Más que una clase: Interacción, compromiso y acción
© 2020 por Nereida Nales-Pérez
Publicado por Editorial Patmos,
Miami, FL. 33169
Todos los derechos reservados.
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas se toman de la Biblia Dios habla hoy ®, Tercera edición © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996. Usado con permiso.
Diseño de portada e interior por Adrián Romano
ISBN: 978-1-64691-058-8
Categoría: Educación cristiana
Conversión a epub: Cumbuca Studio
A Douglas Zabdiel y Natasha Nery; mis amados hijos, mis discípulos de toda la vida…
Al Rvdo. Douglas E. Mills Casablanca por su orientación pastoral y la oportunidad de servir en la escuela bíblica. ¡Gracias, mi amor!
Palabras de la autora
1. Preparación
2. Planificación
3. Presentación
Referencias
Apreciados hermanas y hermanos
Todos tenemos un concepto de lo que es dar una clase, por la experiencia, el conocimiento y nuestra preferencia. En Más que una clase les comparto que la enseñanza bíblica tiene que ver esencialmente con nuestra práctica espiritual fuera de clase y en clase. En clase dirigimos al discípulo a un encuentro con Dios mediante el ejercicio estratégico del don de la enseñanza. Sin embargo, este es un proceso que tiene su inicio fuera de clase, cuando somos inspirados por nuestro encuentro interactivo con Dios, de tú a tú con el Maestro, dando como resultado un compromiso de acción personal y comunitaria.
Es luego que dirigimos al discípulo a dicho encuentro, fomentando la responsabilidad con su propia transformación y la respuesta a la enseñanza bíblica en su integración a la vida diaria. Este encuentro es interactivo entre el maestro y sus discípulos; entre los discípulos; y entre el Espíritu Santo y la persona. El estudio de la Biblia nos guía a comprometernos con su mensaje e integrarlo en nuestra vida mediante actos voluntarios inspirados por el encuentro con Dios. Por tanto, se proyecta como resultado un compromiso personal y comunitario para entender y practicar la enseñanza bíblica y progresar en el modo de vivir que agrada a Dios.1
Nuestra sociedad en crisis necesita interactuar con Dios para entender la fe cristiana, comprometerse continuamente con crecer en dicha fe y vivirla. Crisis es una palabra muy popular de estos días. Según la Real Academia Española, crisis significa situación mala o difícil.2 Escuchamos hablar sobre la crisis gubernamental, económica, matrimonial, social, educativa, del individuo, y otras más. Es evidente que las condiciones de la sociedad que nos rodea y las comunidades específicas en que servimos, parecen ser cada vez más desastrosas (González, 2017). Esta realidad amenaza nuestra persona y la respuesta al llamado de Dios de servir, ya sea para contener o bajar su nivel en la ejecución. Sin embargo, la crisis es parte estructural de la educación porque la educación siempre tiene que innovar y adaptarse a nuevas situaciones (Touriñán, 2014). Crisis también significa cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que estos son apreciados. Por lo tanto, el escenario que estamos viviendo nos invita a concienciar sobre nuestra humanidad, reflexionar sobre nuestra identidad y cómo estamos sirviendo.
El propósito por el cual recibimos el don de Dios es para edificar el cuerpo de Cristo, lo cual tiene una meta común, según el escritor bíblico, hasta que todos lleguemos a estar unidos por la fe y el conocimiento del Hijo de Dios, y alcancemos la edad adulta, que corresponde a la plena madurez de Cristo.3 El Dr. Justo L. González (González, 2006) lo expresó de manera concisa en su libro Tres meses en la escuela de la prisión cuando dijo: no quiere decir que cada uno por su cuenta llegue a la meta que se describe, sino más bien que todos juntos, como una realidad, como un solo cuerpo, lleguen a ser lo que allí se describe. Esta es una meta que nos mantendrá a todos muy ocupados en la interacción con Dios, el compromiso y la acción correspondiente como respuesta.
En Más que una clase comparto algunas ideas prácticas para la buena mayordomía del don de la enseñanza, que aplican a una clase de cualquier edad. Las organicé en tres pasos que llamé el diseño de las 3P: preparación, planificación y presentación. La preparación afirma el llamado divino y nuestra respuesta con un compromiso inspirado por el encuentro interactivo con Dios. En la planificación se seleccionan y organizan las actividades que componen la estrategia educativa e incluye una guía para su elaboración. Para ésta propongo el uso de las inteligencias múltiples como medio para ofrecer una clase interactiva, que facilite desarrollar una dinámica de integración de los discípulos y añada diversidad al proceso. También utilizo la asignación para comprometer al discípulo con su aprendizaje y responder al llamado de Dios. La presentación identifica otros detalles a considerar para que este encuentro sea bueno y edificante.
Aquí incluyo algunos conceptos que aparecen en mi libro Jesús, el Maestro: su plan educativo transformador (Nales, 2006). Además, algunos cambios al modelo para el plan de clase de siete pasos, que responde a las siguientes preguntas valoradas personalmente como guía para realizar la tarea:
Paso 1: ¿Cómo comienzo? = Presentación
Paso 2: ¿Cómo logro el interés del discípulo? = Motivación
Paso 3: ¿Cómo lo voy a hacer? = Estrategia de enseñanza
Paso 4: ¿Cómo actualizo la enseñanza? = Relación con la vida diaria
Paso 5: ¿Qué aprendieron? = Evaluación
Paso 6: ¿Qué estudiaremos en la próxima clase? = Motivación para el próximo estudio
Paso 7: ¿Cómo termino? = Oración
La idea de los siete pasos tiene relación con el inicio de mi servicio en la escuela bíblica. Solo tenía 15 años de edad cuando mi pastor, Jorge Luis Pabón Moraza, me pidió que fuera maestra de la niñez con edad preescolar. Mi experiencia de creyente era de un año y no tenía conocimiento alguno sobre cómo enseñar. Aunque ya sabía que Dios daba dones, no entendía cómo eso funcionaba ni imaginaba lo que Dios quería para mi vida. Estaba aprendiendo a amar a Dios y quería servirle. Busqué un libro que me orientará por pasos cómo ser maestra de Biblia, pero no lo encontré. Agradezco a Dios por la diligencia del Pastor al coordinar mi integración como maestra con la ayuda de la hermana Malén, quien me dio ejemplo y dirección. Ciertamente el Espíritu Santo me ayuda a entender la necesidad de comprometerme día a día con el llamado de Dios, de vivir su verdad y procurar crecer en Cristo.4
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