Fernando Pessoa - Libro del desasosiego de Bernardo Soares

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Libro del desasosiego de Bernardo Soares: краткое содержание, описание и аннотация

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El libro del desasosiego, que presentamos traducido íntegramente por vez primera en lengua castellana, nació en 1913 y Pessoa trabajó en él durante toda su vida. Esta es una obra inacabada e inacabable: un universo entero en expansión cuya pluralidad -literaria y vital-es infinita.

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Nos entendemos porque nos ignoramos. Qué sería de tantos cónyuges felices si pudiesen ver el uno en el alma del otro, si pudiesen comprenderse, como dicen los románticos, que no conocen el peligro -si bien el peligro fútil- de lo que dicen. Todos los casados del mundo son malcasados, porque cada uno guarda consigo, en los secretos en los que el alma es del Diablo, la imagen sutil del hombre deseado que no es aquél, la figura voluble de la mujer sublime a la que aquélla no ha realizado. Los más felices ignoran en sí mismos estas disposiciones suyas frustradas; los menos felices no las ignoran, pero no las conocen, y sólo un que otro arrebato ordinario, una que otra aspereza en el trato, evoca, en la superficie casual de los gestos y de las palabras, al Demonio oculto, a la Eva antigua, al Caballero o [354]a la Sílfide.

La vida que se vive es una incomprensión fluida, una media alegre entre la grandeza que no hay y la felicidad que no puede haber. Estamos contentos porque, hasta al pensar y al sentir, somos capaces de no creer en la existencia del alma. En el baile de máscaras que vivimos, nos basta el agrado del traje, que en el baile lo es todo. Somos esclavos de las luces y de los colores, vamos en la danza como en la verdad, no hay para nosotros -salvo si, abandonados, no bailamos- conocimiento del gran frío alto de la noche exterior, del cuerpo mortal debajo de los trapos que le sobreviven, de todo cuanto, a solas, creemos que es esencialmente nosotros, pero al final no es más que la parodia íntima de la verdad de lo que nos suponemos.

Todo cuanto hacemos o decimos, todo cuanto pensamos o sentimos, lleva la misma máscara y el mismo dominó. Por más que nos quitemos lo que vestimos, nunca llegamos a la desnudez, pues la desnudez es un fenómeno del alma y no de quitarse el traje. Así, vestidos de cuerpo y alma, con nuestros múltiples trajes tan pegados a nosotros como las plumas de las aves, vivimos felices o desgraciados, o hasta no sabiendo lo que somos, el breve espacio que nos conceden los dioses para que los divirtamos, como niños que juegan a juegos serios.

Uno u otro de nosotros, liberado o maldito, ve de repente -pero hasta ése raras veces ve- que todo cuanto somos es lo que no somos, que nos engañamos en lo que es verdadero y no tenemos razón en lo que concluimos justo. Y ése, que, durante un breve período, ve el universo desnudo, crea una filosofía, o sueña una religión; y la filosofía se divulga y la religión se propaga, y los que creen en la filosofía pasan a usarla como una veste que no ven, y los que creen en la religión pasan a ponérsela como una máscara de la que se olvidan.

Y siempre, desconociéndonos a nosotros y a los demás, y entendiéndonos alegremente por eso, pasamos por las volutas de la danza o por las conversaciones del descanso, humanos, fútiles, seriamente, al son de la gran orquesta de los astros, bajo las miradas desdeñosas y ajenas de los organizadores del espectáculo.

Sólo ellos saben que nosotros somos presa de la ilusión que nos han creado. Pero cuál es la razón de esa ilusión, y por qué existe esa, o cualquier, ilusión, o por qué es por lo que ellos, ilusos también, nos han concedido que tuviésemos la ilusión que nos concedieron -eso, por cierto, ellos mismos no lo saben.

29-11-1931.

397

La ladera lleva al molino, pero el esfuerzo no lleva a nada. Era una tarde de otoño, cuando el cielo tiene un calor frío [355], muerto, y hay nubes que sofocan la luz entre cobertores de lentitud.

Sólo dos cosas me ha concedido el Destino: unos libros de contabilidad y el don de soñar.

398

¿Has pensado ya, /oh Otra,/ cuan invisibles somos los unos para los otros? ¿Has meditado ya cuánto nos desconocemos? Nos vemos y no nos vemos. Nos oímos y cada uno escucha tan sólo una voz que está dentro de él.

