Philip Roth - Me Casé Con Un Comunista

Здесь есть возможность читать онлайн «Philip Roth - Me Casé Con Un Comunista» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Me Casé Con Un Comunista: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Me Casé Con Un Comunista»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El sueño americano se convierte en pesadilla.
En plena caza de brujas, durante la era McCarthy, Iron Rinn -cavador de zanjas primero, actor radiofónico más tarde- ve cómo tras participar en la Segunda Guerra Mundial, comprometido en la lucha por un mundo mejor, termina en la lista negra, desempleado y perseguido por el fanatismo ideológico.
En este camino tendrá un papel fundamental la exquisita actriz Eve Frame. El matrimonio de ambos se transformará: de idilio fascinante y perfecto pasará a ser un tremendo y cruel culebrón. Y cuando ella revele a la prensa las relaciones de Iron con la URSS, el apogeo de la traición y la venganza se materializarán en el escándalo nacional y la ruina personal. El hermano de Iron, Murray, será quien cuente esta historia años más tarde.
Philip Roth, el autor de Pastoral americana y La mancha humana, vuelve a explorar y a retratar con ironía, sinceridad y vehemencia los conflictos de la sociedad norteamericana del siglo XX.

Me Casé Con Un Comunista — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Me Casé Con Un Comunista», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Durante aquellos viajes nocturnos de los viernes, Ira descubrió que podía hablar con Sylphid como nunca lo hacía cuando Eve estaba presente. Le preguntaba qué sentía al ser hija de una estrella de cine. Le preguntaba: «Cuando eras pequeña, ¿en qué momento pensaste que algo ocurría, que aquélla no era la manera en que crecían los demás niños?». Ella le respondía que fue cuando los autocares turísticos recorrían de arriba abajo su calle en Beverly Hills. Le dijo que no vio las películas de sus padres hasta la adolescencia. Sus padres procuraban que fuese una niña normal, y por eso en casa restaban importancia a aquellas películas. Incluso la vida de niña rica en Beverly Hills con los hijos de las demás estrellas de la pantalla parecía bastante normal hasta que los autocares turísticos se detenían delante de su casa y oía decir al guía: «Esta es la casa de Carlton Pennington, donde vive con su esposa, Eve Frame».

Sylphid le habló de las exageradas fiestas de cumpleaños que organizaban para los hijos de las estrellas: payasos, magos, caballitos, títeres, y cada niño acompañado por una niñera de uniforme blanco, las mismas niñeras que, una vez los pequeños se sentaban a la mesa, estaban detrás de cada uno. Los Pennington tenían una sala de proyección donde pasaban películas. Asistían los niños, quince o veinte, y las niñeras también asistían y se sentaban al fondo. En ese cine doméstico, Sylphid tenía que estar vestida de punta en blanco.

La muchacha le habló de las prendas de su madre, de lo alarmantes que eran para una chiquilla como ella. Le habló de las fajas, los sujetadores, los corsés, los cinturones, las medias y los zapatos inverosímiles, todo lo que llevaban en aquella época. Sylphid pensaba cómo podría ella vestir y calzar de aquella manera. No lo conseguiría jamás. Los peinados, las enaguas, el penetrante perfume. Recordaba haberse preguntado cómo se las arreglaría ella.

Incluso le contó algunas cosas de su padre, pocas pero suficientes para que Ira comprendiese cuánto le había querido de pequeña. Pennington tenía un barco, al que puso el nombre de Sylphid, amarrado frente a la costa de Santa Mónica. Los domingos navegaban hasta Catalina, su padre al timón. Los dos cabalgaban juntos. En aquellos días había un camino de herradura que subía por Rodeo Drive y bajaba a Sunset Boulevard. Su padre solía jugar al polo detrás del hotel Beverly Hills, y luego iba a cabalgar con Sylphid por el camino de herradura. Una Navidad su padre hizo que uno de los especialistas de los estudios le lanzara regalos desde una avioneta Piper Cub. Bajó en picado, pasó a vuelo rasante por el césped trasero y lanzó los paquetes. Sylphid le dijo que a su padre le hacían las camisas en Londres, lo mismo que los trajes y los zapatos. Por entonces nadie en Beverly Hills iba por la calle sin traje y corbata, pero él era el que vestía mejor de todos. Para Sylphid no existía en Hollywood un padre más guapo y más encantador. Y entonces, cuando ella tenía doce años, su madre se divorció y Sylphid se enteró de las aventuras de Pennington.

