Péter Nádas - Libro del recuerdo

Здесь есть возможность читать онлайн «Péter Nádas - Libro del recuerdo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Libro del recuerdo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Libro del recuerdo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

“Una de las novelas más importantes de nuestro tiempo” – The Times Literary Supplement
“El libro que usted estaba esperando desde que leyó ‘En busca del tiempo perdido’ o ‘La montaña mágica’ – The New Republic

Libro del recuerdo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Libro del recuerdo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Entonces algo me rozó la cara.

Todavía estaba oscuro y el silencio había terminado, algo que yo no acertaba a explicarme había terminado, y cuando aquel algo volvió a rozarme la cara noté que era agua; no producía una sensación desagradable, aunque estaba fría, y entonces deduje que aquello tenía que recordarme algo, no sabía qué, a pesar de que estaba oyéndolo, de nuevo oía el sonido, así que debía de haber pasado el tiempo, pero había pasado en vano, aún estaba oscuro, aún era de noche y todo estaba mojado, sí, y tan oscuro como antes.

Pero por fin comprendí que estaba en el suelo, caído entre las piedras.

En la mano de Dios

La aparición de Helene despejó la situación, y durante unos momentos maravillosos, nuestro futuro, que parecía lleno de malos presagios, tomó un cariz espléndido.

A la mañana siguiente, temprano, todavía sin lavarme, afeitarme ni vestirme, me quedé de pie junto al escritorio, sumido en mis pensamientos, palpándome el áspero mentón, un poco amodorrado todavía, incapaz de empezar el que sería un día trascendental; me sentía inquieto -a pesar de que, tras las fatigosas visitas de despedida de la tarde anterior, había dormido mucho y sin soñar, como el que ha puesto en orden sus asuntos-, porque aquel sueño profundo era consecuencia inmediata de nuevas mentiras, de mi forzosa claudicación ante un destino implacable, y al despertar habían vuelto las cavilaciones, estaba fresco y descansado pero indeciso; ya se había apoderado de mí el ansia viajera, esa animosa expectación que nos hace creer que el cambio de ambiente va a permitirnos dejar atrás todo lo que nos amarga, lo desagradable, deprimente o insoluble; el equipaje estaba en el recibidor, esperando al mozo, sólo tenía que recoger las notas y libros que necesitaba para mi trabajo y meterlos en la cartera de charol negro que estaba abierta encima de la alfombra; pero como para esta tarea, delicada por más de una razón, me sobraba tiempo, ya que el tren no salía hasta la tarde y no quería dejarme dominar otra vez por sentimientos desagradables, no me daba prisa por concentrarme en el trabajo, sino que remoloneaba y fantaseaba, cuando oí que llamaba a la puerta la buena de frau Hübner, mi anciana casera, que, sin esperar mi permiso, se coló en mi habitación; esto no tenía nada de extraordinario, y yo consideraba ya un fabuloso éxito pedagógico el haber conseguido que, cuando tenía algo urgente que comunicarme, no abriera la puerta sin llamar, pero aún no había podido hacerle comprender que, antes de entrar en una habitación, aunque fuera una habitación que ella había alquilado, tenía no sólo que llamar sino que esperar el permiso; «pero, a ver, ¿qué puede estar haciendo el señor?, ¿es que no sé yo que el señor está solo?, a ver», dijo poniendo los ojos en blanco con gesto de complicidad y alisándose el delantal sobre el grueso vientre, la primera vez que, con la mayor cortesía, le formulé el ruego, pero como por lo demás era servicial y afable, su incapacidad para comprender esta nimiedad me divertía más que molestaba; esta vez, sin embargo, más que golpear, había aporreado la puerta, que se abrió violentamente, como impulsada por un vendaval, y me cuchicheó con voz ahogada: «ha venido una señorita, con un velo en la cara, y quiere ver al señor, ¡una señorita!», una voz que la visita debió de oír perfectamente, a pesar de que el recibidor era grande, ya que, naturalmente, frau Hübner, había omitido cerrar la puerta, «¡una señorita que me parece que es la novia del señor!».

