Fernando Pessoa - Libro del desasosiego de Bernardo Soares

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Libro del desasosiego de Bernardo Soares: краткое содержание, описание и аннотация

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El libro del desasosiego, que presentamos traducido íntegramente por vez primera en lengua castellana, nació en 1913 y Pessoa trabajó en él durante toda su vida. Esta es una obra inacabada e inacabable: un universo entero en expansión cuya pluralidad -literaria y vital-es infinita.

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Ha sido toda mi infancia pasada la que en este momento ha quedado privada de poder durar.

(transformation of Sherlock Holmes article) should it be done? [258]

259

Como hay quien trabaja por tedio, escribo a veces por no tener qué decir. El devaneo en que naturalmente se pierde quien no piensa, me pierdo yo en él por escrito, pues sé soñar en prosa. Y hay mucho sentimiento sincero, mucha emoción legítima que saco de no estar sintiendo.

Hay momentos en que la vacuidad de sentirse vivir llega a tener el espesor de algo positivo. En los grandes hombres de acción, que son los santos, puesto que actúan con la emoción entera y no sólo con parte de ella, este sentimiento de que la vida no es nada conduce al infinito. Se enguirnaldan de noche y de astros, se ungen de silencio y de soledad. En los grandes hombres de inacción, a cuyo número humildemente pertenezco, el mismo sentimiento conduce a lo infinitesimal; se estiran las sensaciones, como elásticos, para ver los poros de su falsa continuidad floja.

Y unos y otros, en estos momentos, aman al sueño, como el hombre vulgar que no actúa ni deja actuar, mero reflejo de la existencia genérica de la especie humana. Sueño es la fusión con Dios, el Nirvana, sea en las definiciones lo que fuese; sueño es el análisis lento de las sensaciones, sea usado como una ciencia atómica del alma, sea dormido como una música de la voluntad, anagrama lento de la monotonía.

Escribo demorándome en las palabras, como por escaparates donde no veo, y son medio-sentidos, casi-expresiones lo que me queda, como colores de tejidos que no he visto lo que son, armonías exhibidas compuestas de no sé qué objetos. Escribo arrullándome, como una madre loca a un hijo muerto.

Me encontré en este mundo cierto día, que no sé cuál fue, y hasta allí, desde que evidentemente nací, había vivido sin sentir. Si pregunté dónde estaba, todos me engañaron, y todos se contradecían. Si pedí que me dijesen lo que haría, todos me hablaron con falsedad, y cada uno me dijo una cosa suya. Si, de no saber, me paré en el camino, todos se pasmaron de que no siguiese hacia donde nadie sabía lo que había, o no me volviese para atrás -yo, que, despierto en la encrucijada, no sabía de dónde había venido. Vi que estaba en escena y no sabía el papel que los demás recitaban en seguida, sin saberlo tampoco. Vi que estaba vestido de paje, y no me habían dado la reina, y me culpaban de no tenerla. Vi que tenía en las manos el mensaje que entregar, y cuando les dije que el papel estaba en blanco, se rieron de mí. Y todavía no sé si se rieron porque todos los papeles estaban en blanco o porque todos los mensajes se adivinan.

Por fin, me senté en la piedra de la encrucijada como al hogar que me ha faltado. Y empecé, a solas conmigo, a hacer barcos de papel con la mentira que me habían dado. Nadie quiso creerme, ni por mentiroso, y no tenía yo un lago con el que probar la verdad.

Palabras ociosas, perdidas, metáforas sueltas, que una vaga angustia encadena a sombras… Vestigios de mejores horas, vividas no sé dónde en alamedas… Lámpara apagada cuyo oro brilla en la oscuridad por la memoria de la extinguida luz… Palabras dadas, no al viento, sino al suelo, dejadas ir por los dedos sin avaricia, como hojas secas que en ellos hubiesen caído de un árbol invisiblemente infinito… Nostalgia de los estanques de las quintas ajenas… Ternura de lo nunca sucedido…

¡Vivir! ¡Vivir! Y la sospecha al menos, de si acaso en el lecho de Prosérpina habría de dormirme [259]bien.

10-3-1931.

