Alberto Vázquez-Figueroa - El señor de las tinieblas

Здесь есть возможность читать онлайн «Alberto Vázquez-Figueroa - El señor de las tinieblas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. ISBN: , Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El señor de las tinieblas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El señor de las tinieblas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

¿Qué harías si el diablo te ofreciera un pacto: tu alma a cambio de la terapia milagrosa que curase definitivamente el cáncer?… En el laboratorio de un médido e investigador se presenta un periodista que consigue eliminar las células cancerígenas en un santiamén y curar a un paciente moribundo en un momento. A continuación añade que le entregará el secreto a cambio de su alma, pero no se lo pondrá nada fácil… Un novela tan sorprendente como divertida.

El señor de las tinieblas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El señor de las tinieblas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

— Encuentra una pareja fija.

— ¿Alguien como Roberto? — inquirió el otro—. ¿Tienes una idea de cuánto me costaba aquel hijo de la gran puta que me mataba a disgustos?

— ¡No lo sé, Canaima! — puntualizó Bruno Guinea en un tono entre impaciente y dolorido—. ¡Te juro que no lo sé! Aunque me esfuerzo por entenderte y ayudarte, la mayor parte de las veces no lo consigo, y eso me duele. Te quiero como a un hermano, pero en ocasiones te veo tan lejos como si estuvieras en otra galaxia.

— Y es que realmente se trata de otra galaxia, querido mío… — le hizo notar el aludido—. Una oscura galaxia en la que nunca brillan las estrellas.

Bruscamente abandonó la estancia dejando al mencionado Cantaclaro desazonado y abatido, puesto que en verdad sentía un gran cariño con alguien con el que había compartido todo lo bueno y todo lo malo durante más de dos décadas.

Habían compartido no sólo libros, apuntes, horas de estudio, hambre, pensiones de mala muerte, triunfos y fracasos, sino también las frases de ánimo que les habían permitido salir adelante en los momentos en que más oscuro se presentaba el horizonte.

Eran dos seres absolutamente dispares, no sólo en lo que se refería a sus inclinaciones sexuales, sino incluso en su forma de entender la vida, pero por alguna razón inexplicable se complementaban maravillosamente.

Bruno Guinea aún recordaba con horror la larga noche en que Alejandro le confesó que si nunca había demostrado el menor interés por la gran cantidad de chicas que le había ido presentando, era porque en el fondo sabía que sus inclinaciones iban por otro lado, y que al fin, aquella misma tarde se había decidido a dar el paso que tanto tiempo llevaba temiendo y deseando dar.

Fue como un jarro de agua fría para alguien que ni remotamente había imaginado que algo así pudiera suceder, puesto que la homosexualidad siempre se le había antojado «cosas de otra galaxia».

A los veinticinco años, el fogoso e impulsivo Bruno Guinea, líder estudiantil que se había ganado a pulso el apelativo de Cantaclaro visto que incluso en las más comprometidas situaciones nunca dudaba a la hora de expresar con contundente claridad lo que pensaba, jamás había prestado la más mínima atención a un confuso mundo del que ni siquiera concebía que algún día pudiera llamar a su puerta.

Fue un duro golpe.

Duro por lo inesperado, pero pese a que en un principio se sintiera ofendido y en cierto modo «traicionado» por quien consideraba, no sólo su mejor amigo, sino casi un hermano, pronto comprendió que no tenía derecho a juzgar a alguien que evidentemente llevaba años librando una difícil y silenciosa batalla contra sus hasta entonces insospechadas inclinaciones.

— No me siento ni orgulloso ni feliz por lo que he hecho… — había admitido con absoluta sinceridad Alejandro de León Medina aquella aciaga noche—. Hubiera preferido conocer a una buena chica con la que formar una hermosa familia, pero me consta que hubiera significado engañarme a mí mismo y sobre todo engañarla a ella en un vano intento de que sirviera de «tapadera». — Se mostraba nervioso, pero firme en sus convicciones—. Sinceramente creo que mi obligación es hacer frente a una realidad contra la que resulta absurdo rebelarse, sin involucrar a extraños ni hacer daño a nadie.

— Te juro que es lo último que espera escuchar en este mundo… — no había podido por menos que replicar Bruno Guinea—. Me has dejado helado y temo que si intentara ponerme en pie me temblarían las piernas.

— ¡Lo comprendo! — fue la respuesta—. Y del mismo modo comprendo que esta nueva situación afecte a nuestra amistad…

— ¿Qué quieres decir con eso…?

— Que aceptaré que nuestra relación cambie a partir de este momento.

