Thomas Glavinic - Algo más oscuro que la noche

Здесь есть возможность читать онлайн «Thomas Glavinic - Algo más oscuro que la noche» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Algo más oscuro que la noche: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Algo más oscuro que la noche»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Es una mañana como otra cualquiera. Jonas despierta. Desayuna un café. El periódico no está delante de la puerta de su casa. Cuando no logra sintonizar la radio, ni la televisión, ni puede entrar en Internet, comienza a enfadarse. Su novia no contesta al teléfono. Jonas sale a la calle. No hay nadie. ¿Puede vivir una persona cuando todas las demás han desaparecido? Han quedado el mundo y las cosas: carreteras, supermercados, estaciones de tren, pero todo está vacío. Jonas vaga por Viena, por las calles de siempre, por las viviendas que conoce, pero nada responde a sus preguntas. ¿Es el único superviviente de una catástrofe? ¿Se han ido todos a otra ciudad? ¿Hay otros, o son sólo imaginaciones suyas?

Algo más oscuro que la noche — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Algo más oscuro que la noche», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Empujó la cama de matrimonio sobre las ruedas fuera del almacén de recogida de la tienda de muebles. En Schweighoferstrasse le dio un empujón. La cama bajó rodando hacia la calle Mariahilfer, donde chocó con estrépito contra un coche aparcado. Siguió empujándola con el pie en dirección a Ringstrasse. Poco antes de Museumsplatz, ya cuesta abajo, empujó la cama como si fuera un trineo y, cuando adquirió velocidad, se subió encima de un salto. Se levantó. Se puso de pie. Hizo surf sobre una cama de matrimonio con ruedas por Babenbergerstrasse hasta llegar al Burgring. No fue fácil mantener el equilibrio.

Colocó la cama en Heldenplatz, algo alejada del lugar en el que mes y medio antes había escrito la llamada de auxilio en el suelo. Se encaminó hacia allí con la intención de borrarla, pero la lluvia le había ahorrado el trabajo. Una mancha clara indicaba el lugar que habían ocupado las letras.

En el camión transportó hasta allí lo que esa moche juzgaba imprescindible. Situó unas cuantas antorchas en círculo, a cinco metros de distancia de la cama. Arrimó dos televisores al pie del lecho, conectándolos a las cámaras con las que esa mañana había filmado en Brigittenauer Lände y empalmó éstas al acumulador de corriente. Comprobó el resultado por seguridad. Con el acumulador, todo funcionaba. Esa noche desde luego no se produciría ningún fallo.

Distribuyó por toda la plaza focos orientados hacia arriba. No quería que le alumbrasen directamente. Pronto serpentearon tantos cables por el césped y por el suelo de cemento que tropezaba cada pocos metros, sobre todo a medida que iba oscureciendo.

Colocó la maleta de Marie junto a la cama. Guardó las fotos que había traído de Hollandstrasse, al igual que los periódicos, en una bolsa lateral para que no las arrastrara el viento. Arrojó la almohada y la manta que se había traído de la cabina del camión. Los proyectores sumieron la plaza en una luz irreal. Era como si se encontrase en un parque encantado.

Ahí estaba el Hofburg, allá la Burgtor. Detrás los árboles bordeaban Ringstrasse. A la derecha se alzaba un monumento. Dos basiliscos, cabeza contra cabeza, rodilla contra rodilla, luchaban y se empujaban. Pero también parecía como si se apoyasen el uno en el otro.

En el centro de la plaza, su cama. Se sentía como en un decorado cinematográfico. Hasta el cielo parecía falso. En esa penumbra anaranjada todo parecía tener dos caras. Los árboles, las rejas de las puertas, el propio Hofburg, todo era natural y genuino a la par que despiadadamente plano.

Encendió las antorchas y puso en marcha los vídeos. Con las manos cruzadas detrás de la cabeza se tumbó en la cama y alzó la vista hacia el cielo nocturno teñido de naranja.

Estaba allí.

Sin que lo acosase la bestia lobuna.

Ni los fantasmas.

Sin que lo acosaran.

Se tomó otra pastilla para asegurarse de que al fin y al cabo estaba tumbado en una cama. Contempló la imagen de los televisores. En uno, la de una cámara en la que parpadeaba una luz roja, al fondo un detalle de la cama en la que había dormido durante años. En la segunda un trozo de la cómoda y encima un bordado.

Excepto el parpadeo rojo, ambas imágenes permanecían inmóviles.

En la plaza reinaba el silencio. De vez en cuando una ráfaga de aire en los árboles acallaba el zumbido de las cámaras.

La primera foto lo mostraba de pequeño junto a su padre, al que, como es natural, le faltaba la mitad de la cabeza. Su padre rodeaba con el brazo izquierdo los hombros de Jonas, mientras con la mano derecha le agarraba las muñecas, como si estuvieran peleándose. Jonas tenía la boca abierta, como si gritase.

Qué manos las de su padre. Grandes. Las recordaba. A menudo se había acurrucado en ellas. Manos grandes, ásperas.

