Jeanne Kalogridis - El secreto de Mona Lisa

Здесь есть возможность читать онлайн «Jeanne Kalogridis - El secreto de Mona Lisa» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El secreto de Mona Lisa: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El secreto de Mona Lisa»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La apasionante vida de la mujer que inspiró La Gioconda, en una intrigante trama llena de amor, traición y luchas de poder. La joven y hermosa Lisa di Gherardini es conducida por su padre al palacio Médici, donde la espera Lorenzo el Magnífico. Allí conoce a Leonardo da Vinci, con quien mantendrá una relación muy especial, y a Giuliano, el hijo menor de Lorenzo, de quien se enamorará perdidamente. Lisa y Giuliano se casan en secreto, pero al poco tiempo estalla una rebelión contra los Médici y Lisa da a su marido por muerto. Comienza una época turbulenta marcada por el terror religioso. La joven florentina tendrá que tomar partido en la contienda.

El secreto de Mona Lisa — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El secreto de Mona Lisa», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

5

Baroncelli titubeó en la puerta de la catedral; había recuperado la sensatez por unos momentos. Ahora tenía la oportunidad de escapar del destino; era la ocasión, antes de que se escuchase una voz de alarma, para correr de regreso a su casa, montar en su caballo y marcharse a cualquier reino donde tanto los conspiradores como las víctimas no tuviesen ningún poder. Los Pazzi eran poderosos y tozudos, capaces de montar una persecución en toda regla, pero ni de lejos podían compararse en influencias y tesón con los Médicis.

Ante él, Francesco se había vuelto para llamar a Baroncelli con una mirada asesina. Juliano, aún sumido en su pena interior, no prestaba atención, y flanqueado por un titubeante Baroncelli, siguió a Francesco al interior. Baroncelli tuvo la sensación de que acababa de cruzar el umbral entre la razón y la locura.

Dentro, el aire viciado de humo hedía a incienso y sudor. El enorme interior del santuario estaba en penumbra, excepto alrededor del altar, que resplandecía con la luz de la mañana que entraba por los grandes vitrales de la cúpula.

Francesco tomó de nuevo el camino menos visible del lado norte para dirigirse hacia el altar, seguido de cerca por Juliano, con Baroncelli a la zaga. Baroncelli podría haber cerrado los ojos y orientarse por el olfato: el hedor de los pobres y la clase trabajadora, el perfume a lavanda de los mercaderes y el aroma a rosa de los ricos.

Incluso antes de ver al sacerdote, Baroncelli oyó cómo leía la homilía. A Baroncelli se le aceleró el pulso; habían conseguido llegar a tiempo, porque no tardaría en comenzar la eucaristía.

Tras el interminable recorrido por el pasillo, Baroncelli y sus compañeros llegaron a la primera fila. Murmuraron sus disculpas mientras ocupaban sus lugares. Hubo un momento de confusión cuando Baroncelli intentó pasar junto a Juliano para poder situarse a su derecha, la posición marcada por el plan. Juliano, desconocedor del propósito de Baroncelli, se apretó contra Francesco; entonces este susurró algo al oído del joven. Juliano asintió y se echó hacia atrás para dejar paso a Baroncelli; al hacerlo, rozó el hombro del penitente que tenía detrás.

Francesco di Pazzi y Baroncelli contuvieron el aliento, atentos a la posibilidad de que Juliano se volviese para disculparse, y quizá reconociese al hombre. Pero Juliano continuó perdido en sus pensamientos.

Baroncelli torció el cuello para mirar a lo largo de la hilera y ver si Lorenzo se había dado cuenta de lo que ocurría; afortunadamente, el mayor de los Médicis escuchaba atentamente algo que le susurraba el administrador del banco de la familia, Francesco Nori.

Milagrosamente, ahora todos los elementos estaban en su lugar. Baroncelli solo debía esperar y fingir que escuchaba el sermón mientras intentaba no acercar la mano a la empuñadura de la espada.

Las palabras del sacerdote le parecían disparatadas; Baroncelli hizo un esfuerzo para entenderlas. «Perdón -entonó el prelado-. Caridad. Ama a tus enemigos; reza por aquellos que te persiguen.»

La mente de Baroncelli se centró en esas frases. Lorenzo había escogido al sacerdote para aquella misa. ¿Acaso Lorenzo tenía algún conocimiento de la conspiración? ¿Esas palabras en apariencia inocentes eran una advertencia para que no siguiesen adelante?

Miró a Francesco di Pazzi. Si Francesco había captado un mensaje secreto, no daba ninguna muestra; miraba hacia el altar, con los ojos muy abiertos y desenfocados, con un brillo de miedo y odio. Un músculo en su afilada mandíbula temblaba descontroladamente.

Concluyó el sermón.

Las restantes partes de la misa continuaron con una rapidez casi cómica. Se cantó el credo. El sacerdote entonó el Dominas vobiscum y el Oremus. Se consagró la hostia con la oración Suscipe, sancte Pater.

