Ezequiel Teodoro - El manuscrito de Avicena
Здесь есть возможность читать онлайн «Ezequiel Teodoro - El manuscrito de Avicena» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. ISBN: , Издательство: Entrelineas Editores, Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El manuscrito de Avicena
- Автор:
- Издательство:Entrelineas Editores
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:9788498025170
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El manuscrito de Avicena: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El manuscrito de Avicena»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El manuscrito de Avicena — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El manuscrito de Avicena», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—¡¿Qué sabe de mi hijo?!
—Aún no es momento de hablar, les están esperando.
—¿Esperando? ¿Quiénes? ¿Qué quieren de mí?
—No necesita más información —insistió Elorriaga.
—Al menos podrían decirnos quienes son.
—No van a responder. Son profesionales —advirtió Javier.
El agente del CNI se había incorporado. A diferencia del médico, exhibía una sonrisa amplia y un gesto despreocupado.
—Son británicos, doctor. ¿No es así?
Los dos individuos hicieron caso omiso.
—Como ve, no van a contestar. Están entrenados para eso, ¿o no les entrenan en el MI6 para eso?
Sus captores continuaban impertérritos observando la carretera y, de tanto en tanto, los retrovisores. El médico observaba el cabello del conductor, cortado casi al cero, cuando Javier volvió a hablar.
—En el MI6 les enseñan a actuar en todo tipo de situaciones...
El médico giró la cabeza a tiempo de ver al agente español hacerle una señal hacia la puerta, pero el doctor Salvatierra encogió los hombros. ¿Qué quería? Javier no esperó ninguna ayuda, sacó las manos desde detrás de la espalda, rodeó el cuello de Elorriaga con la cadena de las esposas, se incorporó lo suficiente y le propinó un fuerte cabezazo al conductor, que quedó inconsciente sobre el asiento. Sin nadie que sujetara el volante, el coche viró con brusquedad a izquierda y derecha, aunque milagrosamente se mantuvo en el mismo carril.
Elorriaga jadeaba. No llegaba el aire a sus pulmones. Javier se aferró más a su garganta. El médico, entretanto, se encogió junto a la puerta con el semblante demudado. Veía como el supuesto policía nacional iba perdiendo fuerzas, pataleaba y se forzaba por captar oxígeno. Javier apretó más la cadena y gritó algo al doctor, pero éste se acurrucó aún más contra el sillón. Medio minuto más tarde Elorriaga perdió el conocimiento.
—¡El volante!
Pocos metros por delante la carretera se cerraba en una curva. El médico se había incorporado.
—¡Javier, el volante!
El agente del CNI se estiró, agarró el volante, dio un volantazo y saltó por encima de los asientos delanteros, pero el cuerpo del conductor le impedía tomar el control. Se apretó tratando de meterse entre él y el volante, metió la pierna y consiguió frenar justo antes de llevarse por delante el quitamiedos metálico.
—¡Ufff!
Lo primero que hizo Javier fue comprobar que los dos agentes británicos tenían aún pulso. Después sacó fuera al doctor, y un minuto más tarde ambos huían campo a través evitando las zonas despejadas.
Caminaron durante una decena de kilómetros por una campiña solitaria. Temían que en cualquier momento un helicóptero de vigilancia les diera alcance y repetir la escena de horas antes. Mientras vagaban por la región tratando de hallar algún modo de transporte, el médico quiso saber cómo se las había ingeniado Javier.
—¿Cómo lograste quitarte las esposas?
—Fue sencillo, se trataba de unas Kalcyon, unas esposas muy fáciles.
—¿Eso es lo que hacías mientras estabas recostado sobre tus piernas?
—Sí —respondió Javier con una sonrisa.
—¿Y cómo supiste que eran británicos?
—Estaba meridianamente claro. Quizá podría ser más difícil adivinar la procedencia de aquel que te interrogó a ti; tal vez habrá vivido una parte de su vida en Gibraltar o haya nacido allí. Pero el que a mí me tocó probablemente aprendió castellano en Inglaterra. Además, es obvio su origen indio y eso proporciona muchas pistas, ¿no cree?
—Ya veo que te han enseñado bien en la academia. ¿Y eso de que pertenecen al MI6?
—Las técnicas de trabajo, la estrategia de acción, no sé..., si vinculas su nacionalidad a que indudablemente forman parte de un servicio de inteligencia... bueno... cualquiera con un poco de sentido común llegaría a la misma conclusión sin demasiado esfuerzo.