Las palabras de los demás son errores de nuestra audición, naufragios de nuestro entendimiento. Con qué confianza creemos en /nuestro/ sentido de las palabras de los demás. Nos saben a muerte las voluptuosidades que otros ponen en palabras. Leemos voluptuosidad y vida en lo que los otros dejan caer sin intención de darle un sentido profundo.

La voz de los regatos que interpretamos […] explicadora, la voz de los árboles en cuyo murmurar ponemos un sentido -¡ah, amor mío desconocido, hasta qué punto todo esto es nosotros y fantasías, todo de ceniza que resbala por las rejas de nuestra celda!

(Posterior a 1923.)

399 cascada

La niña sabe que la muñeca no es real, y la trata como real hasta llorarla y disgustarse cuando se rompe. El arte del niño es el de irrealizar. ¡Bendita esa edad equivocada de la vida, cuándo se niega el amor [356]porque no hay sexo, cuando se niega la realidad por jugar, tomando por reales a cosas que no lo son!

Que sea yo vuelto niño y me quede siéndolo siempre, sin que me importen los valores que los hombres conceden a las cosas ni las relaciones que los hombres establecen entre ellas. Yo, cuando era pequeño, ponía los soldados de plomo, muchas veces, patas arriba… ¿Y hay algún argumento, con aptitudes lógicas para convencer, que me demuestre que los soldados reales no deben andar cabeza abajo?

El niño no da más valor al oro que al vidrio. Y, en verdad, ¿vale más el oro? -El niño juzga oscuramente absurdos las pasiones, las rabias, los recelos que ve esculpidos en los gestos adultos. ¿Y no son en verdad absurdos y vanos todos nuestros recelos y todos nuestros odios y todos nuestros amores?

¡Oh divina y absurda ambición infantil! ¡Visión verdad de las cosas que nosotros revestimos de /convenciones/ en el más desnudo verlas, que nos embrumamos de ideas nuestras en el más directo mirarlas!

¿Será Dios un niño muy grande? El universo entero ¿no parece un juego, una partida de niño Travieso? Tan irreal, tan (…), tan (…)

Os he lanzado, riendo, esta idea al aire y ved cómo, al verla distante de mí, de repente veo lo horrorosa que es. (¿Quién sabe si no contiene la verdad?) Y cae y se rompe a mis pies, en polvo de horror y fragmentos de angustia…

Despierto para saber que existo…

Un gran tedio indeterminado gargariza [357]equivocadamente fresco al oído, por las cascadas, colmenar abajo, allá al fondo /estúpido/ del jardín.

400

La única manera de que tengas sensaciones nuevas es que te construyas un alma nueva. /Baldío/ esfuerzo el tuyo si quieres sentir otras cosas sin sentir de otra manera, y sentirte de otra manera sin cambiar de alma. Porque las cosas son como nosotros las sentimos -¿cuánto tiempo hace que tú sabes esto sin saberlo?- y el único modo de que haya cosas nuevas, de sentir cosas nuevas, es que haya novedad en el sentirlas.

¿Cambio de alma cómo? Descúbrelo tú.

Desde que nacemos hasta que morimos, cambiamos de alma lentamente, como de cuerpo. Consigue un medio de volver rápido ese cambio, como con ciertas enfermedades, o ciertas convalecencias, el cuerpo nos cambia rápidamente.

No descender nunca a dar conferencias para que no se crea que tenemos opiniones, o que descendemos hasta el público para hablar con él. Si quiere, que nos lea.

Y es que además el conferenciante parece un actor -una criatura que el buen artista desprecia, un mozo de cuerda del Arte.

401

El alma humana es una víctima tan inevitable del dolor, que sufre el dolor de la sorpresa dolorosa, incluso con lo que debía esperar. Tal hombre, que toda la vida ha hablado de la inconstancia y de la volubilidad femenina como de cosas naturales y típicas, experimentará toda la angustia de la sorpresa cuando se vea traicionado en amor -tal cual, no otro, como si hubiese tenido siempre por dogma o esperanza la fidelidad y la firmeza de la mujer. Tal otro, que tiene a todo por hueco y vacío, sentirá como un rayo súbito el descubrimiento de que tienen por nada lo que escribe, o que es estéril su esfuerzo por enseñar o que es falsa la comunicabilidad de su emoción.

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