David Liss - La compañía de la seda

Здесь есть возможность читать онлайн «David Liss - La compañía de la seda» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La compañía de la seda: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La compañía de la seda»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

David Liss, ganador del prestigioso premio Edgar, sorprende con una magnífica novela, protagonizada por un peculiar investigador que debe desentrañar un complot en torno al comercio de la seda con las colonias británicas de ultramar.
Londres, 1722. En la época de apogeo del mercado de importación de seda y especias, Benjamín Weaver, judío de extracción humilde, ex boxeador y cazarrecompensas, se ve acorralado por el excéntrico y misterioso millonario Cobb para que investigue en su provecho. Muy pronto Weaver se ve sumergido en una maraña de corrupción, espionaje y competencia desleal cuyo trasfondo son los más oscuros intereses económicos y comerciales.
Una vez más, el renombrado autor David Liss combina su profundo conocimiento de la historia con la intriga. Evocadoras caracterizaciones y un cautivador sentido de la ironía sumergen al lector en una vivida recreación del Londres de la época y componen un colorido tapiz del comercio con las colonias, las desigualdades sociales y la picaresca de aquellos tiempos.
«Los amantes de la novela histórica y de intriga disfrutarán con la fascinante ambientación, los irónicos diálogos y la picaresca de un héroe inolvidable.»
Publishers Weekly

La compañía de la seda — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La compañía de la seda», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Recordaba un famoso incidente ocurrido algunos años antes: un granuja llamado Thomas Abraham se las había arreglado para robar unas dieciséis mil libras de Craven House. Lo había hecho ocultándose en el interior, tras haber adquirido unas mercancías y aguardado a que el lugar se vaciara durante la noche. Por desgracia para él, se había animado previamente con la bebida para fortalecer su arrojo y, por lo mismo, se vio obligado a abandonar la seguridad que le ofrecía su escondite para ir a hacer aguas menores, y durante su lamentable pero necesaria excursión fue capturado. El señor Abraham fue condenado a muerte por aquel delito pero, en un raro momento de generosidad, la Compañía conmutó su sentencia por la de servir a perpetuidad en uno de sus reductos en la India. Yo no pensaba que una vida de esclavitud en algún cuchitril de los trópicos, a merced del calor, la enfermedad, el hambre y la guerra fuera una suerte piadosa, y por eso deseaba vivamente evitar un destino similar.

Por otra parte, descubrí que el señor Cobb se mostraba comprensivo con las dificultades que yo tendría que afrontar y, deseoso como estaba de que tuviera éxito en mi misión, se comprometió a aportar el dinero que hiciera falta para facilitar mi camino allí dentro, a condición de que yo le justificara la utilidad de cada gasto. Fue pues, con la promesa del señor Cobb de que aportaría esos fondos, como salí yo de su casa para un viaje cuyo final más previsible solo podía ser un desastre.

Tras concluir mi entrevista con Cobb, salí al exterior donde, para empezar, tuve que pasar por encima del cuerpo de Edgar, el criado. El hombre estaba aún con vida -pude notar los movimientos de respiración en su pecho-, pero los pilluelos se habían ensañado con él. Para empezar, lo habían dejado completamente desnudo, despojándolo de todas sus ropas, un tratamiento muy poco considerado en un tiempo en que el aire era tan frío y la tierra estaba helada. Pero además, tenía cortes y magulladuras en torno a sus ojos que yo no le había causado, por lo que comprendí que los chicos se habrían mostrado severos con él y que tal vez le hubieran dado una buena paliza. Tendría que ir con mucho cuidado de no ofrecerle a Edgar ningún punto débil, porque sin duda estaría deseando vengarse con creces de mí si advertía alguna flaqueza.

Tomé un carruaje para ir a Spitalfields, a una taberna llamada La Corona y la Lanzadera, porque era el lugar frecuentado por un hombre con el que necesitaba imperiosamente hablar. Era temprano aún, lo sabía, pero no tenía ningún otro asunto que pudiera interferir en mis planes, así que pedí una cerveza y me senté a reflexionar sobre los problemas que tenía delante. Sentía un rencor tal que se me llevaban todos los demonios; la idea de que me habían utilizado me llenaba de tanto furor que, aun cuando volviera mis pensamientos a otros temas, nunca me abandonaba del todo. Tenía que reconocer, sin embargo, que también me sentía intrigado. El señor Cobb me había planteado un problema, un problema muy turbador, y ahora me tocaba a mí resolverlo. Aunque le había dicho al señor Westerly que se trataba de una tarea imposible, ahora me daba cuenta de que había exagerado la dificultad. No, no era imposible: solo meramente improbable. Pero sí la planeaba adecuadamente, tal vez pudiera hacer lo que se esperaba de mí, e incluso hacerlo con facilidad.

Fueron estas las cosas que estuve pensando a lo largo de dos o tres horas y cinco o seis jarras de cerveza. Reconozco que no tenía la cabeza muy clara cuando se abrió de golpe la puerta de la taberna para dar paso a un grupo de seis fornidos jóvenes, apiñados todos en torno a un hombre. El personaje en cuestión, pude verlo ahora, era Devout Hale en persona, el hombre al que había ido a buscar. No hacía ningún intento de esconder su deplorable estado, sino que se mostraba cabizbajo y con los hombros caídos mientras sus camaradas, ataviados todos ellos con prendas bastas y desteñidas, lo rodeaban para ofrecerle apoyo.

