Una vez un bruto me echó de la Gran Mezquita. Cuando fui a la iglesia el cura me fulminó con la mirada y no pude sentir la paz de Cristo. A un brahmin le dio por expulsarme cuando tomaba dar shan. Mis actividades religiosas llegaron a los oídos de mis padres en los tonos murmullados y urgentes de la traición revelada.
Ni que semejante estrechez de miras fuera a hacerle algún bien a Dios.
Para mí, lo más importante en la religión es nuestra dignidad, no nuestra depravación.
Dejé de ir a misa en la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción Inmaculada y fui a la de Nuestra Señora de los Ángeles. Ya no me entretenía con mis hermanos después de las oraciones de los viernes. Iba al templo a las horas más concurridas cuando los brahtnines estaban demasiado ocupados para interponerse entre Dios y yo.
Unos días después del encuentro en el paseo marítimo me armé de valor y fui a ver a mi padre en su despacho.
– Papá.
– Dime, Piscine.
– Quiero ser bautizado y quiero una alfombra de oración.
Mis palabras tardaron un poco en penetrar. Levantó la vista de sus papeles después de varios segundos.
– ¿Una qué? ¿Cómo?
– Me gustaría poder rezar fuera sin que se me ensucien los pantalones. Y resulta que voy a una escuela cristiana sin haber recibido el debido bautizo de Cristo.
– ¿Y por qué quieres salir fuera a rezar? De hecho, ¿por qué quieres rezar en cualquier parte?
– Porque amo a Dios.
– Ya.
Mi respuesta pareció sorprenderlo, y casi se violentó. Hubo un silencio. Creí que iba a ofrecerme otro helado.
– Vamos a ver, hijo. El Pétit Seminaire es cristiano sólo de nombre. Muchos de tus compañeros son hindúes, no cristianos. Vas a recibir la misma educación con o sin bautizo, créeme. Y tus oraciones a Alá tampoco van a cambiar nada.
– Pero quiero rezar a Alá. Quiero ser cristiano.
– No puedes ser ambas cosas. O eres cristiano o eres musulmán.
– ¿Y por qué no puedo ser ambas cosas?
– ¡Son religiones separadas! No tienen nada que ver.
– ¡Según ellos, no! Los dos afirman que Abraham es suyo. Los musulmanes dicen que el Dios de los hebreos y cristianos es el mismo que el Dios de los musulmanes. Reconocen a David, Moisés y Jesús como profetas.
– Es que no entiendo qué tiene que ver todo esto con nosotros, Piscine. ¡Somos indios!
– ¡Hace siglos que existe el cristianismo y el Islam en la India! Hay quienes afirman que Jesús está enterrado en Cachemira.
Mi padre no contestó. Se me quedó mirando con el ceño fruncido. De repente, el negocio lo llamaba.
– Mira, habla con tu madre, ¿de acuerdo?
Mi madre estaba leyendo.
– ¿Mamá?
– Sí, cariño.
– Quiero ser bautizado y quiero una alfombra de oración.
– Ves a hablar con tu padre.
– Ya lo he intentado. Me ha dicho que hable contigo.
– ¿Ah, sí?
Dejó el libro. Miró por la ventana hacia el zoológico. En ese instante, estoy seguro de que padre notó un soplo de aire gélido en la nuca. Mamá se volvió hacia la estantería.
– Mira, tengo un libro que te va a gustar mucho.
Ya tenía el brazo extendido, a punto de coger un libro. Era de Robert Louis Stevenson. Siempre empleaba la misma táctica.
– Ya lo he leído, mamá. Tres veces.
– Bueno, pues…-dijo, moviendo el brazo hacia la izquierda.
– Y a Conan Doyle también.
Movió el brazo hacia la derecha.
– ¿Y a R. K. Narayan? No puedes haber leído su obra entera.
– Mamá, este tema me importa mucho.
– Crusoe
– ¡Mamá!
– ¡Ay, Piscine!-dijo.
Se reclinó en el sillón, y me miró con una expresión que me indicaba que pensaba seguir el camino más fácil. Eso quería decir que yo tendría que luchar duro en las partes más críticas. Mi madre colocó bien un cojín a su espalda.
