Jorge Molist - Los muros de Jericó

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El mayor grupo de comunicaciones de nuestro tiempo posee para el gobierno de los Estados Unidos un valor estratégico mayor que el de ejércitos o flotas. Jaime, ejecutivo del grupo, un hombre que se debate entre los que fueron ideales de juventud y su actual estatus social aburrido y estable, conoce a Karen, una seductora y atractiva compañera de trabajo que le introduce en un movimiento filosófico-religioso continuador de los cátaros medievales. A partir de entonces, se verá arrastrado a una aventura en la que poder, seducción, amor y muerte se aglutinan en una trama en la que el control del grupo parece ser el fin último.

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– Los asesinos lo planearon con tiempo.

– Y tenemos buenos motivos para creer que lo van a intentar contigo la próxima vez, David -intervino McAllen-. El presidente quiere que extremes las medidas de seguridad.

– Dile al presidente que le agradezco su preocupación, pero que mi seguridad, como has podido comprobar, es francamente buena.

– El presidente quiere que prepares la sucesión en la Davis Communications. Sabes mejor que nadie cuán poderosa es la Corporación. Tenéis algunos de los periódicos y revistas líderes y uno de los mayores grupos editoriales del país. Controláis una de las cuatro mayores cadenas de televisión, además de canales temáticos, y los estudios Eagle son siempre el primero o el segundo en taquilla en el mundo. Y hay que añadir que vuestra producción televisiva lanza cada temporada nuevos programas que alcanzan máxima audiencia. La Davis Communications posee un importante valor estratégico para la seguridad del país.

– Querrás decir para la seguridad de vuestra victoria electoral, ¿verdad?

– Vamos, David, sabes bien que la importancia estratégica de la Corporación en el mundo es casi tan grande como la de la flota del Pacífico.

– Te equivocas. La importancia de la Corporación es hoy, a finales del siglo, mucho mayor que la de la flota. En especial para que el vicepresidente pueda reemplazar al presidente en las próximas elecciones.

– Con la muerte de Kurth, tu sucesor natural ha desaparecido. -McAllen obvió el comentario de Davis-. El accionariado de la Corporación está constituido de tal forma que, aunque tus herederos vendieran tus acciones, el control no estaría claro para ningún grupo. Y el valor de la compañía es tan grande que hace casi imposible un buy-out. Así pues, el poder que puedan ejercer los grupos de altos ejecutivos en la Corporación sería determinante para controlarla, aun sin tener casi ningún peso en el accionariado.

– Veo que has hecho tus deberes antes de venir a verme. -Davis forzó una sonrisa-. Pero ¿en qué me afecta a mí todo eso?

– La Davis Communications es la obra de tu vida. Tiene tu tilo y refleja tus ideales de libertad, que coinciden con nuestra visión de un mundo tolerante, sin la influencia de la religión en la vida civil. Esto puede cambiar dramáticamente si tú desapareces sin dejar asegurada tu sucesión. Tu obra moriría, y esa tremenda máquina de comunicación podría caer en manos de alguien que la usar en sentido contrario como tú la has conducido hasta ahora influenciando al público hacia unas ideologías o religiones concretas.

– Richard, creo que la obsesión por manteneros en el poder os hace tener pesadillas.

– No son pesadillas -repuso McAllen. Luego se dirigió a Beck-. John, explíqueselo al señor Davis.

– Tenemos informadores e infiltrados en casi todas las sectas y especialmente en las más activas. Se sorprendería de lo poderosas que son algunas y de los contactos que tienen gracias a que unos adeptos ayudan a otros a escalar posiciones de poder.

– En ese caso estará perfectamente enterado de la última donación que he hecho a mi sinagoga, ¿verdad, Beck? -bromeó Davis enseñando los dientes en lugar de sonreír.

– Algunas de esas sectas son particularmente cerradas y acometen actividades que muy pocos adeptos del grupo conocen -continuó Beck sin detenerse ante el humor ácido de Davis-. O a veces un grupo más radical dentro de la misma secta toma una iniciativa extremista sin el conocimiento del cuerpo central. La investigación en esos casos es muy difícil. Sin embargo, puedo asegurarle que existe una poderosa secta que está infiltrándose desde hace tiempo en Davis Communications. Varios de sus empleados pertenecen a ese grupo y algún ejecutivo importante podría ser adepto secreto.

