Félix Palma - La hormiga que quiso ser astronauta

Здесь есть возможность читать онлайн «Félix Palma - La hormiga que quiso ser astronauta» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La hormiga que quiso ser astronauta: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La hormiga que quiso ser astronauta»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando las preocupaciones podían extirparse con anguilas modificadas con Quimicefa, y tus amantes incluían a una pintora que era, literalmente, tu alma gemela, y a un ángel (bueno, un serafín) exiliado del Cielo. Cuando los repartidores de pizzas conspiraban para escribir tu biografía no autorizada, y una vieja grabadora trucada podía servir para recuperar y extraer sentido de las palabras dichas en una ruptura. Cuando La Muerte recorría la ciudad con una lista de víctimas que, si eras lo suficientemente rápido, podías alterar. Cuando las hormigas aspiraban a alcanzar las estrellas. ¿Lo recuerdas? ¿Sí? Ahora, ¡despierta!

La hormiga que quiso ser astronauta — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La hormiga que quiso ser astronauta», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Muevo los dedos y el mundo se levanta a coger el teléfono. Pero es demasiado lento. Las yemas de mis dedos corretean veloces y caprichosas por las teclas, por hogares y oficinas en una sangría de números que hace que el aparato se retuerza sobre sí mismo como si fuera presa de furiosas cosquillas. Rinnng… Y el puño del marido borracho se detiene indeciso ante el magullado rostro de la sufrida esposa… Rinnng… Y durante un segundo la pareja infiel se siente más culpable y sucia… Rinnng… Y Chen Tong interrumpe su harakiri con un bufido de fastidio… Rinnng… Y por un brevísimo instante una sonrisa ilumina el apergaminado rostro de una anciana de Manchester al creer que su hijo, a pesar de dos largos años de silencio, aún se acuerda de ella… Rinnng… Y Giuseppe Piovani descerraja un tiro en la nuca equivocada… Rin…

– … ¿Diga?

Me quedé paralizado, una voluntariosa estatua de sal que ni siquiera necesitaba de la mortífera mirada del basilisco, el auricular pegado a la oreja y una mueca de me pillaste arrugándome la boca. El sol mismo parecía detenido, sus rayos congelados, apuntándome a la cabeza como mosquetones dispuestos. Alguien había logrado responder al teléfono antes de completarse el primer aviso, como si llevase años esperando mi llamada. Y era la voz más hermosa que había escuchado nunca.

– ¿Diga? ¿Quién es? -insistió.

Y yo cerré los ojos y me dejé arrobar por el delicioso tono de su interrogatorio, recibiendo cada palabra como una caricia jabonosa en mis oídos, cada letra como una luciérnaga moribunda que expiraba en mi alma, y traté de imaginar quién podía ser la dueña de aquella voz a la que no le hacían justicia ni la miel ni el terciopelo, y que para describirla con el mayor rigor posible había que recurrir sin rubor al churrigueresco símil de un ménage á trois entre mariposas sobre un nenúfar que zascandilea al atardecer por un torrente cristalino, escoltado por una flota de barquitos de papel confeccionados por muchachas impúberes con los manuscritos de Bécquer.

– ¿Diga? -volvió a preguntar tras una pausa, sin irritarse lo más mínimo ante mi silencio. Aprecié cierto servilismo en su requerimiento, como si le acabaran de poner el teléfono y deseara inaugurarlo con una conversación que se le resistía. ¿Por que no?, pensé. Si la enojaba mi carencia de motivos para llamarla, siempre podía colgar, si no podría mitigar mi tedio con una charla agradable. Podía incluso, si me mostraba lo suficientemente ingenioso y la chica en cuestión vivía cerca, arrancarle una cita. Me aclaré la garganta y di señales de vida.

– Hola -saludé. Mi voz, con el eco de la suya aún en mi oído, se me antojó terriblemente agarbanzada y nasal, de una virilidad amenazante.

– Hola -respondió ella con aplicada rapidez, y luego guardó silencio.

Se hizo una pausa incómoda.

– Hola -repitió con entusiasmo, como animándome a seguir hablando.

Mi interlocutora resultaba de una impericia telefónica encantadora. ¿Dónde estaban las preguntas tradicionales, el inevitable por quién preguntas o el automático no me interesa comprar nada? Al parecer aquello corría de mi cuenta. De acuerdo. Me mordí el labio inferior, devanándome la cabeza en busca de alguna pregunta o comentario que nos encauzara hacia la esquiva conversación.

– Me llamo Alejandro -anuncié con una solemnidad absurda. Había que empezar de alguna forma.

– Alejandro -repitió la voz, estremeciendo cada letra de mi nombre.

