted cree necesario conversar más…». ¿Qué quería decir con eso? ¿Él sí quería? ¿Hablaríamos de dinero? ¿De mucho dinero?

No sabía qué contestar. Cualquier error podía ser fatal. Revisé los destinatarios del mensaje. Iba con copia para su hermana y para alguien más, seguramente un abogado. Quizá había también destinatarios encubiertos. Su carta debía haber sido asesorada legalmente palabra por palabra para no decir nada comprometedor. Pasé la noche pensando una respuesta. Cada vez que alguien me rechazaba un volante por la calle, yo pensaba: «Imbécil, te estás perdiendo de recibir algo de un escritor que va a ser rico muy pronto».

Al día siguiente, decidí que lo mejor sería presionar un poco más. Así se daría cuenta de que la cosa iba en serio. Él había dicho «no podemos autorizar su publicación». Pues escucharía mi respuesta. Le escribí:

Señor Minetti: dice usted que no le sorprende mi libro. Pues a mí sí me sorprende su carta. Usted no tiene nada que autorizar en este tema. Detento los derechos de autor de ese libro, como su madre reconoció en correspondencia a mi persona y a importantes figuras de las letras y la política internacionales que colaboraron con la redacción de este libro. Si usted quiere, le puedo vender esos derechos, y en ese caso, sólo en ese caso, tomará usted decisiones sobre lo que se pueda hacer con el texto.

Así, perfecto, con energía. Ahora quería verlo responder. Sospeché que si me viese, con mi barba sin afeitar, mi resaca, mi olor a alcohol y mis volantes porno, ni se tomaría la molestia de negociar conmigo. Pero él parecía creer que yo era importante. Corrección: para él yo era importante, él creía de verdad que mi libro podía ser un boom editorial en Europa. Que se joda.

Durante todo el mes siguiente, no respondió. Mi vida se limitó por entonces a repartir volantes, entrar a cada cabina de Internet que se me pusiese a tiro a cada momento del día y mirar los escaparates de las inmobiliarias con los apartamentos que compraría con el bien merecido dinero de mi soborno. Ya no me importaba la fajita de Vargas Llosa, ya no quería saber nada de Txema. Con un apartamento propio podría trabajar medio tiempo para sobrevivir y escribir el resto del día. Era todo lo que yo le pedía a la vida. Sin embargo, la respuesta no llegaba.

Sospeché que el heredero estaba poniendo patas arriba la casa de Diana hasta encontrar el contrato de confidencialidad. O quizá simplemente se había enojado y estaba contratando a algún matón para romperme todos los huesos. Al fin, una madrugada insomne en una cabina de veinticuatro horas, un mensaje de Minetti disipó todas mis dudas:

Perdón por la demora en responderle. Como le he dicho, no quiero crear con usted ninguna polémica innecesaria. Los documentos contractuales que obran en mi poder certifican que mi madre era propietaria del producto final de su investigación. Por lo tanto, en mi condición de heredero legal, me correspondería autorizar o denegar la publicación del libro. Sin embargo, si usted tiene documentos que refuten lo que digo, le ruego me los envíe por fax. Tras el análisis correspondiente, estoy seguro de que podremos llegar a un acuerdo.

Ya estaba. Un acuerdo. Empezábamos a hablar el mismo idioma.

Pero yo no tenía esos documentos.

Ahora, ¿tenía él ese contrato? ¿O estaba bluffeando igual que yo? Así las cosas, el que debía mostrar sus cartas primero era yo. Pero también podía decirle que ya no era necesario, que había llegado a un acuerdo con el gran grupo editorial para la publicación y que no me hacía falta su estúpido acuerdo. Pero, claro, entonces me demandaría. O me mataría. O me mataría y luego me demandaría. Busqué entre mis papeles algo que pudiese valer para decir que Diana quería publicar el libro. Una frase interpretable en sus cartas, alguna mención en sus grabaciones, un adjetivo utilizable en cualquier cosa en el mundo que ella hubiese dicho o firmado. Nada parecía aprovechable, pero igual lo llevé todo donde la abogada. Ella revisó los papeles. Imprimí inclusive los correos del heredero. La abogada lo miró todo con la misma expresión de total indiferencia con que miraba el mundo a su alrededor.

– No tienes nada -acabó por confirmar.

– Tiene que poder hacerse algo. ¿Y si falsifico una firma? Quizá por fax no se note…

– ¿Estás tratando de estafar a un millonario? ¿Quién te has creído que eres? Este hombre lleva en la sangre desde hace generaciones lo que tú quieres hacer como aficionado. Debe reconocer esas cosas por olfato.

– Mierda.

– Hay algo más.

– ¿Algo bueno?

– Para ti, no. Si tú estableces una correspondencia constante cuyo fin es cobrar para no publicar el libro, podrá acusarte de chantaje.

– ¿A mí?

– Se puede interpretar que es eso lo que estás haciendo. Y es delito. Y aunque no lo sea, sus abogados demostrarán que hasta tu respiración es un delito.

Yo estaba descorazonado. Ella tenía razón. Era la lección de toda la vida de Diana. Para tener dinero hay que mover papeles, hacer cosas, tener corporaciones de fachada, llevar estados de cuenta, justificar el origen del dinero, aunque sea de mentira. ¿Cómo le explicaría al fisco que en mi cuenta de empleado doméstico habían depositado cien mil dólares provenientes de un banco dominicano? Yo no tenía ni siquiera una tarjeta de crédito para puticlubes. ¿Cómo negaría estar chantajeando al hijo con el subterfugio legal de una venta de derechos de edición para no editar un libro? Toda mi vida legal era un contrasentido.

Con lo último que tenía de dinero, compré unos cigarros y una botella de ron, que empecé a beberme directamente del pico en el camino a la casa. Acabé tumbado en el saloncito, tratando de perder el sentido. Ya era medianoche cuando oí rechinar la puerta de entrada a mis espaldas. Me volví. Algo me hizo pensar que quizá Paula había vuelto, que podíamos comenzar desde cero, que podíamos llevar una vida de verdad. Pero en la puerta había un desconocido alto y moreno. Estaba de pie ahí sin decir nada. Me levanté con esfuerzo:

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Memorias De Una Dama»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Memorias De Una Dama» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Santiago Roncagliolo - Red April
Santiago Roncagliolo
Bertrice Small - El Honor De Una Dama
Bertrice Small
Jennifer Greene - Toda una dama
Jennifer Greene
Santiago Roncagliolo - Diario de la pandemia
Santiago Roncagliolo
Teresa Gottlieb - Memorias de una epidemia
Teresa Gottlieb
Álvaro Acevedo - Memorias de una época
Álvaro Acevedo
Daniel Carazo Sebastián - Lola, memorias de una perra
Daniel Carazo Sebastián
Отзывы о книге «Memorias De Una Dama»

Обсуждение, отзывы о книге «Memorias De Una Dama» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x