A veces tenía pesadillas en las que Matt se daba cuenta de que lo suyo era una impostura, que no era guapa, ni excepcional, que no tenía nada que fuera digno de admiración. «¿En qué estaríamos pensando?», se lo imaginaba diciéndoles a sus amigos, y quizá por esa razón le fuera tan difícil pensar en ellos en términos de amistad aun despierta.
Ella y Matt tenían planes para aquel fin de semana…Planes importantes, que apenas era capaz de guardarse para ella. Mientras estaba sentada en los escalones de piedra de la base del asta de la bandera, esperándole, notó que alguien le daba unas palmadas en el hombro.
– Llegas tarde-dijo en tono acusatorio y sonriendo; pero al volverse se encontró con Peter.
Éste pareció tan sorprendido como ella, aunque hubiera sido él quien la había ido a buscar. Durante los meses posteriores al despido de Peter de la copistería, Josie había procurado que sus caminos no se cruzaran para evitar cualquier posible contacto con él. Cosa nada fácil, porque coincidían todos los días en clase de matemáticas y recorrían los pasillos varias veces entre clase y clase. En esas ocasiones, Josie se aseguraba siempre de tener las narices metidas en un libro o la atención centrada en otra conversación.
– Josie-dijo Peter-, ¿podemos hablar un minuto?
Riadas de alumnos salían del instituto. Josie percibía sus miradas sobre ella como un látigo. ¿La miraban por ella, o por quien estaba con ella?
– No-dijo de forma tajante.
– Es que…necesito en serio que el señor Cargrew me acepte de nuevo en el trabajo. Sé que cometí un error. Pero había pensado que…a lo mejor…si tú hablabas con él…-Calló de pronto-. A él le gustas-concluyó.
Josie tenía ganas de decirle que se largara, que no quería volver a trabajar con él, y mucho menos que los vieran hablando. Pero algo había pasado durante los meses transcurridos desde que Peter prendiera aquel fuego en el contenedor. El pago que ella había pensado que él merecía después de su panegírico a favor de Josie en clase de matemáticas quemaba en su interior cada vez que lo recordaba. Y Josie había empezado a preguntarse si la causa de que Peter se hubiera hecho aquella idea errónea no era porque estaba loco, sino porque ella lo había inducido. Después de todo, cuando no había nadie en la copistería, hablaban y reían juntos. Era un chico apuesto…sólo que no era de esas personas con las que necesariamente quieres que te asocien en público. Pero las simpatías y antipatías que uno pudiera sentir por alguien no eran lo mismo que actuar contra esa persona, ¿no? Ella no era como Drew, y Matt, y John, que empujaban a Peter contra la pared cuando se cruzaban con él en los pasillos, y que le robaban la bolsa de papel de estraza del almuerzo y se ponían a jugar con ella en medio del vestíbulo hasta que se rasgaba y todo el contenido se caía por el suelo…¿O sí?
No quería hablar con el señor Cargrew. No quería que Peter creyera que quería ser su amiga, ni siquiera una conocida.
Pero tampoco quería ser como Matt, cuyos comentarios hacia Peter a veces la hacían sentirse muy mal.
Peter se había sentado delante de ella, a la espera de una respuesta, hasta que de pronto se dio cuenta de que ya no estaba. Estaba caído al pie de los escalones mientras Matt lo miraba, de pie a su lado.
– Apártate de mi chica, maricón-dijo Matt-. Vete a buscar algún niñito lindo para jugar.
Peter había caído de bruces sobre el pavimento. Cuando levantó la cabeza, Josie vio que le sangraba el labio. Peter la miró y, para sorpresa de ella, no parecía alterado, ni siquiera enojado…sólo muy cansado, profundamente cansado.
– Matt-dijo Peter, incorporándose del suelo-. ¿Tienes el pito grande?
– ¿Te gustaría saberlo?-preguntó Matt.
– La verdad es que no.-Peter acabó de ponerse de pie, tambaleándose-. Era porque si la tenías lo bastante larga, que te dieras por el culo a ti mismo.
