Ezequiel Teodoro - El manuscrito de Avicena
Здесь есть возможность читать онлайн «Ezequiel Teodoro - El manuscrito de Avicena» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. ISBN: , Издательство: Entrelineas Editores, Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El manuscrito de Avicena
- Автор:
- Издательство:Entrelineas Editores
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:9788498025170
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El manuscrito de Avicena: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El manuscrito de Avicena»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El manuscrito de Avicena — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El manuscrito de Avicena», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—Quiero que la guardes. No pretendas mencionarme nunca dónde. Nadie debe saberlo, ni siquiera yo mismo. Es más, si algún día te la reclamo pregúntame el motivo, y si no estás convencido tampoco me la entregues a mí.
El-Massihi la cogió y la puso en su bolso de médico.
—¡No! Nunca debes llevarla encima... Eres la única persona en la que confío verdaderamente.
—¿Puedo saber qué...?
—No me pidas eso. Es mejor que seas ajeno a su contenido.
Ibn Sina se levantó y se dirigió a la puerta.
—¿A dónde vas ahora?
—A concluir algo de lo que abomino pero que estoy condenado a emprender.
Capítulo IV
El Lancia atravesó sin detenerse la frontera entre Holanda y Alemania. Hacía horas que el médico y Javier habían abandonado Francia, y en todo ese tiempo sólo descansaron en tres ocasiones, dos para repostar y la otra para tomar un bocado, de modo que dejaron atrás casi ochocientos kilómetros en menos de nueve horas. Pero la noche se les echaba encima rápidamente.
—Debemos buscar un lugar dónde dormir.
—No creo que sea buena idea —respondió Javier sin apartar la vista de la carretera.
—Estarás cansando. Lo estoy yo y no he conducido. Es mejor que pasemos la noche en una cómoda cama y continuemos mañana, no vamos a lograr nada si sufrimos un accidente.
—No estoy cansado, aunque pararemos. ¿Cómo va la herida?
—Mejor, mucho mejor. Los antibióticos están dando resultado, no me ha vuelto a sangrar desde París y la fiebre ha desaparecido ya. En cualquier caso, debo tener cuidado, cualquier movimiento brusco podría provocar una hemorragia.
Era verdad, los calmantes le habían hecho efecto. Únicamente sentía ligeras molestias bastante tolerables. Hubiera estado más cómodo recostado en el asiento de atrás, desde luego, pero prefirió viajar sentado en el asiento del copiloto. No sabía muy bien por qué lo hizo ya que apenas cruzaron palabra desde que perdieron de vista a aquel francés del móvil, el caso es que lo hizo.
—Una noche de sueño y creo que me recuperaré. Es una herida superficial, apenas un rasguño. Tuve suerte.
—La tuvimos los dos. Podíamos haber muerto en el cuatro por cuatro.
—Lo importante es que no pasó, y ahora podemos ayudar a Silvia.
Lo dijo sin pensarlo. Se sorprendió incluso al decirlo, apenas había vuelto a recordar a su mujer desde que oyó la grabación; ¿de qué manuscrito hablaban?, ¿era tan importante como para asesinar a alguien?
Después de oír la grabación intentó comunicarse de nuevo con su esposa, sin embargo el teléfono continuaba apagado o fuera de cobertura.
—No vas a conseguir nada —aseguró Javier cuando el doctor Salvatierra pulsaba las teclas una y otra vez.
—En algún momento tiene que encender el teléfono.
El agente del CNI movió la cabeza en un gesto apesadumbrado.
—Nuestros amigos en Moscú no han conseguido averiguar nada. Todo lo que concierne a ese laboratorio es impenetrable, incluso para la policía rusa; mis jefes se han puesto en contacto con el KGB y sus indagaciones tampoco aportan resultados esclarecedores.
El médico le miró abatido.
—Te lo dijo aquel hombre que nos entregó el coche. Javier asintió.
—El audio ha despejado todas las dudas acerca de tu mujer, la quieren a ella.
El doctor Salvatierra suspiró. La habían engañado, ¡ese Snelling!, no era un trabajo sencillo, y ahora se encontraba sola en alguna parte de Rusia y desesperada. Se preguntó qué podría hacer, en su interior reconocía su incapacidad para enfrentarse a una situación como ésta, no se sentía preparado ni sabía por dónde empezar. Quizá Javier. Su vida parecía ahora a mil años de distancia, el hospital, su casa, ¿cuánto tiempo había pasado realmente? De pronto recordó a David, ¿qué sabía ese inglés?
