Péter Nádas - Libro del recuerdo

Здесь есть возможность читать онлайн «Péter Nádas - Libro del recuerdo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Libro del recuerdo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Libro del recuerdo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

“Una de las novelas más importantes de nuestro tiempo” – The Times Literary Supplement
“El libro que usted estaba esperando desde que leyó ‘En busca del tiempo perdido’ o ‘La montaña mágica’ – The New Republic

Libro del recuerdo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Libro del recuerdo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

No era, pues, un error ni una ilusión de los sentidos la sensación de que yo ya había estado delante de una puerta, la imperiosa invitación de mi madre iluminó súbitamente una imagen aún más lejana, la de unos pies y un almohadón que tapaba una cabeza, fue como un fogonazo, pero bastó para que la sima a la que ahora me asomaba me Pareciera, en su misterio, más invitadora, una imagen de la que entonces, delante de la puerta del cuarto de baño, sólo podían acordarse mis sentidos, que a tientas buscaban en la memoria la impronta de una experiencia debidamente archivada, sabiendo con exactitud cuál era su momento y lugar y percibiendo todo su aroma, pero sin poder encontrarla, y ahora que no pretendía evocarla allí estaba, inserta en la otra imagen, porque la desnudez de los cuerpos las había asociado; mi cara de sorpresa apareció en el gran espejo del baño empañado por el vapor cuando mi padre, doblando el cuerpo fuera de la bañera, abrió la puerta; lo vi fuerte, enorme, de pie en la bañera, inclinado hacia el picaporte, su espalda era una mancha rojiza en el espejo velado, cuarteado por las gotas que resbalaban por su superficie: mi cara y su espalda; mi madre, sentada en la bañera, mesándose el pelo cubierto de champú, me sonrió parpadeando por el picor de la espuma y se sumergió rápidamente cerrando los ojos, para aclarárselo; también entonces sentí el mismo desvalimiento que ahora, como si el pijama fuera lo que sostenía mi cuerpo, que se sentía a merced de unas emociones que no entendía, como si el pijama fuera más real que yo, también aquella otra vez iba yo persiguiendo un sonido, un sonido lejano y sordo, apenas perceptible pero agudo, era de noche, me había levantado a orinar, cuando lo oí, no podía identificarlo pero no sentí miedo, era una noche de luna de invierno, clara y fría, en la que la claridad, que el marco de la ventana cortaba en planos rectilíneos, parecía flotar entre sombras densas y fluidas que envolvían todos los objetos conocidos, y estremecía un poco cruzar la nítida divisoria entre luz y oscuridad; el sonido venía del recibidor, en el espejo vi un momento mi cara que azuleaba de un modo inquietante al claro de luna, parecía que alguien gritaba o lloraba, pero en el recibidor no había nadie; impulsado por mi propio aturdimiento, seguí andando hacia la cocina, mis pies descalzos rozaban el suelo con suavidad, no se veíai nada, también la cocina estaba a oscuras, detrás de la puerta sonó un crujido y volvió el silencio, pero a mí me parecía un silencio de cuerpos vivos, como si aquí no hubiera sólo muebles impregnados de luz inerte, como si el silencio no lo hiciera sólo mi respiración contenida, cuando, detrás de la puerta abierta del cuarto de la criada, oí un jadeo ronco acompañado del acompasado chirriar y crujir de la cama, y me pareció que de aquel estertor que subía de tono a cada oscilación brotaba el grito agudo, en el que se mezclaban risa y sollozo, que me había traído hasta aquí; así pues, no me habían engañado los sentidos y sólo necesitaba dar un último paso para ver lo que había más allá de aquella puerta abierta -¡porque yo quería verlo!- pero me parecía que nunca podría llegar a la maldita puerta, todavía no, estaba lejos, aunque la voz ya me dominaba, sentía dentro de mí sus modulaciones y su ritmo y, por fin, como un autómata, di el ansiado último paso y pude ver lo que estaba oyendo.