Lo recordaba. Sentía la aspereza de su piel, la fuerza de sus músculos. Por un momento percibió incluso el olor de su padre.

Esas manos de la foto habían existido. ¿Dónde estaban ahora?

La imagen que veía no era una simple fotografía tomada por su madre. Lo que veía allí, era lo que había percibido su madre en el instante de la toma. Jonas miraba a través de los ojos de su madre: veía lo que una persona que llevaba mucho tiempo muerta había visto muchos años antes en una circunstancia concreta.

Todavía recordaba con precisión la llamada. Estaba en Brigittenauer Lände, adonde se había mudado hacía poco, resolviendo un complejo crucigrama con una cerveza y se disponía a pasar una velada apacible, cuando sonó el teléfono. Su padre dijo con una claridad inusitada en él:

– Si quieres volver a verla viva, tienes que venir.

Ella llevaba mucho tiempo enferma, y los tres sabían que eso sucedería tarde o temprano. No obstante esa frase restalló como un latigazo en sus oídos. Dejó caer el bolígrafo y fue en coche a Hollandstrasse, adonde, por deseo de ella, la habían conducido desde el hospital.

Ella ya no podía hablar. Le cogió la mano y ella se la apretó. No abrió los ojos.

Él se acomodó en una silla junto a la cama. Su padre se sentaba al otro lado. Jonas pensaba en que él había nacido en esa habitación, en esa cama. Y ahora su madre agonizaba en su lecho.

El momento llegó a primeras horas de la mañana y ellos lo presenciaron. Su madre exhaló un estertor, enmudeció y se quedó yerta.

Jonas pensó en que, si había que dar crédito a los informes de personas con experiencias cercanas a la muerte, ella estaba ahora encima de ellos, flotando por encima de sus cabezas, contemplándolos desde arriba. Captando lo que dejaba atrás. A sí misma.

Él miró al techo.

Esperó hasta que llegó el médico y confirmó la muerte. Esperó a los empleados de la Funeraria Municipal. Al cargar el cadáver se oyó un ruido sordo, como si la cabeza hubiera chocado contra las paredes del ataúd de chapa. Su padre y él se sobresaltaron. Los empleados de la funeraria ni se inmutaron. Él nunca había visto a personas más calladas e inaccesibles.

Ayudó a su padre en los trámites administrativos, en la presentación del certificado de defunción en un despacho tenebroso y en la notificación de la incineración. Después se marchó a casa.

De regreso a su mesa en Brigittenauer Lände, recordó el día anterior, cuando ella aún vivía y él no sabía nada. Iba de un lado a otro, contemplando los objetos de las habitaciones mientras pensaba: cuando vi esto por última vez, ella aún vivía. Lo pensó delante de la cafetera, junto al fogón, delante de la lámpara de la mesilla de noche. Y lo había pensado ante el periódico: había seguido resolviendo el crucigrama, mientras miraba las letras de la víspera, recordando…

El antes. Y el después.

A eso de la medianoche le entró hambre. En el pasillo en penumbra de un supermercado untó con mermelada unos panes integrales.

Las pantallas mostraban la imagen acostumbrada. Había conectado las cámaras en repetición automática, de manera que las tomas de la cámara en el espejo y la de la habitación en la que no había nadie corrían ya por tercera vez. Estiró la espalda tensa, torciendo el gesto por el dolor. Se tumbó en la cama y cogió los periódicos.

Recordaba esa letra, esa maquetación. Así era el Kurier en su infancia.

Leyó los artículos del periódico del día de su nacimiento. Su contenido le llegaba de manera incompleta. Le fascinaba leer lo que había leído la gente el día en que su madre lo trajo al mundo. Es lo que había tenido la gente en la mano, entonces.

Estudió con más detalle el periódico del día siguiente. Estaba leyendo lo que había sucedido el día de su cumpleaños. Así supo que en Estados Unidos se habían desatado protestas contra la guerra en Asia, que en Austria reinaba un ambiente de contienda electoral, que en Brigittenau un borracho había hundido su coche en el Danubio sin herir a nadie, que los clubs vieneses habían ganado al fútbol y que, a la vista del espléndido tiempo, la gente había acudido en masa a las piscinas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Algo más oscuro que la noche»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Algo más oscuro que la noche» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Thomas Glavinic - Das bin doch ich
Thomas Glavinic
Thomas Glavinic - The Camera Killer
Thomas Glavinic
Thomas Glavinic - Night Work
Thomas Glavinic
Kelley Armstrong - Algo más que magia
Kelley Armstrong
Soledad Puértolas - Queda la noche
Soledad Puértolas
Alyssa Brugman - The Equen Queen
Alyssa Brugman
Michael Connelly - Mas Oscuro Que La Noche
Michael Connelly
Angie Thomas - El odio que das
Angie Thomas
Daniel Florentino López - La noche que sangra
Daniel Florentino López
Mario de los Santos - Noche que te vas, dame la mano
Mario de los Santos
Отзывы о книге «Algo más oscuro que la noche»

Обсуждение, отзывы о книге «Algo más oscuro que la noche» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x