Claudia Piñeiro - Betibú
Здесь есть возможность читать онлайн «Claudia Piñeiro - Betibú» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Betibú
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Betibú: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Betibú»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El Tribuno, uno de los diarios más importantes del país, deja de lado por unos días su enfrentamiento con el gobierno para cubrir a fondo la noticia. Al escenario del crimen, envía a Nurit Iscar, una escritora retirada, y a un periodista joven e inexperto. Y aunque el antiguo jefe de la sección Policiales, Jaime Brena, ha sido desplazado por sacar los pies del plato, decide involucrarse en el caso y ayudar a su reemplazante y a Nurit, a quien admira en secreto.
Betibú — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Betibú», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Unos minutos después aparece Anabella con su teléfono celular en la mano. Pregunta Gladys Varela que cuánto le van a pagar. Decile a Gladys que nosotros somos periodistas serios y que los periodistas serios no pagan sus notas, se apura a contestar Jaime Brena. Pero a ella para ir a la televisión le pagaron, insiste la mujer. Por eso, dice Brena, porque fue a la televisión, nosotros no, decile que El Tribuno no paga por las notas, pero que si nos ayuda le vamos a hacer una foto bien linda y va a salir en unos de los diarios de más circulación en el país, una foto muy grande, un cuarto de página decile. ¿Escuchaste, Gladys?, pregunta Anabella al teléfono y espera la respuesta de la otra mujer. Se produce un silencio corto y luego: Bueno, le digo, dice Anabella al teléfono, después mira a Brena que es el que hasta ahora parece llevar adelante la negociación y sigue: Dice Gladys que viene, aunque no le paguen, por la foto en el diario, que no le gusta cómo la trataron en la tele, ya les va a contar, pero viene, por la foto, y con una condición: que la hagan entrar por “Visitas”. Brena se la queda mirando, no entiende lo que la mujer le pide cuando dice “entrar por Visitas”. Que la hagan pasar por la entrada de ustedes, intenta explicar Anabella: Gladys va a la ruta, se toma un remís y pasa por la puerta del country por donde entran las visitas; si no, no viene. Porque ella no viene a trabajar como hacía antes, viene porque ustedes se lo piden, porque ustedes la invitan. Y el remís se lo tienen que pagar. Sí, está bien, se apura a contestar Nurit, que después de una semana viviendo allí entiende más rápido que los otros lo que la mujer pide. Pero avise en la guardia, le advierte Anabella, si no, la van a hacer entrar por personal, y si no le cumplen, ella se va y no vuelve. Yo aviso, y le cumplo, tranquila, confirma Nurit. ¿Listo entonces?, pregunta Anabella al teléfono y después confirma: En media hora o un poquito más está por acá. La mujer cierra su celular y se va. ¿Por qué pone como condición entrar por la puerta de visitas?, pregunta el pibe. Para sentir, aunque sea una vez, que a ella le toca la misma puerta que a los demás, contesta Nurit. No te creas que a nosotros nos hicieron sentir muy bien cuando pasamos por la puerta de “Visitas”, aclara Brena. No se trata de cómo te traten sino de cómo te nombren, dice Nurit.
