Pero gracias a mí está vivo en París, y no quemado y reducido a cenizas en un bosque junto a Ekaterinburgo.
¿Comprenden que manteniendo en secreto su identidad le he mantenido vivo a él? Lenin nos temía tanto que asesinó a todos los Románov que pudo coger en sus puños. Stalin persiguió a todo aquel que hubiese entrado en contacto mínimamente con la sombra de los zares, y luego envió a sus agentes al extranjero para que husmearan a los monárquicos entre nosotros. En los años treinta, sus agentes secuestraron a dos agentes del Ejército Blanco incluso en las mismísimas calles de París. Sí, aun estando tan lejos, en París, hacíamos temblar a Stalin… Jrushchov le dijo a Occidente: « My ves pojoronim » , os enterraremos. Ja. Murió hace tres meses. Yo le he enterrado a él. Les he sobrevivido a todos, incluso a Kérenski. Tengo cien años, ya no le temo a nada, y les digo a los bolcheviques: «No duraréis cien años, y cuando la Rusia soviética caiga, entonces el pueblo ruso volverá a mirar otra vez hacia su zar, buscando el último eslabón en la línea imperial, y, ¿quién estará más cerca de Nicolás II que su hijo, su único hijo vivo?». El emperador Vladímir. Sí, es hora de decir ahora lo que no pude decir en 1954, cuando escribí mis primeras memorias, llenas de ficción y de mentiras.
Esta vez escribiré para mi hijo y estas serán mis verdaderas memorias. Se las dictaré y él pondrá mis palabras en cada página. Él cree que no tiene nada, pero dentro de un momento abriré los ojos y se lo daré todo. Le contaré una historia. Empezará así: «Yo fui amante de dos grandes duques y concubina del zar. El último zar. Él me llamaba Pequeña K. »
Al crear mi invención de ficción y mentiras he alterado, por supuesto, los detalles de la vida de la Kschessinska, combinando rumores con hechos, suprimiendo verdades no convenientes, reconfigurando acontecimientos y relaciones para que se adaptaran a los objetivos dramáticos. Aunque las conversaciones son imaginarias, he usado fragmentos de las cartas y diarios de los personajes principales cuando así se ha indicado, con la excepción de la propia Pequeña Kschessinska, que, en lo relativo a sus epístolas, como en todo lo demás, ha servido al placer de mi imaginación.
Para los detalles de la historia rusa, la cultura rusa y la corte de los Románov estoy en deuda con las obras de Orlando Figes, Natasha's Dance: A Cultural History of Russia y A People's Tragedy: The Russian Revolution 1891-1924 [El baile de Natacha y La revoluci ó n rusa: la tragedia de un pueblo]; Russia Under the Old Regime and The Russian Revolution de Richard Pipes; The Magical Chorus: A History of Russian Culture from Tolstoy to Solzhenitsyn, St. Petersburg: A Cultural History, y Balanchine's TChaikovski: Interviews with George Balanchine de Solomon Volkov; Nicholas and Alexandra y The Romanovs: The Final Chapter de Robert Massie [Nicol á s y Alejandra y Los Rom á nov: cap í tulo final]; Land of the Firebird: The Beauty of Ol í d Russia de Suzanne Massie; A Lifelong Passion: Nicholas and Alexandra, Their Own Story de Andréi Maylunas y Sergéi Mironenko; An Ambassador's Memoirs de Maurice Paleologue; The Flight of the Romanovs: A Family Saga de John Curtis Perry y Constantíne Pleshakov; la trilogía de obras de Edvard Radzinsky The Rasput í n File [Rasput í n: los archivos secretos], Alex á nder II: The Last Great Tsar, y The Last Tsar: The Life and Death of Nicholas II; Memoirs of the Pages to the Tsars de Thomas Berry; Young Stalin de Simon Sebag Montefiore; Czars: Russia's Rulers for Over One Thousand Years de James P.Duffy y Vincent L. Ricci; Tsar: The Lost World of Nicholas