Lan Chang - Herencia
Здесь есть возможность читать онлайн «Lan Chang - Herencia» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Herencia
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Herencia: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Herencia»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Herencia — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Herencia», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
En esa familia, la autoridad estaba en manos de la esposa de Hsiao; Li Ang lo sabía por boca de unas mujeres de la ciudad que, al enterarse de que estaba casado, se habían confiado a él. A pesar de no haber dado a luz ningún varón y a pesar del mal carácter del general, Hsiao Taitai llevaba la voz cantante. Su marido no tenía concubina; se decía que Hsiao Taitai le habría hecho la vida imposible. Hsiao Taitai también movía los hilos de la sociedad capitalina. Había estudiado con los misioneros y hecho amistades cruciales entre las alumnas estadounidenses. Hablaba inglés con soltura y daba frecuentes cenas en su casa, a las que convidaba a sus amigos estadounidenses y a otros extranjeros. Los hombres más ambiciosos ansiaban asistir a esas cenas. La noche en que Li Ang llegó a recoger a Baoyu para llevarla al concierto era la primera vez que entraba en esa casa.
El general Hsiao vivía en la ladera más segura de una colina; en la base estaba excavando un refugio antibombas para uso personal. Li Ang subió los escalones que conducían a un espacioso porche donde lo recibió un portero que le indicó el camino a un salón. Hsiao Taitai le dio la bienvenida. Era una mujer bajita y regordeta de facciones menudas y con el rostro espolvoreado de blanco. Cuando sonrió, los ojos se le agrandaron de alegría y compasión, y Li Ang se dio cuenta de que en su día debía de haber sido bellísima.
– Le pido disculpas, mi hija es muy lenta. Enseguida estará lista.
Hsiao Taitai le presentó a sus dos hijas mayores. Juyu, la primogénita, acababa de prometerse con uno de los favoritos de su padre, el coronel Tang, que había esperado pacientemente durante todo el luto, aunque, a juicio de Li Ang, había contado con un poderoso incentivo. Entre tanto, a Tang lo habían ascendido a general de brigada. Ahora, por fin, iban a casarse. Juyu era bastante alta y, aunque tenía algo de la masculinidad de su padre en su actitud y en las carnosas mejillas, todo el mundo aludía a su belleza.
Su hermana Meiyu era menuda y estilizada, con exquisitas facciones de alabastro. Había aprendido a leer y escribir poesía inglesa y china clásica. Cantaba en el coro metodista y tocaba el piano. Era la más inteligente y guapa de las tres, y llevaba varios años llamando discretamente la atención de casi todos los subalternos de su padre. Pero a Li Ang se le atravesó en el acto; tenía una manera de fruncir los labios que le resultó sentenciosa y monjil.
Se alegró al descubrir que Baoyu era risueña y lanzada, nada que ver con las hermanas. Hoyuelos en las mejillas, labios rojos y curvos, ojillos vivarachos. El gobierno había decretado inmorales e ilegales las permanentes, pero Baoyu llevaba el pelo rizado como una estrella de cine occidental. Li Ang se preguntaba si al tocarlo estaría tieso. Los pechos y caderas redondeadas insinuaban un placer sensual. Mientras salían al encuentro de sus amigas, Li Ang se volvió hacia ella para decirle algo y captó un intenso y dulzón aroma a flores.
Más tarde le contó a su hermano que, comparada con Junan, Baoyu era una chica más normal y corriente, pero muy simpática, de charla fácil.
– Aléjate de ella -le dijo Li Bing-. Ni siquiera la conozco, pero no entiendo a tu general Hsiao. Sabiendo que estás casado y que eres un forastero, ¿por qué querría relacionarte con su propia hija?
– Es muy atractiva -dijo Li Ang-. Le gusta ir a la ópera y sus amigas son chicas bastante fáciles. Es más seguro que la escolte un hombre casado.
Li Bing meneó la cabeza. Los dos hermanos estaban sentados en un salón de té del barrio, donde los camareros servían el té con unas teteras de pitorro fino y alargado, al estilo de Sichuan, esto es, vertiéndolo desde bien alto como si fuese una sustancia letal. Li Ang estaba de buen humor. La velada con Baoyu y sus jóvenes amigas le había levantado el ánimo, y además estaba feliz de ver a su hermano fuera de la cárcel.