260

Releo en una de estas somnolencias sin sueño, en que nos entretenemos inteligentemente sin la inteligencia, algunas de las páginas que formarán, todas juntas, mi libro de impresiones sin nexo. Y de ellas me sube, como un olor de cosa conocida, una impresión desierta de monotonía. Siento que, incluso al decir que soy siempre diferente, he dicho siempre lo mismo; que soy más análogo a mí mismo que lo que querría confesar; que, a fin de cuentas, no he tenido la alegría de ganar ni la emoción de perder. Soy una ausencia de saldo de mí mismo, sin [260]un equilibrio involuntario que me desola y debilita.

Todo cuanto he escrito es pardo. Se diría que mi vida, incluso la mental, es [261]un día de lluvia lenta, en que todo es desacontecimiento y penumbra, privilegio vacío y razón olvidada. Me desolo a seda rota. Me desconozco a luz y tedio.

Mi esfuerzo humilde, de siquiera decir quién soy, de registrar, como una máquina de nervios, las impresiones mínimas de mi vida subjetiva y aguda, todo esto se me ha vaciado como un balde en el que hubiesen tropezado, y se derramó por la tierra como el agua de todo. Me he fabricado con pinturas falsas, he resultado a imperio de trampa. Mi corazón, a quien fié los grandes acontecimientos de la prosa vivida, me parece hoy, escrito en la distancia de estas páginas releídas con otra alma, una bomba de huerto de provincias, instalada por instinto y maniobrada por servicio. He naufragado sin tormenta en un mar en el que se puede estar de pie.

Y pregunto a lo que me queda de consciente en esta serie confusa de intervalos entre cosas que no existen, de qué me ha servido llenar tantas páginas de frases en las que he creído como mías, de emociones que he sentido como pensadas, de banderas y pendones que son, al final, papeles pegados con saliva por la hija del mendigo debajo de los aleros.

Pregunto a lo que me queda de mí a qué vienen estas páginas inútiles, consagradas a la basura y al extravío, perdidas antes de ser entre los papeles rotos del Destino.

Pregunto y prosigo. Escribo la pregunta, la envuelvo en nuevas frases, desmadejada de nuevas emociones [262]. Y mañana volveré a escribir, en la secuencia de mi libro estúpido, las impresiones diarias de mi desconvencimiento con frío.

Sigan, tales como son. Jugado el dominó, y ganado el juego, o perdido, las fichas se ponen bocabajo y el juego terminado es negro.

261

y los crisantemos debilitan su vida exhausta en jardines apenumbrados de encerrarlos.

la lujuria japonesa de tener evidentemente sólo dos dimensiones.

la existencia en colores [263]sobre transparencias empañadas de las figuras japonesas de las tazas.

una mesa puesta para un té discreto -mero pretexto para conversaciones completamente inútiles- ha tenido siempre para mí algo de ente e individualidad con alma. ¡Forma, como un organismo, un todo sintético! Que no es la pura suma de las partes (que lo componen) [264].

262

Nunca dejo saber a mis sentimientos lo que voy a hacerles sentir… Juego con mis sensaciones como una princesa llena de tedio con sus grandes gatos prontos y crueles…

Cierro súbitamente puertas, dentro de mí, por donde ciertas sensaciones iban a pasar para realizarse. Retiro bruscamente de su camino los objetos espirituales que les van a marcar ciertos gestos.

Pequeñas frases sin sentido, metidas en las conversaciones que suponemos estar manteniendo, afirmaciones absurdas hechas con […] de otras que ya no significan nada de por sí.

– Su mirada tiene algo de música tocada a bordo de un barco, en la mitad misteriosa de un río con florestas en la margen opuesta…

– No diga que es fría una noche de luna. Abomino las noches de luna… Hay quien suele realmente tocar música las noches de luna…

– Eso también es posible… Y es lamentable, claro está… Pero su mirada tiene realmente el deseo de ser nostálgica de algo… Le falta el sentimiento que expresa… Encuentro en la falsedad de su expresión una cantidad de ilusiones que he tenido…

– Crea que siento a veces lo que digo, y hasta, a pesar de ser mujer, lo que digo con la mirada…

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