Josie percibió cómo el aire a su alrededor se llenaba de carga eléctrica justo antes de que Matt se abalanzara sobre Peter como un huracán, y se pusiera a darle puñetazos en la cara derribándolo pesadamente contra el suelo.
– Eso es lo que a ti te gusta, ¿verdad?-le espetó Matt mientras sujetaba a Peter con furia.
Peter movió la cabeza a uno y otro lado, mientras las lágrimas le caían por las mejillas, mezcladas con la sangre.
– Suelta…me…
– Apuesto a que te gustaría-se mofó Matt.
Para entonces se había congregado ya una multitud. Josie miró con frenesí a su alrededor, buscando un profesor, pero ya habían acabado las clases y no había ninguno a la vista.
– ¡Basta!-gritó, viendo cómo Peter lograba zafarse pero Matt lo agarraba de nuevo-. ¡Matt, basta ya!
Éste se disponía a asestarle un nuevo puñetazo, pero al oírla se levantó, dejando a Peter acurrucado de costado en el suelo, en posición fetal.
– Tienes razón, ¿para qué perder el tiempo?-dijo Matt, y dio unos pasos esperando a que Josie llegara a su lado.
Se encaminaron hacia el coche de Matt. Josie sabía que darían un rodeo para pasar por el centro a tomar un café antes de volver a casa. Una vez allí, Josie se concentraría en los deberes hasta que le fuera imposible ignorar las caricias de Matt en sus hombros o sus besos en el cuello, y luego retozarían hasta que oyeran el coche de su madre entrando en el garaje.
Matt, presa todavía de una ira desatada, caminaba con los puños cerrados a ambos lados del cuerpo. Josie le agarró uno, le desplegó la mano y entrelazó sus dedos con los de él.
– ¿Puedo decir algo sin que te pongas furioso?-preguntó.
Josie sabía que era una pregunta retórica: Matt ya estaba furioso. Era la otra cara de la pasión que la hacía sentir como si por su interior pasara una corriente eléctrica, sólo que dirigida, con carga negativa, hacia alguien más débil.
Al ver que él no contestaba, Josie siguió adelante.
– No entiendo por qué tienes que meterte con Peter Houghton.
– Ha sido el marica el que ha empezado-arguyó Matt-. Tú misma has oído lo que ha dicho.
– Bueno, sí-dijo Josie-. Después de que tú le tiraras escaleras abajo.
Matt dejó de caminar.
– ¿Desde cuándo eres su ángel de la guarda?
Le clavaba los ojos, con una mirada que la atravesaba hasta lo más vivo. Josie se estremeció.
– No lo soy-se apresuró a decir, respirando hondo-. Es que…no me gusta tu manera de tratar a los que no son como nosotros, ¿entiendes? Sólo porque no te gusten los fracasados no significa que tengas que torturarlos, ¿no?
– Pues sí-dijo Matt-. Porque sin ellos, no podríamos ser nosotros.-Entornó los ojos-. Tú deberías saber eso mejor que nadie.
Josie sentía crecer en su interior una confusión que la paralizaba. No sabía si Matt le estaba sacando a relucir el tonto gráfico de la clase de matemáticas de Peter, o peor aún, su historial como amiga de Peter en los primeros cursos…Pero tampoco tenía ningunas ganas de averiguarlo. A fin de cuentas, aquél era el mayor de sus temores: que la gente guapa que estaba dentro del círculo descubriera que ella estaba fuera, que siempre lo había estado.
No pensaba hablar con el señor Cargrew de Peter. Ni siquiera lo miraría, si él volvía a intentar acercársele. Y tampoco iba a seguir mintiéndose a sí misma, fingiendo ser mejor que Matt cuando éste se burlara de Peter o lo golpease. Cada cual hacía lo que tenía que hacer, que era cimentar su puesto en la jerarquía. Y la mejor forma de estar arriba era pasando por encima de otro para alcanzar ese lugar.
– Bueno-dijo Matt-, ¿vienes conmigo o no?
Ella se preguntó si Peter estaría todavía llorando. Si tendría la nariz rota. Si eso sería lo peor.
– Sí-dijo Josie, y siguió a Matt sin volver la vista atrás.
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