Fernando Pessoa - Libro del desasosiego de Bernardo Soares
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Todo esto constituye solamente el segundo paso que el soñador debe dar hacia su sueño.
El tercer paso, el que conduce al umbral del Templo, ése ¿quién que no sea yo ha sabido darlo? Ése es el que cuesta porque exige aquel esfuerzo interior que es inmensamente más difícil que el esfuerzo en la vida, pero que ofrece compensaciones al alma que la vida nunca podrá ofrecer. Ese paso es, todo esto sucedido, todo esto total y conjuntamente hecho -sí, empleados los tres métodos sutiles y empleados hasta gastarlos-, pasar a la sensación inmediatamente a través de la inteligencia pura, filtrarla por el análisis superior para que se esculpa en forma literaria y adquiera volumen y relieve propio. Entonces la he fijado del todo. Entonces he convertido lo irreal en real y he ofrecido a lo inaccesible un pedestal eterno. Entonces he sido yo, dentro de mí, coronado Emperador.
Porque no creáis que escribo para publicar, ni para escribir ni para hacer arte siquiera. Escribo porque es el fin, el refinamiento supremo, el refinamiento temperamentalmente ilógico, (…) de mi cultivo de estados de alma. Si agarro una sensación mía y la deshilo hasta poder, con ella, tejerle a la realidad interior la que llamo La Floresta de la Enajenación, o el Viaje Nunca Hecho, creed que lo hago, no para que la prosa suene lúcida y trémula, o incluso para gozar yo con la prosa -aunque también eso quiero, también ese primor final añado, como un caer bello de telón en mis escenarios soñados-, sino para que otorgue exterioridad completa a lo que es interior, para que así realice lo irrealizable, conjugue lo contradictorio y, volviendo al sueño exterior, le dé su máximo poder de puro sueño, estancador de la vida que soy, burilador de inexactitudes, paje doliente de mi alma Reina, leyéndole al crepúsculo, no los poemas que están en el libro, abierto encima de mis rodillas, de mi Vida, sino los poemas que voy construyendo y fingiendo que leo, y ella fingiendo que oye, mientras la Tarde, allá fuera no sé cómo o dónde, dulcifica sobre esta metáfora erguida dentro de mí en Realidad Absoluta la luz tenue y última de un misterioso día espiritual.
274
La leve embriaguez de la fiebre ligera, cuando un desconsuelo suave y penetrante y frío por los huesos doloridos y caliente en los ojos bajo las sienes que laten -a ese desconsuelo quiero como un esclavo a un tirano amado. Me da esa vencida pasividad [278]trémula en la que entreveo visiones, vuelvo esquinas de ideas y entre interpolaciones de sentimientos /me desconcierto/.
Pensar, sentir, querer, se vuelven una sola cosa confusa. Las creencias, las sensaciones, las cosas imaginadas y las reales [279]están desordenadas, son como el contenido mezclado en el suelo de varios cajones volcados.
¿1915?
275
Y así soy fútil y sensible, capaz de impulsos violentos y absorbentes, malos y buenos, nobles y viles, pero nunca de un sentimiento que subsista, nunca de una emoción que continúe, y entre hasta la substancia de mi alma. Todo en mí es la tendencia a ser inmediatamente otra cosa; una impaciencia del alma consigo misma, como con un niño importuno; un desasosiego siempre creciente y siempre igual. Todo me interesa y nada me retiene. Atiendo a todo soñando siempre; fijo los mínimos gestos faciales de con quien hablo, recojo las entonaciones milimétricas de sus decires expresados; pero, al oírlo, no lo escucho, estoy pensando en otra cosa, y lo que menos he captado de la conversación ha sido la noción de lo que en ella se ha dicho, por mi parte o por parte de con quien he hablado. Así, muchas veces repito a alguien lo que ya he repetido, le pregunto de nuevo aquello a lo que ya me ha respondido; pero puedo describir, en cuatro palabras fotográficas, el semblante muscular con que ha dicho lo que no recuerdo, o la inclinación de oír con los ojos con que ha acogido la narración que no recordaba haberle hecho. Soy dos, y ambos mantienen la distancia -hermanos siameses que no están pegados.