Le contó a Ira estas cosas en aquellos viernes por la noche, y él me lo contó a su vez en Newark. Me lo contaba para que creyera que me había equivocado por completo y que acabaría por hacerse amigo de la chica. Aún hacía poco que vivían los tres juntos, y las conversaciones se encaminaban a establecer contacto con Sylphid, a hacer las paces con ella y así sucesivamente. Y parecía surtir efecto, algo semejante a una intimidad empezó a desarrollarse. Incluso empezó a entrar en el cuarto por la noche, cuando Sylphid practicaba. Le preguntaba: «¿Cómo diablos tocas este cacharro? Si he de serte sincero, cada vez que te veo tocar el arpa…», y Sylphid decía: «Piensas en Harpo Marx», y los dos se reían porque era cierto. «¿De dónde sale el sonido?», quiso saber. «¿Por qué son las cuerdas de diferentes colores? ¿Cómo puedes acordarte del pedal que has de pisar? ¿No te duelen los dedos?» Le hacía un centenar de preguntas para mostrarle que estaba interesado, y ella las respondía y le explicaba cómo funcionaba el arpa, le mostraba los callos, y el ambiente empezaba a despejarse, las cosas empezaban de veras a tener buen cariz.

Pero aquella mañana después de que Eve le dijera que no quería tener el bebé, después de que llorase tanto y él se resignara y accediese a llevarla al médico de Camden, aquella mañana oyó a Sylphid al pie de la escalera. Estaba discutiendo con su madre, reprendiéndola con vehemencia. Ira se levantó de la cama para abrir la puerta del dormitorio y fue entonces cuando oyó lo que Sylphid estaba diciendo. Esta vez no llamaba a Eve zorra judiaza. Era algo peor que eso, lo bastante malo para enviar directamente a mi hermano de regreso a Newark. Y así fue como le conociste. Se pasó dos noches durmiendo en el sofá.

Aquella mañana, aquel momento, fue cuando Ira comprendió que no era cierto que Eve se sintiera demasiado mayor para tener un hijo con él. Suena la alarma y comprende que no es cierto que Eve se preocupara por las consecuencias de un nuevo hijo para su carrera. Comprende que Eve también había querido tener el niño, no menos que él, que no le había sido fácil tomar la decisión de abortar el hijo de un hombre al que amaba, sobre todo a los cuarenta y un años. Es una mujer que experimenta intensamente una sensación de incapacidad, y experimentar la incapacidad de no ser lo bastante generosa para actuar, de no ser lo bastante decidida, de no ser lo bastante libre… por eso había llorado tanto.

Aquella mañana Ira comprendió que el aborto no había sido una decisión de Eve, sino de Sylphid. Aquella mañana se dio cuenta de que no se trataba de decidir qué harían con su hijo, sino con el de Sylphid. El aborto era la manera que tenía Eve de eludir la ira de su hija. Sí, suena la alarma, pero todavía no con suficiente intensidad para que Ira se marche.

Sí, por los intersticios de la personalidad de Sylphid se filtraba toda clase de cosas elementales que no tenían nada que ver con tocar el arpa. Lo que él le oye decirle a su madre es: «¡Si vuelves a intentarlo de nuevo, estrangularé al pequeño idiota en la cuna!».