– Beck, no dé usted más rodeos. Indíqueme quiénes son y actuaremos.

– No es tan fácil. Aunque tenemos sospechas fundadas de una secta en concreto, varios miembros de grupos distintos han sido identificados en la corporación 4, no podemos demostrar aún su relación con el asesinato.

– Necesitamos pruebas fehacientes, Beck -intervino Gutierres-. No podemos permitir que se diga que en la Corporación perseguimos una religión o secta. Simples sospechas no sirven.

– Los nombres, Beck -insistió Davis.

– No puede dártelos por ahora -terció McAllen-, pero estamos seguros de que el asesinato ha sido un paso importante en los planes para la toma del control por parte de una secta. Y van a continuar, David, y tú estás en su camino. -El senador hizo una pausa para continuar con un mayor énfasis-. Hemos decidido que el agente especial Beck se haga cargo de la investigación a partir de hoy. Así estarás más protegido y…

– Un momento, Richard. -La voz de Davis denotaba su irritación-. Venís con la historia de una secta y un complot para toar el poder, pero no queréis concretar qué secta es y no habéis podido establecer su relación con el asesinato. No me dais los nombres de los empleados sospechosos. No aportáis ninguna prueba. ¿Y con esa excusa quieres poner a esta lumbrera del FBI a dirigir la investigación para que meta en mis asuntos sus narices conectadas por Internet con Washington? ¿Os creéis que soy un jodido recién nacido? Cada día mis estudios rechazan diez guiones mejores que éste.

La roja cara de McAllen estaba pálida.

– Por favor, David, sé razonable. Pretendemos tu seguridad y la de la Corporación.

– Bien, señor Beck -continuó Davis sin hacer caso a McAllen-, ya que está usted tan enterado, ¿qué opina del explosivo que usaron los Defensores de América? Por cierto, vaya nombre más estúpido; de superhéroe de cómic.

– No he discutido aún los detalles con Ramsey ni con el laboratorio que realizó los análisis.

– Pero sí cree que puede venir a darme unos cuantos malditos consejos -le increpó con una dura mirada-. Díselo, Gus; dile lo que era.

– RDX, un explosivo usado por los servicios secretos. -Sí, los servicios secretos -continuó Davis-. Pues yo opino de los servicios secretos lo que opina usted de las sectas. Sé que lo habrá hecho alguno de ellos, pero no sé cuál. Senador, ¿podría ser quizá nuestro propio servicio secreto?

– Por favor, David -McAllen se escandalizó-. ¿Cómo puedes decir tal cosa?

– El señor presidente de Estados Unidos de América está preocupado por mi sucesión -continuó Davis sin hacer el menor caso al tono quejumbroso de McAllen-. ¿Ya tiene candidato? ¿Quién es, Richard?

– La primera preocupación es tu seguridad, y por favor, no nos ofendas.

Davis se mantuvo en silencio.

– Yo respeto al presidente; transmítele mi agradecimiento por su preocupación -dijo Davis luego de una larga pausa, pasando de repente a un tono relajado y conciliador-. Agradezco la información que me ha traído el señor Beck, pero prefiero que la próxima vez aporte algo más que rumores. Quiero nombres y una conexión razonable si he de volver a verle. Y pruebas. Si no, no hace falta que se moleste en verme a mí. Que trate contigo, Gus. O con Ramsey. Hasta que nos proporcione los nombres y motivos, nosotros seguiremos colaborando con la investigación, pero el inspector Ramsey continuará al frente. Él tiene toda mi confianza.

– ¿Y en cuanto al tema de preparar una sucesión adecuada? -preguntó McAllen.

– Dile al presidente que empezaré a considerar opciones. Bien, señores, es el momento de la cena. -Davis se levantó del sillón y los demás lo siguieron de inmediato-. Richard -dijo al senador tomándolo por el brazo-, tú y yo tenemos asuntos que tratar sobre los viejos tiempos. Vamos a cenar los dos solos. -Y añadió-: El señor Beck y Gus cenarán por su cuenta. Estoy seguro de que encontrarán muchos temas «técnicos» de que hablar.

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