Jodi Picoult - Diecinueve minutos

Здесь есть возможность читать онлайн «Jodi Picoult - Diecinueve minutos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Diecinueve minutos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Diecinueve minutos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Peter Houghton es un estudiante de 17 años en Sterling, New Hampshire, que lleva tiempo sufriendo los abusos verbales y físicos de sus compañeros de clase. Su única amiga, Josie Cormier, ha sucumbido a la presión del grupo y ahora pertenece a la élite popular que habitualmente lo acosa. Un último incidente lleva a Peter al límite y lo empuja a cometer un acto de violencia que cambiará para siempre la vida de los habitantes de Sterling. Incluso aquellos que no se encontraban en la escuela aquella mañana vieron sus vidas supendidas, incluyendo a Alex Cormier.

Diecinueve minutos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Diecinueve minutos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Tan pronto como cruzó la puerta que llevaba a su despacho, se despojó de la toga, que aquel día le parecía que la sofocaba. Eso era algo nuevo para Alex, y no acababa de entenderlo, pues con ella puesta era como se había sentido siempre cómoda. La ley consistía en un conjunto de reglas que ella era capaz de comprender, un código de conducta por el cual a determinadas acciones les correspondían determinadas consecuencias. No podía decir lo mismo de su vida personal, en la cual un colegio que se suponía un lugar seguro se había convertido en un matadero, y una hija salida de su propio seno se había convertido en alguien a quien Alex ya no comprendía.

Bueno, para ser sincera, a la que nunca había comprendido.

Frustrada, se levantó y se dirigió hacia las oficinas. Antes del comienzo de la sesión, había llamado dos veces a Eleanor para preguntarle cosas triviales, con la esperanza de que, en lugar de escuchar: «Sí, Su Señoría», su asistente bajara la guardia y le preguntara a Alex cómo estaba; o cómo estaba Josie. Que por un segundo hubiera una persona para la que dejara de ser jueza y fuera una madre más a la que habían metido el miedo en el cuerpo.

– Necesito un cigarrillo-dijo Alex-. Voy abajo.

Eleanor levantó los ojos.

– Muy bien, Su Señoría.

«Alex-pensó-. Alex, Alex, Alex».

Fuera, Alex se sentó en el bloque de cemento de cerca de la zona de carga y descarga, y encendió un cigarrillo. Aspiró profundamente, cerrando los ojos.

– Eso acabará matándola, ¿ya lo sabe?

– También la vejez-replicó Alex, y se volvió para encontrarse con Patrick Ducharme.

Éste giró el rostro hacia el sol, entornando los ojos.

– Nunca hubiera dicho que un juez tuviera vicios.

– Quizá crea también que dormimos bajo el banquillo.

Patrick sonrió de medio lado.

– Bueno, no sería muy buena idea. Allí no hay sitio ni para un colchón.

Ella le ofreció el paquete.

– Sírvase.

– Si quiere usted corromperme, hay maneras más interesantes.

Alex sintió que se le encendía el rostro. No era posible que le hubiera dicho lo que acababa de oír. ¿A una jueza?

– Si no fuma, ¿por qué sale?

– Por la fotosíntesis. Estar todo el día metido en los juzgados le cae fatal a mi feng shui.

– Las personas no tienen feng shui, sólo los lugares.

– ¿Lo ha comprobado usted?

Alex dudó unos instantes.

– Bueno, no.

– Ahí lo tiene.-Se volvió hacia ella y, por primera vez, Alex se fijó en que tenía un mechón blanco en el pelo, justo en el pico de viuda-. ¿Qué mira?

Alex apartó de inmediato la mirada.

– No pasa nada-dijo Patrick, riendo-. Es cosa del albinismo.

– ¿Albinismo?

– Sí. Ya sabe, piel muy pálida, pelo blanco. Es recesivo, por eso yo sólo tengo un mechón. Como un zorrino, por un gen no soy como un conejito blanco.-La miró, poniéndose serio-. ¿Cómo está Josie?

Alex estuvo a punto de levantar un telón de acero entre ambos diciéndole que no quería hablar de nada que pudiera comprometer su posición en el caso. Pero Patrick Ducharme acababa de hacer justo lo que Alex tanto deseaba, tratarla como a una persona, y no sólo como a un personaje público.

– Hoy ha vuelto al colegio-le confió Alex.

– Ya lo sé. La he visto.

– Ah, ¿sí…? ¿Ha estado allí?

Patrick se encogió de hombros.

– Sí. Por si acaso.

– ¿Ha pasado algo?

– No-dijo él-. Era…como siempre.

Aquellas palabras quedaron como suspendidas en el aire. Nada volvería a ser ya como siempre, y ambos lo sabían. Podía remendarse lo que se había roto, pero cuando era uno el que lo había arreglado, siempre sabría de memoria dónde estaba el remiendo.

– Eh-dijo Patrick, tocándola en el hombro-, ¿está usted bien?