Una hora después, Gladys Varela toca el timbre. Nurit Iscar la recibe, la hace pasar y la presenta a los otros. No había remís, tuve que esperar uno como veinte minutos, se disculpa la mujer, así que le dije que se quedara afuera porque si no, para irme, voy a tener otro plantón, ¿ustedes me pagan también la espera y la vuelta, no? Sí, claro, dice Brena. Es evidente que la mujer se vistió con sus mejores ropas: pollera negra, camisa blanca brillosa, zapatos de taco, cartera de símil cuero. Gladys Varela se sienta y, una vez más, se dispone a ser entrevistada. ¿Les cuento de ese día?, pregunta. No, eso ya lo sabemos, dice Brena y aunque no es su intención ser brusco sino acelerar el trámite, la mujer se descoloca por la forma terminante en que él lo dice. ¿Y para qué me hicieron venir acá, entonces? Es el pibe quien pone la cuota de cortesía y manipulación necesaria: Ya la vimos contarlo en la televisión. Ah, me vieron, dice ella con un orgullo que se le nota. Y en YouTube, dice el pibe, yo la vi también en YouTube. Sí, me dijeron mis chicos que estoy ahí, en el cíber lo vieron ellos. Lo vio mucha gente en YouTube, tiene muchas entradas, le cuenta el pibe. Pero los de la tele no me cumplieron, me dieron menos plata y no me pagaron viáticos, se queja la mujer. Y me sacaron un día solo, habíamos quedado en que aparecía tres veces, tres, ¿me entiende?, y una a la noche. A la noche la gente mira más la tele. Con decirle que ni mi marido me pudo ver. Los chicos lo van a llevar al cíber, para que me vea, pero no le llega el momento, a mi marido nunca le llega el momento, dice Gladys Varela y se queda moviendo apenas la cabeza como si ese movimiento reflejara alguna queja que se le queda mordida entre los dientes y que no va a terminar de aclarar. ¿Entonces?, pregunta la mujer, ¿para qué me llamaron? La llamamos porque queremos preguntarte por un detalle, por algo que hay en la casa que nos llamó la atención, dice Jaime Brena. ¿Ustedes entraron en la casa?, pregunta la mujer. Sí, con la policía. ¿Cuándo? Hace un rato. Debe estar todo muy sucio. No tanto, dice Brena. Sí, debe estar muy sucio, nadie limpia ahí desde que yo no voy, y acá la tierra entra y se junta. Los hombres no se fijan, interrumpe Nurit, pero sí, había mucho polvo. No le digo, dice Gladys Varela, acá el polvo entra. Nosotros queríamos preguntarle concretamente por un portarretrato que está en el escritorio del señor Chazarreta, uno que no tiene foto, vuelve al grano Brena. La mujer ahora se pone tensa, tanto que parece que se le cruzara por la cabeza la idea de irse. ¿Sabe de qué portarretrato le hablamos? Pero la mujer no responde. Agarra su cartera, la aferra como si estuviera preparada para salir disparada en cualquier momento. ¿Pasa algo?, pregunta el pibe. ¿Qué les importa el portarretrato?, dice ella. Nos importa la foto, dice Brena. La mujer se pone peor. ¿Son abogados de Chazarreta?, pregunta. No, niega Brena con vehemencia y no entiende por qué a la mujer se le ocurre eso -para él, para Jaime Brena, que lo confundan con un abogado está bien lejos de ser un halago-. Nosotros somos periodistas, ¿por qué piensa que podemos ser abogados de Chazarreta? Él dijo que si no aparecía la foto iba a llamar a su abogado y a la policía. ¿Cuándo dijo eso? Cuando faltó la foto. Pero cuándo fue eso. Hace unos meses, o un año, ya no me acuerdo, yo creí que estaba todo aclarado, o que por lo menos el señor sabía que yo no tenía nada que ver con eso. ¿Con qué? Con la foto que faltaba. Chazarreta primero me culpó a mí, pero un día vino con que se había dado cuenta de que yo no tenía nada que ver, me lo reconoció, pero no me pidió disculpas, eso no, y después no me habló más del asunto. Lo pasé mal, yo no toco nada que no sea mío. Yo no toco nada. ¿Para qué voy a querer una foto? La mujer los mira con preocupación e insiste una vez más: ¿Cómo sé que ustedes no son abogados? Ella es escritora y nosotros dos periodistas de El Tribuno, dice el pibe de Policiales, si no nos cree podemos llamar al diario. Gladys Varela lo interrumpe: No, está bien, a usted le creo, le dice al pibe. La mujer pide un vaso de agua. Nurit sale de la habitación y se lo trae. La mujer bebe. Para mí era un asunto terminado, yo me olvidé, no me gustó lo que me dijo el señor, pero me lo olvidé, si uno trabaja en un lugar no puede tener