Péter Nádas - Libro del recuerdo
Здесь есть возможность читать онлайн «Péter Nádas - Libro del recuerdo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Libro del recuerdo
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Libro del recuerdo: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Libro del recuerdo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
“El libro que usted estaba esperando desde que leyó ‘En busca del tiempo perdido’ o ‘La montaña mágica’ – The New Republic
Libro del recuerdo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Libro del recuerdo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
¿Cómo íbamos a saber nosotros que nuestra propia relación era una imitación, una copia frivolamente exagerada -y, hoy lo comprendo, también diabólica- del ideal de nuestros padres, que, en cierta medida, era el de la época, públicamente proclamado y practicado a ultranza? Nuestro papel de investigadores no era más que una reproducción lastimosa, torpe e infantil de su conducta, un remedo; puesto que el padre de Maja era general del servicio de contraespionaje militar, y el mío, fiscal del Estado, nosotros, con palabras captadas al vuelo e interpretadas a nuestra manera, nos habíamos iniciado, contra su voluntad, naturalmente, en los métodos de la investigación criminal, para ser exactos, era esta actividad, que nosotros habíamos convertido en juego, lo que hacía que su vida nos pareciera espléndida, peligrosa, importante, francamente respetable y digna de ser emulada y, a juzgar por el contenido de aquellos cajones, también lo había sido su pasado, su juventud, llena de aventuras, auténticos peligros, evasiones y falsas identidades; sí, y yendo un poco más lejos -¿y por qué no había de ir?-, podría decir que ellos mismos habían bendecido el cuchillo que nosotros pretendíamos clavarles, y, vistas así las cosas, no sólo sufríamos sino que también gozábamos con nuestro juego; nos halagaba la importancia del rol político que habíamos asumido voluntariamente, que aunque por un lado comportaba temores y remordimientos, por otro nos deparaba una sublime sensación de fuerza, porque nosotros podíamos ejercer control incluso sobre hombres tan poderosos como ellos, en virtud de la ética imperante que, según sus propios puntos de vista, debía considerarse la más sagrada y no exigía sino vivir de acuerdo con los principios ascéticos e inmaculados del comunismo puro; ¡y qué cruel broma del destino el que ellos estuvieran en Babia!, porque, ¿cómo iban a saber que era inútil que, llevados de su celo purificador y su pragmatismo, eliminaran a diestro y siniestro a enemigos reales o imaginarios, si habían alimentado a una víbora en su seno? ¿Quién profanaba sus ideales más clamorosamente que nosotros? ¿Quién los desacreditaba con mayor eficacia que nosotros, con toda nuestra inocencia? ¿Y con quién habíamos de compartir nuestro terrible secreto, si ahora los mirábamos y nos mirábamos el uno al otro con la suspicacia de los cazadores de brujas que ellos habían plantado en nosotros y por la que ellos se regían, con quién? Yo no podía hablar de esto con Kristian ni con Kálmán, ni ella con Hedi ni con Livia, ¿cómo iban a comprendernos? Aunque en el mundo de todos nosotros imperaba el mismo Zeitgeist , a ellos esta situación les hubiera parecido extraña, ii prensible y repugnante.
Nuestro secreto nos había abierto el mundo de los poderosos, nos había hecho madurar y comprender muchas cosas a nuestros pocos años, era una especie de iniciación que nos separaba del mundo de los menos privilegiados, en el que todo era mucho más simple.
Las cartas de amor se referían franca e inequívocamente a las horas en las que, por ironía del destino, habíamos sido concebidos nosotros, casualmente, porque ellos no nos querían a nosotros, ellos sólo querían su amor.
María Stein, por ejempo, en una de sus cartas a mi padre, describía detalladamente lo que sentía cuando la poseía János Hamar y cuando la poseía mi padre, y de aquella carta, lo recuerdo claramente, lo que más me preocupaba era el significado de la palabra poseer , me hubiera gustado interpretarla como un simple abrazo, un gesto amistoso, una caricia, pero era indudable que se trataba de otra cosa, lo que para un niño venía a ser como si, de repente, los animales en celo se pusieran a hablar, algo interesante, sin duda, pero incomprensible, y no eran más discretas las cartas que mi madre recibía, incluso antes de mi nacimiento, de aquel János Hamar, que había desaparecido de nuestras vidas de forma tan misteriosa e inesperada como María Stein; un buen día habían dejado de venir a casa, y por eso los olvidé; a Maja la impresionaba que su padre aún mantuviera relaciones con aquella tal Olga, relaciones que su madre creía terminadas hacía tiempo, y con su silencio temía proteger a su padre, y le dolía convertirse en cómplice de su engaño a pesar de que era él al que más quería.