4

La casa en la calle West Eleventh, donde Ira vivía con Eve Frame y Sylphid, su elegancia, su belleza, su comodidad, su tenue aura de intimidad sibarítica, la serena armonía estética de sus mil detalles, la cálida vivienda como suntuosa obra de arte, alteraron mí concepto de la vida tanto como lo haría la Universidad de Chicago cuando me matriculara en ella año y medio después. Sólo tenía que cruzar la puerta para sentirme diez años mayor, liberado de mis convenciones familiares, a pesar de que durante la etapa de mi crecimiento me había adherido a ellas en general con placer y sin demasiado esfuerzo. Debido a la presencia de Ira, debido a su manera pesada y despaciosa de andar por la casa, con anchos pantalones de pana, camisas de franela a cuadros, de mangas demasiado cortas y unos zapatos viejos, no me sentía intimidado por una atmósfera, desconocida para mí, de riqueza y privilegio. Debido a esos poderes campechanos de apropiación que tanto contribuían al atractivo de Ira (a sus anchas tanto en la calle Spruce del barrio negro de Newark como en el salón de Eve), muy pronto me hice la idea de lo grata y doméstica que podía ser la vida de los ricos, aquella atmósfera en la que uno respiraba con naturalidad la alta cultura. Era como penetrar en una lengua extranjera y descubrir que, a pesar del alienante exotismo de los sonidos, los extranjeros que lo hablan con fluidez no dicen más que lo que has estado oyendo en inglés durante toda tu vida.

Los centenares de libros serios que llenaban los estantes de la biblioteca (poesía, novelas, obras teatrales, volúmenes de historia, libros sobre arqueología, los tiempos antiguos, música, indumentaria, danza, arte, mitología), los discos de música clásica que llenaban los armarios de dos metros de alto a cada lado del tocadiscos, las pinturas, dibujos y grabados en las paredes, los objetos dispuestos sobre la repisa de la chimenea y que llenaban las mesas (estatuillas, cajas esmaltadas, fragmentos de piedras preciosas, platillos ornamentales, instrumentos astronómicos antiguos, objetos de extraño aspecto, de vidrio, oro y plata, algunos reconociblemente representativos, otros curiosos y abstractos) no se limitaban a formar parte de la decoración, meras chucherías ornamentales, sino que eran posesiones unidas a un estilo de vida placentero y, al mismo tiempo, con moralidad, con la aspiración humana de adquirir importancia por medio de la pericia y el pensamiento. En semejante entorno, ir de una habitación a otra en busca del periódico vespertino, sentarse y comer una manzana ante el fuego eran cosas que podían ser detalles de una gran empresa. O así se lo parecía a un muchacho cuya casa, aunque limpia, ordenada y bastante cómoda, jamás le hacía meditar, ni a él ni a nadie, en la condición humana ideal. Mi casa, con su colección del Information Please Almanac y otros nueve o diez libros que habían llegado a nuestro poder como regalos a miembros de la familia convalecientes, parecía, en comparación, pobre y triste, una insípida cabana. En aquel entonces no habría podido creer que hubiera algo en aquella casa de la calle West Eleventh de lo que alguien quisiera huir. Me parecía el trasatlántico de lujo de los cielos, el último lugar donde tendrías que preocuparte por el trastorno de tu equilibrio. En el centro, erecta, voluminosa y elegante sobre la alfombra oriental de la biblioteca, grácil a pesar de lo maciza que era y visible en cuanto uno pasaba del vestíbulo a la sala de estar, estaba aquel símbolo que se remontaba a los comienzos ilustrados de la civilización, del ámbito de la vida refinado por el espíritu, el maravilloso instrumento cuya forma tan sólo es una amonestación a todo defecto áspero y rudo en la naturaleza mundana del hombre… aquel majestuoso instrumento de trascendencia, el arpa Lyon y Healy, recubierta con pan de oro, de Sylphid.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Me Casé Con Un Comunista»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Me Casé Con Un Comunista» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Philip Roth - Letting Go
Philip Roth
Philip Roth - My Life As A Man
Philip Roth
Philip Roth - Operacja Shylock
Philip Roth
Philip Roth - Elegía
Philip Roth
Philip Roth - Indignation
Philip Roth
Philip Roth - Our Gang
Philip Roth
Philip Roth - The Human Stain
Philip Roth
Philip Roth - Operation Shylock
Philip Roth
Philip Roth - The Prague Orgy
Philip Roth
Отзывы о книге «Me Casé Con Un Comunista»

Обсуждение, отзывы о книге «Me Casé Con Un Comunista» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x