Ella se dio cuenta, horrorizada, de que estaba llorando. Enjugán-dose los ojos, se desprendió de aquel contacto.

– No me pasa nada-respondió, desafiando a Patrick a contradecirla.

Él abrió la boca como si fuera a decir algo, pero la cerró de golpe.

– La dejo con sus vicios, entonces-dijo, y se volvió adentro.

Hasta que Alex volvió a sus dependencias no se dio cuenta de que el detective había dicho «vicio» en plural. En efecto, no sólo la había sorprendido fumando, sino también mintiendo.

Había nuevas reglas. Todas las puertas, a excepción de la entrada principal, se cerrarían con llave después del inicio de la jornada escolar; aunque siempre cabía la posibilidad de que el asesino estuviera ya dentro, un alumno de la propia escuela con armas. No se permitía la entrada a las aulas con mochilas; aunque alguien siempre podía introducir una pistola oculta en el abrigo, o en un bolso, o incluso dentro de una carpeta de anillas. Todos, alumnos y miembros del personal, llevarían colgadas del cuello tarjetas identificativas. Esto debía servir para hacer que todo el mundo se responsabilizara, pero Josie no pudo dejar de preguntarse si para lo único que serviría sería para que, la próxima vez, fuera más fácil decir a quién habían matado.

El director habló a todos por el altavoz a la hora de la entrada en las aulas y les dio la bienvenida de nuevo al Instituto Sterling, aunque aquél no fuera el Instituto Sterling. Propuso un minuto de silencio.

Mientras los demás chicos agachaban la cabeza, Josie miró a su alrededor. No era la única que no estaba rezando. Algunos se pasaban apuntes. Un par de ellos escuchaban sus iPods. Había un chico que copiaba algo de la libreta de un compañero.

Josie se preguntaba si también ellos tenían miedo de recordar a los muertos, porque eso les hacía sentirse más culpables.

Josie se movió y se dio un golpe en la rodilla contra el pupitre. Las sillas y los pupitres que habían devuelto a su improvisada escuela eran para niños pequeños, no para refugiados del instituto. En consecuencia, en ellos no cabía nadie. Algunos chicos ni siquiera cabían, y tenían que escribir con la carpeta apoyada en las piernas.

«Soy Alicia en el País de las Maravillas-pensó Josie-. Miren cómo caigo».

Jordan esperó a que su cliente se sentara enfrente de él en la sala de entrevistas de la prisión.

– Háblame de tu hermano, Peter-le dijo.

Escrutó el rostro de Peter, en el que vislumbró una expresión de contrariedad al ver que Jordan desenterraba algo que esperaba que permaneciera oculto.

– ¿Qué quiere saber de mi hermano?-replicó Peter.

– ¿Se llevaban bien?

– Yo no lo maté, si es eso lo que me pregunta.

– No, no es eso lo que pregunto.-Jordan se encogió de hombros-. Es sólo que me sorprende que no lo hubieras mencionado.

Peter le miró con fijeza.

– ¿Cuándo quería que lo mencionara? ¿Cuando me mandó que tuviera la boca cerrada, en el tribunal? ¿O después, cuando vino aquí y me dijo que iba a hablar usted y que yo sólo debía escuchar?

– ¿Cómo era?

– Mire, Joey está muerto, cosa que usted ya sabe, evidentemente. Así que no veo en qué puede ayudarme hablar de él ahora.

– ¿Qué le sucedió?-insistió Jordan.

Peter frotó el pulgar contra el borde de metal de la mesa.

– Un conductor borracho se llevó por delante su linda y perfecta persona.

– Debe de costar de digerir-dijo Jordan con tiento.

– ¿A qué se refiere?

– Bueno, si ya debe de ser difícil convivir con el hermano perfecto…una vez muerto quedaría convertido en un santo.

Jordan desempeñaba el papel de abogado del diablo para ver si Peter mordía el anzuelo, y desde luego la expresión del chico se transformó.

– No se puede digerir-dijo con fiereza-, no tiene ni idea.

Jordan daba golpecitos con el lápiz en su maletín. ¿De dónde nacía la rabia de Peter, de los celos o de la soledad? ¿La masacre que había cometido había sido en última instancia una forma de llamar la atención para que se fijaran en él y no en Joey? ¿Cómo podía montar una defensa basándose en que Peter había actuado movido por la desesperación, y no por el afán de superar en notoriedad a su hermano?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Diecinueve minutos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Diecinueve minutos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Jodi Picoult - Small Great Things
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Shine
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Lone Wolf
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Harvesting the Heart
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Sing You Home
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Jak z Obrazka
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Between the lines
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Handle with Care
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Świadectwo Prawdy
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Bez mojej zgody
Jodi Picoult
Jodi Picoult - House Rules
Jodi Picoult
libcat.ru: книга без обложки
Jodi Picoult
Отзывы о книге «Diecinueve minutos»

Обсуждение, отзывы о книге «Diecinueve minutos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x