Baroncelli contuvo el aliento, convencido de que no podría soltarlo nunca más. De repente, la ceremonia se ralentizó; podía oír el desesperado latir de su corazón.

Un acólito se acercó al altar para echar el vino en el cáliz de oro; otro añadió un poco de agua con una jarra de cristal.

Por fin, el sacerdote cogió el cáliz. Lo levantó cuidadosamente para ofrecerlo a la gran talla de madera del doliente Cristo en la cruz colgada sobre el altar.

La mirada de Baroncelli siguió el movimiento de la copa. Un rayo de sol se reflejo en el metal con un destello cegador.

Se escuchó de nuevo el canto del sacerdote, con un titubeo que sonaba vagamente acusador.

Offerimus tibi, Domine…

Baroncelli se volvió para mirar al joven Médicis. La expresión de Juliano era grave, tenía los ojos cerrados. Las manos entrelazadas formaban un único puño que apretaba fuertemente contra los labios. Mantenía la cabeza gacha, como si se preparase para saludar a la muerte.

«Esto es una locura», pensó Baroncelli. No tenía ninguna enemistad personal con aquel hombre; al contrario, le gustaba Juliano, que nunca había pedido ser un Médicis. El enfrentamiento era exclusivamente político, y desde luego, no llegaba a tener la importancia suficiente como para justificar los actos que iban a realizar.

Francesco di Pazzi le dio un fuerte codazo en las costillas, para transmitir el mensaje: «¡Se ha dado la señal! ¡Se ha dado la señal!».

Baroncelli exhaló un suspiro inaudible y desenvainó la larga daga.

6

Unos momentos antes, Lorenzo de Médicis había mantenido una cortés conversación en susurros con el cardenal Raffaele Riario. Mientras el sacerdote predicaba el sermón, los ricos y poderosos de Florencia no tenían ningún inconveniente en hablar sotto voce de asuntos de negocios o placer durante el oficio religioso. No se podía desaprovechar la oportunidad social, y los sacerdotes se habían acostumbrado tanto que ya no hacían caso.

Riario, un muchacho larguirucho, aparentaba tener menos de diecisiete años, y si bien era estudiante de derecho en la Universidad de Pisa, su presencia allí obviamente se debía más a su parentesco con el papa Sixto que a su inteligencia.

Sixto lo llamaba sobrino. Era un eufemismo que los papas y cardenales utilizaban en ocasiones para referirse a sus hijos bastardos. El Papa era un hombre de una gran inteligencia, pero era evidente que había engendrado a ese mozalbete con una mujer cuyos encantos no eran ni su belleza ni su intelecto.

Incluso así, Lorenzo estaba obligado a lograr que el joven cardenal disfrutase de su estancia en Florencia. Riario había manifestado su expreso deseo de conocer a los hermanos Médicis y visitar su propiedad y su colección de arte; Lorenzo no podía negarse. Este era el supuesto sobrino del Papa, y aunque Lorenzo había sufrido una humillación pública a manos de Sixto, y había tenido que morderse la lengua mientras los Médicis eran reemplazados por los Pazzi como banqueros papales, quizá aquella era una oportunidad.

Tal vez Sixto intentaba una reconciliación, y aquel flacucho adolescente con túnica púrpura era su emisario.

Lorenzo estaba ansioso por volver a su palacio para confirmar si ese era el caso; de no ser así, la visita del cardenal sería motivo de gran irritación porque significaría que Sixto sencillamente se aprovechaba descaradamente de la generosidad de Lorenzo. Sería otro insulto.

En previsión de que no lo fuese, Lorenzo había organizado un magnífico banquete que sería servido en honor del cardenal una vez finalizado el oficio religioso. Si resultaba que finalmente el joven Raffaele solo había ido con el deseo de disfrutar del arte de los Médicis, al menos podría informar a su tío que Lorenzo lo había tratado espléndidamente. Sería una acción diplomática que Lorenzo aprovecharía al máximo, porque estaba decidido a recuperar los tesoros papales de las garras del banco Pazzi.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El secreto de Mona Lisa»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El secreto de Mona Lisa» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Jeanne Kalogridis - The Borgia Bride
Jeanne Kalogridis
Jeanne Kalogridis - La Cautiva De Los Borgia
Jeanne Kalogridis
Jeanne Kalogridis - Il Signore dei Vampiri
Jeanne Kalogridis
Jeanne Kalogridis - Il patto con il Vampiro
Jeanne Kalogridis
Dionigi Cristian Lentini - Der Mann, Der Die Mona Lisa Verführte
Dionigi Cristian Lentini
Jeanne Kalogridis - Painting Mona Lisa
Jeanne Kalogridis
Jeanne Kalogridis - The Scarlet Contessa
Jeanne Kalogridis
Jeanne Kalogridis - The Devil’s Queen
Jeanne Kalogridis
Отзывы о книге «El secreto de Mona Lisa»

Обсуждение, отзывы о книге «El secreto de Mona Lisa» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x