– Eso es -confirmé, apaciguando la erección que amenazaba con desbordar mi slip con un puñetazo irreflexivo que me dejó fuera de juego unos minutos-. ¿Y tú? ¿Cómo te llamas? -pregunté, una vez restaurado en la medida de lo posible.

Hubo unos instantes de duda y luego oí algo parecido a: Sariel. El nombre no me sonaba español. ¿Italiano?

– Alejandro… -seguía repitiendo ella por su cuenta, mordisqueando maravillada cada letra de mi nombre-. Eres… eres entonces… ¿un hombre?

– Sí- asegure, algo confundido por lo innecesario de su observación.

¿Dónde diablos había llamado? A juzgar por las misteriosas reacciones de mi interlocutora bien podía tratarse de la comunidad Amish, de un convento de carmelitas perdido por algún sitio o algo por el estilo. Había dicho hombre con una curiosa mezcla de sorpresa y excitación. ¿Un grupo de brujas que necesitaba semen con urgencia para completar su último hechizo? Yo siempre tan oportuno.

– Espera un momento… -ordenó.

Oí el golpe del auricular al ser depositado sobre una superficie dura, una mesa, supuse, y luego me llegaron una serie de portazos rápidos, como si se hubiera apresurado a cerrar todas las puertas y ventanas de la habitación en que se encontraba.

– ¿Cómo has conseguido tú este número? -preguntó con ávida curiosidad, una vez concluida su labor de aislamiento.

Buena pregunta. Seguí el rizado cable del teléfono hasta el armazón, que se encontraba panza arriba sobre la mesa, como una tortuga incapaz de volverse del derecho, despidiendo ligeros tirabuzones de humo.

– No lo sé -dije-. Creo que ha debido producirse un cruce de líneas.

– ¿No sabes entonces dónde has llamado? -preguntó ella, algo decepcionada.

– No… -respondí con cautela-. Ni idea.

– Bien… -La oí chasquear la lengua, indecisa-. ¿Estás sentado?

– Sí -aseguré, levantándome del sofá. Tanta reserva empezaba a alarmarme. Era, admití, el aliciente de su hermosa voz lo que me mantenía aún con el auricular enarbolado junto a la oreja.

– Has llamado… has llamado… -Parecía incapaz de decidirse por una palabra. Consumió casi un minuto en descartar varias, apenas representadas por la resbalosa ambigüedad de sus primeras letras, para optar por-: Arriba.

Me descubrí alzando la mirada hacia el techo, en uno de esos estúpidos actos reflejos. Y me sentí más estúpido aún al recordarme que vivía en un ático, que todos mis vecinos, que la mayor parte de la ciudad, quedaba por debajo.

– ¿Arriba? ¿Al Meteosat? -pregunté, sin poder evitar la gracia, y mucho menos sin poder evitar imaginármela alejada de los dedos del Hombre en aquella esfera metálica, turbada por los sensuales balanceos de las mareas y las posesivas caricias con que los anticiclones domesticaban la piel azul del planeta.

– Más arriba -corrigió ella.

¿Más arriba?, me pregunté, ¿qué podía haber más arriba del Meteosat…?

Ah.

– ¿Quieres decir que he telefoneado al… -ahora era yo quien no sabía que palabra escoger-… Cielo? -Traté de pronunciarlo con mayúsculas, desbrozándolo del resto de sus significados.

– Ajá.

Se hizo una nueva pausa.

– Desconocía que hubiese teléfonos allí -comenté, por decir algo.

Sentí lastima por los que intentaban comunicarse con Las Alturas desgranando plegarias ante un crucifijo. No eran más que salvajes con tambores ridículos. Dediqué unos minutos a reflexionar sobre lo fácil que resultaba acceder a los ángeles en contraposición con la burocracia que había que sortear para comunicarse con los demonios. De pequeño había intentado invocar al Diablo y me habían abatido los innumerables requisitos: el solsticio de verano, el intrincado pentagrama, el cáliz consagrado con sangre de niño y en especial el semen de carnero. Uno puede tener hobbys raros, pero masturbar a un rumiante me parecía excesivo.

– En realidad no los hay -explicó Sariel refiriéndose al teléfono-. O no debería haberlos; pero yo tengo uno.

Dijo esto último sin ocultar su orgullo, como si le hubiese llevado años y sudores conseguirlo y ahora por fin podía decirse a sí misma, ya que, según el apresurado enclaustramiento al que se había sometido, no parecía dispuesta a compartirlo con nadie más, que tanto empecinamiento había dado sus frutos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La hormiga que quiso ser astronauta»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La hormiga que quiso ser astronauta» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La hormiga que quiso ser astronauta»

Обсуждение, отзывы о книге «La hormiga que quiso ser astronauta» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x