– Lo conseguirás la próxima vez -anunció uno de los recién llegados.

– El rey casi te vio. Se había vuelto ya hacia ti, pero aquella furcia empapada, con su crío a cuestas, se te adelantó.

– Ha sido una malísima suerte, pero ya te tocará a ti -aseveró un tercero.

De entre el montón de amigos que trataban de animarlo emergió el triste protagonista, un hombre rudo, de cincuenta y tantos años, de rebeldes cabellos pelirrojos y rostro claro, descuidada barba y lamentables imperfecciones, aquellos asociados con el color, y estas debidas a una cruel dolencia. Tenía, con todo, unos ojos verdes centelleantes y aunque su cara mostraba lunares, lesiones y un centenar de cicatrices de las batallas que había librado, seguía teniendo el aspecto de un hombre robusto, no menos derrotado en su tristeza que Aquiles en sus amargas reflexiones.

– Sois muy buenos amigos, muchachos -dijo a sus compañeros-. Buenos amigos y buenos compañeros todos. Con vuestra ayuda, saldré victorioso.

Se adelantó, apoyándose en la superficie de la mesa para mantenerse derecho. Yo no podía dejar de ver que su condición había empeorado desde la última vez que lo había visto; inevitablemente, su estado me trajo a la memoria el recuerdo de mi tío y me sentí abrumado por una nueva oleada de tristeza porque me pareció que todos mis conocidos, todo cuanto conocía, estaba tocado por la muerte.

A pesar de sus amplios hombros y tórax, el hombre había enflaquecido mucho con su enfermedad. La hinchazón de su cuello, que él trataba de ocultar con una corbata de color pardusco que antaño fue blanca, era más pronunciada ahora, y las ulceraciones que marcaban su rostro y sus manos sugerían los estragos que debía de haber hecho la enfermedad debajo de sus ropas.

Haciendo un gran esfuerzo se aproximó a una mesa, donde sin duda se proponía ahogar sus penas con la bebida, pero mientras se movía exploró la estancia con la mirada cautelosa de un depredador que teme encontrar algo peor que él mismo. Fue entonces cuando me vio.

Me animó ver que su rostro se iluminaba un poco.

– ¡Weaver, Weaver…! ¡Bienvenido, amigo! Aunque me temo que habéis llegado en un mal momento. Un momento horrible. Pero venid y sentaos aquí, a pesar de todo. Llena nuestras jarras, Danny… ¿me haces el favor? ¡Buen chico!… Sentaos aquí conmigo, Weaver…, y no me entristezcáis más, os lo ruego.

Hice lo que me pedía y, aunque no necesitaba más cerveza, no le indiqué a su compañero que yo ya estaba servido. Lo cierto es que, apenas me había acomodado en su mesa, cuando aparecieron sendas jarras frente a nosotros. Yo bebí unos sorbos de la mía, pero Devout Hale vació la mitad de la suya de un sediento trago.

– No pretendo escapar de vos -empezó-. Me sería difícil hacerlo. Pero estos tiempos son malos, amigo mío, muy malos… Después de alimentar a mi familia, satisfacer la codicia de mi casero, comprar velas y calentar la habitación, apenas tengo una miseria para ahorrar. Pero, en cuanto la tenga, ¡os juro por las tetas del diablo que os pagaré lo que os debo!

No iré tan lejos como para decir que había olvidado que Devout Hale me debía dinero, pero la pequeña deuda que tenía conmigo no ocupaba ningún lugar significativo en mi espíritu. He trabajado para muchos hombres sin recursos y siempre he permitido que me pagaran cuando pudieran. La mayoría de ellos acaban haciéndolo…, no sabría decir si por gratitud o por temor a las consecuencias…, aunque en el caso del señor Hale pienso que obedecía más a lo primero que a lo segundo. Él y sus seguidores difícilmente podrían temer a un solo hombre…, no después de haber sometido y vencido a enemigos tan importantes como aquellos a los que habían conseguido imponerse.

Sin embargo, yo le había hecho un buen trabajo, y era en esto en lo que yo confiaba ahora. Que me debiera aún cuatro chelines por mis servicios solo significaba que podría sentirse más inclinado a escuchar mi propuesta. Tres meses antes, uno de sus hombres había desaparecido, y Hale vino a verme para que yo localizara su paradero. Aquel hombre era una persona muy próxima a él, hijo de un primo suyo, y la familia estaba sumamente preocupada. Resultó, en definitiva, que no existía ninguna razón para la alarma: el muchacho se había escapado con una joven sirvienta de dudosa reputación, y los dos vivían en Covent Garden, consumando gozosamente su unión y ganándose el sustento mediante el antiguo arte de aligerar las bolsas de la gente. Aunque al señor Hale lo había decepcionado e irritado la actitud de su pariente, había recibido con alivio la noticia de que el muchacho estaba vivo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La compañía de la seda»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La compañía de la seda» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La compañía de la seda»

Обсуждение, отзывы о книге «La compañía de la seda» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x