cosas pendientes con el patrón, dice y deja a Jaime Brena pensando cuánto él tiene pendiente con los suyos y desde hace cuánto tiempo. Para qué voy a querer yo esa foto. ¿Y qué era esa foto, qué retrataba?, apura el pibe. Era una foto de hace muchos años, de él y unos amigos, debían ser cuatro o cinco, compañeros del colegio secundario. Jaime Brena y Nurit cruzan miradas. Había dos portarretratos iguales, en uno estaba su mujer con sus compañeras de colegio y en otro el señor Chazarreta con los de él. ¿Sabe a qué colegio secundario fue Chazarreta?, le pregunta Nurit. Y, ahí en la foto decía, pero nunca le presté mucha atención, tenían una bandera adelante, la sostenían entre todos, y era un santo: pero no San Pablo, ni San Pedro, ni San Agustín, no sé, un santo raro. Un santo no muy conocido, ¿me entiende?, por eso no me sale. ¿Y por qué cree que para Chazarreta era tan importante? No sé. Pero para colmo, al poco tiempo se muere un amigo que estaba en esa foto. Una desgracia. Justo uno que estaba en esa foto. ¿Sabe el nombre de ese amigo?, pregunta Brena. Sí, Gandolfini, era socio de acá, de La Maravillosa también, tenía casa de fin de semana. Se mató en la Panamericana. Le gustaba correr, dicen, y un día se la puso contra una columna. Chazarreta estaba mal, imaginesé. No era de hablar, no hablaba nada, pero a veces, después del whisky, algo decía. Y no era para menos. Primero la mujer, después el amigo. A lo mejor, alguien le hizo un trabajo con esa foto. Porque mucha casualidad. Mucho odio hay que tener para hacer un trabajo así, dice Gladys Varela y luego se queda en silencio, apretando algo que lleva sobre el pecho, debajo de la camisa y que ellos no pueden ver. Un trabajo, repite, alguien les debe haber hecho un trabajo, yo le dije. ¿A qué se refiere exactamente cuando dice un trabajo?, pregunta el pibe de Policiales. A eso que hacen los que saben de magia negra, de vudú. Un daño. Se le reza a alguien, se pide, para que a otro le suceda una desgracia. Yo estoy segura de que fue un trabajo; si no, ¿qué? Primero no me di cuenta, porque cuando entré a trabajar la mujer ya estaba muerta. Pero después fue Gandolfini, el mismo Chazarreta, y un poco antes el que se murió en la nieve, en la nieve de Estados Unidos creo, porque acá era verano. ¿Cómo?, dice Nurit, pero la mujer en su entusiasmo no la escucha. Eso no es casualidad, es que alguien reza y te desea el mal, es un daño, concluye Gladys Varela. ¿Quién se murió en la nieve?, insiste Nurit. Otro amigo de Chazarreta, dice la mujer, en un accidente, esquiando. No entiendo, dice Brena, ¿el de la nieve también estaba en la foto? Sí, Chazarreta, Gandolfini y el de la nieve, los tres muertos, dice la mujer. ¿Te acordás el nombre del que murió esquiando?, pregunta el pibe. No, no me acuerdo, dice la mujer, pero tenía casa acá también, fue a los meses de lo de Gandolfini. A lo mejor Anabella se acuerda, y si no le averiguamos, alguien se tiene que acordar. Todos hablaban del asunto, imaginesé, se va de vacaciones con toda la familia y se mata. Y el tipo sabía esquiar bien, tenía premios y todo, dicen, una desgracia. Gladys se detiene, bebe un poco más de agua. Nurit, Jaime Brena y el pibe de Policiales, aunque quieren parecer compuestos y tranquilos, no logran salir de su asombro. Lo intenta el pibe de Policiales: Entonces, resumamos, en la foto dijiste que aparecían cinco compañeros de la escuela secundaria de Chazarreta. Cuatro o cinco como mucho, yo creo que cinco con Chazarreta, debe ser. ¿O seis?, duda la mujer. Y de esos cuatro, cinco o seis, tres están muertos, afirma Jaime Brena, aunque en realidad está preguntando y luego enuncia los nombres: Chazarreta, Gandolfini y el esquiador. Sí, tres muertos, repite Gladys Varela. Tres muertos, dice otra vez Brena. Tres muertos, susurra Nurit. Por eso, es un trabajo, un daño, insiste Gladys; si no, no se pueden morir todos así como así. Sumado a que ya estaba muerta la esposa. Y vaya a saber si esto termina acá, dice la mujer y Nurit se estremece. Alguien les rezó para que les caiga encima una desgracia. Y la desgracia les cayó.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Betibú»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Betibú» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Betibú» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.