Joseph Brodsky - Menos Que Uno
Здесь есть возможность читать онлайн «Joseph Brodsky - Menos Que Uno» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Классическая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Menos Que Uno
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Menos Que Uno: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Menos Que Uno»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Menos Que Uno — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Menos Que Uno», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
9
Por extraño que parezca, el mobiliario que poseíamos era acorde tanto con el exterior como con el interior del edificio. Desplegaba tal actividad en las curvas y era tan monumental como las molduras de estuco de la fachada o los paneles y pilastras que formaban el relieve de las paredes interiores, con sus madejas de guirnaldas de yeso en las que abundaban geométricos frutos. Tanto la decoración exterior como la interior eran de una tonalidad marrón claro como de cacao con leche. Sin embargo, nuestros dos armarios, enormes como catedrales, eran de roble negro barnizado; con todo, pertenecían a la misma época, que era la del cambio de siglo, al igual que el propio edificio. Posiblemente esto fue lo que predispuso favorablemente a los vecinos desde el principio en relación con nosotros, aunque el hecho demostrara imprudencia por su parte. Y éste fue, quizá, el motivo también de que, apenas después de un año de vivir en el edificio, nos diera la impresión de que siempre habíamos vivido en él. La sensación de que los armarios habían encontrado su ambiente natural -o viceversa-, nos hizo creer que también nosotros estábamos dónde nos correspondía estar y que ya no íbamos a movernos nunca más de allí.
Aquellos grandes armarios de casi tres metros de altura, compuestos de dos pisos (habría sido preciso desmontar la cornisa de la parte superior del mueble separándola de la inferior, con sus patas de elefante, para cambiarlos de sitio), cobijaban casi todo lo que nuestra familia había ido acumulando en el curso de su existencia. La función que en otras casas cubre el desván o el sótano, corría a cargo de los armarios en la nuestra: las diferentes cámaras fotográficas de mi padre, toda la parafernalia necesaria para revelar y copiar, las mismas fotografías, platos, porcelana, ropa blanca, manteles, cajas de zapatos con los zapatos dentro -demasiado pequeños entonces para mi padre y todavía grandes para mí-, herramientas, baterías, sus viejas blusas de los tiempos de la Marina, prismáticos, álbumes familiares, suplementos ilustrados amarillentos por el paso del tiempo, sombreros y pañuelos de mi madre, unas cuantas navajas de afeitar de plata de Solingen, linternas ya fuera de uso, las condecoraciones militares de mi padre, kimonos abigarrados de mi madre, la correspondencia mutua de los dos, gemelos de teatro, abanicos y otras reliquias…, todo estaba almacenado en las cavernosas profundidades de aquellos armarios que, cuando alguien abría una de sus puertas, despedían un aroma de bolas de naftalina, para proteger el interior contra la polilla, de cuero viejo y de polvo. Sobre el estante de más abajo, como si descansaran en una repisa de chimenea, había dos botellas de cristal que contenían licores, además de una pieza de porcelana vidriada que representaba a dos pescadores chinos borrachos que llevaban a rastras su botín de pescado. Mi madre les sacaba el polvo de encima dos veces por semana.
Si vuelvo la vista atrás, pienso que el contenido de aquellas cómodas podía compararse a nuestro subconsciente común, a nuestro subconsciente colectivo, si bien en aquel tiempo no se me habría ocurrido pensarlo. Todas aquellas cosas eran, en todo caso, parte de la conciencia de mis padres, prendas de sus recuerdos, de lugares y épocas que precedían a mi existencia, de su pasado respectivo y de su pasado común, de su juventud y de su infancia, de una era distinta, casi de un siglo distinto. Y con la ventaja que aporta la mirada retrospectiva, diría incluso: prendas de su libertad, puesto que habían nacido y crecido libres, antes de aquello que la escoria necia llamaba Revolución, pero que para ellos, como para tantas generaciones, significó esclavitud.