—Internet.
—¿Qué? —Javier le arrancó de sus pensamientos.
—¿Recuerdas la historia de mi abuelo y mi tía? Aquello que te expliqué anoche.
La noche anterior sucedió hace una eternidad, pensó el médico.
—Sí.
—No te conté cómo rastreé la localización de mi tía.
El doctor Salvatierra dibujó con la mano un gesto impreciso, no tenía muchas ganas de hablar.
—Cuando aquel historiador de San Adriá me explicó lo que le ocurrió a mi abuelo, me enfadé terriblemente. A mi padre le habían arrebatado un padre y una hermana, y a mí un abuelo y una tía, ya sé que ocurrió mucho antes de que yo naciera pero para mí era como si acabara de suceder. Ni siquiera he llegado a saber si mi padre oyó hablar de su hermana alguna vez, mi abuela murió cuando yo era muy pequeño, desconozco si se lo llegó a contar. Imagino que no, el historiador me contó que durante muchos años la gente evitó hablar de lo que les ocurrió, tenían miedo al pasado.
—¿Era cierto todo?
—Lo fundamental sí. Tuve problemas con la policía, aunque sucedió mucho antes de que mi padre falleciera; cuando murió ya era agente del CNI y no necesitaba ayuda para sobrevivir... En realidad no existió ninguna socia, encontré el libro de familia de mi abuelo en el desván de mi padre.
—¿Cuántos años tienes?
—Veintisiete años.
—¡Veintisiete!
Javier sonrió.
El médico le miraba con incredulidad. No aparentaba más de diecisiete o quizás dieciocho años, podría pasar perfectamente por un adolescente.
—Realmente esta es mi tercera misión. Necesitaban a alguien que pudiera congeniar contigo.
Al confesar esto miró un segundo al doctor. No pretendía hacerle daño.
—Querían a alguien de la edad de David —admitió.
—¿Qué pinta David en todo esto?
El británico le había hablado de David como si conociera su paradero y ahora descubría que el CNI utilizaba sus recuerdos acerca de su hijo. ¿Qué le había pasado a su vida? Se enfureció, se enfureció mucho. Ya estaba harto de sentirse una marioneta en manos de desconocidos, y no lo iba a permitir más. Pese a la ayuda prestada por Javier en su mente germinaba un sentimiento de desconfianza hacia el muchacho, ¿me decía la verdad?
—A cada paso que damos me encuentro con una nueva sorpresa, ¿hay más secretos, Javier? Primero ese británico me habla de David y ahora tú. ¡¿Qué está ocurriendo?!
El agente apretó los labios. Había dispuesto de tiempo suficiente en las últimas semanas para conocer al doctor, sus jefes le proporcionaron la información que precisaba. Le observó de reojo, indudablemente se veía desbordado por las circunstancias, Javier lamentaba haberle engañado.
—Desconocemos qué puedan saber los británicos acerca de tu hijo, te lo prometo. Para mí fue una sorpresa la aparición de esos agentes del MI6. Mis jefes únicamente pensaron que te sentirías más predispuesto a simpatizar con una persona que aparentara la edad que tu hijo tendría en estos momentos.
El médico calló. Continuaba enfadado.
—A lo que iba —prosiguió Javier, como si la interrupción del médico no hubiera existido—, estuve un tiempo cabreado con todos, eso me impedía seguir hacia delante. Le daba vueltas a cosas que no podía evitar pues ocurrieron mucho antes de que yo naciera, y eso fue un error que pude pagar caro. El descubrimiento del libro de familia coincidió con mi primera misión como agente de campo, y la cagué.
Al médico le disgustaba ese lenguaje aunque no le corrigió.
—Tuve que infiltrarme en un grupo de adolescentes neonazis. Alguien les entrenaba en el uso de las armas y mi cometido era descubrirlo, pero no lo logré, me impliqué demasiado y acabé por delatarme. —Había bajado la voz, como si temiera encontrarse aún en aquellas circunstancias—. Afortunadamente me sacaron a tiempo y ahora lo puedo contar.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El manuscrito de Avicena»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El manuscrito de Avicena» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El manuscrito de Avicena» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.