— ¿Y por qué habría de cambiar, pedazo de gilipo-llas? — había señalado el Cantaclaro con su sinceridad habitual—. A mí nunca me has interesado de cintura para abajo, y estoy seguro de que continuarás sin interesarme. Quien se va a quedar muy tranquila es Alicia, a la que se le había agotado el cupo de amigas y no sabía ya a quién presentarte.

Por su parte Alicia, más conocida entre ellos por el viejo apodo de Doña Bárbara, se había limitado a comentar que aquello era algo que venía sospechando tiempo atrás.

Consciente del sincero afecto que su marido sentía por el que siempre había sido su entrañable e inseparable compañero de carrera, no había querido hacer comentario alguno al respecto, pese a que con ese sexto sentido que tienen las mujeres en todo cuanto se refiere al sexo, imaginaba que pronto o tarde Alejandro de León Medina acabaría por mostrar su verdadero rostro.

Al evocar una vez más aquella amarga noche Bruno Guinea lanzó un profundo suspiro de resignación, levantó el auricular del teléfono, marcó un número, aguardó, y cuando le contestaron al otro lado, inquirió:

— ¿Cómo estás? ¿Te has tomado las pastillas? ¡Sí, claro! Ya sé que por la cuenta que te trae nunca te olvidas. ¿Y los chicos…? ¡No, nada…! Os echo de menos y me apetecía hablar contigo. ¡No, de verdad que no me pasa nada! — insistió convencido—. Es que el Canaima ha estado aquí y ya sabes cómo me entristece saberle tan amargado… Lo mismo de siempre. Creo que no se quita a Roberto de la cabeza y eso le está matando… ¿Y cómo lo evito? — quiso saber—. ¡No, cariño…! Ahora no puedo dejar el trabajo. Disfruta de la playa pero no tomes demasiado el sol y no hagas esfuerzos… ¡Un beso!

Colgó, se aproximó a los microscopios, observó, tomó notas por enésima vez, y por último acudió a rebuscar entre la montaña de legajos hasta encontrar el que le interesaba para aproximarse a la ventana y comenzar a estudiar el manoseado documento con profunda atención.

El rotundo y espectacular trasero de Claudia Fonseca irrumpió en primer lugar mientras su dueña se esforzaba por impedir con ayuda de los hombros y los codos que la puerta se cerrase.

Portaba una enorme bandeja que colocó sobre la mesa apartando bruscamente varios papeles.

— ¡Aquí tienes! — dijo—. Un consomé con huevo, un filete con patatas, y media botella de Rioja.

Bruno Guinea la observó entre sorprendido y molesto al exclamar:

— ¡Pero yo lo único que quiero es…!

— ¡Me importa un carajo lo que quieras! — replicó la muchacha sin la menor consideración hacia su supuesto superior jerárquico—. O te lo comes todo, o le doy una patada a esa mesa, y mando los puñeteros microscopios a tomar por el culo.

— ¡Pero qué falta de respeto…! ¡Qué lenguaje! — fingió escandalizarse el otro—. ¿Se puede saber por qué haces esto?

Ella se limitó a empujarle hasta el sillón, desplegar una servilleta y anudársela al cuello como si se tratara de un niño malcriado al tiempo que respondía:

— Porque si continúas adelgazando Doña Bárbara se va a llevar un disgusto y eso es lo que menos necesita. Y porque no podemos permitirnos el lujo de que tú también te enfermes. Si Alejandro se va a Roma, serás el único facultativo digno de confianza que nos va a quedar y tengo que cuidarte.

— ¿Y quién te ha dicho que Alejandro se va a Roma?

— Querido mío, aquí no hay modo de guardar un secreto… — replicó la muchacha mientras tomaba asiento frente a él y encendía un cigarrillo—. Todo el mundo imagina adonde va y a lo que va.

Su interlocutor se detuvo con la taza de consomé en la mano para inquirir ciertamente desconcertado:

— ¿O sea que en el hospital se sabe lo de Alejandro?

— ¡Pero bueno…! — exclamó ella casi irritada—. Hace años que hasta los bedeles están al corriente de sus aficiones, pero a nadie le preocupan, puesto que es un magnífico profesional y un tipo encantador. ¿A quién coño le importa que en sus horas libres ejerza de Cape-rucita Roja o de drag-queen? ¿En qué mundo vives que nunca te enteras de nada?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El señor de las tinieblas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El señor de las tinieblas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alberto Vázquez-Figueroa - Tuareg
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Centauros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Negreros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratas
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Maradentro
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Yáiza
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Océano
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - La Iguana
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratin der Freiheit
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Ikarus
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Viaje al fin del mundo - Galápagos
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez Figueroa - Delfines
Alberto Vázquez Figueroa
Отзывы о книге «El señor de las tinieblas»

Обсуждение, отзывы о книге «El señor de las tinieblas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x