Thomas Glavinic - Algo más oscuro que la noche

Здесь есть возможность читать онлайн «Thomas Glavinic - Algo más oscuro que la noche» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Algo más oscuro que la noche: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Algo más oscuro que la noche»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Es una mañana como otra cualquiera. Jonas despierta. Desayuna un café. El periódico no está delante de la puerta de su casa. Cuando no logra sintonizar la radio, ni la televisión, ni puede entrar en Internet, comienza a enfadarse. Su novia no contesta al teléfono. Jonas sale a la calle. No hay nadie. ¿Puede vivir una persona cuando todas las demás han desaparecido? Han quedado el mundo y las cosas: carreteras, supermercados, estaciones de tren, pero todo está vacío. Jonas vaga por Viena, por las calles de siempre, por las viviendas que conoce, pero nada responde a sus preguntas. ¿Es el único superviviente de una catástrofe? ¿Se han ido todos a otra ciudad? ¿Hay otros, o son sólo imaginaciones suyas?

Algo más oscuro que la noche — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Algo más oscuro que la noche», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Viejo o joven para morir. A menudo había pensado en la tragedia que encierra una muerte prematura. Pero en cierta manera esa tragedia se mitigaba a medida que transcurría el tiempo. Dos hombres, nacidos alrededor de 1900. Uno había caído en la Primera Guerra Mundial. El otro siguió viviendo, cumplió veinte, treinta, cincuenta, ochenta. En el año 2000 también estaba muerto. Entonces ya no importaba nada que el más viejo hubiera visto muchos más veranos que el fallecido joven, que hubiera vivido esto y aquello que no le había sucedido al joven, porque a éste le había alcanzado una bala rusa o francesa o alemana, pues entonces nada de eso importaba ya. Todos los días de primavera, las salidas del sol, las fiestas, los amoríos, los paisajes invernales, habían desaparecido. Todo había desaparecido.

Dos personas, ambas nacidas en 1755. Una fallecida en 1790, la otra en 1832. Cuarenta y dos años de diferencia. Una eternidad. Doscientos años más tarde, una estadística. Todo lejano. Y pequeño.

Dentro y alrededor de él gemidos. Gemidos yertos.

Vio volar un árbol hacia él. Lo acogió. Lo conocía.

En la tierra almacenaban desechos radiactivos. Barras radiactivas estaban hundidas en la tierra en numerosos lugares del mundo. Irradiarían durante mucho tiempo, treinta y dos mil años. A menudo se había imaginado lo que diría la gente de los causantes de ese problema dentro de dieciséis mil años. Pensarían que dieciséis mil años antes habían vivido personas que no comprendían lo que era el tiempo. Treinta y dos mil años. Mil generaciones. Cada una de ellas tendría que afanarse por trabajar y pagar por lo que habían provocado dos o tres o diez generaciones por el beneficio a corto plazo. El tiempo no era sucesión, sino coexistencia. Las generaciones eran vecinas. Dentro de mil años todos los moradores de los edificios despotricarían en el sótano del retrasado mental que les había amargado la vida.

Así pensaba Jonas. Pero ya no llegaría todo eso. Las barras seguirían irradiando, y un buen día se apagarían, y sin embargo en un abrir y cerrar de ojos habría reinado calma en el planeta.

Caía cada vez más despacio. Su cuerpo parecía formar parte de lo que se avecinaba, y él se convertía en una parte del instante y en cuanto tal el rugido que se alzaba dentro y alrededor de él le pertenecía.

Cielo e infierno, habían dicho. El cielo para los buenos, el infierno para los malos. Era cierto, en la Tierra existía el bien y el mal. A lo mejor tenían razón, a lo mejor existían el cielo y el infierno. Pero no había angelitos en ningún sitio, ni tampoco unos seres con cuernos que te asaban en calderas. Cielo e infierno, así lo había entendido él, eran formas de expresión subjetivas del Yo pasado. El que había logrado la armonía consigo mismo y el mundo se sentiría mejor. Hallaría la paz. En un largo, largo segundo. Eso era el cielo. Alguien que fuera de espíritu impuro, se abrasaría a sí mismo. Eso era el infierno.

Desde allí arriba lo veía todo con claridad meridiana.

La felicidad era un día de verano en la infancia, en el que los adultos veían por televisión el mundial de fútbol y repartían flotadores en la piscina. Un día caluroso, con helado, con limonada. Con gritos estridentes. Y con risas.

La felicidad era un día de invierno en el que, en lugar de estar en el colegio, viajabas con tus padres en un tren nocturno por Italia. Nieve y niebla y una imponente estación de ferrocarril. Un compartimiento de tren y un cómic. Fuera, frío. Dentro, calor.

Vio un espejo que volaba hacia él. Se vio a sí mismo. Entró en sí mismo.

Vio el Pabellón de la Secesión envuelto. La torre del Danubio. La noria gigante. Vio la cama en la plaza Heldenplatz, diminuta. La escultura de televisores en los jardines de Belvedere, casi irreconocible.

La felicidad también era que de pequeño te llevasen de un lado a otro en el cochecito para niños. Mirar a los mayores, escuchar sus voces, admirar muchas cosas nuevas, que rostros desconocidos te saludaran y sonrieran. Estar sentado allí y viajar al mismo tiempo, con algo dulce en la mano, y con el sol calentándote las piernas. Y quizá toparte en otro cochecito infantil con la niña de pelo ensortijado, y pasar uno delante del otro y saludarse con la mano y saber, es ella, es ella, la mujer que amaré.

Thomas Glavinic

Algo más oscuro que la noche - фото 2
***
Algo más oscuro que la noche - фото 3
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Algo más oscuro que la noche»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Algo más oscuro que la noche» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Thomas Glavinic - Das bin doch ich
Thomas Glavinic
Thomas Glavinic - The Camera Killer
Thomas Glavinic
Thomas Glavinic - Night Work
Thomas Glavinic
Kelley Armstrong - Algo más que magia
Kelley Armstrong
Soledad Puértolas - Queda la noche
Soledad Puértolas
Alyssa Brugman - The Equen Queen
Alyssa Brugman
Michael Connelly - Mas Oscuro Que La Noche
Michael Connelly
Angie Thomas - El odio que das
Angie Thomas
Daniel Florentino López - La noche que sangra
Daniel Florentino López
Mario de los Santos - Noche que te vas, dame la mano
Mario de los Santos
Отзывы о книге «Algo más oscuro que la noche»

Обсуждение, отзывы о книге «Algo más oscuro que la noche» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x