A Li Bing lo habían puesto en libertad inmediatamente a petición del general Hsiao. Aunque Li Ang se había visto obligado a decirle a Hsiao que el preso era su hermano, ahora se sentía incapaz de revelarle a Li Bing su papel de mediador en la liberación. Lo que quería, en cambio, era enterarse de qué había estado haciendo su hermano en ese lugar; de cómo podía haberse involucrado en una acción subversiva. Li Ang era el gege, el hermano responsable, y se las había apañado para que soltasen a Li Bing. Pero ahora tuvo la sospecha de que se había pasado de optimista al suponer que podría mantener una charla distendida con su hermano. Li Bing tenía encogidos los huesudos hombros y comía cacahuetes a dos carrillos con un gesto hosco y distante.
Li Ang abrió fuego.
– ¿Qué hacías exactamente en la residencia de estudiantes?
Al oír la pregunta, Li Bing paró de masticar como si hubiese mordido un cacahuete podrido.
– Obviamente, no estaba trabajando con nadie que te interesase conocer. Nada de matones, americanos ricos, burócratas ni contrabandistas.
– Mmm -murmuró Li Ang-. Bueno -volvió a intentarlo, procurando mantener un tono de voz afable-, ¿y qué tal la familia? ¿Cómo está Junan?
– Y yo qué sé, si hace casi un año que no la veo.
– Más llevo yo fuera de casa.
– Me parece que le iba de maravilla. Se bandeaba estupendamente, teniendo en cuenta las circunstancias. Me duele haberlas dejado. Pero es que, o me largaba, o les buscaba un problema.
A Li Ang le molestó esa alusión a la política. Además, el reciente intercambio de telegramas con Junan lo había herido.
– Hombre, tanto como de maravilla…
– Qué sabrás tú -dijo Li Bing, hurgando en el platillo de cacahuetes.
– Es una mujer muy competente.
Li Bing dejó el plato de cacahuetes en la mesa.
– Y muy valiente. Estoy seguro de que quiere venirse a Chongking.
– Está mejor donde está. Pronto derrotaremos a los japoneses y entonces…
– ¿Cómo vais a derrotarlos? ¿Escondiéndoos en este villorrio de mala muerte y emprendiéndola contra los comunistas? ¿Volviendo al pueblo en vuestra contra con esa actitud matonesca? No tienes ni idea de la imagen que tiene el pueblo de vuestra camarilla de generales. Y en cuanto a tu Generalísimo…
– A lo mejor te crees que podéis derrotar a los japoneses vosotros solos…
– Ese Generalísimo vuestro es un vulgar caudillo.
– No -se oyó decir a sí mismo Li Ang con sorprendente firmeza-. Nadie tiene derecho a juzgar a un hombre hasta ver cómo muere y cómo se le recuerda.
Se quedaron callados unos instantes.
– Mira, gege -dijo Li Bing, aprovechando el silencio-. Escúchame. Tú no entiendes por qué desconfío tanto del poder. Es porque cuando has visto la crueldad, cuando la has sentido en tus propias carnes, ya nunca vuelves a ser el mismo.
– Venga, no te pongas tan melodramático, que a los dos nos educaron igual.
– No. Tú siempre fuiste más fuerte. Tomabas parte en todo; nunca tuviste que limitarte a mirar. Esos tipos del gobierno… Ese general Hsiao tuyo es otro Sun Chuan-fang. ¿Y te acuerdas de aquel chico del barrio, en Hangzhou, al poco de mudarnos, que se llamaba Chang? Me tenía acogotado, siempre acosándome a la salida del colegio…
La sombra de un recuerdo le cruzó la mente. Vio, fugazmente, a un niño corpulento cuyo rostro paliducho y ojos pequeñajos mostraban una frialdad perturbadora, inhóspita.
– Eran muchos los niños que te acosaban a la salida del colegio -dijo-. Eras un empollón escuchimizado. ¿Qué quieres, que me acuerde de todos los líos de los que tuve que sacarte?
Li Bing no respondió. En ese momento pasó el camarero y Li Ang le pidió más té con un gesto. Era el momento de volver al tema. Observó con una mueca irónica el enorme chorro de té y cuando el chico se hubo retirado, dijo:
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Herencia»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Herencia» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Herencia» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.