—Realmente estás aquí para protegerme —manifestó agradecido.
—Sí, ya te lo dije. Espero que confíes en mí y me ayudes —le rogó tendiéndole la mano.
El médico se la estrechó efusivamente y sin mediar palabra lo abrazó, sorprendiendo al agente, que no esperaba esa muestra de cariño. Ambos habían soportado una enorme tensión en las últimas horas y el contacto les vino bien para descargar el estrés acumulado.
—¿Qué quiere el MI6 de mí? —Preguntó más tarde. De momento evitó hablar de David, no dudaba de Javier aunque desconocía hasta qué punto debía fiarse.
—Eso es algo que tendremos que averiguar.
Siguieron andando hasta que Javier decidió que la única manera de solventar sus problemas era establecer contacto con sus superiores en Madrid; para ello debía encontrar un móvil limpio.
—Necesitamos un transporte y un lugar seguro donde descansar. Vamos a acercarnos a esa casa y pediremos que nos dejen telefonear. Tú no hables, sólo asiente si te pregunto, ¿de acuerdo? —El doctor sólo quería sentarse y comer algo. Se sentía desfallecer a causa del cansancio y el hambre, y le importaba poco qué tenía que hacer o decir, se limitó a encogerse de hombros y seguir a su compañero mientras su mente no dejaba de dar vueltas sobre el paradero de Silvia y la posibilidad de que le hubiera ocurrido algo irremediable, las palabras del británico acerca de su hijo también le asediaban.
—Maldita investigación... —se quejó entre dientes camino de una valla de madera que rodeaba un jardín de flores azules, blancas y rojas.
— Bonjour, monsieur.
— Bonjour.
— Pourrions-nous téléphoner ?
— Voulez-vous téléphoner ?
— Oui, nous avons eu un contretemps et avons besoin de contacter notre entrepris.
— Un contretemps ?
El francés estaba sentado en el porche trasteando en lo que parecía una parabólica. Llevaba un mono azul impregnado de numerosas manchas de distinto tamaño y color y lucía un enorme mostacho y el gesto desconfiado de quien no suele ver extraños en su propiedad. A su lado, sobre un banco de aluminio, medio crep de chocolate y un vaso vacío. El médico permanecía ajeno a la conversación observando extasiado los restos de comida, Javier, por su parte, trataba de idear alguna explicación razonable por si el propietario de la vivienda ahondaba en sus pesquisas. Finalmente, pese a mantener una expresión huraña, metió la mano en el bolsillo y sacó un móvil.
—Vendrán en media hora. Los he citado a dos kilómetros de aquí para no tener que esperar en casa de este señor, no me fío de su mirada. Apuesto lo que quieras a que en cuanto nos alejemos unos pasos llama a la policía; los gabachos son muy suyos. —Advirtió el agente poco después de despedirse del francés.
—También es verdad que no está la cosa como para fiarse de cualquiera. La crisis nos ha hecho mucho daño a todos ¿no te parece?
—Tal vez, en cualquier caso los franceses son más precavidos, se ponen en guardia en cuanto ven a un desconocido.
—Por cierto, te entiendes muy bien en su idioma. No me dirás que lo aprendiste para tu tapadera porque no me lo tragaría —bromeó el doctor.
—No, claro que no. Lo estudié en la Universidad. También me defiendo bastante bien con el inglés y el ruso, por si lo quieres saber —agregó con sorna.
El médico sonrió pero luego se puso serio.
—¿Qué ocurre?
—¿Cómo nos encontraron?
El agente fijó sus ojos en la carretera como si en cualquier momento pudiera aparecer el coche que esperaban.
—Creo que yo he tenido la culpa. No debí volver al cuatro por cuatro. Alguien tuvo que verme y proporcionó mi descripción a la Policía, sólo fue cuestión de tiempo el que dieran con nosotros.
Álvarez levantó el palo por encima de su cabeza y lo dejó caer con elegancia hasta golpear la bola. Tenía un buen swing pero carecía de la paciencia indispensable para disfrutarlo, los socios del club opinaban que no acudía al campo de golf para relajarse sino para estresar a los demás. Esa era la razón por la que nadie quisiera compartir su juego; cuando le veían llegar engominado y perfumado corrían a buscar una excusa, aunque algún novato acababa siempre por picar. En esta ocasión era Pavieta, el de los astilleros.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El manuscrito de Avicena»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El manuscrito de Avicena» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El manuscrito de Avicena» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.