and Alexandra de Peter Kurth; The Camera and the Tsars: A Rom á nov Family Album de Charlotte Zeepvat; el catálogo de la exposición Czars: 400 Years of Imperial Splendor, para una exposición itinerante del Museo Estatal Histórico y Cultural y de la Conservación del Kremlin de Moscú; Nicholas and Alexandra: The Last Imperial Family of Tsarist Russia del museo del Hermitage y el Archivo Estatal de la Federación Rusa; The Court of the Last Tsar: Pomp, Power, and Pageantry in the Reign of Nicholas II de Greg King; To the Tinland Station: A Study in the Writing and Acting of History de Edmund Wilson [Hacia la estaci ó n de Finlandia]; Once a Grand Duke de Alexánder Mijaílovich; The Dissolution of an Empire de Meriel Buchanan; Thirteen Years at the Russian Court de Pierre Gilliard; Lost Splendour: The Amazing Memoirs of the Man who Killed Rasput í n de Félix Youssupoff; Once a Grand Duchess: Xenia, Sister of Nicholas II de John van der Kiste y Coryne Hall; The Grand Duke's Woman: The Story of the Morganatic Marriage of Michael Romanoff, The Tsar Nicholas II's Brother, and Nathalia Cheremetevskaya de Pauline Gray; Pushkin's Children: Writings on Russia and Russians de Tatiana Tolstaya; Them: A Memoir of Parents de Francine du Plessix Gray; Antolog í a de poemas de Marina Tsvetaeva; Obras completas de Anna Ajmátova; Relatos de Iván Bunin; las novelas de Tolstoi, en particular Anna Karenina; Habla, memoria de Vladímir Nabokov y la web de Bob Atchison «The Alexánder Palace Time Machine».
Para la información sobre el ballet ruso y sus figuras, estoy en deuda con A Century of Russian Ballet, TChaikovski's Ballets y The Life and Ballets of Lev Iv á nov de Roland John Wiley; con las memorias de V. A. Teliakovski, segunda parte, «St. Petersburg Ballet»; Reminiscences of the Russian Ballet de Alexandre Benois; « Sleeping Beauty » , A Legend in Progress de Tim Scholl; la traducción de Stanley Rabinowitz de Ballet's Magic Kingdom de Akim Volinsky; George Balanchine: Ballet Master y Di á ghilev de Richard Buckle; Balanchine: A Biography de Bernard Taper; Balanchine's Complete Stories of the Great Ballets de Francis Mason y George Balanchine; Choura de Alexandra Danílova; Split Seconds de Tamara Geva; Fokine: Memoirs of a Ballet Master de Mijaíl Fokine's; Di á ghilev's Ballet Russes de Lynn Garafola; Theatre Street de Tamara Karsávina; Russian Ballet Master de Marius Petipa; Costumes by Karinska de Toni Bentley; la película de Joshua Waletsky Sacred Stage: The Mariinski Theater; la película de Bertrand Normand Ballerina; y la película Russian Ark de Alexánder Sokurov.
Para la información particular sobre la Kschessinska, he consultado sus propias memorias, Dancing in Petersburg: The Memoirs of Mathilde Kschessinska, de las cuales he extraído muchos detalles y me he apropiado (con algún pequeño adorno) del absorbente sueño que la inspiró a escribir su vida, o al menos eso aseguraba ella; la biografía Imperial Dancer: Mathilde Kschessinska and the Romanovs de Coryne Hall, que investiga algunos hechos que la Kschessinska prefirió pasar por alto; tres artículos de la revista Dance Magazine, el de Olga Maynard «Kschessinska at Ninety-Nine», el de Helene Breazeale, «Mathilde Kschessinska», y el de Eileen O'Connor «Portrait of an Era». La entrada de Penelope Jowitt «Matilda Kshesinskaya» en la International Encyclopedia of Ballet y la entrada «Kshessinsky Family» de la misma fuente me han resultado útiles también. La ponencia de Tim Scholl «My Usual Triumph: Mathilde Kschessinska and the Artist's Memoir» fue una fuente muy valiosa.
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