10
Escribo esto en inglés porque quiero concederles un margen de libertad, un margen cuya amplitud depende del número de los que están dispuestos a leerlo. Quiero que Maria Volpert y Alexander Brodski cobren realidad bajo «un código de conciencia extranjero» y quiero que los verbos de movimiento del inglés describan sus movimientos. Esto no servirá para resucitarlos, pero, por lo menos, otras gramáticas pueden demostrar ser mejores rutas de escape de las chimeneas del crematorio estatal que el ruso. Escribir sobre ellos en ruso sería sólo ampliar su cautividad, su reducción a la insignificancia, cuyo resultado no podría ser otro que la aniquilación mecánica. Sé que no habría que comparar el estado con el idioma, pero fue en ruso que dos viejos, que se arrastraron durante doce años por las numerosas cancillerías y ministerios del estado con la esperanza de conseguir un visado para ir al extranjero a ver a su único hijo antes de que les llegara la muerte, oyeron la respuesta que les reveló que el estado consideraba aquella visita «fuera de lugar». En todo caso, hay que admitir que la repetición de una manifestación tal demuestra una cierta familiaridad con la lengua rusa por parte del estado. Por otra parte, si yo hubiera escrito en ruso todas estas cosas, las palabras no hubieran visto nunca la luz del día bajo cielo ruso. ¿Quién iba a leerlas? ¿Un puñado de emigrados cuyos padres han muerto o morirán un día en circunstancias similares? Ya conocen la canción, ya saben qué es no dejar que un hombre vea a sus padres en su lecho de muerte, ya conocen el silencio que sigue a una petición de un visado de emergencia para asistir al entierro de un familiar. Y además, es demasiado tarde: un hombre o una mujer ya han colgado el teléfono y han atravesado la puerta de sus casas para sumirse en la tarde del país extranjero, sintiendo dentro de ellos algo que ninguna lengua sabría expresar, ni ningún lamento reproducir… ¿Qué podría decirles?
¿Cómo podría consolarles? No hay ningún país que domine como Rusia el arte de la destrucción de sus súbditos y un hombre con una pluma en la mano no puede remediar la situación. No, ésta es una labor que debe hacer el Todopoderoso y para ella dispone de todo el tiempo. Que el inglés, pues, sea la lengua que cobije a mis muertos. En ruso leeré, escribiré poemas o cartas, pero para Maria Volpert y Alexander Brodski el inglés ofrece algo más parecido a la vida después de la muerte, tal vez la única que existe, salvo la mía propia. Y en lo que se refiere a esta última, escribir en esta lengua es como lavar platos: es terapéutico.
11
Mi padre era periodista, fotógrafo para ser más exacto, aunque también escribía artículos. Como la mayoría de las veces escribía para pequeños diarios, que de todos modos nadie leía, sus artículos empezaban generalmente con las palabras: «Nubes densas y cargadas de tormenta se ciernen sobre el Báltico…», como si pensase que el tiempo que hacía en nuestras tierras podía contribuir a que aquel inicio fuera más sensacional o pertinente. Tenía dos títulos superiores: uno de geografía, otorgado por la Universidad de Leningrado, y otro de periodismo, concedido por la Escuela de Periodismo Rojo. Se había matriculado en esta última cuando comprendió que sus posibilidades de viajar, especialmente al extranjero, eran muy improbables: era judío, era hijo del propietario de una imprenta y no pertenecía al Partido.
El periodismo -hasta cierto punto- y la guerra -esencialmente- restablecieron el equilibrio. Tuvo ocasión de visitar la sexta parte de la superficie terrestre (definición cuantitativa estándar del territorio de la URSS) y de navegar por muchas aguas. Aun cuando fue destinado a la Marina, la guerra para él empezó en 1940, en Finlandia, y terminó en 1948, en China, país al que fue enviado junto con un contingente de asesores militares encargados de colaborar con Mao en los esfuerzos que estaba realizando y de donde procedían los pescadores borrachos de porcelana y los juegos, igualmente de porcelana, que mi padre quería que pasaran a mi propiedad cuando me casara. Entre esas dos fechas estuvo escoltando a los PQ aliados en el mar de Barens, defendiendo y perdiendo Sebastopol en el mar Negro y -al ser hundida su torpedera-, uniéndose a los Marines. Durante el asedio de Leningrado fue destinado a ese frente, donde hizo las mejores fotografías que he visto en mi vida de la ciudad sitiada y donde tomó parte en el desmantelamiento del asedio. (Creo que esta fase de la guerra fue la más importante para él por el hecho de encontrarse cerca de su familia, de su casa. Pese a ello y a la proximidad, perdió su casa y a la única hermana que tenía, de las que dieron cuenta las bombas y el hambre.) Más tarde fue enviado de nuevo al mar Negro, desembarcó en la tristemente famosa Malaya Zemlya y la ocupó; después, a medida que el frente avanzaba hacia el oeste, acompañó al primer destacamento de lanchas torpederas a Rumania, desembarcó en el país y, durante un breve espacio de tiempo, llegó incluso a ser gobernador militar de Constanza.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Menos Que Uno»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Menos Que Uno» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Menos Que Uno» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.