– ¡Por favor, frau Hübner, hágala pasar enseguida! -dije en tono comedido y un poco más alto de lo necesario, para hacerme oír de la visita que aguardaba en el recibidor y compensar, en lo posible, la incorrección de mi casera con mi deseo de no hacerla esperar, a pesar de que mi indumentaria no era la más indicada para recibir una visita, cualesquiera que fueran su rango y condición, y menos, la de una señora; por otra parte, no adivinaba quién podía visitarme a hora tan temprana; desde luego, inmediatamente se me ocurrieron varias posibilidades a cual más alarmante y hasta llegué a pensar que podía ser una enviada de mi paternal amigo, convertido ahora en mortal enemigo, que venía a cumplir la promesa de éste de destruirme físicamente, es decir, asesinarme, con una pistola que traía escondida en el manguito; «hasta la moda se ha convertido en cómplice nuestra», había dicho él riendo cuando las señoras empezaron a usar manguito, lo cual, efectivamente, facilitaba estos crímenes, y él estaba siempre rodeado de mujeres entre las que no faltaría alguna dispuesta a hacer cualquier cosa por él, y yo lo sabía por experiencia, o quizá la visita ni siquiera fuera una mujer, quizá me había enviado a uno de sus secuaces vestido de mujer, suposiciones que no eran tan truculentas como para no ser factibles; a fin de cuentas, conociendo como conocía todos los métodos disponibles, yo no podía desestimar la bien meditada amenaza de mi amigo Klaus Diestenweg, entre otras razones porque, desde su punto de vista, yo, por ser conocedor de graves secretos, era un traidor en potencia a su causa, «tú has de morir, podemos esperar, pero apareceremos en el momento oportuno», me comunicó en una carta escrita de su puño y letra, y, en realidad, si algo debía sorprenderme era que todavía no se hubiera cumplido la sentencia, aunque no comprendía por qué tenía que ser precisamente ahora, y me preguntaba si esta demora no formaba parte del castigo, que él no pensaba ejecutar hasta que se hubieran calmado por completo mi miedo y mis sospechas y tuviera la impresión de que me había perdonado, al igual que la pieza que, buscando la salvación, abandona el campo abierto por el bosque, sin advertir los cañones de las escopetas que asoman entre la espesura, y por ello no nos sorprende que no comprenda que en una apacible mañana de otoño tenga que ocurrirle eso; es el candor de la víctima lo que hace tan horrible esta muerte; también yo desde hacía meses tenía la sensación de que me protegía un tupido bosque, que ya no estaba tan a su merced, puesto que, como cambiaba de alojamiento con frecuencia, al fin había podido sustraerme a su peligroso medio y hacerme olvidar; realmente, durante mucho tiempo no había sabido de él ni de palabra ni por carta, mi noviazgo, pues, no me había deparado un solaz puramente sentimental, ya que también me había devuelto a esa vida burguesa considerada normal de la que me había apartado durante años la apasionada amistad de Diestenweg; pero ahora sentí vértigo al recordar de pronto la amenaza, y tuve que asirme con una mano al brazo del sillón, la frase que había dicho en voz alta ya no tenía remedio, y pensar que ya nada tenía remedio casi me hizo perder el conocimiento; pero no es que yo deseara retractarme de nada, no era propio de mí renegar de mi pasado; por lo tanto, si tenía que morir, moriría, y ahora mismo, enseguida, estaba preparado, sólo que frau Hübner seguía inmóvil, plantada debajo del bello arco que separaba mi soleado estudio del oscuro recibidor, como si no sólo advirtiera sino que experimentara también mi creciente angustia.

– ¡Mi querida frau Hübner, no hagamos esperar más a esa visita, hágala pasar, por favor! -dije, repitiendo la orden en tono más bajo pero más enérgico, con una firmeza que me asombró a mí mismo, ya que, a pesar del susto, estaba frío y sereno, mi voz conservaba la calma precisa y a nadie importaba lo que yo hubiera sentido durante aquellos momentos; pero entonces vi que era inútil, ya que frau Hübner, por causas inexplicables, se había quedado tan pasmada por aquella insólita situación como si realmente estuvieran apuntándola con una pistola, y ni tan sólo era capaz de llevar a cabo el sencillo ritual de hacer entrar a la visita, a pesar de que no le habían faltado ocasiones para aprenderlo; de modo que, ciñéndome la bata al pecho con un rápido ademán, salí yo mismo sin más dilación a recibir a mil visita, quienquiera que fuese.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Libro del recuerdo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Libro del recuerdo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Libro del recuerdo»

Обсуждение, отзывы о книге «Libro del recuerdo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x