276
Más «pensamientos».
Día de Navidad. (Humanismo. La «realidad» de la Navidad es subjetiva. Sí, en mi ser. La emoción, como vino, ha pasado. Pero durante un momento he convivido con las esperanzas y las emociones de generaciones innumerables, con las imaginaciones muertas de todo un linaje muerto de místicos.
¡Navidad en mí!)
277
Los sentimientos que más duelen, las emociones que más afligen, son los que son absurdos -el ansia de cosas imposibles, precisamente porque son imposibles, la añoranza de lo que jamás ha existido, el deseo de lo que podría haber sido, la pena de no ser otro, la insatisfacción de la existencia del mundo. Todos estos mediostonos de la conciencia del alma crean en nosotros un paisaje dolorido, una eterna puesta de sol de lo que somos. El sentirnos es entonces un campo desierto al oscurecer, triste de juncos al pie de un río sin barcos, negreando claramente entre márgenes alejadas.
No sé si estos sentimientos son una locura lenta del desconsuelo, si son reminiscencias de cualquier otro mundo en que hubiésemos estado -reminiscencias cruzadas y mezcladas, absurdas en la figura que vemos pero no en el origen si lo supiésemos. No sé si han existido otros seres que fuimos, cuya mayor plenitud sentimos hoy, en la sombra de ellos que somos, de una manera incompleta- perdida la solidez y figurándonosla nosotros mal en las dos únicas dimensiones de la sombra que vivimos.
Sé que estos pensamientos de la emoción duelen con rabia en el alma. La imposibilidad de figurarnos una cosa a la que correspondan, la imposibilidad de encontrar algo que sustituya a aquella a la que se abrazan en una visión -todo esto pesa como una condena pronunciada no se sabe dónde, o por quién, o por qué.
Pero lo que queda de sentir todo esto es con seguridad un disgusto de la vida y de todos sus gestos, un cansancio anticipado de los deseos y de todas sus maneras, un disgusto anónimo de todos los sentimientos. En estas horas de angustia sutil se nos vuelve imposible, hasta en sueños, ser amante, ser héroe, ser feliz. Todo esto está vacío, hasta de la idea de que existe. Todo esto está dicho en otro lenguaje, para nosotros incomprensible, meros sonidos de sílabas sin forma en el entendimiento. La vida está hueca, el alma está hueca, el mundo está hueco. Todos los dioses mueren de una muerte mayor que la muerte. Todo está más vacío que el vacío. Es todo un caos de cosas ningunas.
Si pienso esto y miro, para ver si la realidad me mata de sed, veo casas inexpresivas, caras inexpresivas, gestos inexpresivos. Piedra, cuerpos, ideas -todo está muerto. Todos los movimientos son paradas, la misma parada todos ellos. Nada me dice nada. Nada me es conocido, no porque lo extrañe sino porque no sé lo que es. Se ha perdido el mundo. Y en el fondo de mi alma -como única realidad de este momento- hay una congoja intensa e invisible, una tristeza como el ruido de quien llora en un cuarto oscuro.
3-9-1931.
278
Un hálito de música o sueño, algo que haga casi sentir, algo que haga no pensar.
279
¡El peso de sentir! ¡El peso de tener que sentir!
¿1930?
280
…la hiperacuidad no sé si de las sensaciones, si de su sola expresión, o si, más propiamente, de la inteligencia que hay entre unas y otra y forma del propósito de expresar la emoción ficticia que existe sólo para ser expresada [280]. (Tal vez no sea más en mí que la máquina de revelar quien no soy.)
281
La sensación de la convalecencia, sobre todo si se ha hecho sentir /malamente/ en los nervios de la enfermedad que la ha precedido, tiene algo de alegría triste. Hay un otoño en las sensaciones y en los pensamientos o, mejor dicho, uno de esos principios de primavera que, salvo que no caen hojas, parecen, en el aire y en el cielo, el otoño.
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