Naturalmente, mi padre no me parecía fuerte y enorme porque lo fuera realmente, era más bien delgado y anguloso, y el empleo involuntario de la palabra «enorme» me traiciona, me hace comprender las inhibiciones y torturas de décadas de obcecación con las que tengo que habérmelas ahora, cuando me propongo hablar de algo de lo que no se acostumbra a hablar por pudor, pero que, como forma parte del llamado desarrollo psíquico de aquel niño que era yo, no se puede soslayar, habrá, pues, que respirar hondo y, antes de que vuelva a fallarnos la voz, hablar de aquel lejano recuerdo que, por suerte o por desgracia, se había borrado de mi memoria hasta aquel momento, en que volvió a mí de forma repentina e inesperada, cuando mi madre me habló de aquel prado: el recuerdo del cuerpo de mi padre, en la cama de la criada, atenazado por unas piernas femeninas, un secreto bien guardado que ni siquiera ahora debería traicionar; no le veía la cara, pero descubrí que los gritos de placer y dolor sonaban amortiguados porque mi padre, con la mano abierta, apretaba un almohadón contra una cara, y observé que las piernas que rodeaban sus flancos no eran las de mi madre, ¿cómo iba a estar aquí mi madre?, ¿y cómo no reconocer un muslo, el empeine de un pie o la curva de una pantorrilla con la misma claridad con que se reconoce una nariz, una boca o unos ojos? Lo sorprendente no era que no fueran sus piernas ni fuera su voz la que sonaba debajo del almohadón, yo sabía quién dormía en la habitación de la criada, lo que me angustiaba y confundía era que yo deseara que fuera mi madre, yo no tenía ni la más remota idea de lo que estaba ocurriendo, pero aun en mi misma ignorancia tenía la convicción de que mi padre sólo podía compartir un placer como éste con mi madre, es decir, que lo que aquí ocurría, por agradable que pudiera parecer y, por lo tanto, natural a los ojos de un niño, me repugnaba, pero aquello nada tenía que ver con la impresión de fuerza que me producía mi padre y que, probablemente, tuvo su origen en ese momento en que, inclinándose fuera de la bañera, me abrió la puerta y, con su habitual seriedad, se irguió frente a mí de manera que su pubis, la parte más oscura de su cuerpo mojado, que relucía a la luz cruda del cuarto de baño, quedó a la altura de mis ojos, literalmente delante de mis narices, y yo sabía que tampoco esta vez ninguna de mis involuntarias miradas ni movimientos escaparía a su atención; su pelo, pegado a la cabeza, dejaba la frente libre de aquel mechón veteado de rubio que solía suavizar sus facciones dándole un aire despreocupado y hasta juvenil y atemperando la fría mirada de sus ojos azules, la mirada que había ahora en su cara desnuda, atenta y huraña, del que tiene algo que reprochar al mundo, irguiéndose no ya por encima de mí, sino a una altura inalcanzable para cualquiera, la altura de la seguridad absoluta, desde la que toleraba que otros se acercaran a él con deseos e instintos mezquinos y emociones sórdidas, mientras él observaba y juzgaba, aunque raramente ponía en palabras sus juicios; visto desde mi estatura, su cuerpo me parecía perfecto o, por lo menos, lo que suele considerarse un cuerpo de hombre perfecto, y si recurro al canon es para evitar toda sospecha de parcialidad y no llamarle hermoso, muy hermoso o, incluso, irresistible, porque llamarle hermoso equivaldría a reconocer que estábamos indefensos ante él, entregados y, cediendo al impulso natural, entregados con gusto, que nuestro más ferviente deseo era hacerlo nuestro, apropiárnoslo, aunque no fuera más que resiguiendo su contorno con la yema del dedo, percibiendo por el tacto lo que ya los ojos han considerado hermoso; los hombros anchos, con músculos desarrollados por el remo y la natación, cubriendo casi los ángulos y protuberancias de los huesos, no exentos de atractivo, del hombro y la clavícula, lisa y suave, pero también bien definida, la musculatura de los brazos, el pecho, suavemente abombado, cuya delicadeza velaba a la par que acentuaba el vello rubio que era mucho más atractivo mojado que seco, porque los pelillos adheridos a la piel formaban en el oscuro pezón una aureola que atraía la mirada, que podía optar entre seguir a lo largo de la línea del costado que, en suave sangrado, se recogía hasta la cadera, y deslizarse por la ondulación de los músculos que cubrían las costillas, para cruzar al vientre, donde el hoyo del ombligo y la oscura cuña de vello atraerán nuestra mirada pero no la detendrán, ya que los ojos, por su natural configuración física, siempre buscan los puntos más oscuros o los más claros, por lo que, irremisiblemente, llegarán al pubis; y, si se presenta la ocasión y nuestra mirada es tan precavida que el otro no la advierte -pero él la advertirá, porque sus ojos reaccionan del mismo modo en una situación análoga, pero quizá por pura benevolencia, no se da por enterado o da media vuelta o se cubre con lo primero que encuentra y, para no delatar su turbación, hace una observación casual- o si posee un conocimiento tan profundo del alma humana que, dejando aparte toda consideración moral, simplemente, acepta nuestra mirada, entonces nos demoraremos aquí porque nos gusta contemplar esta complicada región, explorar cada detalle para calcular todas sus posibilidades, sabiendo que el camino recorrido hasta ahora por nuestra mirada no era sino una dilación, una preparación, un preludio; por fin hemos llegado al objetivo de nuestra mayor curiosidad, sólo aquí podemos encontrar el conocimiento necesario para juzgar el conjunto del cuerpo, por lo que tal vez no sea exagerado afirmar que también desde el punto de vista moral hemos llegado al punto crítico.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Libro del recuerdo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Libro del recuerdo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Libro del recuerdo»

Обсуждение, отзывы о книге «Libro del recuerdo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x