Imagino que, mientras nosotros leíamos aquellas cartas, los ángeles debían de tapar a Dios los ojos con las manos.
Para hacérnoslo más fácil, leíamos deprisa las cartas, como si carecieran de interés, las apartábamos como si fueran una majadería, ¡cómo era posible que personas mayores y respetables escribieran semejantes marranadas!, y, una vez apagada la llama de nuestra curiosidad, seguíamos buscando con más afán unos delitos que no existían, por lo menos bajo la forma que suponíamos nosotros.
Pero aquello ya empezaba a ser demasiado para mí; aunque no porque hubiera reflexionado y sacado conclusiones, sino más bien porque ya me dejaba indiferente, ya no me interesaban los papeles de aquellos cajones, me habían interesado pero ya no, y no sabía por qué, quizá porque quería marcharme.
Atardecía, a la grata media luz de la pequeña habitación, el escritorio parecía aún más grande y, en cierto modo, tétrico, y en la fina capa de polvo de la oscura madera se veían las huellas delatoras de los dedos de Maja.
Y entonces me invadió una sensación nueva, desconocida, me sentí increíblemente ligero y, plenamente consciente de mi responsabilidad, comprendí que debía dejar lo que estaba haciendo, y que ello no supondría cobardía, sino, por el contrario, un acto de valor, aunque me inquietaba un poco la tensión con que ella encogía el hombro, me preocupaba el gesto y también las huellas que había dejado nuestra búsqueda; quizá lo que me había liberado de ese juego infantil, convertido por nosotros en misión trascendental, era la erección que había tenido, la reacción de mi cuerpo a su proximidad, no sé, lo cierto es que algo me decía ¡basta ya!, y ahora me parecía que nada quería yo tanto como aquellos hombros, finos y nerviosos, que tan flacos y cómicos estaban con el vestido de la madre, me gustaban más que los hombros llenos y reposados de Hedi, que no me inspiraban semejantes pensamientos, a mí me excitaban más los de Maja y quería que ella relajara aquella tensión ¡pero cómo explicárselo!, era incapaz de decirle cómo la deseaba y, si ahora le decía que este gesto suyo no me gustaba, las cosas no serían como tanto yo deseaba que fueran.
Sabía que la perdería, que algo iba a terminar, pero ello no me causaba angustia ni dolor, tenía la sensación de que lo que iba a suceder entre los dos dentro de un momento, ya había sucedido, comprendía que hay cosas que tienen que terminar y que no hay por qué sentirlo.
Pero no quería ser brutal, ella y yo habíamos llegado a un punto que no admitía la brutalidad.
Alguien viene, dije en voz baja.
Su mano, que en aquel momento sacaba el cajón de abajo del escritorio, vaciló un instante, ella se quedó escuchando y, maquinalmente, cerró el cajón; pero, al no oír ningún ruido, me miró más asombrada por mis palabras que por la situación, no comprendía por qué le había dicho una mentira tan evidente que se descubriría al instante.
Y entonces sólo levantó la cabeza, con la mano en el cajón, como si alguien le hubiera dado una bofetada pero no lo tomara a mal.
Me ha parecido que venía alguien, dije en voz más alta, pero, para nacer más verosímil mi explicación, hubiera tenido que encogerme de hombros y, al no hacerlo, le confirmaba que seguía mintiendo deliberadamente, y entonces observé en ella aquella ligera transformación que se producía cuando algo la conmovía: se puso colorada, como si se ruborizara y, en el mismo instante, ocurrió lo que yo tanto deseaba, su cuerpo, inclinado delante del cajón, se relajó y se relajaron también sus hombros.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Libro del recuerdo»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Libro del recuerdo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Libro del recuerdo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.