– Para tu padre y para mí, este fervor religioso es un misterio.
– Es que es un Misterio.
– Bueno, no lo decía en ese sentido. Escúchame, cariño, si quieres ser religioso, tendrás que decidir si quieres ser hindú, cristiano o musulmán. Ya oíste lo que te dijeron en el paseo marítimo.
– Es que no entiendo por qué no puedo ser las tres cosas. Mamaji tiene dos pasaportes. Es indio y francés. ¿Por qué no puedo ser hindú, cristiano y musulmán?
– No tiene nada que ver. Francia e India son naciones en la tierra.
– ¿Y cuántas naciones hay en el cielo?
Tardó un poco en responder.
– Una. Ahí está. Una nación, un pasaporte.
– ¿Que sólo hay una nación en el cielo?
– Sí, o ninguna. Ésa es otra opción, sabes. ¡Mira que tú también te has ido a meter en unos asuntos más anticuados!
– Si sólo hay una nación en el cielo, todos los pasaportes deberían ser válidos, ¿no?
Se le nubló la cara de incertidumbre.
– Bapu Gandhi dijo que…
– Ya sé lo que dijo Bapu Gandhi-dijo, llevando una mano a la frente.
Parecía realmente extenuada.
– ¡Madre mía!-dijo.
Esa misma noche, oí una conversación entre mis padres.
– ¿Le has dicho que sí?-pregunto mi padre.
– Según tengo entendido, a ti te preguntó lo mismo y le dijiste que viniera a hablar conmigo-repuso mi madre.
– ¿Eso dije?
– Pues sí.
– Mira, he estado muy ocupado…
– Ya, pero ahora no lo estás. De hecho, ahora mismo te veo cómodamente desocupado. Así que si quieres irrumpir en su habitación y ponerle la alfombra y el tema del bautizo cristiano sobre el tapete, adelante. No voy a ser yo quien te lo impida.
– No, no.
Por la voz de mi padre supe que se estaba arrellanando en el sillón. Hubo una pausa.
– Está atrayendo religiones como un perro atrae las pulgas-continuó-. No lo entiendo. Somos una familia india moderna; vivimos de forma moderna; la India está a punto de convertirse en una nación moderna y avanzada… y a nosotros nos sale un hijo que se cree la reencarnación de Sri Ramakrishna.
– Si la señora Gandhi representa lo moderno y lo avanzado, no sé si me gusta-dijo mamá.
– ¡La señora Gandhi desaparecerá un día! El progreso es imparable. Es el ritmo al que todos tenemos que bailar. La tecnología ayuda y las ideas innovadoras se propagan: son dos leyes de la naturaleza. Si no dejas que la tecnología te ayude, si te resistes a las ideas innovadoras, te acabas condenando a una forma de vida prehistórica. Estoy completamente convencido de esto. La señora Gandhi y sus necedades desaparecerán. Entonces llegará la Nueva India.
(Efectivamente, desapareció y la Nueva India, o al menos una de sus familias, decidió emigrar al Canadá.)
Papá siguió:
– ¿Has oído cuando ha dicho lo de «Bapu Gandhi dijo que todas las religiones son ciertas»?
– Sí.
– ¿Bapu Gandhi? ¿Desde cuándo tiene esta relación tan cariñosa con Gandhi? Ahora nos habla de papá Gandhi, pero a ver con qué nos va a salir más adelante. ¿El tío Jesús? ¿Y qué me dices de la última majadería? ¿Es cierto que se ha vuelto musulmán?
– Eso parece.
– ¡Musulmán! Que sea un hindú devoto, vale, lo entiendo. Que además sea cristiano, bueno, ya no me parece tan normal, pero supongo que llegaría a aceptarlo. Después de todo, los cristianos llevan mucho tiempo aquí: santo Tomás, san Javier, los misionarios, etcétera. Le debemos unas buenas escuelas.
– Sí.
– Vale, pues hasta aquí más o menos llego. ¿Pero musulmán? Los musulmanes son algo completamente ajeno a nuestras tradiciones. Son intrusos.
– Hombre, también llevan muchos años aquí, y son cien veces más numerosos que los cristianos.
Читать дальше